DE MI ALMA A TU ALMA

ENTREVISTA CON ZUYMYO JOSHIN SENSEI,  MONJE ZEN

Entrevista concedida en setiembre de 1994 para la revista francesa "TERRE DU CIEL."

 

Usted es Monje Zen. Cómo tomó esta decisión?

Creo que esto se fue haciendo durante un largo tiempo. Por más satisfactoria que era mi vida, siempre había alguna insuficiencia, alguna cosa vacía. Había una dimensión, algo que faltaba en la vida de todos los días. A veces, iba a la Iglesia, una vez por año, cuando tenía, como decía, una "crisis espiritual". Yo había leído varios libros sobre el Budismo porque había estudiado la historia de las religiones. Había leído libros sobre el Budismo Zen y los había encontrado horribles; pero permanecía ese nudo, que se volvía cada vez más importante en mi vida. Una carencia, que no puedo definir de otro modo.

Alrededor de los 30 años, decidí modificar algunas cosas, se dice que si a los 30 años no hacemos algo inmediatamente, jamás lo haremos. Ya había comenzado estos cambios, cuando fui ir a vivir, casualmente, cerca de un Dojo Zen, en Paris. Entonces me dije: "Bueno, ya que comienzo muchas cosas nuevas voy a empezar a hacer artes marciales. Y podría probar también con la meditación ".

Es algo que explico mal, porque esta idea me daba mucho miedo, y dejé pasar varias semanas. Hasta que un día fui, y de ahí salí con mucha rabia, diciendo: "Esto es realmente detestable, horrible". Pero no sé qué pasó durante el fin de semana porque el lunes, bien temprano, estaba frente a la puerta para el primer zazen, y a partir de ese momento, volví todos los días, durante un año. Yo no sabía que era aquello que buscaba, pero hubo una explosión interior tal que me obligó a cambiar toda mi vida. Yo trabajaba de manera independiente, y no tenía horario fijo. Empecé a levantarme temprano, y a acostarme temprano.

El Zen tomó enseguida un lugar tal que era evidente cómo se volvía la cosa más importante en mi vida.

Viví un año de Zazen cotidiano, y algunas veces, iba dos veces en el día . Mi vida continuaba, y comenzaba a girar en torno a este nuevo eje. Los cambios se producían al mismo tiempo, y me resultaba bastante satisfactorio estar en la ciudad y continuar una vida común.

Entonces encontré otro grupo, y fui a mi primer sesshin, es decir, mi primer retiro. Esta fue una experiencia extremadamente penosa.

Todo este primer año había sido muy difícil, pero al mismo tiempo, había una especie de certeza, una especie de fuerza. Era ese algo que había faltado en mi vida hasta ese momento.

Un sentimiento de estabilidad, de seguridad en mí misma, de estar enraizada en alguna cosa. Era reconfortante porque por otro lado era muy difícil. Yo lloraba mucho durante el Zazen, tenía sufrimientos enormes, físicos y morales, pero al mismo tiempo tenía la conciencia de sufrir por algo constructivo. No era simplemente dar vueltas sobre el propio sufrimiento . Ese sesshin fue terrible. Terrible física y moralmente, y eso se reflejó en la comida. Yo no era muy golosa, ni le daba demasiada importancia a la comida, pero allí eso se convirtió en una frustración. Surgían tantas cosas que necesitaba comer, comer. Esto era penoso. Nosotros comíamos en la sala de meditación, a la manera tradicional, en cuencos, y éramos servidos por otras personas, y yo encontraba que ellas nunca me servían lo suficiente. Miraba los cuencos de mi vecina, siempre estaban llenos, y yo no tenía casi nada. "Es necesario que coma, voy a morir". Recuerdo haberme dicho un día: "Pero cómo es posible que existan personas que opten por este tipo de vida y que coman de esta manera. Nunca pueden decidir lo que van a comer, ni la calidad, nada, cómo es posible elegir esta vida?" Así que quedé muy sorprendida, cuando algunos meses más tarde, cuando ya había retornado a mi vida normal, me escuché decir: "Cuando yo esté en un Monasterio...". Y quedé helada de miedo, por mis propias palabras. Surgió así. Era como afirmar algo con lo que, concientemente, yo no estaba de acuerdo. Me dije: "Pero esto no es posible, no puedo vivir en un Monasterio". No me sentía pronta para dejar todo en mi vida, todo lo que yo amaba. Y traté realmente de abandonar esta idea, pero algo pasaba contra lo cual yo no podía luchar, yo no podía cambiar, de cierto modo no había elección. Se puede resistir, se puede decir no, se puede intentar retroceder, pero no es posible, no se puede jamás volver atrás. Era como estar sobre una estera rodante. Ella iba hacia adelante y hacia adelante, era volverse monje, pero era completamente atemorizante. Y al mismo tiempo, era así, era impensable de otra manera. Yo veía que era preciso dejar todo. Y así pasó, en las grandes vacaciones siguientes, partí para un sesshin de 3 meses, liquidando todo lo que tenía en Francia. Fui a Italia, a un monasterio que se estaba formando. Y después del sesshin, me quedé en el monasterio.

 

Desde el comienzo, sintió que algo sucedía a través de usted, sin que hubiera una decisión voluntaria?

Sí, creo que eso es realmente importante, porque no se puede decidir una cosa así, de manera voluntaria.

Tal vez porque es muy duro, o tal vez porque es un fantasma que se decide de manera voluntaria. Yo estaba muy feliz, cuando entré al monasterio, era evidente.

Y al mismo tiempo aquello fue una lucha. No pienso que se pueda hacer esto fácilmente, tal vez porque ya era adulta, tenía más de 30 años, todo un karma apilado, una cantidad de apegos, de ataduras.

La vida en el monasterio, en Italia?

En Italia, me quedé varios meses. Permanecí siempre laica, y el gran interés de este pasaje por Italia fue ver lo qué era aquello, que era perfecto, que era la única cosa que yo quería hacer.

Usted no tuvo el sentimiento de ser arrancada de las cosas?

Eso había pasado el año anterior. Cuando llegué, me dije a mí misma: "Es esto". Había una especie de evidencia. Se sabe que es aquello, se sabe que es justo, se sabe que se tiene razón. Es esto lo que me toca. No existe discusión posible. Claro que había partes de mí que querían otra cosa, pero globalmente era una evidencia, de la mañana a la noche. Y nunca tuve arrepentimientos o dudas.

El paso siguiente fue ir de Italia a Japón?

Yo buscaba un Maestro. Había encontrado personas que me habían guiado hasta Italia, y también en Italia. Pero pienso que existe un Maestro para cada persona. Y es preciso encontrarlo. Y yo pensaba que todavía no lo había encontrado. Y decidí partir. En Europa, rápidamente se conocen todos los centros Zen, entonces dudaba entre América y Japón. Sabía que en los E.E.U.U. había muchas comunidades, y era simple porque yo hablaba inglés, y es un país occidental. Pero no sé bien cómo, llegué al Japón. Yo no tenía direcciones, solamente la dirección de un Monasterio de mujeres que visité, pero que no correspondía al tipo de práctica que yo buscaba, era más un pensionado que un Monasterio. Volví a Tokyo donde permanecí varios meses. Entonces un día alguien me dijo: "Fui a un Monasterio, el fin de semana pasado. Es lindo, en la montaña, tú deberías ir a verlo".

En esa época yo marchaba en círculos, no sabía qué hacer, y esperaba. A pesar de todo, tenía una especie de confianza. Entonces fui a ver el Monasterio. Encontré que era muy bueno. Quedaba en la montaña, a una hora de caminata del pueblo. Era pequeño, no del tipo de los grandes Monasterios ricos. Era una antigua chacra reformada, muy simple. Encontré que era muy bueno, pero el problema era que no estaba el Maestro.

Había un monje y un extranjero que estaban allí hacía mucho tiempo, pero no había Maestro, él estaba ausente. Dudé un poco.

En los primeros tiempos, iba todas las semanas, después, al comienzo de diciembre, decidí instalarme allá, aún sin tener al Maestro.

Estaba muy interesada por el empleo del tiempo, el horario distribuído entre la meditación y el trabajo manual. Lo encontraba muy constructivo y permitía verdaderamente realizar todo el potencial.

La meditación es muy importante, pero al mismo tiempo, proyectar eso en actos de la vida cotidiana me parecía también muy importante. Entonces me instalé allá, reservando siempre un día de trabajo en Tokyo, para continuar ganando algún dinero, porque no sabía lo que podía pasar enseguida.

Lo que pasó, es que, por diversas razones, a mediados de Enero, todos los habitantes del templo se fueron, y me quedé sola. Era sorprendente. Venir a vivir en un templo en el Japón es una cosa, y encontrarse sola en un gran templo, en plena montaña, es otra cosa, aún más en pleno invierno. Me encontré con estufas en las cuales era preciso poner leña, leña que era preciso cortar. Yo no sabía por qué lado se tomaba un hacha. Me encontré con lámparas a petróleo, porque no había electricidad. Yo continuaba yendo, una vez por semana, a Tokyo, y cuando volvía, cuando veía el templo, decía: "Es increíble". Hoy soy un poco más flexible, pero al principio yo era más estricta. Seguía el horario minuto a minuto, como si hubiese toda una comunidad. Aprovechaba bastante. Como estaba sola, trabajaba mucho, preparaba la leña, hacía la limpieza, y cuando la primavera llegó, trabajé mucho en la huerta. Cuando se comienza una jornada a las 4 de la mañana, y se está solo, se tiene realmente mucho tiempo. Y de tanto en tanto había algunas personas del pueblo que subían.

Yo trabajaba también en el idioma japonés. Un día alguien dijo: "El Maestro va a volver". Yo estaba un poco dividida en ese momento porque había permanecido sola un largo tiempo. Decía para mí misma: "Pero es verdad, es preciso que vaya a visitar otros templos en Japón, no avancé, no soy monje". Yo había comenzado con mi ropa de monje, en Francia, antes de partir, y la terminé en el avión. Por lo tanto, estaba preparada.

Entonces, cuando volví de un fin de semana en Tokyo, encontré al Maestro de retorno de su viaje a los E.E.U.U.

En el momento del encuentro, y eso fue realmente muy rápido, en una hora, yo sabía que era él, que era el Maestro que había ido a buscar. Yo sabía que iría a quedarme allí. Fue recíproco, porque al cabo de una semana, recuerdo, mi Maestro me pidió recitar un sutra que es conocido sólo por los monjes, pero le dije: "Yo no sé". El me miró y contestó: "Ah, sí, yo tengo la impresión que hace años que trabajamos juntos". Dejé de trabajar en Tokyo y me quedé en el templo definitivamente.

Y Usted se hizo monje?

Yo me hice monje.

Qué es ser monje?

Inicialmente, prefiero hablar de monje y no de monja, aunque yo sea mujer. Es porque yo tenía el hábito del vocabulario inglés o japonés, y tuve problemas para encontrar los términos apropiados en Francia. En inglés decimos "female monk". Además de eso, monja tiene para mí, una connotación católica y también una connotación de "hermanita". En el Zen, por lo menos en teoría, y realmente con mi Maestro, es posible que las mujeres alcancen los mismos niveles y tengan las mismas prácticas que los hombres y el hecho de que yo sea una mujer no tuvo ninguna incidencia para ser el sucesor de mi Maestro y dirigir un templo.

Esto es normal en el Zen?

Es normal en teoría. Esto no pasa en la práctica. En la práctica es difícil ser una mujer, porque esto ya cierra muchos monasterios y es todavía más difícil siendo extranjera. Fue una gran suerte haber encontrado a mi Maestro, que jamás le importó esto. Y no sé siquiera si él, alguna vez, se dio cuenta de que soy una mujer y extranjera. Fue verdaderamente "de mi alma a tu alma".

Usted ya era un poco monje en su interior. Qué pasó cuando Usted se hizo monje también en su exterior?

Ser monje es verdaderamente un reconocimiento. En aquel momento, era la única cosa importante en mi vida. Para mí, ser monje es poder decir: "Esto es lo más importante, quiero consagrar todo mi tiempo a ello". Y no es demasiado, porque aún dando todo el tiempo, no es suficiente.

No llegaré jamás a comprender, a realizarlo completamente. Y esto es para mí, ser monje. Y no niego que el resto no sea interesante o importante, pero para mí, es el camino de Buda que yo quiero, en el cual quiero pasar todo mi tiempo. Pero claro, eso no se hace así. Yo sentí esto crecer, poco a poco, cerca de mi Maestro. Me decía a mí misma: "Pero él es cien por ciento monje. Aún si él va a pasear, si él bebe té, él es cien por ciento monje". Y yo misma después de la ordenación, sentía muy bien que no es una ceremonia lo que hace que la gente se vuelva monje.

Yo sentía que era muy superficial, aunque tocase cosas profundas. Raparse la cabeza, por ejemplo, es muy removedor, todavía más para una mujer. El Maestro Dogen, fundador del Soto Zen, usa siempre una bella expresión: "Hasta la médula de los huesos".

El no dice la piel, los músculos, los huesos. "Hasta la médula de los huesos". Pero se necesitan decenas de años para volverse monje hasta la médula de los huesos. Y eso lo percibí con mi Maestro.

Es una transformación de cada una de las células, progresivamente?

Sí, completamente. No puedo explicar esto muy bien. Cuando lo veo en mi Maestro, lo comprendo, lo siento como un proceso en marcha. Poco a poco sucede esta impregnación de la enseñanza, pero es muy largo.

Cuáles son los votos que hace un monje Zen?

Ustedes saben, el Zen en el Japón está muy poco centralizado, aún en lo administrativo. A nivel de la enseñanza, es cada Maestro, cada linaje que va a hacer sus propias elecciones. Hoy, en el 95% de los casos, los monjes Zen son jefes de los templos, templos que ellos van a legar a sus hijos mayores. Ellos son todos casados y con familia. Aquellos que tienen templos, pero no son suficientemente ricos, trabajan fuera y se ocupan del templo y de las ceremonias solamente los fines de semana.

Por otro lado, existen algunos linajes donde el monje hace todos los votos, como el de vivir dentro de su templo, de no tener relaciones sexuales, etc. Es la rama a la cual yo pertenezco, a la cual pertenece mi Maestro. No existen hijos en este linaje, existen discípulos que se vuelven sucesores. Para mí fue importante. Decidir hacerse monje, significa que a esto se le consagra todo su tiempo. Me plantean continuamente la cuestión de la castidad, de la abstinencia de las relaciones sexuales. Creo que es preciso comprender. No se trata de una cosa impura; es diferente de la iglesia católica.

Diría que es una cuestión de tiempo. Yo, en este templo, estoy con las personas desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche. Dónde cabe mi vida personal? Y si yo quiero tener una vida personal, eso implica que no se puede dedicar todo a la enseñanza y a la práctica. Para mí, es más que eso, es todo mi tiempo que yo quiero dar a la enseñanza.

Un tipo de consagración total?

No total, porque leo un diario, o voy a pasear. Pero no es ninguna obligación. Y además, un monje no posee nada, como en el tiempo de Buda. El templo de mi Maestro vive de ofrendas.

Ofrendas que hacen los visitantes, ofrendas que nosotros vamos a buscar al pueblo. Aquí, este templo vive también así, de las ofrendas que hacen los visitantes. Esto quiere decir que la situación financiera es fluctuante. Es muy importante, y es también esto que hace al monje:

no tener seguridad material. El monje da la enseñanza, y a cambio, el laico le da la posibilidad de vivir materialmente. Si nosotros tenemos una familia, esto no me parece posible. O entonces, trabajamos, pero si trabajamos, no es más la misma cosa. O si yo tengo un marido que trabaja, no es la misma cosa. Aquí yo dependo completamente de lo que recibo de las personas que llegan. Esto es para mí, ser verdaderamente monje.

Usted continuó viviendo en el templo?

Yo permanecí en el templo con otras personas, visitantes, personas que hacían estadías de larga duración. algunas veces, las personas venían por un año o seis meses.

No había otros monjes que vivían con Usted.?

Había otros monjes, pero es verdad que el compromiso que mi Maestro solicita a los monjes es un poco excepcional, y él da parcimoniosamente la ordenación. En general, él pide a las personas que vivan un año o dos en el templo, para que ellos estén seguros de su decisión, luego si toman la ordenación de monje, ellos se comprometen a ser monjes toda su vida, a vivir en el templo toda su vida. Por lo tanto, hubo algunos monjes, y todavía hay en este momento algunos que están allá, pero no hay ninguno que dirija su propio templo.

Es interesante eso que usted dice: "El monje se compromete a vivir en un templo todo el resto de su vida". Quiere decir que no hay error.

Podemos vivir en diferentes templos. Por ejemplo, a un cierto nivel de la práctica, los monjes parten al exterior y van a visitar a otros Maestros, para completar su formación. Mi Maestro me envió a los E.E.U.U., pensando que, ya que yo era occidental y que un día volvería a Occidente, sería más interesante para mí, ver lo que se practicaba en el Occidente. Durante tres meses, recorrí California, visitando los diferentes templos y centros Zen. Nosotros nos comprometemos a vivir en un Monasterio, y no a vivir como un laico en su casa. Por ejemplo mi Maestro fue nombrado para Brasil, y entonces dejó el templo que él fundó. Hoy está en Brasil, y cuando quiero verlo, voy a Brasil.

No existe una estabilidad geográfica, pero nosotros vivimos siempre en un templo.

Durante cuánto tiempo Usted vivió cerca de su Maestro?

Viví en esa comunidad, en ese templo, durante cuatro años. Yo tenía mucho trabajo, trabajaba en la cocina del templo. Digo esto, porque vea Usted, es una enseñanza a la japonesa, quiere decir, una enseñanza que nosotros llamamos "sin palabras". Durante los tres primeros años, nunca pude asistir a las conferencias de mi Maestro, porque no tenía tiempo. Si nosotros nos veíamos para hablar, era para decir: "Cuántas personas llegan este fin de semana?" o "Es preciso hacer las compras." etc.. No había ninguna enseñanza con palabras. Sólo había lo que era necesario hacer en aquel preciso momento. Es difícil pasar del estado de laica parisina al mundo japonés. Para mí, había muchas cosas que aprender. Fue necesario asimismo reaprender a caminar, a sentarme con kimono, a servir el té. Es difícil, es imprescindible, verdaderamente, ser como un niño, aceptar reaprender todo de cero, con la rabia, las rebeliones, etc.. Y después, trabajar. Y claro, al principio yo tenía muchas ideas: "mi Maestro me va a hablar, me va a explicar el camino", y cosas de este tipo. Pero nada, él me hablaba solamente para decir: "La cocina no está bien arreglada" o "es necesario hacer compras". Algunas veces yo tenía muchas preguntas y cuando las planteaba, él me mandaba de vuelta y me decía que preparase un té. Ustedes saben, son las cosas clásicas de un Maestro Zen. Pero eso es bonito cuando lo leemos, cuando nos encontramos con ello, frente a frente, es otra cosa. Tuve grandes rabias, realmente. Entonces poco a poco, todo eso desaparece, las preguntas, las rabias.

En aquel momento, mi Maestro decidió - no me habló de eso directamente - que yo sería su sucesor, y pienso que fue en ese momento que también decidió enviarme a los E.E.U.U. Cuando volví, había otro monje que se ocupaba de la cocina y empecé a ocuparme de las personas que llegaban. Había algunos extranjeros que venían para hacer los sesshines que yo dirigía.

Empecé a estudiar, a dar conferencias, y mi Maestro comenzó a darme las explicaciones sobre los textos. Y así, durante un año, un año y medio, fue completamente otra vida.

Usted dice que la nombró su sucesor. Esto significa que Usted va a volver al Japón para retomar el templo?

Es posible, pero no creo que sea eso lo que él desea que yo haga. El habló, y después dijo que era mejor que, siendo yo francesa, retornase a Francia.

Fue entonces él quien decidió su retorno a Francia?

Sí, fue él.

Usted no podría haber decidido sola?

No, en el Japón esto no es posible, es el Maestro quien decide todo. Y además yo no tenía una idea particular. Quedarse o partir, tenían sus ventajas e inconvenientes.

Habría sido bueno retomar el templo en Japón, pero al mismo tiempo me parecía bueno volver a Francia. Por otro lado, me parecía difícil tener que empezar cualquier cosa. No tenía realmente una idea formada sobre la cuestión... y fue bueno así, porque yo no tenía respuestas que buscar.

Entonces un día, Usted desembarcó en Francia?

Si, sabíamos que era preciso comprar algo. Primero, durante un año, fue necesario recaudar dinero. El templo de mi Maestro es un templo pobre que puede solventar sus necesidades, pero nada más que eso. Entonces durante un año, él, y claro, algunas veces junto conmigo, fue a ver otros templos, los templos ricos. Fuimos a hablar con el principal templo del Soto Zen, y después él creó una sociedad. Durante un año, nosotros recaudamos dinero, y después volví a Francia para ver los precios.

Me quedé en Francia durante seis meses buscando alguna cosa, y haciendo contactos para comenzar pequeños grupos de Zen en las diferentes ciudades. Estuve en esas idas y vueltas durante un año o dos, y después encontré la casa. Me gustaba y no era cara.

Después, hubo mucho trabajo?

Sí, volví al Japón porque teníamos el dinero para comprar la casa, pero no para las reformas. Entonces, esperé en Japón durante seis meses. Después tuve mucho trabajo. Era una chacra deshabitada hacía ya algún tiempo, era preciso reformarla, era preciso hacerle divisiones. Hice este trabajo con una persona, mi hermano, que vino a ayudarme. Paralelamente a esto, yo continuaba tratando de conocer gente, crear grupos, y tener estudiantes más regulares. Hasta ese año funcioné de boca a boca. Me parecía importante el boca a boca, para que las personas supieran adónde estaban yendo, a qué tipo de lugar. No es un lugar muy grande, es un lugar que puede recibir diez a quince personas, porque yo no deseo recibir aquí muchas personas que pasen para descubrir que este no es su lugar. Poco a poco, un núcleo se constituyó, y varias personas que pasaban después volvían. Me parece importante ir despacio. Yo no sabía por qué lado empezar y explicar las cosas a las personas de Francia. No sabía qué iba a mantener o no del Japón. Realmente, cuando llegué, yo no sabía nada.

Entonces era preciso tener tiempo para encontrar lo que quería decir y enseñar en Francia. No puedo decir que ya lo encontré, pero lo intento. Tengo que ir hasta la raíz de la enseñanza para retirar las cosas culturales que no son necesarias. Para mí, todo lo que es japonés no es forzosamente necesario. Se viene aquí para una enseñanza del corazón, para un aprendizaje sobre uno mismo, y no es importante que sean formas japonesas.

Pero existen formas que implican el fundamento, y es preciso saber adaptar estas formas, trabajarlas para que sean posibles en Francia.

Es preciso discernir cuáles son las portadoras del fundamento, y cuáles accesorias?

Esta es una cuestión que me irritaba algunas veces. Como me decía a mí misma: yo no fui a Japón para hacerme japonesa, fui a Japón para estudiar el Zen. Pero qué quiere decir esto? ya que el Budismo Zen es japonés. Existía una especie de círculo del cual yo no conseguía salir, y del cual salí sin darme cuenta. Fue preciso un tiempo para que hubiera una impregnación. Es como caminar en un campo cubierto de rocío. Al principio, no estamos mojados, y poco a poco nos empapamos sin darnos cuenta. Creo que esto es el fruto de la práctica. Terminamos sabiendo adónde vamos sin preguntárnoslo. Todo esto son cuestiones abstractas.

El problema es: vamos a cantar los sutras en francés o en japonés? vamos a comer con palitos o con tenedor? Qué es lo que vamos a mantener como reglas?

Existen personas que no les gusta la expresión Budismo Zen y que dicen que el Zen no es específicamente Budista

Creo que tengo una posición radicalmente opuesta a ésa. Para mí, es lo contrario, yo soy, en principio, Budista, en primer lugar, monje Budista antes de ser monje Zen. Es una idea que existe también en el Japón, la separación del Budismo y del Zen. Pero en mi linaje, la enseñanza de mi Maestro vuelve siempre a la enseñanza de Buda, a los textos del Budismo Hindú, a los textos originales. Yo creo que es muy importante como ancla, como raíz, partir del Budismo de Buda. Porque en cada país donde el Budismo penetró se produjeron grandes mezclas culturales y religiosas. Es muy importante volver a la raíz. Es volviendo a la raíz del Budismo de Buda que puedo comprender lo que es el Budismo en Francia. El Budismo japonés no puede darme todas las respuestas sobre lo que será el Budismo en Occidente. Para mí, antes de todo, yo soy monje, y soy monje Budista.

Usted no sigue aquella corriente que en el intento de difundir el Budismo, trata de volverlo laico?

No, de ninguna manera. Como dije hace poco, es muy importante para mí que sea una cosa religiosa. Aquí, es un templo Zen, y no un centro Zen. Yo soy monje, y a partir del momento en que existen monjes en un lugar, ese lugar es un templo. Son niveles diferentes. Existen cosas muy buenas que se hacen para reencontrarse consigo mismo, en el plano sicológico.

Es obvio que alguien que está muy transtornado sicológicamente o en un estado de sufrimiento agudo, no podrá colocarse frente a una pared que irá a servirle de espejo para encontrar sus sufrimientos. Pero yo pienso que la religión se refiere a un nivel superior, a un nivel trascendental. Un nivel donde se trabaja más allá del ego, donde se consideran todos los otros, y esta es la diferencia con un abordaje laico. No tengo nada contra las tentativas laicas, pero lo que es importante, es no hacer confusión entre las dos cosas.

De qué manera piensa Usted que el Budismo es importante, hoy, en Francia?

Yo creo que es importante para todas las personas, todos los lugares, y en todas las épocas. No es específicamente el Budismo en Francia.

Pienso que todo el mundo, en un nivel u otro, en un momento u otro, siente la falta de una dimensión. Para eso es preciso tener un mínimo de confort material. Pero con el mínimo que le es asegurado a casi todo el mundo, en nuestra sociedad actual, llega un momento en que nos preguntamos: "Está bien trabajar, comer, criar una familia, está todo muy bien, pero después, más allá de eso, qué es lo que existe? La muerte, la vida, y el sufrimiento y todo eso?". Pienso que es a estas preguntas, que son las preguntas de todos los tiempos, de todas las épocas y de todos los lugares, a las que las religiones dan la respuesta.

Se dice también a veces, que el Oriente es la suerte del Occidente.

Yo no tengo mucha simpatía por las ideas estereotipadas. No digo que eso no sea interesante. Lo que yo propongo, es para una persona, ahora, en su vida actual. Es otro trabajo. Yo no soy filósofa, yo soy monje Zen.

"Mire cómo está su vida, y lo que Usted puede hacer".

Hay algo que Usted quiera decir y que todavía no fue mencionado?

Me gustaría decir que la práctica es difícil. La meditación es una cosa completamente natural, algo que está en nosotros, que trata de salir aún cuando no lo hacemos.

Es verdaderamente una cosa natural, pero la práctica es muy difícil. Es difícil ponerse en cuestión, interrogarse. Y más difícil todavía cuando tenemos más edad, un status social, cuando se es una determinada persona, con un nombre, una profesión, un lugar en la sociedad.

En ese momento, no aceptamos interrogarnos, colocarnos en jaque, y es por lo tanto, en ese momento, cuando nos volvemos un poco cristalizados, cuando sería bueno reencontrar una gran flexibilidad, toda una gama de posibilidades, porque nosotros tenemos muchas más posibilidades de lo que nos imaginamos. Y al mismo tiempo, es difícil.

Creo que es importante saber que se necesita coraje para entrar en una vía espiritual y perseverar. Al mismo tiempo, esto puede ser un desafío formidable. Vivimos en una época en que las personas escalan montañas sin sistemas de seguridad, y yo pienso que practicar meditación, practicar el Camino de Buda es todavía más extraordinario, más peligroso, más apasionante. Existe este aspecto apasionante en la práctica. Es por eso que quedé tan contenta cuando entré al monasterio. Aquello contenía todo.

Se puede tener la impresión que hacemos cosas aburridas o repetitivas, pero yo encontraba que aquello contenía absolutamente toda la vida, todas las emociones, las buenas, y también aquellas que no aceptamos, todas las experiencias. Yo encontré que todo estaba contenido en la vida del monasterio y en la práctica de la meditación.

Me preguntan a menudo qué es la práctica, y yo creo que se confunde, frecuentemente, la práctica con el hecho de estar sentado sobre un almohadón de meditación. La práctica es mucho más que eso. Yo diría, casi como una provocación, que para mí, la práctica comienza cuando salimos de la sala de meditación. La práctica me parece que es, ante todo, una práctica del corazón. Para ello existe una cosa que no tenemos realmente la oportunidad de experimentar en la vida moderna, pero que me parece absolutamente esencial, y es la expresión, el sentimiento de reconocimiento, de gratitud.

Es verdad que estamos en una sociedad de trueque. Yo doy dinero, entonces obtengo alguna cosa. Yo doy mi trabajo, entonces obtengo dinero. No existe lugar para eso puramente gratuito que es el reconocimiento. Yo no hablo del reconocimiento que se tiene por alguien que hizo algo por nosotros, eso es otra cosa. Yo hablo de un reconocimiento, simplemente porque las personas existen, las cosas existen, el mundo es. Esto se aprende por un pequeño detalle. Para mí, esto nació de la relación con mi Maestro. A medida que iba viviendo en el templo, desarrollé una gratitud hacia él, simplemente porque esta persona estaba allí, y que había transcurrido su vida para que yo, un día, pudiese venir a

practicar más profundamente el Camino de Buda. Esto es el corazón que se abre, y es esencial en la práctica.

Es importante tener un Maestro, pues es alguien que, al principio, permite focalizar este tipo de cosas. Y después, poco a poco, esto se extiende a las personas que llegan. Nosotros vivimos de las ofrendas de las personas que vienen y entonces existe un reconocimiento.  

Y después, esto se extiende a las personas que hicieron los objetos, las tazas, el pan, etc... Aquí, nosotros podemos practicar eso. Existen personas que preparan la huerta en la primavera, después, otras que vienen a comer las legumbres en el verano. Actualmente, están aquí personas que bajan la leña para otras personas que la van a usar en el invierno. El reconocimiento es también interdependencia. Reconocer que se da a los otros a cada momento. Se puede vivir aqui porque existe todo un trabajo que fue hecho anteriormente por otras personas. El otro lado del reconocimiento, el inverso, es la donación.

El trabajo sobre la donación, es la primera necesidad, a mi entender, es esencial también porque es algo que se abre. Las personas que van a pasar los días trabajando con la leña, aunque no vengan en invierno, donan alguna cosa. Ellos no conocerán jamás a las personas que usarán la leña. Es una donación completa, gratuita.

En el Zen se dice: "Nadie para dar, nadie para recibir, y nada para ser donado." Hoy, la donación desaparece al mismo tiempo que la gratitud, yo creo que esos dos lados, donación y gratitud, reconocimiento y donación, no tenemos la ocasión de experimentarlos con frecuencia en la vida cotidiana. Es una pena, porque nuestro universo mental se limita a "dando, dando."

Cuando se percibe la gratitud que se puede tener por todo el universo, entonces, se puede hacer una donación. Es preciso trascender la idea de que yo di alguna cosa a alguna persona en particular, entonces, a cambio, yo espero que esta persona me dé algo. Porque así, nosotros no vemos todo lo que estamos recibiendo de las otras personas durante este tiempo. Estamos dentro de una mentalidad contable. Para mí, ésta es la raíz de nuestra práctica. La raíz de nuestra práctica es la apertura del corazón, crear un espacio donde se sienta esta interdependencia de nosotros mismos en relación con todo y en relación con todos los seres.

Es interesante, porque se piensa frecuentemente que el Zen es un camino un poco seco y donde falta corazón.

 

Esto no existe. El Zen es aquello que nosotros hacemos de él.


Traducción : zendo_3tesoros-   Montevideo- Uruguay

Este material es un regalo del Dharma, puede ser reproducido para uso personal y puede ser distribuido sólo en forma gratuita, para el despertar de todos los seres
Hosted by www.Geocities.ws

1