Israelitas (año 117)


Adriano se convertía en emperador de Roma. La prosperidad del reino enorgullecía a este hombre que consideraba que gozar de la vida era disfrutar del imperio. Pero toda medalla tiene su reverso: Adriano insensato y caprichoso decidió fundar una colonia romana sobre las ruinas de Jerusalén y allí levantó un templo a Júpiter precisamente donde antaño se elevaba el gran templo de Yavé, destruido en el año 70 por Tito, hijo de Vespasiano, el entonces emperador de Roma. Esta construcción hecha por Adriano causó gran escándalo entre el pueblo judío, que dirigido por su líder Simón se rebeló contra Roma.

La respuesta romana no se hizo esperar y la sangrienta guerra que se desató dio como resultado la casi desaparición del pueblo judío de Palestina. Los hijos de Israel se dispersaron entonces en pequeñas comunidades hacia otras tierras resguardando su carácter y sus tradiciones religiosas.

La vida de Adriano cambió totalmente después de este hecho. Una terrible enfermedad lo afectó. El dolor ensombreció su carácter, que no lograban alegrar todas las maravillas que lo rodeaban en su lujosa residencia de Tívoli con jardines llenos de flores, manantiales cristalinos y todo cuanto puede hacer bella y feliz la vida.

Las torturas físicas y morales le hacían suplicar a sus médicos que le dieran un veneno e imploraba a sus esclavos que le quitaran la vida. Su insoportable sufrimiento lo dejó libre en el año 138 cuando murió.


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