La nueva muestra
de Ángel Chávez Achong corrobora que el joven pintor no se desligó
del camino trazado por su padre y maestro, el desaparecido Ángel Chávez
López, por quien mantiene celosa admiración. Con excesiva
responsabilidad logró madurar su vocación y calidad que hoy muchos
reconocen. A él no le disgusta que lo asocien con su progenitor ni
con su famoso tío Gerardo. No pretende que los críticos comparen
sus obras con las de ellos porque, dice, no existe competencia entre
ellos. Al contrario, como alumno y heredero difunde con optimismo el
mensaje aprendido. Seguramente por estos motivos dedica a su padre,
“con amor y admiración”, la exhibición que inauguró el martes
pasado en la Galería Cecilia González de El Olivar.
Al
joven Chávez Achong le preocupan los temas relacionados con la
condición humana, las preguntas existenciales y el deseo de
responderlas. Sus pinturas se olvidan de lo anecdótico y se
introducen en las sensaciones y las vivencias de manera minuciosa,
aguda y subjetiva. Utiliza las técnicas del óleo, la cera y el
barro; prefiere los colores fuertes y vibrantes, y le encanta
destacar la textura. Aunque su lenguaje pictórico utiliza elementos
contemporáneos, éstos recogen expresiones culturales del Perú y
Latinoamérica. Afirma que no necesitamos beber de otras fuentes de
riqueza sino de las nuestras. Paradójicamente, sus ańos de estudio
en Estados Unidos, Francia y Holanda, además de la Escuela de
Bellas Artes de Lima, han fortalecido su identidad nacional y su
relación con culturas ancestrales. Sin duda, Ángel Chávez Achong
es buen heredero del pensamiento peruanista de su padre. |