Textos del CICA

Apuntes críticos al texto de Alfredo Bonanno "Después de Marx"

1. Cuando Bonanno habla de las funciones de los núcleos obreros autónomos no establece claramente sus características. Sin embargo, viendo el conjunto del texto, parece identificar total o parcialmente la función de estos núcleos con la función de la minoría anarquista. Pero esta identificación sería ideológica, sería una preconcepción de esos núcleos. Los núcleos proletarios autónomos que se forman en los periodos de radicalización de la lucha de clases siempre han sido una estructura espontanea indispensable para la verdadera autoorganización y autodirección de la clase obrera en la lucha. Su desarrollo cuantitativo y cualitativo está correlacionado con el nivel de maduración de la clase como sujeto revolucionario. Por el contrario, la "minoría revolucionaria" es un tipo de agrupamiento caracterizado por la afinidad teórica y cuya función consiste en clarificar el camino a la transformación revolucionaria, no simplemente los problemas a corto y medio plazo o a dar orientación a un movimiento de lucha particular y limitado en el tiempo.

Según Bonnano la salvaguarda de la organización autónoma de los peligros de la burocratización es la "claridad analítica". Para nosotros la subordinación de la estructura organizativa a los objetivos de la lucha y a los intereses de l@s proletari@s que la crean sólo puede ser el resultado de la autoactividad consciente de l@s proletari@s mism@s. La "claridad analítica" sin la autoactividad hecha consciente y reconocida como necesidad es completamente inútil. Lo determinante es la práctica, no la conciencia. Pues la práctica misma implica ya una "conciencia de la práctica", pero en cambio la conciencia en su forma abstracta, teórica, no posee ningún poder para transformar la realidad o para desarrollarse.

Como Bonanno da prioridad a la conciencia sobre la práctica, sobre la autoactividad, tiene que considerar "esencial" la información, en lugar de poner el acento en el despertar de la necesidad y la capacidad efectivas que llevan a la clase obrera a buscar la información por sí misma.


2. Desde nuestro punto de vista la teoria marxiana no es ningún sistema metafísico. Marx y Engels no aceptaron las aportaciones de Hegel porque descubriesen en ellas la verdad sobre la realidad, sino porque descubrieron que su "núcleo racional" se verificaba en la experiencia histórica. Evidentemente, si esto fue -y sigue siendo- o no una valoración correcta, es un problema que sigue sujeto a la crítica y a la verificación. Ningún conocimiento humano, ni siquiera el que tiene su objeto en las ciencias naturales, puede darse por definitivo, pues está históricamente determinado por el desarrollo de las fuerzas productivas humanas en todos los sentidos.

Decía Feuerbach que demostrar es enseñar, explicar. Pero Bonanno no explica nada de lo que afirma. El "olor a metafísica" no tiene más valor que una percepción interior suya. No obstante, su punto de vista parece ser que la interpretación racional de la historia está determinada por el sujeto que la percibe, por sus intereses. No explica cual es su criterio al respecto, más allá de lo que a él le parezca o no importante tener en cuenta de la "totalidad" histórica. Esto no es otra cosa que pensamiento analítico basado en el conocimiento empírico puntual, cuyas generalidades proceden de la deducción lógica personal. Esta forma de pensar no permite elaborar una comprensión de conjunto y someter sus principios a la verificación práctica consciente, ya que, si no se busca esa comprensión de conjunto en el objeto exterior, tampoco se busca tomando al método teórico como objeto y, por consiguiente, los principios metodológicos intelectuales, la "lógica" del autor, quedan fuera de la posibilidad de verificación racional. No se puede verificar lo que no se pone en cuestión previamente, aunque sólo sea por motivos de coherencia científica del pensamiento y no inicialmente por motivo de duda acerca de la veracidad del mismo.

Por todas estas razones el texto de Bonanno no llega a ninguna formulación teórica precisa. Más bien, en todas las cuestiones, su método es escapar de las preguntas que para él no tienen sentido o son "ilógicas".


3. Marx no dedicó tanto tiempo como querría Bonanno a definir lo que es la clase obrera porque para él lo importante no era, según sus propias palabras, lo que la clase obrera piense o haga en un momento dado, sino lo que se verá obligada a ser en razón de sus condiciones de existencia social determinadas por el capitalismo. En todo caso lo que pasó por alto fue más bien el problema del desarrollo de la conciencia de clase, y esto por una razón muy sencilla: tal problema no se había formulado todavía, pues el movimiento obrero del siglo XIX era precisamente el producto de la autoactividad de l@s proletari@s, despertada y hecha madurar a través de las luchas de clases. Quienes consideran que tiene algún mérito criticar a un teórico por los errores y debilidades que comparte con la clase a que representa son críticos mediocres. Bonanno no hace esto o no lo pretende, pero sin embargo es incapaz de comprenderlo desde una perspectiva histórico-materialista.

La "clase en sí" es el proletariado tal y como existe como producto del modo de producción capitalista, es la masa desposeída de trabajadores alienados. En la medida en que esta masa adquiere conciencia de su situación y de su oposición irreconciliable con la burguesía, entonces se va constituyendo en "clase para sí", en clase autoconsciente, autoorganizada y que autoactiva su lucha. Esto no es posible si la clase no existe "en sí misma", como quiere presuponer Bonanno. Su punto de vista es completamente difuso a respecto de si la capacidad de una clase para actuar como tal está determinada por las características de su existencia social o no. Cuando pone como ejemplo al campesinado demuestra no entender nada de nada.


4. Bonanno no quiere ver ningún factor histórico como preeminente sobre los demás. Pero esto es completamente erróneo. En una sociedad en la que la producción no se desarrolla de modo planificado y consciente, y en la que los productores viven en una situación de separación -y, por consiguiente, inconsciencia- de sí mismos, de su actividad productiva y de sus productos, la economía, como fuerza más básica de la vida material, se convierte en la fuerza determinante general en condiciones normales. En la medida en que estas condiciones son generalizables a las formas de la sociedad de clases anteriores, este princípio general es aplicable, aunque sólo en la sociedad capitalista la unidad económica internacional y la magnitud de las fuerzas productivas acumuladas hacen esto inmediatamente visible. Esto puede comprenderlo cualquier proletario al ver como su vida es manejada por el mercado. Y lo mismo es aplicable a cualquier colectivo o sector del proletariado, pues incluso organizado como fuerza independiente sigue estando desposeido del control sobre la economia. La prevalencia general de la economía en condiciones normales tiene su mediación en la política como forma de planificación económica indirecta. La teoría marxiana no postula una visión unilateral, plantea que hay que tener en cuenta la interrelación de todos los factores, pero al mismo tiempo analiza cual de ellos tiene más fuerza que los demás y, por consiguiente, determina el curso de la historia. A su vez, esto tiene su base en la dimensión subjetiva: la propia estructura de las necesidades humanas que tiene su reflejo colectivo en la sociedad, organizándola de acuerdo a sus prioridades. Y, hasta ahora, la sociedad humana ha estado marcada por la lucha por la supervivencia individual y de clase, de modo que la economía ha permanecido siendo la base de la vida social. Cuando el comunismo haga superfluas las preocupaciones y problemas económicos de la vida cotidiana las necesidades de orden no puramente económico podrán cobrar definitivamente prioridad en condiciones normales.

Hasta ahora sólo en situaciones críticas y revolucionarias el desarrollo de la conciencia o la fuerza organizada ha sido determinante para el desarrollo de la sociedad, y con todo, su desarrollo mismo está a su vez determinado por el desarrollo económico. La complejidad del desarrollo del movimiento obrero revolucionario consiste, por su parte, en que este desarrollo económico no determina unilateralmente a la clase obrera a pensar y actuar por sí misma, sino que esto sólo puede ser un resultado de su propia maduración a través de la lucha de clases, que tiene su propia dinámica formal y depende de las victorias y las derrotas y de su significación histórica en el curso evolutivo del proletariado.

Todo esto Bonanno lo elude con dos palabras: "bromas tipográficas".

La crítica de Bonanno es positiva por cuanto, en realidad, es una crítica del marxismo dominante, o sea, de la falsificación leninista y socialdemócrata del pensamiento de Marx.


5. Para Bonanno la existencia de las clases no es evidente, pero sí lo es en cambio la de las relaciones de dominación. O sea, del Estado. Pero también es evidente, desde nuestro punto de vista, la explotación del trabajo. La cuestión es tanto la forma concreta que adopta la explotación como la correspondiente forma que adopta la dominación. Al oponer el concepto de "clase" al concepto de "poder" Bonanno sólo acomete un subterfugio. Se trata de una vulgar estratagema mental para poner el acento en lo político, en el Estado, en lugar de en lo económico. De todos modos, para él todos estos no son más que "modelos" teóricos cuya única utilidad es práctica. El método de pensamiento no es, entonces, para él determinante del curso de la praxis, considera el pensamiento como un mero "reflejo" de la experiencia.

Bonanno quiere unir teoría y práctica, pensamiento y acción, pero sólo entiende necesario "interpretar los elementos importantes" de la realidad, esto es, "útiles para la construcción de un programa de acción". Pero la utilidad es una valoración subjetiva determinada por la coyuntura y no es posible, entonces, ningún programa universal ni permanente, o bien en el intento de formularlo se confunden totalmente los aspectos particulares y coyunturales que afectan a quienes lo formulan con lo que es realmente universal y permanente para la clase proletaria. Además, si no es en relación a la totalidad, no se puede explicar la función de las partes en el entramado de relaciones que constituyen la sociedad. Todo aspecto de la vida social es, para Bonanno, sólo importante en función de su "utilidad". Este género de "pensamiento libre", libre en el mal sentido, liberado de la atadura a los "intereses históricos de la clase como un todo", no es más que una traslación al terreno de la lucha de clases de la metodología intelectual burguesa.

6. Bonanno quiere ver la causa de la reproducción de las relaciones autoritarias en la "religiosidad" de las masas. No ha avanzado nada para él desde Marx en este punto. Marx comprendió en su juventud que detrás de la alienación religiosa estaba la alienación del trabajo, y no al revés; que esta alienación religiosa es un fenómeno espiritual general en la sociedad burguesa, siendo las religiones explicitadas como tales y diferenciadas de las demás ideologias sólo una forma particular de esta alienación religiosa; y que la alienación religiosa en el capitalismo es, por lo tanto, un resultado del conjunto de las relaciones sociales alienantes que envuelven la vida social del proletariado. El proletariado se liberaría de esta "religiosidad" mediante su autoactividad, al dejar a un lado la impotencia a que le condena la sociedad existente. Pero si para Bonanno la "religiosidad" es el resultado espiritual de la explotación, también es para él un problema psicológico, de voluntad, no un problema de la praxis objetiva. Lo determinante, de nuevo, es para él la conciencia, la voluntad, no la práctica, la lucha. Pues al rechazar el materialismo histórico con su "determinismo económico" (ya hemos explicado en que consiste y sus limites) rechaza también la lucha de clases que, en su base, es también una forma de actividad económica, como determinante de la conciencia y la voluntad del proletariado. Todo queda en manos de la "minoría activa", y por eso el texto de Bonanno sobredimensiona su papel y apenas habla del autodesarrollo de la clase.


7. Bonanno quiere desarrollar un "modelo analítico" del desarrollo histórico que sea más rico, pero no ve que a lo que ha llegado es sólo a un cúmulo de abstracciones. La pretensión de que el marxismo elege "a priori" un "sistema" teórico para interpretar la historia es una afirmación sin ninguna base, más allá de la manipulación de citas fuera del contexto del pensamiento total de los autores. En realidad, Bonanno parte de la realidad concreta para llegar a sus abstracciones, y entonces piensa que puede utilizarlas para formular hipótesis deductivas sobre la realidad y cómo transformarla. Evidentemente, pensará que habrá que verificarlas mediante la praxis. Pero el desarrollo coherente de este método no es otra cosa que el método teórico marxiano despojado de todas las mistificaciones y deformaciones que le han insertado en él los leninistas y los socialdemócratas. Una vez las generalizaciones abstractas encuentran su conexión lógica basada en la experiencia reiterada, surge una visión racional de totalidad y, a través del contraste sucesivo con la realidad, esta visión se va llenando de contenido concreto.


8. Cuando Bonanno afirma que la lucha como tal, las determinaciones de la distribución de la riqueza social y el proceso de producción no bastan para definir a una clase, entendiendo por esta un sujeto real y no sólo potencial, lo que está postulando no es otra cosa que el pensamiento original de Marx.

Bonanno ve lo fundamental de la conciencia de clase en la "responsabilidad", o sea, en la autoactividad consciente, pero tiende a reducirla a su dimensión organizativo-formal y define la autonomía proletaria como la capacidad para actuar sin intermediarios. Esto es una definición meramente negativa y superficial. La autonomía es el libre desarrollo individual y colectivo de l@s proletari@s en todos los momentos de su vida, lo cual dentro del capitalismo implica un esfuerzo y una lucha constantes contra las relaciones sociales existentes. La cuestión no es si se designan o no intermediarios, sino crear las condiciones para que no surjan de ningún modo. Pero esto no debe confundirse con la visión fetichista que ve en toda forma de autoridad un elemento contrarrevolucionario. De lo que se trata es que la delegación, imprescidible para la coordinación y la unificación de la clase, no tenga como principio la dejación de poder o la pasividad mental de la base, sino que sea solamente un instrumento ejecutivo mediante el cual la base misma se expresa de forma directa, esto es, sin que la delegación suponga en ningún caso crear estructuras dotadas de autonomia propia. Ciertamente, para ello lo esencial es el despliegue de la autoactividad proletaria, pero esta autoactividad sólo se despliega cuando va unida a un contenido concreto, cuando el proletariado encuentra en esa misma autoactividad el estímulo para seguir desarrollando sus necesidades y sus capacidades, en la medida en que autodescubre sus propias potencialidades individuales y colectivas. No es, por tanto, un problema meramente organizativo, por importancia que tenga la cuestión de la organización.


9. La autonomía individual y la autonomía de la clase no son cosas diferentes. Sin autonomía de los individuos la autonomía colectiva es una ilusión; como mucho alcanza entonces una realidad formal, como ocurre con el asamblearismo vulgar y corriente: la existencia de la democracia directa como procedimiento funcional no implica de ningún modo que exista la democracia directa como práctica real. Lo que el proletariado necesita no es encontrar la voluntad de luchar, sino el modo preciso de su autoactividad que le permita transformar su voluntad de luchar en un poder real. El deseo de venganza es propio del individuo frustrado que pone sus miras en un cambio individual. El deseo revolucionario es la aspiración profunda a la libertad total, tanto de uno mismo como de los demás. El deseo de venganza significa que l@s proletari@s no actúan todavía como clase, sino como la plebe que sigue a los elementos radicales de la burguesía, al modo de la revolución burguesa. El deseo de liberación y comunión, a la vez personal y social, significa que el ser humano vive conforme a su esencia común como especie, identificando sociedad y humanidad.


10. Al identificar lo religioso con lo irracional, Bonanno identifica también la impotencia religiosa con la pasividad política. Según él si los trabajadores no "miran por sus propios intereses", entonces es porque sienten "el estímulo religioso hacia un delegado para que se ocupe de sus intereses". No parece ver que la impotencia religiosa está determinada por el curso de la lucha de clases. No por casualidad Marx y Engels veían en el movimiento obrero ascendente del siglo XIX la superación espontánea de la religión (por más que ellos idealizaran y exageraran esta tendencia). No es la ruptura de la conciencia "religiosa" sobre la delegación, sino el desarrollo de la conciencia de la necesidad política de la autoactividad de tod@s y cada un@; no la ruptura con el servilismo supersticioso, sino con la sumisión inconsciente, creada por toda una vida de autoactividad reprimida y enajenada, lo que constituye el factor revolucionario y la posibilidad de la unión de la liberación espiritual y la material, de las potencialidades personales y sociales de l@s proletarios como individuos totales.


11. Cuando trata el problema de la autoactividad de masas y del papel de las minorías conscientes, Bonanno crea un verdadero pseudo-problema. En realidad, toda división entre mayoría y minoría es relativa, y es más, el planteamiento en estos términos es propio de la cultura burguesa, de la democracia burguesa. Lo que importa en el movimiento proletario no es la "mayoría" o "minoría" de una u otra parte, sino su potencia de acción, su nivel de autoactividad y la cualidad/calidad de la misma. Por otra parte, lo que a nosotros nos interesa analizar en la composición del movimiento proletario no es, pues, quienes conforman la mayoría y quienes la minoría, sino clarificar los diferentes sectores en función de sus tendencias. Entonces lo que tenemos es una sucesión de capas o niveles, no una mayoria y una minoría. Ciertamente, cuando hablamos de la vanguardia revolucionaria, estamos hablando, si nos situamos dentro del capitalismo, siempre de una minoría. Pero, entonces, parece claro que Bonanno no tiene en cuenta que existen núcleos o minorías de diversos niveles de conciencia y acción dentro del movimiento de clase, y que el desarrollo del movimiento y de sus luchas depende de tener en cuenta todo esto y no meramente el papel de los grupos revolucionarios que pueda haber.

En realidad, puede bien ser una minoría amplia y difusa la que "impulse a las masas a actuar por sí mismas". Incluso una mayoria la que arrastre a la acción a una minoría. Por eso todo esto no nos dice nada de cómo la clase obrera se eleva a la autonomía. Esto significa un salto cualitativo de su condición de clase dominada a la condición de clase revolucionaria, lo cual es imposible explicar sin la teoría dialéctica -sea la dialéctica clásica o la dialéctica en la forma de la teoría del caos: transiciones del desorden al orden a través del caos autoorganizativo en el que las potencialidades latentes de la totalidad se liberan para crear nuevas formas-.

La consideración del proletariado industrial como sector "hegemónico" de la clase obrera tiene dos fuentes: la vulgar, que responde a la conciencia inmediata de lo que es la clase obrera del siglo XIX y principios del XX, y la ideológica, que se basa en la anterior pero que se justifica por la interpretación arbitaria y superficial de la teoría económica marxiana. En realidad, la teoría marxiana define el trabajo en su forma específicamente capitalista como el trabajo asalariado integrado en la producción de capital y cuyo sujeto sólo puede sobrevivir vendiendole su fuerza de trabajo. Prescindiendo de un análisis pormenorizado de otros casos, y de las variantes que se dan en que este trabajo productor de capital, esto significa que la identificación del proletariado con el trabajo industrial es un reduccionismo injustificable.

En todo caso, al igual que la identificación predominante en los sindicatos actuales de la clase obrera como el conjunto indiscriminado de los trabajadores asalariados (sin tener en cuenta si su trabajo produce o no capital, como el caso de los servicios públicos, u otras características relevantes), esa identificación del proletariado con el trabajo industrial es propia del viejo sindicalismo corporativo y de sus remanentes actuales.

Cuando Bonanno critica que se pueda suponer la "«no existencia» del proletariado" demuestra que su método teórico es puramente empírico y sólo reconoce lo inmediatamente observable. No sabe trabajar con hipótesis racionales que sirven para ver con mayor claridad la influencia de otros factores. Esto es lo que hizo Marx al suponer en El Capital la existencia de un capitalismo "puro", y sin lo cual le habría sido imposible llegar a sus formulaciones económicas. Esto es una simplificación teórica, pero también la base imprescindible para intentar una comprensión de totalidad.


12. En su disputa con el reformismo y su teoría de la crisis, Bonanno tiene razón. La idealización de la autonomía obrera por ciertas tendencias, entre ellas muchos anarquistas y consejistas doctrinarios, es un resultado de aceptar esa teoría reformista de que la crisis es inminente y final. Esta teoría no tiene en cuenta las numerosas contratendencias que el capitalismo opone a su derrumbe económico, especialmente la degradación absoluta del trabajo asalariado para incrementar tanto la plusvalia absoluta como la relativa, incrementando la jornada laboral, los ritmos de trabajo y reduciendo el valor real de los salarios por un lado, y acelerando la acumulación de capital constante por el otro (esta última cada vez más relentizada, sin embargo). Pero Bonanno tampoco es capaz de ir más allá de la negación por los hechos de la teoría reformista de la crisis. Se remite, en su lugar, a un empirismo de lo más superficial. De ello deduce, de este modo, que la autonomía obrera es una potencialidad que puede desarrollarse en cualesquiera condiciones objetivas. No ve que el contenido de la lucha de clases está determinado por la evolución de la relación del capital, que de impulsora del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social tiende cada vez más desde hace muchas décadas a convertirse en traba al desarrollo de las fuerzas productivas. Así, Bonanno puede contentarse con la ilusión de que la autonomía obrera puede surgir gracias al papel determinante de los grupos revolucionarios, lo cual es completamente falso, pues implica una ruptura con la condición de clase para el capital (lo que es, en realidad, el proletariado como "clase en sí"), su paso a "clase para sí" (lo que en la práctica significa que el proletariado se desarrolla como "clase por si misma", o sea, en el sentido del movimiento "autónomo", movimiento "cuya existencia se remite a sí mismo", del que hablaba el Manifiesto Comunista --habitualmente traducido por "independiente"--).

Según Bonanno la autonomía de clase sería un resultado de "los constantes intentos de la clase para liberarse a sí misma de la explotación". Tales intentos constantes, sin embargo, no existen. Sólo en épocas de ascenso revolucionario o en situaciones críticas excepcionales y temporales, la clase obrera se atreve, por necesidad, a poner en cuestión el capitalismo. Naturalmente, tiende a la autonomía siempre, y esto es lo que ve Bonanno. Pero de esto no se deduce que la autonomía como expresión duradera sea una posibilidad real independientemente de las condiciones históricas. Por otra parte, cuando reconoce que hasta ahora los intentos de autonomía han acabado en la recuperación al quedar las nuevas organizaciones "en manos de la elite ascendente", no es capaz de ver que este es el proceso natural de formación de las organizaciones obreras en el capitalismo y en absoluto un proceso que, "depurándolo" de errores o dirigido según otra conciencia, pudiese conducir a la organización autónoma. Lo que Bonanno describe es el proceso por el cual las propias creaciones del proletariado se convierten en productos independientes de su voluntad, autonomizados, que se le oponen y le dominan. Es la reproducción de la alienación del trabajo en la praxis del proletariado como clase. Significa que el proletariado actúa como clase para el capital, como clase de la sociedad burguesa, no como clase revolucionaria, como clase en el sentido marxista.

Como Bonanno no entiende este proceso como un proceso unitario, piensa que del mismo modo que se crearon las viejas organizaciones obreras pueden crearse las nuevas. Las mismas condiciones y métodos valdrían. La crítica insurreccionalista de la rigidez de las organizaciones permanentes, oponiéndoles la organización informal en red no es más que una falsa superación, una superación de la forma externa y no de su forma esencial. De nada vale cambiar de nombre a las cosas o cambiar su aspecto, lo que cuenta es la comprensión de su función y los principios de su conformación social. No es casual que la "minoría revolucionaria" de Bonanno tienda a funcionar, a pesar de todo, como un partido antipartido, no como un órgano de la autoclarificación de la clase cuya actividad principal no es la oposición a las tendencias burguesas del movimiento sino el desarrollo de la conciencia revolucionaria constructiva, algo para lo que, evidentemente, los "grupos de afinidad" insurreccionalistas no sirven en absoluto, ya que se trata de grupos de afinidad ideológica y autopropaganda y no de grupos de trabajo y lucha teóricos por la revolución de l@s proletari@s mism@s.

Para Bonanno la autoalienación del proletariado al depositar sus fuerzas en organizaciones que se autonomizan de su voluntad es un problema de "motivaciones irracionales" y no de relaciones sociales, del carácter mismo que asume la actividad del proletariado al crear, componer, hacer funcionar y desarrollar colectivamente esas formas organizativas.


13. Para Bonanno las masas son reformistas a causa de su irracionalidad. Las fuerzas reformistas organizadas son el obstáculo más importante al desarrollo revolucionario de la lucha de clases. Para nosotros, en cambio, la irracionalidad del proletariado a respecto de sus propios intereses no es la causa, sino el efecto, de la conciencia reformista, ya que es necesariamente una falsa conciencia: la ilusión de la conciliación entre las clases. Este antagonismo entre la conciencia y el ser social es lo que determina la irracionalidad, y tanto en su forma de renuncia a la autonomía como en su forma de una falsa autonomía, sin contenido constructivo, meramente insurreccional.


14. Bonanno se evade de definir las características y funciones concretas de los grupos anarquistas. Si bien quiere la "clarificación" de los intereses de clase, no la "dirección" de la clase, piensa que la diferencia entre ambos tipos de actividad de vanguardia se sitúa al nivel de la "elección de los medios". Esto no lo desarrolla y salta directamente al análisis de los "medios de lucha", con lo que podemos estar de acuerdo. Luego habla de la definición de los intereses de los trabajadores y resalta que estos sólo tienen realidad al hacerse conscientes, con lo cual también estamos de acuerdo. Enconces insiste en que la clarificación que quieren impulsar los grupos anarquistas se refiere a "los propios intereses, un redescubrimiento subjetivo en forma objetiva" y a "la relación con el poder". Pero si esta es la clarificación que Bonanno busca, entonces fundamentalmente se trata de otra versión de los conocidos grupos de afinidad anarquista, que no son otra cosa que pseudopartidos dedicados a la propaganda y cuya influencia se basa en lograr una autoridad moral, ya que si se dedican a repetir una y otra vez lo mismo no se sabe en que contribuyen a la "clarificación" de la clase a parte de en propagar sus propios principios teóricos e intentar que la clase los asuma prácticamente. No ejecen como grupos que utilizan su mayor capacidad teórica para ayudar al resto de la clase a avanzar en la lucha, así como a dedicirse y animarse a la lucha, sino grupos de propaganda ideológica que no aportan nada más que su propio programa y concepciones particulares. Serán "informales", pero la rigidez que quieren suprimir en la forma exterior de la organización la conservan en su forma de pensar y actuar.


15. La idea de que el marxismo es una teoría de la clase media radical no es más que otra estupidez, no mucho mejor que la típica crítica socialdemócrata que define al anarquismo proletario como una tendencia pequeñoburguesa (y a la que erroneamente contribuyeron Marx y Engels en una práctica política deplorable y nefasta históricamente). Bonanno no se contenta, ciertamente, con esa simplificación reduccionista, pero quiere en su lugar identificar a los partidos políticos y los sindicatos con una "pequeña burguesía" obrera. Esto puede tener cierta base, que luego desarrolla él mismo, pero en la cuestión que tratamos ahora no hace más que confundir el problema de la organización autónoma.


16. Bonanno critica el desprecio por el lumpenproletariado, pero no tiene en cuenta los motivos objetivos para ello. Otra cosa, sin embargo, es la deformación posterior del concepto influenciada por el corporativismo y el aristocratismo del movimiento obrero reformista. Lo que en Marx se basa en el análisis de la condición social, refutando con ello la idea de que la pobreza es algo que favorece por sí mismo la acción revolucionaria, en los socialdemócratas y los leninistas el desprecio del lumpenproletariado tiene como base el reformismo y el elitismo. No se basan en su inestabilidad política sino en su falta de importancia en el movimiento obrero organizado, particularmente en los sindicatos; y en lugar de considerar el lumpen como las capas marginales, en parte desclasadas objetivamente, extienden esta definición hasta englobar a los sectores peor pagados del trabajo descualificado.

Para Bonanno la supuesta moral burguesa de Marx -que nosotros sepamos, su desprecio por el lumpen es, tal como lo entienden los anarquistas, un mito, y él mismo y su família tuvieron que vivir como tales buena parte de su vida para poder escribir El Capital-. Desde Bakunin, las consideraciones anarquistas sobre Marx han estado rodeadas de mitos y su obra ha sido leída por l@s anarquistas con la lente deformada de esa colección de prejuicios. Ciertos o no, el problema es que no han sabido diferenciar entre el marxismo como corriente teórica revolucionaria y la persona de Marx y su práctica política particular. En todo caso, nosotros pensamos que, al igual que en Bakunin, la teoría revolucionária de Marx, que era expresión de la experiencia del proletariado contemporáneo más que de sus propios estudios científicos de la economia, la historia y la filosofía, tendió a ir más allá de su propia conciencia política práctica. Lo mismo, por otra parte, ocurre en general en el movimiento obrero, porque la aspiración a la liberación es más fuerte, más radical y omnímoda, que las concepciones mentales coaguladas en sus cerebros. El espíritu no es reductible al pensamiento y tiende a llevarlo más allá de la conciencia ordinaria, hasta conclusiones que muchas veces entran en contradicción con la visión de la práctica.

Para nosotros la "religiosidad" de la venganza y la concepción moral burguesa no son más que obstáculos de diferente nivel. Bonanno parece simpatizar con esa venganza, pero rechazando su "religiosidad". No ve que esta forma de subjetividad no es revolucionaria en un sentido proletario, sino en un sentido burgués: el odio es el motor del individuo separado. En cambio, la clase obrera encuentra su verdadera potencia en el amor comunitario, en su unidad consciente y libre, en su esfuerzo por reapropiarse prácticamente de sus cualidades humanas en la vida real. Además, al liberarse de su alienación l@s proletari@s comprenden, al mismo tiempo, que la burguesia es también la víctima de la relación de producción existente, a pesar de que sea al mismo tiempo la parte beneficiada. Su vida también es una vida para el capital, dominada por la división social del trabajo, determinada por los imperativos del mercado y la lógica de la acumulación. Como individuos, los burgueses son tan producto de la sociedad existente como los proletarios. Por lo tanto, odiales es contrarrevolucionario y este odio es un obstáculo a la transformación comunista de la sociedad. De hecho, la violencia del proletariado no se dirige contra las personas, sino contra las relaciones sociales, y sólo atenta contra personas con un espíritu defensivo y buscando el mal menor.

El anarquismo ha rendido muchas veces culto al lumpen por identificar el antagonismo de clases objetivo con la conciencia revolucionaria, sin ver la dificil transición dialéctica que media entre el primero y la segunda. Ese culto a la rebelión individual hace que puedan llegar a confundirse acciones fuera de la ley con acciones revolucionarias, formas de violencia dirigidas contra las instituciones burguesas con formas de violencia que sirven de mero resorte para establecer nuevas relaciones sociales. En este culto a la rebelión basada en la pobreza puede verse la raiz del optimismo de Bonanno ante los movimientos en la "periferia". En todo caso, lo que la historia ha mostrado ha sido que es el desarrollo del capitalismo y del proletariado con él lo que ha llevado al surgimiento de movimientos proletarios importantes en los países periféricos.

Roi Ferreiro, 02.09.2005.
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Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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