Yang–Ti (años 602 – 618)


El emperador Yang–Kien tenía un hijo: el ambicioso y fastuoso Yang–Ti, a quien cupo el honor de consolidar los éxitos de su padre. El gusto por la magnificencia impulsó a Yang–Ti a trasladar la capital del imperio a Lo–yang, aunque él permanecía en su residencia de Ch'ang–ngan.

El camino imperial que unía las dos ciudades estaba jalonado por cuarenta fantásticos palacios. Hizo este emperador excavar un canal que unía Lo–yang con los ríos Yangtse, Kiang, Huai y Huang. En la ciudad construyó un parque de ciento veinte kilómetros de perímetro que rodeaba un lago artificial del que emergían las tres "Islas de los Inmortales". A lo largo de un canal que vertía sus aguas en el lago se levantaban dieciséis palacios en los que vivían las favoritas del emperador. Yang–Ti acostumbraba pasear en su barca por el lago acompañado por un séquito de doncellas que cantaban deliciosos poemas.

Sin embargo, el emperador se daba tiempo para ocuparse de otros asuntos: sus ambiciosos planes para expandir el imperio lo llevaron a emprender guerras contra sus vecinos. No obstante, cometió un gran error al atacar Corea; el fracaso de las tres expediciones de su ejército en tierra coreana lo llevó a una retirada vergonzosa.

El temerario Yang–Ti quedó tan abrumado que se refugió en el sur y allí, en medio de una revuelta, fue asesinado por uno de sus lugartenientes.

"El agua está lisa y en calma esta tarde,

las flores de primavera abren sus pétalos.

La luna va cabalgando en la corriente,

las estrellas siguen el curso de la marea".

Yang–Ti


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