Me acerco a estas p�ginas
conmovido al leer de nuevo estos textos, por la ternura y la misericordia del
Se�or. �C�mo no darle gracias por todo el bien que nos ha hecho!. ![](carmenkiko1.jpg)
Era el a�o 1.968, hacia la
mitad del mes de junio, cuando Carmen, un sacerdote de Sevilla y yo, llegamos
a Roma, llamados por Dino Torregiani, fundador de los Siervos de la Iglesia.
El nos hab�a escuchado las catequesis en Avila y hab�a insistido para que
fuesemos a Roma. Fuimos con �l a visitar al Arzobispo de Madrid, Monse�or
Casimiro Morcillo, quien nos di� una carta de recomendaci�n para el Vicario
del Papa, Cardenal Angelo Dell'Acqua.
En Roma, el pobre Don
Dino, ya
anciano y tan santo, nos acompa�� de p�rroco en p�rroco, sirvi�ndonos de
int�rprete, en el intento de convencer a algunos de ellos sobre la necesidad
de abrir en las parroquias un camino postbautismal de evangelizaci�n para
tanta gente que se hab�a alejado de la Iglesia. Pronto nos dimos cuenta de la
inutilidad de nuestro intento, por lo que decidimos irnos a vivir entre los
pobres, a la espera de que el Se�or nos manifestase su voluntad, abri�ndonos
una puerta. Encontramos en el Borghetto
Latino de Roma, zona llena de chabolas, un gallinero donde poder vivir,
gracias a una monja que trabajaba con los pobres y nos ayud�. Carmen encontr�
un sitio en casa de una se�ora que la hosped� en una chabola cercana. Yo, y
algunos seminaristas de Avila que entre tanto se hab�an unido a nosotros,
comenzamos nuestra vida entre los pobres. All�, gracias a un encuentro
de j�venes de las parroquias de Roma que trabajaban con los habitantes de las
chabolas -que tuvo lugar en Nemi y al que fu� invitado para llevar el
contributo de mi experiencia-, conoc� un grupo de la parroquia de los M�rtires
Canadienses quienes, junto al presb�tero sacramentino Don Guillermo Amadei,
realizaban una experiencia de tipo lit�rgico. Despu�s de haber explicado al
sacerdote y a los j�venes la necesidad de abrir un camino de evangelizaci�n
formando peque�as comunidades dentro de la parroquia, aceptaron que empez�ramos,
invitando tambi�n a algunas parejas m�s adultas. Antes de empezar las catequesis
nos presentamos al Cardenal Dell'Acqua para pedirle el permiso de predicar en
su di�cesis, como siempre hac�amos. Nos acompa�aba un sacerdote de Bolonia,
Don Francisco Cuppini, que se hab�a a nuestro equipo con el permiso de su
obispo. El Cardenal Vicario nos escuch� con atenci�n y nos di� permiso para
empezar las catequesis, siempre que el p�rroco estuviera de acuerdo. Nos mand�
ir a hablar con el entonces Vicegerente Monse�or Ugo Poletti, que pronto
llegar�a a ser el Cardenal Vicario, y que durante tantos a�os nos ha ayudado
y defendido de modo providencial. Despu�s de todo esto naci�, como por
milagro, la Primera Comunidad Neocatecumenal de Roma con cincuenta hermanos.
Al a�o siguiente dimos catequesis en las parroquias de Santa Francesca Cabrini, la Natividad y San Luis
Gonzaga, en Parioli. Entre tantos milagros y frutos
de conversi�n que ve�amos, hab�a tambi�n mucho sufrimiento: pero en medio
del sufrimiento gust�bamos la inmensa sorpresa de sentir y ver obrar al Se�or
en nuestro favor con signos y prodigios. As�, por ejemplo, cuando fuimos
convocados por la Congregaci�n del Culto Divino y de los Sacramentos por la
perplejidad de un Obispo Auxiliar de Roma con motivo de los exorcismos que hac�amos
en el primer escrutinio. Nos encontramos frente a una comisi�n presidida por
el Secretario de la Congregaci�n, acompa�ado de los expertos hab�an
trabajado en el Ordo Initiationis Christianae Adultorum (OICA). Cada uno de
ellos ten�a delante el Ordo, ya impreso, pero que no se encontraba a�n en
las librer�as. Nos presentamos llenos de miedo, despu�s de haber rezado
mucho a la Virgen y al Se�or para que estuvieran a nuestro lado. Mientras nosotros explic�bamos
que no hac�amos otra cosa sino poner a las personas frente a la primera parte
del Bautismo que ya hab�an recibido, y del que los exorcismos constitu�an
una parte importante, y tras haberles explicado c�mo hab�a nacido el Camino,
en qu� consist�a, etc..., ellos se quedaron estupefactos mir�ndose unos a
otros: era la realizaci�n pr�ctica en las parroquias de lo que ellos hab�an
elaborado a lo largo de los a�os en el Ordo de Iniciaci�n de los Adultos. He aqu� como el Esp�ritu
Santo hab�a suscitado ya persona y medios para su realizaci�n. Esto fue lo
que nos dijeron llenos de admiraci�n y sorpresa. Tras un per�odo de estudio de
las etapas y de los ritos del Camino Neocatecumenal, durante el cual enviaron
observadores a nuestras celebraciones, y dado que el cap�tulo IV del OICA
extend�a el uso del Ordo tambi�n a los bautizados que no hab�an recibido
una catequesis suficiente, la congregaci�n public� un documento titulado
Reflexiones sobre el cap�tulo IV del OICA. En �l se establec�a qu� ritos
del catecumenado de los adultos pod�an repetirse para revivir el bautismo y
cu�les no. Despu�s de esto fuimos de nuevo convocados, leyendo delante de
nosotros este documento y nos expresaron su alegr�a y satisfacci�n por
nuestro trabajo que est�bamos realizando en la Iglesia. Y nos dijeron que
publicar�an en la revista oficial de la Congregaci�n, Notitiae, una nota
laudatoria en lat�n para toda la Iglesia, para de este modo ayudarnos. La
nota empieza as�: "Omnes reformationes in Ecclesia novos gignerunt
inceptus novasque promoverunt instituta, quae optata reformationis ad rem
deduxerunt. Ita evenit post concilium Tridentinum; nec aliter nuc fieri
poterat... Praeclarum exemplar huius renovationis invenitur in Communitatibus
neocatechumenalibus, quae ortum habuerunt Matriti...". Gracias a este hecho se
estableci�, con la Congregaci�n del Culto, un di�logo fecundo, que resultar�
m�s tarde muy importante para la relaci�n de Pablo VI con el Camino
Neocatecumenal. Tambi�n el Cardenal Poletti
-que ya nos hab�a puesto en contacto con el director del Centro Catequ�stico
de la Di�cesis de Roma, Monse�or Julio Salimei, quien, impresionado por las
conversaciones y la acci�n del Se�or en las parroquias, nos present� una
gran ayuda, ante algunas dificultades surgidas, nos envi� a hablar con el
Secretario de la Congregaci�n para el clero, que era la congregaci�n
responsable de la catequesis en la Iglesia. Tambi�n en aquella ocasi�n ten�amos
miedo, pero, con nuestra sorpresa, encontramos a Monse�or Maximino Romero, a
quien ya hab�amos conocido cuando era Obispo de Avila, que nos hab�a
sostenido y ayudado. Lo primero que hizo fue pedirnos los esquemas que us�bamos
en las catequesis, para que la examinaran expertos en catequ�tica. Le
explicamos que se trataba de p�ginas en ciclostilo que ni siquiera hab�an
sido corregidas porque no le d�bamos mucha importancia. Eran simplemente
esquemas, puesto que no quer�amos formar a los catequistas como repetidores
de textos escritos por otros, sino que los form�bamos durante a�os de camino
en la vida y el testimonio cristiano; en segundo lugar les preparamos con una
tradici�n oral del anuncio del Kerigma y, finalmente, en el momento de dar
las catequesis, el equipo, del que formaba parte siempre un sacerdote,
actualizaba los esquemas. Por tanto no ten�amos escritos oficiales. Las p�ginas
en ciclostilo eran tan solo indicaciones, esbozos, transcripci�n de una
predicaci�n oral adaptada a la gente que escuchaba, para ayudarla a descubrir
la vida pr�ctica y la liturgia de la Iglesia dentro de un camino de conversi�n. A pesar de todo, �l nos la
pidi�. Tambi�n esto fue providencial: a�os m�s tarde, en efecto, algunos
sacerdotes de Canad� que se opon�an a la renovaci�n del Concilio y que hab�an
logrado hacerse con estas p�ginas ciclostiladas, encontraban herej�as por
todas partes y pensaban que conten�an directivas secretas, etc. No sab�an
que la Congregaci�n las hab�a hecho estudiar, d�ndonos a conocer despu�s
el parecer de los consultores que, gracias a Dios, era muy positivo desde el
punto de vista doctrinal. Para consuelo nuestro nos dieron a conocer la relaci�n
de uno de los consultores de la misma Congregaci�n. En conclusi�n dec�a:
"Pretendo ahora subrayar otro aspecto de estas catequesis, o mejor de
este Camino neocatecumenal". Como estudioso de la Historia
de la catequesis antigua he de decir que el intento de Kiko y Carmen de
actualizar el catecumenado es un intento logrado. La experiencia personal les
ha llevado a intuir lo que de profundamente v�lido conten�a esta Instituci�n
de la Iglesia de los tres primeros siglos, y les ha permitido traducirla en
una estructura. Estructura que, aunque no calca la antigua, asume sus
elementos m�s importantes y los inserta en un contexto nuevo: el de la
conversi�n de bautizados que, a pesar de serlo, no han hecho jam�s una opci�n
personal de Fe. En este proceso, que requiere
su tiempo, a estos bautizados de las Comunidades Neocatecumenales se les ayuda
a hacer su opci�n global de Fe en un clima de comunidad. Se les ayuda a
hacerse disponibles a la acci�n del Esp�ritu Santo que les introduce en la
comprensi�n y aceptaci�n del radicalismo evang�lico, inici�ndoles
gradualmente y de forma experimental, bien sea en la palabra de Dios, bien en
los sacramentos de la conversi�n cristiana -penitencia- o en la Eucarist�a.
Yo encuentro muy positivo todo esto. Por ello concluyo este mi juicio
invitando a los responsables de la Sagrada Congregaci�n del Clero a que den
�nimos a este movimiento, ayud�ndolo con compresi�n y con paterna
indulgencia a que permanezca siempre en la l�nea ya emprendida de servicio a
las comunidades parroquiales para su aut�ntica renovaci�n". Podemos decir que son
verdaderas las palabras de San Pablo: "Todo contribuyente al bien de los
que aman a Dios". Cada vez que nos acusaban o nos calumniaban ante la
Santa Sede, al fin todo se transformaba en bien para nosotros. M�s tarde tuvimos que hacer
frente a otras dificultades: algunos dec�an que esta comunidad no ten�a ning�n
compromiso social -corr�an los a�os siguientes al 68 y todo estaba lleno de
comunidades de base politizadas-, y que quer�an repetir el Bautismo. La
Virgen Mar�a, la madre de Jes�s, vino en nuestra ayuda. Apenas hab�amos llegado y ya
Don Dino nos hab�a conducido al Santuario de la Virgen de Pompeya para poner
a sus pies nuestra misi�n. Y las primeras palabras que pronunci� Pablo VI
sobre el Camino Neocatecumenal las dijo el 8 de mayo de 1.974, fiesta de la
Virgen de Pompeya, o Virgen del Rosario: "�Cu�nta alegr�a y cu�nta
esperanza nos dais con vuestra presencia y con vuestra actividad!... Este prop�sito,
que para vosotros es un modo consciente y aut�ntico de vivir la vocaci�n
cristana, se traduce en un testimonio eficaz para los otros: �hac�is
apostolado porque sois lo que sois!... Vivir y promover este despertar es
considerado por vosotros como una forma de "despu�s del bautismo",
que podr� renovar en las comunidades cristianas de hoy aquellos efectos de
madurez y profundizaci�n que en la Iglesia primitiva eran realizados en el
per�odo de preparaci�n al Bautismo. Vosotros lo hac�is despu�s. El antes o
despu�s yo dir�a, es secundario. Lo importante es que vosotros busc�is la
autenticidad, la plenitud, la coherencia, la sinceridad de la vida cristiana.
Y esto tiene un m�rito grand�simo, repito, que nos consuela
enormemente...". De esta forma el Papa respond�a
sin saberlo a aquellas acusaciones: "�Hac�is apostolado s�lo porque
sois lo que sois!" y "el antes o despu�s del Bautismo, yo dir�a es
secundario". La fecha del 8 de mayo fue para nosotros un signo de que la
Virgen nos animaba y nos daba a entender su solicitud ante nuestros problemas.
De hecho desde aquel momento no nos volvieron a acusar de repetir el Bautismo. As� podr�amos contar
innumerables hechos de c�mo el Se�or ven�a constantemente en nuestra ayuda.
Pero sobre todo uno fue para nosotros decisivo. En Madrid, con los pobres, a
los comienzos, cuando la polic�a quer�a derribar las barracas en la zona
donde se encontraba Carmen con una amiga, llamamos al Arzobispo para que
viniera en nuestra ayuda. Cuando Monse�or Casimiro Morcillo vino a las
barracas fue un verdadero milagro: conoci� la peque�a comunidad de gitanos,
de vagabundos, de pobres; nos oy� rezar y se conmovi� profundamente viendo
la obra que el Esp�ritu Santo estaba haciendo en aquella zona de trincheras
de la Iglesia. Despu�s de haberle explicado
la necesidad de completar la catequesis de aquella gente con signos concretos
en una liturgia renovada, como yo estaba proponiendo el Concilio, con gran
asombro por nuestra parte, le dijo al p�rroco de la parroquia m�s cercana,
all� presente, que nos dejara la Iglesia -un barrac�n de madera en medio de
una plaza- para que la comunidad de las barracas pudiese celebrar all� la
Eucarist�a una vez a la semana, permiti�ndonos celebrarla con las dos
especies y usando el pan �zimo en lugar de las hostias, como nosotros lo hab�amos
pedido. Igualmente, algunos a�os m�s
tarde, en Madrid, cuando la celebraci�n de la Vigilia Pascual -que celebr�bamos
durante toda la noche, redescubriendo la fuerza de aquella noche en la que
Cristo venci� a la muerte- creaba problemas en algunas parroquias, discutimos
estos problemas con los p�rrocos en presencia del Arzobispo y de los Obispos
Auxiliares. Pens�bamos que quiz�s el Arzobispo nos habr�a prohibido todo,
pero �l empez� diciendo: "c�mo quisiera que la Vigilia Pascual llegase
a ser el fulcro de la vida de mi di�cesis; sin embargo veo con tristeza que
en la mayor�a de las parroquias se reduce a una misa vespertina con s�lo
tres lecturas y que termina antes de la puesta del sol. Si, gracias a
vosotros, la Vigilia Pascual recupera el esplendor y la fuerza que Dios ha
querido, y que la reforma lit�rgica desea vivamente, bienvenidos. Os dejo
todas las Iglesias vac�as de Madrid para que pod�is celebrar toda la noche
hasta el alba, dando as� ejemplo y testimonio". Estas l�neas de introducci�n
son fundamentalmente una ocasi�n para bendecir a Dios, para agradecerle el
don del Esp�ritu Santo que ha querido fundar su Iglesia sobre Pedro y sus ap�stoles.
Sin los Obispos y, sobre todo, sin Pedro, hoy no existir�a el Camino
neocatecumenal. Juan Pablo II, el 3 de
setiembre de 1.979, nos invit� a la misa en Castelgandolfo a Carmen, al Padre
Mario -misionero comboniano que formaba parte de nuestro equipo desde hac�a
algunos a�os- y a m�. Era la primera vez que lo ve�amos.
Sab�amos que hab�a acogido a la Comunidad en su Di�cesis cuando era
Cardenal en Cracovia, y hab�a defendido, frente a algunos p�rrocos, la
Eucarist�a del s�bado por la noche en Comunidad. Terminada la misa vino a
saludarnos, y yo le ped� que me permitiese hablar con �l a solas. Me pregunt�:
"�Ahora mismo u otro d�a?". Le respond�: "Ahora". Me
invit� a seguirlo por un pasillo, me hizo entrar en una biblioteca, donde, lo
recuerdo, penetraba un fuerte sol. Se sent� detr�s del escritorio, me invit�
a sentarme frente a �l y a hablar. Con gran sufrimiento le cont� c�mo hab�a
recibido de la Virgen Mar�a la inspiraci�n de hacer peque�as comunidades
como la Sagrada Familia de Nazaret, que viviesen en humildad, sencillez y
alabanza, y donde el otro es Cristo. Mi grand�sima dificultad proven�a de
pensar que �l pudiese imaginar que ten�a ante s� a un visionario, un
exaltado o algo parecido. Despu�s de haberme escuchado, y tras algunos
minutos de silencio me dijo que durante la misa, pensando en nosotros, hab�a
visto ante s�: "ate�smo - bautismo - catecumenado". Tuve la
sensaci�n de que se refiriese a los pa�ses del Este, y me impresion� que
hubiese invertido el orden poniendo la palabra catecumenado despu�s del
bautismo. �La verdad era que hubiera querido ponerme de rodillas dando
gracias al Se�or!. M�s tarde, cuando el Papa
comenz� a visitar las parroquias de Roma, visitas en las que siempre ten�a
lugar un encuentro particular con las Comunidades Neocatecumenales, tuvimos
muchas veces ocasi�n de hablarle del Camino, sobre todo Carmen. Sus palabras, como puede leerse
en estas p�ginas, han sido siempre sorprendentes, generosas, siempre m�s all�
de lo que pod�amos esperar: como cuando pedimos una audiencia para los
seminaristas procedentes de las comunidades del Camino, y �l mismo quiso que
el encuentro tuviese lugar en la Capilla Sixtina. Apenas cab�amos all�
dentro, �ramos unas 1.200 personas, pero quiso que fuera all�; quer�a
hablar de su elecci�n como para en aquel lugar para sellar en los j�venes
aspirantes al sacerdocio una experiencia tan fuerte del Esp�ritu Santo. Qu� decir de cuando vino a
Porto San Giorgio el 30 de diciembre de 1.988, para celebrar la Eucarist�a
con nosotros -hab�amos recibido, desde hac�a pocos d�as, de la Sagrada
Congregaci�n del Culto Divino, la autorizaci�n para poder desplazar el rito
de la Paz antes de la An�fora, y de comulgar con las dos especies todos los
domingos-, y fu� �l lleno de valent�a el primero en celebrarla con esas
adaptaciones. Y lo mismo cuando envi� cien familias, con much�simos hijos, a
las zonas m�s pobres y descristianizadas de Am�rica Latina y de Europa, algo
que tambi�n suscitaba muchas cr�ticas. Si nosotros ped�amos cinco, �l
nos daba cien. Es su estilo. Parece que conozca antes que nosotros el
verdadero "enemigo" -el demonio- y nos defienda como un padre
defiende a su hijo, como el pastor defiende sus ovejas, sin miedo, arriesg�ndose.
Dando ejemplo como Obispo de Roma. Nosotros hemos sido siempre los
primeros en sorprendernos de sus afirmaciones sobre el Camino, de sus
alabanzas, de su poner de relieve aspectos nuevos tambi�n para nosotros. Cuando en noviembre de 1.980
vino a la Parroquia de los Santos M�rtires Canadienses, la primera Parroquia
de Roma en la que hab�amos iniciado el Camino Neocatecumenal, �l all�
-delante de las once comunidades que ya se hab�an formado- habl�
improvisando m�s de media hora. Y frente a las cont�nuas cr�ticas acus�ndonos
de hacer un cristianismo de �lite, separado de las otras realidades de la
Parroquia como si nos crey�ramos los �nicos, de nuevo el Papa fue todav�a m�s
lejos, hablando de la terrible realidad de hoy, del enfrentamiento radical de
"Fe y anti-Fe, Iglesia y anti-Iglesia, Dios y anti-Dios", invit�ndonos
con fuerza a un cristianismo radical, anim�ndonos. Y las cosas se han ido
desenvolviendo de esta manera no solamente con Juan Pablo II. Lo mismo sucedi�
con Pablo VI, quien en la audiencia general del mi�rcoles 12 de enero de
1.977, en la que estaban presentes m�s de quinientos p�rrocos que tienen el
Camino en sus Parroquias, junto a sesenta y siete Obispos que les acompa�aban,
nos sorprendi� al decir que dedicaba aquella alocuci�n al Camino
Neocatecumenal, y la titulaba: "Despu�s del Bautismo". Concluy�
diciendo: "mucha gente se polariza hacia estas comunidades
neocatecumenales porque ve que en ellas hay una sinceridad, una verdad, hay
algo vivo y aut�ntico, es Cristo viviendo en el mundo". Aquella alocuci�n
es un breve tratado sistem�tico sobre la necesidad de volver a descubrir las
riquezas del Bautismo como base de la evangelizaci�n. Dec�a as�: "He
aqu�, pues, el restablecimiento de la palabra catecumenado que, ciertamente,
no quiere invadir ni disminuir la importancia de la vigente disciplina
bautismal, sino que la quiere aplicar con un m�todo de evangelizaci�n
gradual e intensivo, que recuerda y renueva, en cierto modo, el catecumenado
de otros tiempos... Se proyecta as� una catequesis posterior que no se recibi�
en el Bautismo: la pastoral de adultos...". Jam�s una cr�tica. Era como
si alguien le empujase a animarnos. El mismo, la primera vez que us� la
palabra "Neocatecumenado", levantando la vista del texto escrito, a�adi�:
"�He aqu� los frutos del Concilio!". Pero no podemos olvidar a Juan
Pablo I, al que encontramos personalmente cuando era Patriarca de Venecia, de
1.972, y que nos di� permiso para abrir el Camino en su Di�cesis. En los
siguientes lo anim� y lo sigui�, presidiendo personalmente todas las etapas
y los escrutinios. Adem�s erigi� un Centro Neocatecumenal Diocesano,
poniendo a disposici�n del Camino la bell�sima Iglesia de Santo Tom�s.
Pero, sobre todo, permiti� celebrar la Vigilia Pascual durante toda la noche,
confirm� en todo nuestra pr�ctica frente a p�rrocos que hab�an suscitado
ciertas dificultades. Todav�a resuena en nuestros o�dos la alegr�a de sus
palabras en la homil�a pronunciada a los hermanos de la Primera Comunidad
Neocatecumenal de la Parroquia de Santa Mar�a Formosa, que hab�an llegado a
la Iniciaci�n a la Oraci�n. Les animaba citando a los Padres: "Voy a
rezar, voy a luchar". M�s del 50% de los que est�n
en las Comunidades eran alejados de la Iglesia, es decir, gente que por lo
general ten�a prejuicios contra la Jerarqu�a, contra el Vaticano, contra el
Papa. Hoy es por todos conocido el amor que profesan a la Liturgia, al Papa, a
los Obispos, los hermanos del Camino Neocatecumenal. Estos hermanos han
experimentado las mentiras que constantemente siembra el demonio en la
sociedad, mentiras que solamente la experiencia de gestaci�n que han tenido
en el Camino hacia el interior de la Iglesia ha podido borrar de su �nimo
para hacer nacer un amor profundo a la Iglesia y a la Virgen Mar�a. A�os m�s tarde, el 9 de mayo
de 1.986, fuimos llamados por la Congregaci�n de la Fe, que nos someti� a un
cuestionario sobre la hermen�utica, la pastoral, la doctrina. Despu�s de
haber estudiado nuestras respuestas, fuimos convocados por el Cardenal
Ratzinger a una reuni�n. En ella nos dijeron que pod�amos estar acompa�ados
de un te�logo. En aquel encuentro nos comunicaron que hab�an estudiado todo,
que se hab�an informado y quer�an ayudarnos. Nos propusieron unirnos a una
Congregaci�n porque era necesario encontrar una soluci�n jur�dica. Nosotros
respondimos que la verdadera ayuda hab�a sido un Breve del Santo Padre,
mientras se estudiaba m�s profundamente la cuesti�n jur�dica. Como
resultado el Papa nombr� a Monse�or Paul J. Cordes, Vicepresidente del
Concilium Pro Laicis, como encargado "ad personam" para ayudarnos y
actuar como v�nculo de uni�n con las Congregaciones. Y como ya no se usaban
los Breves, aceptaron el hecho de que el Santo Padre nos diese, en todo caso,
un apoyo m�s oficial. Del mismo modo que a Israel, cuantas veces el oscuro
mar nos cerraba el paso, el Se�or lo abr�a, ante nuestro asombro: �ramos
espectadores gozosos de su gratuidad. Cuando m�s tarde vimos en
nuestras manos la Carta de Reconocimiento del Camino Neocatecumenal que Juan
Pablo II hab�a escrito a Monse�or Cordes, no pude por menos de acordarme de
las palabras que me hab�a dicho Pablo VI en la audiencia privada que concedi�
a nuestro equipo el 12 de enero e 1.977, cuando mir�ndome fijamente -recuerdo
todav�a sus ojos azules y penetrantes- y despu�s de preguntar: "�Qui�n
es Kiko?", me puso las manos sobre los hombros y dijo: "S� humilde
y fiel a la Iglesia, y la Iglesia te ser� fiel". Me acuerdo que tambi�n
nos di� una medalla, y Carmen le dijo que en lugar de la medalla prefer�a
que le impusiese las manos. Pablo VI, en pie sobre el trono, sonriendo, acept�,
y haci�ndola arrodillarse delante de �l, le impuso las manos. Es sorprendente hoy contemplar
c�mo las palabras: "Se establezca el catecumenado de adultos", que
el Esp�ritu Santo ha inspirado en el Concilio -Sacrosanctum Concilium 64- las
hemos visto realizadas, por obra suya, durante estos casi treinta a�os, no en
una mesa de despacho, sino en una historia con hechos y con personas,
sostenidos y apoyados por los Obispos, y sobre todo por el Papa. Todo nos ha superado de tal
forma que no podr�amos hacer otra cosa sino esperar, d�a tras d�a, el
discernir las huellas de Cristo que �l mismo nos invitaba a seguir. En este
sentido hoy, al ver tantos Seminarios Redemptoris Mater para la nueva
evangelizaci�n, surgidos gracias al apoyo del Santo Padre para ayudar a las
di�cesis que se encuentran en grandes dificultades, y ver los miles de
vocaciones que surgen de estas peque�as comunidades, solamente podemos decir
con San Pedro despu�s de la pesca milagrosa: "Ap�rtate de m�, Se�or,
porque soy un pecador". Kiko Arg�ello
y Carmen Hern�ndez. |