Diálogo con el arte - Naturalezas muertas de Chávez Achong

El Dominical de El Comercio, 17 de junio de 1984

Las naturalezas muertas de Chávez-Achong “Apuntan a un nuevo ordenamiento académico” en virtud de su formación plural que comprende la Escuela Nacional de Bellas Artes, y el taller de su padre (incluyendo en esta formación a Gerardo Chávez, Oscar Allain, Gamaniel Palomino, Gilberto Rebaza etc).

 Dentro de esta formación, es lógico que Chávez-Achong no tenga prisa por ubicarse dentro de la vanguardia, ni en la carrera de los istmos. Su obra “quizá un tanto preciosista” yo diría excesiva y compresiblemente preciosista, tiene todo el propósito de continuar por el camino de la tradición.

 Así, la pintura cuyo proceso histórico –incluso en el Perú- se ha visto acelerado, vuelve a su cauce en esta muestra de la Galería “SOL”. Pero sus mejores resultados están cuando Chávez-Achong se desprende de la coraza de la academia, es decir, donde el cuadro del candelero es trabajado con una textura, que no lo dice todo, o donde aparece el “torito de pucará”.

 Este último cuadro no sólo significa la vuelta a la pintura, sino la aproximación a una pintura peruana, aunque sólo lo sea en el tema. Y esto ya es bastante, en la búsqueda que todo joven artista se debe plantear, ya que la pintura nacional tiene el derecho de contar con su propia utilería, sus propios objetos de bodegón, que correspondan a una verdad concreta. La tarea, o una de las tareas, de todo artista joven, debe ser pues –como dijo Sabogal en su ensayo sobre Pancho Fierro- buscar la sensibilidad plástica popular peruana, y verterlas francamente al campo pictórico universal. Partir de lo local a lo universal, de lo particular a lo general. Esa es la tarea. De otra manera estamos engañando y, -lo que es peor- nos engañamos a nosotros mismos.

 Por demás las muestras de Chávez-Achong es tonificante. Ojalá nomás continúe su aproximación a lo nuestro. (J.T.B.)

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