Roi Ferreiro
Siete tesis críticas anti-bolcheviques
Índice
Séptima tesis - [Las reivindicaciones de transición]
Por otra parte, en lo que respecta al programa de transición,
a parte de la acertada crítica que hacéis a las pretensiones
políticas de su utilización como sustitutivo del trabajo
de agrupamiento de vanguardia y de la clarificación de la conciencia
de las masas, habría que decir que la propia noción de
"transición" incurre en un error profundo, pues concibe
el comienzo de la lucha en el sentido de su desarrollo revolucionario
(y, por tanto, el proceso objetivo que posibilitaría el desarrollo
de un movimiento revolucionario organizado) como separado de las luchas
inmediatas.
Para los trotskistas la lucha revolucionaria se desarrollaría
a partir de un salto cuantitativo en las reivindicaciones4,
pero, en realidad, puede verse que todas sus reivindicaciones son técnicamente
realizables en el capitalismo, de modo que, si por una parte ellos no
entienden cómo impulsar evolutivamente la autoactividad en las
luchas inmediatas hacia formas transitorias revolucionarias, sino que
solamente sostienen un programa reivindicativo que les permitiría
dirigirlas a pesar de la conciencia de sí mismas, por otra parte
la difusión de estas reivindicaciones no eleva la conciencia
de las masas en un sentido revolucionario, sino que, más bien,
refuerza sus ilusiones reformistas y conduce a la integración
de los partidos trostkistas en las organizaciones reformistas integradas
en el Estado capitalista (en el Estado español sobran ejemplos,
muchos más o menos recientes, de integración en el PSOE
o IU, como los casos del POR, PRT, etc.).
Por otra parte, los trotskistas definen los objetivos transitorios
que proponen como si fuesen una antesala del socialismo, cuando en realidad,
las nacionalizaciones, el control obrero, la escala móvil de
los salarios, o incluso las reivindicaciones políticas del gobierno
obrero y campesino, los comités de fábrica, etc. -estas
dos últimas de manera deformada o parcial, pero no es menos cierto
que dentro de las ambiguedades de la formulación teórica
y práctica del propio bolchevismo acerca de la democracia y la
autogestión obreras-, son objetivos perfectamente realizables
en el capitalismo desde el punto de vista técnico y, por consiguiente,
no sirven tampoco para clarificar a las masas las medidas necesarias
para establecer el socialismo.
En lugar de orientarse abiertamente a medidas que, según el
criterio del Manifiesto Comunista, tienen por objeto crear una situación
de doble poder, avanzar parcialmente en la transformación revolucionaria,
etc., el programa de transición recoge, 90 años después,
lo peor del Manifiesto (su estatalismo burgués, que sería
cuestionable a la luz del giro de posición de Marx frente al
Estado capitalista tras la Comuna de París) y prescinde de lo
mejor.
La experiencia bolchevique, así como la de la socialdemocracia
occidental, demuestra claramente la nocividad de reivindicaciones transitorias
que pretenden hacerse pasar por realizaciones socialistas cuando, en
realidad, son simples reformas capitalistas. Por lo tanto, a la luz
de las experiencias históricas, ni las nacionalizaciones, ni
el control obrero, ni siquiera el gobierno "obrero" son pasos
adelante en la transición revolucionaria, sino pasos adelante
en la estabilización del capitalismo, incluso aunque puedan tener
que establecerse violentamente debido a la oposición de algunas
fracciones burguesas o pequeñoburguesas (lo mismo que puede ocurrir
en la lucha por el poder entre fracciones burguesas opuestas, como en
la guerra civil).
Las "reivindicaciones de transición", pues, tienen
que definirse con precisión. Los comunistas de consejos han hecho
una gran aportación, al ver en las formas de lucha autónomas
y salvajes de la clase obrera el eslabón práctico y organizativo
inicial de la lucha revolucionaria. Lo único válido que
queda del programa de transición trotskista, a mi juicio, es
que señala los blancos del ataque proletario. Pero para no llevar
a la derrota de la revolución, las reivindicaciones tienen que
adquirir un fundamento práctico no capitalista: p.e., formas
de propiedad social en régimen de autogestión obrera,
reduciendo el papel de los organismos o burocracia estatal a la mera
supervisión (esto es, a lo mismo a que se nos quiere reducir
a l@s obrer@s con la aplicación del "control obrero"
de los bolcheviques y de los métodos capitalistas de "participación"
en la empresa) y aplicando formas de derecho revolucionarias en el plano
de la propiedad social común de los medios de producción,
de la distribución de la riqueza, del desarrollo de las fuerzas
productivas; construyendo formas embrionarias de consejos obreros en
las luchas más radicales, etc..
Las reivindicaciones que sean económicamente progresivas, pero
que no tengan un carácter específicamente revolucionario,
como la escala móvil de los salarios, o sea, la adecuación
de los salarios a los precios en el mercado (que nada tiene que ver
con el socialismo, en el que, en la producción inmediata, el
valor material o capacidad adquisitiva del tiempo de trabajo aumenta
según crece la riqueza en los bienes a disfrute y aumenta también
el tiempo libre), no constituyen realmente objetivos revolucionarios
transitorios, sino más bien meras reformas de estabilización
del capitalismo que no alteran en nada la naturaleza de la explotación
-y que, en este sentido, no son "progresivas" desde un punto
de vista político-revolucionario-. En cambio, por ejemplo, el
incremento salarial directamente proporcional al incremento del plusvalor,
constituye efectivamente una aplicación limitada de un principio
comunista que viola abiertamente la ley de la tasa de ganancia, pero
que es imprescindible para combatir la degradación actual del
trabajo asalariado mediante la precarización, la reducción
salarial y la extensión de la jornada.
La concepción que yo sostengo, en definitiva, es que la propia
noción de revolución permanente excluye el concepto del
"programa de transición", y que requiere, por el contrario,
de un programa igualmente permanente e unificado, que vaya desde los
objetivos inmediatos hasta los finales, que funda el programa mínimo
con el máximo según el criterio de los contenidos, esto
es, del avance sin retroceso hacia el comunismo, escalando las diversas
formas de avance, desde las más limitadas, como las luchas por
aumentos salariales y reducciones de horas, hasta la expropiación
capitalista, y de los comités de huelga a los consejos obreros
y la destrucción del Estado.
Esto significa, en la práctica, que las reivindicaciones u
objetivos transitorios no tienen sentido fuera de una visión
integrada de conjunto del desarrollo de la lucha de clases en sentido
revolucionario, y que el programa revolucionario no es, pues, un "programa
de transición", aunque incluya medidas que se puedan definir
como transitorias a la luz de la dialéctica de la lucha revolucionaria.
Se trata de un programa de enfrentamiento y combate permanentes contra
el poder y la existencia de la relación del capital, de un programa
de lucha revolucionaria permanente, antagonista, cuyo eje es la autoconstitución
del proletariado como poder político revolucionario, y, por consiguiente,
su autoconstrucción como sujeto político.
El programa revolucionario efectivo tiene, además, que comprender
las formas de organización necesarias para el desarrollo del
movimiento revolucionario real, realizando un análisis en el
plano de sus contenidos y no solamente de las formas externas (características
de composición social o ámbito de actuación) o
de su dirección abstracta (esto es, de su composición
ideológica en el plano burocrático), cosa de la que tienden
a prescindir todos los programas leninistas, verificando con ello su
propio carácter burgués, incapaz de ir más allá
de la sociedad capitalista con sus ideas y relaciones5.
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4 Es de señalar que fue muy fomentada por Engels
la interpretación de que la Ley de la transformación de
la cantidad en calidad tenía como fundamento el simple incremento
de la cantidad, siguiendo el ejemplo del incremento de calor que hace
hervir el agua. No obstante, esto es una verdad a medias, pues el cambio
de estado de un material puede tener como causa inmediata un cambio
cuantitativo, una acumulación, pero esta no es la causa interna,
suficiente, del proceso. Es necesaria la confluencia de un conjunto
de condiciones ambientales y de una composición y estructura
internas determinadas del material para que se produzca una reacción
específica al cambio cuantitativo. En la teoría del caos
se interpreta la transformación de la cantidad en calidad a la
luz de su proceso interno, como transición de un orden viejo
a otro nuevo por medio de un caos autoorganizativo de la materia. Para los trotskistas la determinación cualitativa la agregaría
en realidad el Partido (o, diríamos mejor, SU partido), una vez
abierto el proceso revolucionario.
5 Esto se manifiesta, en las desviaciones izquierdistas
del bolchevismo, en el culto a las formas externas del movimiento proletario,
como el asamblearismo, el sindicalismo revolucionario, etc., prescindiendo
de sus contenidos (no sólo de sus contenidos económicos
o políticos hacia fuera, sino también en lo que respecta
al grado de autoorganización en que se basa internamente el movimiento
y al grado de desarrollo de la cooperación obrera autónoma
que realmente posibilitan, pues, como sabemos, el asamblearismo convocado
desde arriba es algo muy común, y la cooperación obrera
en los sindicatos se restringe, por sus propias características
de reclutamiento y compromiso organizativo de los miembros, a la cooperación
de las élites militantes).
En las desviaciones derechistas, la incapacidad de superar las viejas
concepciones organizativas se manifiesta en el culto a la dirección
abstracta, que conduce a las típicas prácticas de entrismo
en sindicatos y partidos reformistas pseudoproletarios, con la pretensión
de sustituir a los dirigentes reformistas por otros supuestamente revolucionarios
(que esta pretensión se justifique por el oportunismo de los
primeros no obsta para que la táctica del entrismo así
entendida no sea esencialmente oportunista también, pues habitualmente
tiene por objeto apropiarse de la organización existente sin
declarar abiertamente sus objetivos "revolucionarios").
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