Perseguidos (año 249)


La sociedad romana dirigía sus ataques con calculada frialdad contra los seguidores del "galileo". Las autoridades crearon una "comisión de sacrificios" ante la cual debía comparecer todo sospechoso de ser cristiano. El único modo de escapar a las torturas y a la confiscación de los bienes era participar de los sacrificios a los dioses paganos y comer la carne de los mismos. Una vez realizada esta prueba, la comisión extendía un documento como constancia de haber realizado el acto. Vemos aquí un ejemplo:

"A la comisión de sacrificios de la aldea de Alejandro Nesos, Aurelio Diógenes, hijo de Sabatus, de unos 72 años de edad que lleva una cicatriz en la sien derecha: He sacrificado siempre con fidelidad a los dioses y hoy he participado en vuestra presencia, en los sacrificios y he comido de la carne sacrificada. En prueba de ello, solicito vuestro testimonio".

Un miembro de la comisión extiende el documento con esta frase:

"Yo, Aurelio Siro, te he visto participar en los sacrificios, en el primer año del reinado del emperador Decio".

Hubo sin embargo muchos dispuestos a sacrificarse por su fe. Orígenes, un brillante hombre de elevada cultura, que había dirigido la Escuela Catequística de Alejandría y que fue autor de la obra "Tratado contra Celso", dio un ejemplo de gran fe: Orígenes, ya de 65 años, fue encadenado, torturado y casi quemado en la hoguera, pero nada le hizo cambiar su idea. Al fin, sus verdugos lo dejaron en libertad, pero su salud quedó quebrantada y al poco tiempo murió.


La leyenda de los siete durmientes

Este relato se refiere a la historia de siete hombres piadosos que huían de las persecuciones por ser cristianos y buscaron refugio en una cueva no muy lejos de la ciudad de Efeso. Allí en la oscuridad de la cueva durmieron doscientos años y cuando despertaron creyeron haber dormido una sola noche.

Uno de ellos fue a la ciudad a comprar pan; su ropa y la moneda fuera de época con que pagó llamaron tanto la atención que lo llevaron ante el procurador: el relato del hombre era tan raro que decidieron ir hasta la cueva. Una vez allí encontraron a los otros seis "con un rostro que resplandecía como el sol". Después todos abandonaron el lugar y los siete hombres volvieron a dormirse para no despertar jamás.


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