El arte en la sangre.
El otro Chávez

 Por Rosa Amelia Fierro

El Comercio, domingo 18 de agosto de 1996

Los une la sangre, el nombre y el apellido y hasta la misma vocación. Tantas similitudes, infrecuentes hasta entre padres e hijos, han sido posible en los Chávez. Pero al pintor Angel Chávez Achong no le molesta que lo comparen  o asocien con su progenitor o con su tío Gerardo. “Mi padre fue mi primer maestro, el mejor”, dice orgulloso y aunque el recordado Angel Chávez no esté más en este mundo, sigue ejerciendo una vida influencia sobre su vástago.

 Lo que a otros les parece una carga -el peso de un nombre-, el inquieto Angel lo siente como una responsabilidad que “no es fácil llevar pero que a la vez es un reto fascinante”. ¿Tampoco fue un abrepuertas? No, responde. “En todo caso, las únicas puertas que me abrió fueron las del conocimiento”.

 El hijo no siente que tenga que superar a su padre pues “nunca hubo competencia entre nosotros. El siempre tuvo su lugar de maestro y yo el de heredero y responsable de su mensaje”: hablar de ese mensaje es hurgar en lo que ahora hace Angel.

 Emplea tres técnicas- óleo, cera y barro; esta última se ha convertido en su favorita. Fue el pintor Carlos Porras, quien vive en Holanda, el primero en indagar y pintar en barro, con las técnicas ancestrales de los Mochicas. En la huaca del Sol y de la Luna se han encontrado pinturas hechas hace 1500 años con este material.

Para Chávez el barro abarataría el costo de los materiales, con la ventaja que uno puede hacer con él lo que hace con otras pinturas, sin límite alguno. Pero su valor va más allá. “La tierra tiene mucho que ver con nosotros. Es un material muy ligado al origen de la vida misma y a la evolución de la humanidad, esta presente en las religiones más antiguas”.

 El barro que utiliza Chávez es norteño. Lo extrae de las canteras de Cajamarca y lo mezcla con mucílago de cactus, pegamento que fija el barro a las superficies duras. La fórmula parece sencilla pero no lo es. Antes debió consultar a ingenieros, químicos y restauradores.

 Fue hace tres años en Nueva York, que por primera vez rondó en su cabeza la idea de trabajar con barro lo consideró un elemento expresivo muy rico: “Antes pintaba la realidad objetiva –una mujer peinándose-, retratos bodegones. Ahora, en mi pintura pastosa, de mucha textura, de colores fuertes, intento eliminar lo anecdótico para captar y transmitir más sensaciones y vivencias, lo que es también una herencia de mi padre”.

 Como él, empieza con colores terrosos para finalizar, en las últimas capas, con intensos rojos, amarillos, fucsias. Y el barro, expresa, es ideal para mostrar esos sonrientes rostros marrones de la sierra.

 Chávez está convencido de que las técnicas son importantes pero lo es más el lenguaje que expresa una pintura. “Sobre todo es vital la expresión cultural que represento. Me siento orgulloso de mi identidad latinoamericana, peruana. Tenemos nuestra propia fuente de riqueza, no necesitamos mirar a otras partes”.

 Lo dice a pesar de haber recibido también una educación con gran influencia occidental. Primero en la Escuela de Bellas Artes de Lima, luego en Estados Unidos, Francia  y Holanda. “Mis años en Europa fueron un diálogo estrecho con los grandes maestros de la pintura y el tiempo en los Estados Unidos, el contacto con las ideas contemporáneas más sobresalientes. Todo eso ha reafirmado mi identidad peruana. Ahora, ya no estudio en Louvre sino en Chan-Chan, pues la fuente está aquí, sin pecar de chauvinista.”

 La relación del hombre con la naturaleza en nuestras antiguas culturas es una lección, además totalmente contemporánea, de vanguardia, opina Angel, quien prepara una muestra en la Galería de Cecilia Gonzales, y luego planea exponer en Washington.

 Los inicios de Angel en las artes plásticas fueron tan tempranos que ni el mismo recuerda cuando pintó por primera vez. Su primer logro, el Premio Nacional de Dibujo y Pintura Escolar, fue en 1971. Desde entonces han corrido ríos de pintura por su pluma y seguirán corriendo. Nació oliendo a trementina y óleo; y esa es la constante de su vida.

 ROSA AMELIA FIERRO

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