Juliano (años 361 – 363)


Sobrino del emperador Constantino I, Juliano era un joven bautizado y educado en la religión cristiana, de alma en extremo sensible, que vivía feliz estudiando filosofía y veía en ella el medio para restaurar la cultura antigua. Mientras tanto, participaba de un culto que comenzaba a aborrecer.

Pero sucedió que Juliano tuvo que cambiar la toga de filósofo por el manto de general: entonces estudió con celo la técnica de la guerra y armado de todo su valor de capitán luchó contra los germanos saliendo siempre victorioso. Sus éxitos en el campo de batalla y su fama creciente hicieron que sus soldados le nombraran emperador y fue allí donde Juliano, dueño del poder, se sacó la máscara y descubrió su verdadero rostro.

Su primera medida fue que los cristianos reconstruyeran con sus propias manos los antiguos templos paganos y pagaran los gastos de la reconstrucción con su dinero. Después les prohibió dar enseñanza y recibirla. Enseguida nombró un pontífice idólatra a quien todos los sacerdotes quedaban sometidos. Juliano hizo todo lo posible para atraer al pueblo a los santuarios donde los sacerdotes explicaban los mitos antiguos. Más adelante escribió diversas obras en contra de "los galileos".

Sin embargo, pronto vio que sus esfuerzos eran en vano. El pueblo no lo seguía y permanecía indiferente a los ideales del emperador. Este hombre sintió entonces que estaba luchando contra un poder superior a él.

La muerte encontró a Juliano en medio de la lucha contra los persas. Moribundo, creyó ir hacia un mundo mejor: "Aquél a quien aman los dioses muere joven", diría filosofando. En su último instante, rodeado por sus soldados, exclamó: "¡Venciste, Galileo!"


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