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Allí donde nos encontramos Hay un espacio en nuestro interior donde podemos mirar
con tranquilidad a la vida y a los otros, donde nos sentimos conectados con
todo y todos, donde vemos la belleza que hay en cada ser existente. Se trata
de un estado que quizás hayamos experimentado en momentos únicos que
constituyen las perlas radiantes de nuestra existencia, momentos en que nos
liberamos de la carga de prejuicios y limitaciones mentales, en que nos
vivimos como seres integrales, sin edad, sin tiempo, libres, radiantes y
sabios. Son En la naturaleza, en contacto con la música, en la
meditación o contemplación en la fraternidad y el encuentro amoroso suelen
abrirse las ventanas de la limitación de nuestra conciencia y nos damos
cuenta de que la vida es más viva, conectada, vibrante, y que el amor enlaza
a toda existencia con las otras. En esos breves instantes accedemos a una En este estado podemos comprender y comprendernos,
entender nuestras torpezas y las de los otros. Podemos perdonar pues nos
damos cuenta de que toda ofensa está hecha desde la estrechez de mente, desde
la frustración, desde los sentimientos heridos, desde la limitación del ego,
y que más allá de éste hay un ámbito donde desaparece todo aquello que nos
separa, donde me veo a mí y al otro en su pureza y su cualidad esencial,
donde no hay corazas ni púas, donde somos en la confianza y el amor y no en
la defensa, el miedo y la competencia por ganar, donde nuestros dones vibran
en una entrega y Es un ámbito donde lo que me une es más real y fuerte que lo que me separa, donde no hay rencor, simplemente porque aquello que nos hace ser oponentes desaparece y nos entendemos en nuestras etapas y mutuas limitaciones, aceptando el proceso de nosotros y los demás como etapas en el camino hacia una revelación de lo que somos, más allá del espacio y el tiempo, colaboradores en una misma causa, jugando quizás roles opuestos, pero inevitablemente complementarios. Desde allí es posible amar a nuestros enemigos, simplemente porque lo que lo hacía mi enemigo desaparece, porque he logrado ver las cosas desde una óptica más amplia y comprender. El Amor con mayúscula, del que hablan los guías espirituales de la humanidad, requiere de nosotros este tipo de transformación. Es más que buena voluntad, más que gestos amables. Es acceder a ese reino donde estamos conectados en pureza y verdad y en donde puedo sabiamente comprender las contradicciones, egoísmos, heridas del pequeño yo, sabiendo que en el centro de todo Ser, la claridad permanece intacta. Patricia May 6/8/2005 |