Angel Chávez 
tras la huella mochica

El Comercio, 24 de noviembre de 1997

Cada cuadro es para Ángel Chávez Achong un reto y una nueva búsqueda. Con los años se ha dado cuenta de que los viajes y el conocer otras culturas, lo ha reafirmado en la suya y eso es lo que pretende transmitir en la serie de trabajos que presenta desde mañana en la galería Cecilia Gonzalez.

En esta muestra reúne obras al óleo, pintura sobre barro, una instalación y un experimento en el que intenta comunicar con textura sin utilizar el color ni la forma.

“Intentar hacer algo nuevo es una constante. Mis obras nacen luego de un proceso largo que demanda algo más de 6 meses de trabajo en los que coloco una capa sobre otra. Pero aparte del óleo estoy aprendiendo la técnica pictórica de los mochicas, que sacaban las tierras naturales de las canteras para luego combinarlas con las resinas del cactus a altas temperaturas. Yo he ido a estudiar a la fuente misma y durante los dos últimos años he hecho frecuentes viajes al norte, la tierra natal de mis padres”.

Definitivamente los colores se han encendido en esta nueva serie que incluye una valija de viajero y una obra realizada en barro. “Esto es una búsqueda diferente en la necesidad de expresar sin forma ni color, sólo a través de la materia y su textura”.

El artista se formó en la Escuela de Bellas Artes y en talleres y museos en diferentes partes del mundo. “Pero mi mayor maestro ha sido mi padre, Angel Chávez López. El arte para mí no es una competencia sino un conocimiento  que se va pasando de generación en generación. Cada uno tiene que comunicar lo suyo de acuerdo a su contexto histórico y quizá la trayectoria de mi padre sea un incentivo, una trayectoria ejemplar”. 

Los viajes y las residencias en el extranjero han hecho que la principal preocupación en esta exposición sea la necesidad de reconocimiento de una identidad, algo que el mundo actual exige, sobre todo a los países latinoamericanos. Él residió algo más de siete años en Nueva York y regresa con un mayor apego a su país. “Los viajes siempre te alimentan pero en mí han reforzado un sentimiento telúrico y me han dado ganas de viajar más por el Perú. Creo que en el proceso de globalización que vivimos es necesario que nos reconozcamos para poder entendernos más”.

 

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