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La viga maestra
En un tiempo como el nuestro, en que la aceleración de
los procesos internos y externos nos sobrepasan, donde todo está
continuamente cambiando, desde las tecnologías a los conceptos en que hemos
cimentado la vida, frecuentemente tenemos la impresión de que todo está
tambaleando, de que la estabilidad laboral, familiar, económica, afectiva es
una quimera, de que no hay nada seguro: el futuro es un campo incierto, y el
presente, un estado de alerta en que sabemos que no podemos planificar, pues
todo puede variar en cualquier momento. Anhelamos encontrar la estabilidad,
sentir que se ha terminado el proceso y que ya hemos conseguido el trabajo
perfecto, la pareja ideal, los hijos sin problemas, la salud perfecta. Nos
pasamos gran parte de la vida tratando de llegar al día en que al fin
lograremos descansar de nuestros problemas y desajustes Quizás más de una vez hemos tenido la sensación de
haber llegado a puerto en algún tema de la vida, pero inevitablemente el bote
volverá a zarpar y nuevamente volveremos a altamar; lo único seguro es que todo
es incierto. En intercomunicación
mundial somos conscientes de los eventos que ocurren en todo el planeta. El
tiempo parece haberse acelerado, nos damos cuenta como nunca de que todo es
un movimiento de nacimiento y muerte, de comienzo y fin, de transformación
permanente, y, curiosamente, una de las conductas más recurrentes es escapar
de esta certeza de fugacidad acelerando nuestro quehacer al máximo para no
ver, llenándonos de artificios para no conectar con el hecho de que no
tenemos nada controlado, que no sabemos qué será de nuestras vidas ni la de Nos
damos vuelta una vida entera , sin darnos cuenta de que la respuesta estuvo
siempre ahí, donde menos lo esperábamos, en lo más cercano y evidente, en
nosotros mismos. En
el centro de nuestra psiquis, en el fondo de la mente, cuando nos vaciamos de
ruido y de rollo mental y emocional, nos encontramos con un ámbito de paz,
templanza, fuerza, sabiduría, amor, natural alegría que está siempre allí,
que no es trastrocada por las circunstancias, que es el centro de nuestra
individualidad. Allí encontramos el eje permanente, lo que no nace ni muere,
lo que siempre ha sido y siempre será, donde podemos cimentar una vida con
bases sólidas. Después
de todo quizás comprendamos que la vida es un juego, donde nos disfrazamos y
adoptamos roles y posturas, pero que hay algo esencial en nosotros que está
más allá de las circunstancias, eso que permanece, que mora en el interior de
cada ser, la Viga Maestra, la Roca donde cimentar una vida que ningún viento
podrá derribar. Patricia May |