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La espiritualidad emergente
A través de la historia, el concepto de lo que es
"espiritual" ha ido cambiando y es importante que así sea, pues
ello nos va señalando rumbos en relación a los nuevos pasos que como
humanidad nos corresponde dar. El enfoque de la espiritualidad que hemos
heredado, y que inevitablemente nos condiciona consciente o
inconscientemente, se relaciona con entender lo sagrado como un ámbito
separado, distinto y ajeno a la vida cotidiana. Ser espiritual, para la
mentalidad que nos precede, es algo así como ser de otra esfera, poético,
volado, místico, idealizador, ajeno a temas mundanos como el sexo, el
alimento, el dinero.
La espiritualidad que estamos trascendiendo nos llama a alejarnos, evitar, reprimir
y abandonar las cosas o actividades que son "del mundo" o de
"la carne", nos dice que el mundo o la realidad está dividida entre
las cosas que son sagradas y las que son profanas, lo que nos ha llevado a vivir
fracturados entre los espacios espirituales como el ritual, la oración o la meditación
y los que no lo son, como ir al banco o comer.
La
espiritualidad naciente nos llama a vincularnos, a comprometernos, a vivir la
vida en su totalidad, a encantar y sacralizar toda actividad entendiendo que
no hay nada que pueda ser ajeno al Gran Principio que se manifiesta en los
niveles físicos y psíquicos del universo. Lo espiritual no se define por el
tipo de acción sino por la conciencia y actitud que ponemos en lo que
hacemos. Se trata de vivir cada momento en total presencia
espiritual, mental, emocional y física, entregándonos y atrayendo nuestra atención
y potencia interior a cada acto, dando calidad incluso a aquello que
consideramos nimio como caminar al metro, manejar, cocinar, trabajar.
Todo está impregnado de la Presencia Una, y por ello la idea es conectarse con
una actitud básica de respeto, conexión y aprecio hacia toda existencia y
hacia cualquier acción que realicemos, dando calidad, poniendo lo mejor de nosotros
en cada acto, viviendo con un sentido de entrega y colaboración a algo que
trasciende al yo.
Otras desfiguraciones pseudo espirituales actuales se relacionan con vivir desde
el impulso emocional del momento, algo así como pensar que se es libre porque
se da rienda suelta a los deseos, rabias, ansias, antojos cuando en realidad
estamos viviendo desde la esclavitud de los ímpetus básicos. O creer que lo
espiritual se relaciona con visiones o experiencias paranormales creyendo que
ver el aura o recordar vivencias inconscientes nos hace per se personas más
espirituales.
En la conciencia emergente ser espiritual es vivir despierto, comprometido con
la vida, consciente de mi ser en el mundo, del efecto que produzco en el medio,
del aporte que hago, lo que me lleva, inevitablemente, a pulir y trabajar los
aspectos que me trancan, las zonas oscuras que me condicionan y que no me
permiten vivir en libertad, amor y creatividad.
Ser
espiritual es vivir en la sana interconexión con los demás, es ser flexible,
inclusivo, sano. Es colaborar en lo concreto y diario por concretizar los
valores eternos de la espiritualidad como la integración, la inclusividad, la
comprensión de la propia vida al servicio del todo, la manifestación de la
potencia única y vital del alma para transformar el
mundo. La espiritualidad emergente al incorporar al ser humano y la vida en su
totalidad nos interpela más profundamente a ser coherentes en pensamiento,
sentimiento y acción, a trabajarnos para traer ese reino de justicia y paz
que nos hablan las tradiciones espirituales no como un ámbito místico, ajeno
al mundo, sino como un modo de vivir y relacionarse con todo ser manifestado.
Patricia May
30/7/2005
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