En
Miami
la
gusanera
celebra
una
muerte
sin
muerto.
Altercom*
1ro de
agosto
de 2006
Como
ayer,
cuando
se
asumió e
informó
sobre
cada
caído y
caída
durante
los
asaltos
al
Cuartel
Moncada
y al
Palacio
Presidencial
y
durante
toda la
guerra
revolucionaria
de la
segunda
independencia
cubana,
cuando
desapareció
Camilo
Cienfuegos,
cuando
la
Crisis
de
Octubre,
cuando
el Che
renunció
a sus
cargos y
salió de
la Isla
a
continuar
su
combate
‘con el
adarga
bajo el
brazo’,
cuando
el mismo
Che y
sus
camaradas,
cubanos
o no,
cayeron
durante
la
epopeya
guerrillera
en
Bolivia,
cuando
la
participación
internacionalista
en
guerras
de
liberación
de otras
tierras,
la
verdad
dicha
oficialmente
y sin
tapujos
ha
cerrado
el paso
a la
información
plumífera
proveniente
de los
seguidores
de
Posada
Carriles
o de la
fábrica
de
guerra
sicológica
de la
CIA.
Fidel,
Raúl
y el
Che
Desde la
verdad,
arma
fundamental
esgrimida
por Cuba
en estos
47 años
de
revolución,
el mundo
se
enteró
que
Fidel
Castro
está
enfermo.
Enfermo
como el
humano
que es.
Un
problema
que
degeneró
en
sangrado
gástrico
lo llevó
al
quirófano.
Su
pronóstico
es
reservado,
como de
cualquier
persona
que se
ha
sometido
a una
intervención
quirúrgica,
y más
aún en
un
paciente
que
bordea,
cercanamente,
los 80
años.
Esa es
la única
verdad.
Tonto y
fútil
sería
decir
que no
preocupa
su
estado
de
salud.
La
tristeza
invade
cuando
la
clásica
fortaleza
está
afectada
por la
edad y
la vida
austera
y poco
personal
llevada
por uno
de los
más
trascendentes
transformadores
de la
historia
de
América.
Más aún
cuando
quien
está
enfermo
ha
dirigido
una
Revolución,
con
mayúscula,
en las
narices
de los
colonizadores,
la misma
que se
ha
convertido
en luz
de
dignidad,
independencia
y
soberanía.
Tan
tonto y
fútil
como la
alegría
desbordante
de los
cubano-estadounidenses,
que
celebran
en las
calles
de Miami
la
muerte
sin
muerto.
Por eso,
desde la
solidez
y
tranquilidad
que da
el
camino
recorrido
por el
pueblo
cubano
hacia la
independencia
nacional
y el
socialismo,
desde la
experiencia
de los
niños
cubanos
con
escuela,
de las
mujeres
cubanas
sin
miedo a
parir,
desde
los
ancianos
con
atención
y
respeto,
desde
las
tantas
posibilidades
de ser
felices,
solamente
se
espera y
se
aspira
que
mejore.
No más.
La
proclama
leída
durante
la noche
del 1 de
agosto,
dejó en
claro,
que la
revolución
cubana
no
depende
de la
suerte
de
Fidel.
Él ha
guiado
ese
proceso
liberador
y supo
construir
una
organización
que
protege
la
independencia
y
profundiza
el
cambio,
que lo
redimió
de ser
indispensable.
En la
Cuba
donde
habitan
trece
millones
de
cubanas
y
cubanos,
hay
tranquilidad
y hay
tristeza.
Ni él,
ni
quienes
han
combatido
y
trabajado
junto a
él, han
pensado
en la
inmortalidad
corpórea.
En Cuba
no hay
grandes
estatuas
de su
líder,
hay
juventud
sana,
grandes
científicos,
grandes
pensadores,
grandes
artistas.
Ellas y
ellos
están
preparados
para
tomar la
posta,
de ser
necesario,
y claro
está,
sin la
bendición
de
Miami,
Virginia
o
Washington.
Cuba
está a
salvo de
las
fauces
de
depredador
cercano.
Es su
pueblo
su mayor
garantía.
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