ÁNGEL
CHAVEZ debe su vena de artista a un clima respirado en el seno
familiar y del que heredó la pintura casi naturalmente. Después de
un largo aprendizaje de las técnicas y recursos básicos de la
pintura, escogió, al momento de labrar su propio mundo pictórico,
el rescate de los valores de la identidad. Tal vez por una cercanía
evidente al influjo telúrico de su padre, el conocido Ángel Chávez,
en relación con la importante influencia surrealista más bien
cosmopolita de su tío Gerardo. Esa preocupación, nutrida durante
su larga estadía en New York, se manifiesta en su pintura,
particularmente en las catorce pinturas que viene exhibiendo en la
galería Cecilia González, a través de un manejo acentuado del
color, una atmósfera cromática explosiva en la que muchos ven esa
particularidad latinoamericana que en Chávez pareciera provenir
–hablo de algunos cuadros como Pareja en azul- de los hábitos de
un mundo popular tan presente en otros artistas locales como
Polanco. “Para mí proviene de las fuentes de colores que hay en
este lado del mundo –me dice el artista-. Aquí tú ves que las
frutas, los cielos, todos tiene una intensidad mayor, y eso se
refleja en nuestros cuadros”. Pero esa característica se ve
repontenciada por otra densidad que Chávez logra mediante la
yuxtaposición de capas de color sobre la tela que otorgan a las
manchas finales una fuerza inusitada –a la manera de los maestros
venecianos Tiziano y Tintoretto, a quienes admira, pero bajo un
lenguaje contemporáneo-; por ello, los objetos mantienen sobre el
lienzo una luz inmanente, producto de fuentes de color soterradas,
que los subyacen y se muestran de manera oblicua o subliminal a ojos
del espectador, pero que cargan la pintura de Chávez –muy poco
decorativa, por cierto- de una valencia afectiva acorde con la
soledad e incomunicación de sus habitantes. Su pintura se ubica, de
alguna manera, en la tradición expresionista, aunque él prefiera
no definirla verbalmente (su muestra, por ejemplo, no tiene nombre),
ya que, dice: “el arte se expresa bajo su propio lenguaje”.
EL
LENGUAJE PROPIO DEL ARTE |