Roi Ferreiro
Por qué necesitamos ser anti-partido

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La construcción de agrupamientos revolucionarios y las perspectivas futuras

"No se puede esperar a un momento de auge en la lucha para, entonces, formar este partido". Este postulado parece completamente evidente si la idea básica es que el problema es la dirección de la lucha y no el autodesarrollo de l@s proletari@s individuales como sujetos revolucionarios.

Para nosotros, al contrario, lo decisivo es precisamente el despliegue de la autoactividad que tiene lugar en las fases ascendentes de la lucha. Es entonces cuando l@s proletari@s se pueden abrir a una comprensión más avanzada y a una práctica más radical. Pero esto sólo es una posibilidad. Es necesario esperar a que exista su necesidad, y que exista no en abstracto, sino que sea sentida por la clase obrera.

La consideración vulgar sobre los periodos de aflujo y de reflujo de la lucha de clases no tiene en cuenta su contenido histórico. Lo que afirman IR es que "es importante construir un partido revolucionario hoy y ahora", "participando, día tras día, en las luchas que se dan", aun cuando "la lucha de clases es de baja intensidad durante años". Entonces, dicen, los partidos revolucionarios serán pequeños, pero crecerán cuando se produzca una dinámica ascendente. (En la práctica, esto se traduce en: los partidos revolucionarios serán sectarios en un primer momento, pero luego crecerán cada vez más en oportunismo).

Para nosotros, los comunistas de consejos, la construcción de agrupamientos revolucionarios no es una cuestión de dinámica ascendente o descendente de la lucha de clases. Esto es importante, pero no determinante. El ascenso y descenso de la lucha de clases está influido por los ciclos económicos capitalistas de crecimiento y recesión; pero su forma, ritmo, calidad, dependen del curso de la lucha de clases, de las condiciones históricas y de la maduración del proletariado.

La visión vulgar atribuye al crecimiento de la lucha de clases potencialidades revolucionarias porque su concepción de la lucha de clases es reformista: que la acumulación de luchas por reformas llevará a la revolución. En el fondo, es una visión gradualista y ahistórica. Habla de la revolución como de un salto cualitativo en la lucha, pero concibe la transición entre la lucha por reformas y la revolución como un mero proceso acumulativo. Esta es la visión práctica tipicamente leninista. Todas sus tácticas se resumen en desarrollar la lucha por reformas hasta que ésta se haga insoportable para el capitalismo y se detone así una situación revolucionaria. Entonces, tiene que estar ahí el partido para poder explicar a la clase obrera que el reformismo ya no tiene sentido y que debe hacer la revolución. Es la concepción del maestro de escuela.

La realidad es muy diferente. La clase obrera no progresa a través de la lucha por reformas, sino del enfrentamiento cada vez más radical y total con el capital, proceso que conlleva sucesivas derrotas, divisiones y retrocesos, y que no se produce gracias a la voluntad o al convencimiento racional por parte de la clase de que el capitalismo es un sistema social "malo", desagradable, irracional, limitado, etc.. Sólo puede producirse porque las condiciones en que viven l@s proletari@s se vuelven cada vez más insoportables, sin que el capitalismo pueda enmendar esta situación, haciendo que el antagonismo de clases se extreme y se presente de inmediato como un conflicto absolutamente irreconciliable. Es entonces, cuando no hay otra salida, cuando se desencadena el proceso que tiene su apogeo en la revolución. Es a medida en que el capitalismo avanza en su declive histórico, degradando más y más la existencia humana, como se crean las bases para que la lucha de clases adquiera un carácter cada vez más radical y la clase obrera se vuelva receptiva a las ideas revolucionarias.

Hay que abandonar la falsa idea de que el ascenso de la lucha es bueno y el reflujo es malo. Ambos tienen su función. La cuestión es la tendencia, revolucionaria o no, que determinan las condiciones sociales a raíz del desarrollo de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Entonces, si bien los períodos ascendentes de la lucha contienen sus elementos positivos, también lo tienen los descendentes, en los que la clase debe reflexionar sobre sus experiencias y sus perspectivas. En un contexto no favorable a la perspectiva revolucionaria, los períodos ascendentes derivan en la mayor integración del movimento obrero en el capitalismo, no en la ruptura con él, y los períodos descendentes de la lucha de clases se convierten en períodos de aturdimiento y conformismo, en lugar de en períodos de reflexión crítica sobre la sociedad.

Lo que no puede hacerse es pretender construir organizaciones revolucionarias cuando las condiciones para ello no existen. La ilusión de la construcción del partido revolucionario consiste en que, en realidad, no es una agrupación de revolucionarios, unidos por el compromiso con el trabajo teórico, sino una agrupación de adherentes a una determinada teoría de la revolución, o sea, a una ideología política. Por esa razón, en la medida en que las viejas organizaciones reformistas van avanzando en su crisis, a medida que el capitalismo da señales -temporales o persistentes- de agotamiento y estas organizaciones se integran en los engranajes del capital y del Estado, estos partidos sirven de canalización del descontento con esas organizaciones, refrenando la ruptura revolucionaria con el reformismo y las tendencias a la organización y la lucha autónomas de la clase.

Eso es así, fundamentalmente porque, por su práctica real, estos partidos no son otra cosa que el ala izquierda del reformismo de izquierda, la extrema izquierda del capital. De lo contrario se darían de bruces con la dura realidad: que l@s "descontent@s" de las organizaciones reformistas lo son, en su mayoria, porque éstas se han vuelto hasta tal punto incoherentes con sus propios fines reformistas que l@s descontent@s se desidentifican de ellas y buscan un nuevo referente ideológico que conlleve el menor esfuerzo adaptativo (intelectual, psicológico y físico), y que les permita seguir llevando a cabo la lucha por reformas. Se trata, pues, de una transferencia de militantes y de una metamorfosis ideológica, no de una maduración real como sujetos revolucionarios. Si este fenómeno no se muestra abiertamente como lo que es, es porque se trata de proletari@s que siguen alienados respecto a sí mismos. En realidad, pueden creer sinceramente que son revolucionarios, a pesar de que toda su práctica cotidiana lo desmienta. Es sencillo. Basta con no pensar críticamente la propia práctica, y más en general, en preferir los prejuicios y dogmas que sirven para justificar una práctica determinada al uso de la inteligencia y a la lucha contra todas las concepciones que se oponen al desarrollo de una nueva práctica.

Lo que ha de marcar la diferencia en las luchas futuras, en el desarrollo en un sentido revolucionario de la lucha de clases, es la maduración general de la clase y la agudización del antagonismo de clases hasta hacerse cada vez más intolerable. Entonces se hará cada vez más patente, como ha ocurrido siempre, que la revolución no es un asunto de partido, es un asunto del conjunto de la clase obrera. Cuanto mayor sea el nivel de desarrollo material y cultural del que se parta, más dificil será convencer a la clase obrera, una vez haya entrado en acción movida por la necesidad histórica, de que entregue voluntariamente su poder a una minoría ideologizada. En momentos así es cuando los partidos revolucionarios se muestran inmediatamente como lo que son: una organización de proletari@s ideologizados como vanguardia política de la burguesía.

Roi Ferreiro
06/11/2005

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Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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