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17-18 y 19 de Marzo 2017
Colección "Serrat Personal" de El Periódico de Catalunya (2007)
1974 - Canción infantil... (10)
Joan Manuel Serrat en imágenes.
«Sólo soy un artesano de la canción»
Medio siglo con Joan Manuel Serrat
25 de Diciembre de 1993
Texto de Nacho Sáenz de Tejada
El lunes, Joan Manuel Serrat cumple 50 años. Han pasado casi 30 años desde que
canciones como Ara que tinc vint anys o Cançó de matinada impulsaron el
movimiento de la canción de autor en España, del que el noi del Poble Sec es su
representante más característico. Más de 30 discos rodeados de polémicas
lingüísticas, exilios políticos, censuras, vetos, entronques con el corazón
latinoamericano y la normalización que precede al clasicismo señalan la carrera
de uno de los artistas claves de la música popular española. Y Serrat recuerda
su paso de cantante con espíritu de barrio a ídolo de multitudes, mientras
continúa hablando de utopías y se define como artesano de la canción.
«Sólo soy un artesano de la canción»
Decía Manuel Vázquez Montalbán hace 25 años que la mejor entrevista con Joan
Manuel Serrat era no hacérsela. Corría el año 1968, Serrat ya era un ídolo de
masas, la cançó se dividía entre partidarios de Serrat y de Raimon (cuestión
lingüística, ya saben), y Vázquez no tuvo opción al diálogo. Hoy, tampoco es
fácil hablar con Serrat, aunque la empresa de comunicación que coordina sus
relaciones con la prensa atiende amable, gestiona y concreta: tal día, tal
sitio, tal hora, 60 minutos. Ni Vázquez se hubiera resistido. Joan Manuel Serrat
cumple 50 años.
Poco se sabe del Serrat cantautor con espíritu de barrio. De aquel noi del Poble
Sec que cantaba a la calle, al titiritero, a la tía soltera, al trapero, al
vagabundo. De aquel niño que descubría la música a través de canciones con aroma
a postguerra.
— ¿Qué música guarda en su primera memoria?
— Mi primer recuerdo musical pasa por dos personas: Juan
Valderrama y Conchita Piquer. A partir de ahí podemos tirar del hilo, pero
siempre saldrá canción española en forma de zarzuela -en los teatros Victoria y
Cómico del Paralelo, con la compañía de Amadeo Vives-, el cuplé de antes de Sara
Montiel, los boleros de Antonio Machín, Juanito Segarra, Jorge Sepúlveda...
Todos estos nombres se resumen en uno: la radio. Esa maravilla con la que tengo
una relación de amor absoluta, porque me parece el medio de comunicación más
emocional. La recuerdo como aquella ventana mágica abierta a sueños tan
necesarios en una época sombría como fueron los años 40 y 50.
— Entonces, el mejor piropo es cuando le llaman tonadillero.
— Esto fue Mónica Randall, antes Aurora Juliá, buena amiga
del barrio, y Luis Morris, también un gran amigo y actor, lamentablemente
desaparecido. Y no me llamaban tonadillero, sino la tonadillera.
— Una tonadilla que marca la vida de su barrio, el Poble Sec. ¿Qué mantiene de
aquello?
— Visito mucho el barrio. Mi madre, mis primos, mi
familia, viven allí y voy bastante. El sábado pasado hicimos la cena actual en
la que nos reunimos los que crecimos juntos, y volvimos a contarnos las mismas
batallitas. Sólo hablamos de lo que fuimos. Pretender decir con esto que
mantengo contacto con el barrio sería estúpido, porque ha cambiado tanto como
uno mismo. Ya se sabe que no es aquel barrio en que se creció, pero aún se
reconoce en algunas cosas y tratas de conservar aquello que forma parte de la
referencia. Y en la medida que uno no pretende resucitar cadáveres, hay que
tratar al moribundo lo mejor posible.
— «Los años me han alejado de mi calle (...) Yo he sido como vosotros, no quiero
sentirme viejo esta noche», cantaba en Per Sant Joan. ¿Continúa la añoranza?
— Algo hay, pero creo que fue más fuerte en el primer
desarraigo, cuando dejo de vivir allí y me voy con mis padres buscando más luz y
menos humedad. También notaba añoranza cuando estaban mis amigos en el bar de
siempre y yo aparecía, pero con un coche de cojones y una chavala de puta madre.
Se sentían orgullosos de mí cuando no estaba, pero cuando coincidíamos la
realidad les colocaba en una situación jodida. Han tenido que pasar los años
para que, gracias a su buena voluntad y cariño, puedan reconocer como su amigo a
aquel tipo al que le han ido bien las cosas. El mérito es de ellos.
— Las cosas empezaron a irle bien pronto. Me refiero a la música.
— Empecé a tocar en un grupo de rock and roll de la época,
pero en 1965 ya compongo mis primeras canciones. En mayo de ese año me incorporo
al grupo Els Setze Jutges (Los 16 Jueces), era el número 13, y grabo mi primer
disco con las canciones La mort de l'avi, El mocador, Ella em deixa y Una
guitarra. En 1966 publico Ara que tinc vint anys, que me dio a conocer en
Cataluña, y después Cançó de matinada, que me hace popular en el resto del
Estado español. Fue la primera canción en catalán, y creo que la única, que
llegó a número uno en las listas del Estado, cosa insólita en aquel momento por
la situación de ostracismo a la que el catalán estaba sometido en los medios de
comunicación. Y hay que hacer notar que eran tiempos en los que sólo existía una
lista de éxitos.
— Resulta chocante el éxito de un tonadillero entre un público que desconocía,
cuando no despreciaba, la tonadilla.
— Hubo una generación que despreció todo lo que ignoraba.
La gente con fondo cultural, como Manolo Vázquez Montalbán (hijo de la clase
trabajadora) o Jaime Gil de Biedma (hijo de la burguesía), sentía profunda
admiración por la canción española. Despreciar a Rafael de León sólo puede
hacerse a partir de la ignorancia. Mi acercamiento a la canción francesa fue
posterior, y el pop británico, Dylan y demás llegan aún más tarde.
— Y pasa de cantante con sabor de barrio a ídolo de multitudes. ¿Se puede
hablar, y volvemos a Vázquez Montalbán, de un Serrat poeta y un Serrat
industrial de la canción?
— Este paso no se produjo del día a la noche. Se realizó
cuando un día de mayo de 1965, al mediodía cantaba en casa y a las seis de la
tarde me estrenaba en el Círculo Parroquial de Esplugues de Llobregat. O cuando
en marzo del 66 actúo con Els Setze Jutges, todos juntos en el escenario y el 1º
de abril doy mi primer recital solo en el Palau. Pero la llegada del éxito no
fue como la elección de miss Universo. Ahora, de lo que he huido siempre es de
ser un industrial de la canción, me he limitado a ser un artesano, que es hasta
donde he podido llegar.
— Este cambio de mundo, ¿significó un choque?
— El choque es fruto de una reflexión previa y de una
libertad. Cuando se me recriminó el que yo cantara en castellano, lo cierto es
que nunca había jurado no cantar en este idioma. No había utilizado
publicitariamente mi actitud monolingüística. Y lo único que traté de
recordarles es el derecho de cada uno a ser cada uno, y no a ser como el otro
quiere que seas.
— En aquellos años estuvo en el centro de la vorágine.
— A lo mejor es el precio que uno tiene que pagar por su
propia independencia. Esto suele disgustar, sobre todo si pretendes ser tan
claro como renunciar a ir a Eurovisión en 1968 si no es cantando en catalán,
pero sin renunciar tampoco a cantar en castellano. Pretendía que el hecho de la
realidad lingüística de Cataluña apareciera respetada y con una proyección de
futuro. Aunque te casquen por los dos lados, creo que un hombre público tiene la
obligación de defender sus opciones, porque está actuando en nombre de los sin
voz, de los que no pueden aparecer ni hablar, que son muchos.
— ¿Qué precio hay que pagar por intentar defender el tipo?
— Siempre he preferido pasar miedo y apuros ante que
vergüenza.
— ¿Cuándo se normalizó su situación?
— Al acabar lo de Eurovisión aparece el Proceso de Burgos,
lo cual da muy poco margen de normalización, porque vuelvo a sufrir con otros
compañeros una época de represión muy fuerte. Cuando mis discos no se radiaban,
ni mi nombre aparecía en las publicaciones, ni me contrataban para trabajar,
tuve que irme a América. Conocí un mundo absolutamente nuevo. Quizá es el único
momento en el que existe un antes y un después. Aquella primera gira, que duró
ocho meses entre 1969 y 1970, fue un descubrimiento maravilloso, una historia de
amor que 23 años después, sigue ahí con grandes alegrías, profundas decepciones
y enormes tristezas. He vivido una gran relación con esas tierras.
— Hablábamos de normalización.
— La situación no se normaliza hasta 1973, que es cuando
vuelvo a hacer un programa de televisión.
— Hoy, 20 años después, resulta difícil encontrar reediciones de sus primeras
canciones en catalán. En castellano, en cambio, está publicada toda su obra. No
parece muy normal.
— En la cançó hemos sufrido un profundo retroceso. A
finales de los 60 y principios de los 70, Cataluña podía presumir de un gran
equipo de músicos -desde Raimon a Pau Riba, desde Llach a Serrat, con grupos
haciendo música progresiva o folk-, que no te encontrabas en otros países
europeos con más posibilidades. Pero en 1976, parecía que la cançó era un hecho
reservado para las dictaduras, para el franquismo. La mayoría no teníamos un
pensamiento conservador, y cuando la derecha ganó las elecciones autonómicas en
Cataluña, al no tener gente cercana no dio facilidades. Esto es lo que hace que
sólo tres o cuatro de nosotros podamos sobrevivir, porque tenemos otros
mercados. El resto ha sufrido esta terrible y dura condena de los que presumen
de democracia y son muy intolerantes.
— ¿No se ha producido también un abandono popular?
— ¿Cómo puede algo ser popular si no pasa por los medios
de comunicación? Los franceses y los italianos tienen mucho que enseñarnos.
Siempre recordaré cuando Modugno comenzó a ponerse enfermo, la tristeza italiana
por el artista que les había cantado Volare y formaba parte de su patrimonio
cultural. Uno no aspira a tanto.
— En los últimos años, sus discos aparecen bastante más espaciados.
— Trabajo lento. Mi rendimiento es muy bajo, y ahora aún
más porque me complico y busco más cosas. Pero no me provoca ningún tipo de
angustia porque tampoco me marco plazos. Es lo que produce los mejores
resultados. Y pienso seguir escribiendo en catalán y en castellano, sin medir
proporciones.
— ¿Se ha sentido atrapado por la industria?
— Decía Pere Quart que todo en esta vida es relativo,
aproximado y provisional. El responsable directo de que mi último disco Utopía,
no haya ido mejor, y eso que no ha ido mal, he sido yo. Lo presento en Madrid,
al día siguiente me voy a América y lo dejo huérfano. Y es uno de los que más me
gustan.
— Tampoco es que la utopía sea un valor en alza...
— Sólo se equivoca quien apuesta a favor de la realidad
inmediata, que se va a modificar. Y es muy probable que se modifique hacia
ciertos planteamientos a favor de las utopías, de la solidaridad, de un mundo
más justo, de ir contra el vellocino de oro, para tratar de que el progreso sea
realmente que el hombre sea capaz de vivir mejor, en el sentido de que no todo
se valore a partir del dinero, de la economía, de la posición o del éxito.
— ¿Dónde duele el desgaste del medio siglo?
— Lo del desgaste es jodido. Es evidente que tiene que
ocurrir, pero Aurora Redondo está trabajando en Barcelona y tiene 94 pirulos. Ve
y háblale del desgaste. Tampoco aspiro a tanto, pero es un buen síntoma llegar a
estas alturas del partido con ganas de seguir ejerciendo un oficio de muchos
años, duro y agradecido. Está el examen cotidiano al que uno se obliga, pero hay
estímulos que llegan de la gente y de la calle. Lo que más me gusta de mi oficio
es meterme en un coche y llegar a las ciudades, recuperar amigos y conocidos,
comer las cosas que voy descubriendo, sentir humedades y sequedades, oler cosas.
La vida es el gran enriquecimiento que produce ir pillando de todos los lados.
— ¿Qué papel cree haber jugado en la música y en la cultura de los últimos 30
años?
— Aquí entre todos lo hacemos todo, como decía Joan
Fuster. Todo se produce por una actitud colectiva, y no debo haber jugado un
papel tan importante porque todavía no me han ofrecido la orden de Isabel la
Católica. Oye, esto es de coña, a ver si van a creer que soy como la que pedía
el marquesado. Respecto a lo del cumpleaños, a mis amigos les digo que no se
apuren; estoy cojonudo, tengo una salud espléndida, aparentemente, y la fortuna
de tenerlos a ellos y a una familia que me ayuda. Estoy dabuti [sic], o sea que
tranquilos. A mis enemigos, que lean lo que digo a mis amigos. Estoy contento
porque los 50 años que llevo recorridos los he vividos. No puedo quejarme.
Ahora que tiene cincuenta años
por Manuel Vázquez Montalbán
Los que hemos nacido en los barrios que le sobraban a la burguesía de la ciudad,
y hemos captado, en un momento impreciso de nuestra vida, la diferencia de
códigos entre los sectores sociales dominantes y los dominados, próximos los
primeros a la verbalidad por la verbalidad y los de los segundos al silencio por
la expropiación del lenguaje, a veces hemos tenido la oportunidad de dar la
vuelta a esta situación. Así como hubo hijos de la burguesía más burguesía que
se hicieron hipermarxistas para robarle la ciencia al socialismo, a los
trabajadores, y pasársela a la patronal, unos cuantos herederos de las clases
subalternas ejercimos de comando no programado, capaz de adentrarnos en la otra
ciudad y captar su sentimentalidad sin perder la nuestra, apoderándonos de
códigos que nos fascinaban al tiempo que descubríamos que estaban preparados
para dominar a través del lenguaje. Pido disculpas por aprovechar la ocasión de
hablar de Serrat para implicarme, pero él y yo somos hijos de la misma gente,
casi de la misma mezcla y de barrios tan parecidos que el uno prolonga al otro
más allá del imaginario vacío amurallado de las Rondas de Barcelona.
El Serrat que canta el rocío de la mañana, cargado de xarneguismo, de mestizaje,
nos desdice al que juguetea con el charlestón para describir la sentimentalidad
del cazador de conillets de vellut (conejitos de terciopelo) en su etapa de
Pijoaparte cantante a la conquista de la ciudad emergente y valga como metáfora.
Pero cante al xarnego de Badalona, o a la muchacha que le sabe a hierba, o a la
moral incorrupta de Pablo Iglesias, o a la más metafísica de las canciones de
Machado, o a la más melancólicamente lúdica de Guy Beart, o a personajes más o
menos fronterizos de la gauche divine, hay una sentimentalidad de partida, una
mirada de muchacho que desde el Poble Sec, en las rampas de Montjuïc, alguna vez
ensoñó la premonición, sólo temporalmente aplazada, de Jaime Gil de Biedma de
que alguna vez los sumergidos sociales se apoderarán de la ciudad emergente,
siempre desde la elegancia social con la que Jaime presentía catástrofes que
afectarían sobre todo a su propia clase patricial y probablemente a él mismo,
como compañero de viaje.
El consenso popular establecido en torno a Serrat, así en España como en
Latinoamérica, donde he podido constatar que es un símbolo de solidaridad, sólo
puede entenderse desde esa complicidad de punto de vista de partida, de retina,
desde la internacionalidad de la mirada crítica y emancipatoria. Serrat lo ha
conseguido con la pluralidad de registros de los mejores cantautores a los que
nada de lo humano les es extraño, ni siquiera el amor, la depresión personal e
intransferible, pero también la esperanza colectiva. Ahora que ya tiene
cincuenta años es un gozo comprobar que todavía no tiene el alma muerta...
enmendando a aquel impertinente muchacho de hace treinta años que temía el paso
del tiempo como una guadaña castradora de las mejoras inocencias.
Material copiado y recopilado de la
antigua página de Paco Martín.
CD 'Esponjas con vinagre'
Roque Narvaja
«El otro día me
encontré con Roque Narvaja. Hacía un tiempo que le había perdido el rastro
aunque sabía de él y sus circunstancias por amigos comunes.
Me habló del disco nuevo que estaba por sacar. Le brillaba la cara como a un
crío frente al escaparate de una pastelería mientras me hablaba sonriente, como
buscando complicidad. Rebuscó en un maletín y lo puso en mis manos.
Los viejos roqueros nunca mueren, ni falta que hace pensé, aunque uno vió ya
demasiados cadáveres como para mentar tranquilamente estas cosas sin que le
tiemblen las patas. Por eso me alegré al verle echando chispas por los ojos y
salpicando ilusión. Porque no me gustan los cadáveres y sé que también los
viejos roqueros cascan. ¡Claro que cascan! Algunos privilegiados, la palman
heroicamente y sin previo aviso, un domingo luminoso en los medios de la Plaza
cual torero de cartel, pero las más de las veces, como el común de los mortales,
los viejos roqueros expiran, cualquier lunes de mierda, envueltos en tenebrosas
soledades. Eso sí, no es fácil darles muerte. No encajan resignadamente el
tránsito a la sinmemoria.
Aún a sabiendas de que la fortuna los dejó al pairo, abandonados a su suerte,
puede vérseles, con sus "demos" bajo el brazo, circular de despacho en despacho,
de mesa en mesa, de A.R. en A.R., con la dignidad de un príncipe desterrado,
ofertando ilusionado su legado en forma de maqueta.
Los viejos roqueros son duros de pelar aunque su corazón, sumamente frágil, haga
que algunas veces se tambaleen y caigan. Pero es sólo una finta. Un simple
traspiés. Ellos volverán a levantarse con la energía de aquellos que se sienten
respaldados por un espíritu indomable.
Más de 12 años llevaba Roque sin que apareciese en el mercado español un disco
suyo. Desde que en 1987 de la mano de Josep Marría Bardagí, nos cantara "El
resto de mi vida". Después, el mundo de la música y sus regiones le perdieron la
pista.
¿Dónde estuviste metido Roque...? Aquí, el personal angustiado por colarse en
las listas de éxitos, peleando por las ventas y las radiofórmulas y tú sin dar
la cara. ¿Qué oscuro lazo de niebla, como diría Yupanqui, te cazó junto al
barranco? ¿Dónde estabas cuando repartían los caramelos y los honores...? ¿A
quién le cantabas con la boca cerrada...?
Pero ya ven. "Roda el mon i torna al born", como reza un refrán catalán y el
Narvaja, se animó a dar la cara de nuevo y reaparece como el Guadiana de las
tripas de la tierra, aburridas y oscuras como una vida sin música y sin
escenarios, con un manojo de canciones en el que se mezclan viejas y nuevas
historias, en donde convive lo real y lo imaginado. Una miscelánea con la que
quiere abarcar desde el vuelo del águila hasta el leve gemido de la espiga.
Canciones a modo de terapia personal, que crecen con la escucha como crece el
tacto con los ojos cerrados, y en las que enjuaga sus heridas con esponjas con
vinagre reclamando confianza para sus sueños. Sabe que el oficio de cantor es
una carrera de obstáculos, pero él sigue dispuesto a correrla. Cuentan sus
biógrafos que a los 17 años, en 1970 y siendo presidente de la República
Argentina el general, cómo no, Onganía, formó un grupo musical que se
autoproclamó La Joven Guardia, con el que viajó al interior de la República, más
allá del oasis del Río de la Plata, para descubrir un país. El suyo. Con ellos
grabó su primer disco "El extraño del pelo largo" y poco más tarde, ya en
solitario, aparece "Octubre", un trabajo pionero en la fusión instrumental, en
el que conviven la quena con la guitarra eléctrica, el charango con el primitivo
sintetizador.
Se viene para Madrid (1977) con los sueños y la familia a cuestas, empujado por
unos tiempos en los que cantar opinando en la Argentina se convirtió en oficio
de alto riesgo. Fueron tiempos de pubs guitarreros y dúos con Marian Farias
Gómez. Y luego Benidorm (1978) y aquella canción que hablaba de las lluvias y
que como tantas otras que por Benidorm pasaron, no encontró lugar en el baúl de
los recuerdos colectivos. Tampoco ahí ganó. Habría que esperar un par de años
aún a que"Santa Lucía" le besara en la frente y Miguel Ríos la convirtiera en
algo más que un éxito para que su tarjeta de visita se detuviera en la mesa del
ejecutivo de turno sin brincar sin escalas, hacia la papelera más cercana.
Y llegaron, tal vez, los mejores tiempos. Con Movieplay (1981) graba su disco
más vendido hasta la fecha "Un amante de cartón" (de ahí "Menta y Limón" y "Yo
quería ser mayor") y más tarde "Balance provisional", para volver al de aquí y,
esta vez con EMI, publicaría su antepenúltimo trabajo que tituló "Al día
siguiente".
Y ahora nos invita a Esponjas con vinagre". Aclararemos que yo no estoy aquí
presentando a Roque con su nuevo disco. Estoy acompañándole en este paso al
frente, con el afecto solidario que nos une desde hace años porque Roque forma
parte de esa gente que de la lluvia se interesa por las gotas y en los cielos
busca relámpagos. Porque es una de esas voces que corta el pan del silencio con
cuchillos cotidianos y por ser un representante emblemático de una música sin
fronteras.
Me alegro que esté de vuelta. Es valiente y no le será difícil reincorporarse a
su puesto. A fin de cuentas, Roque, las cosas están más o menos como estaban
cuando las dejaste.»
Joan Manuel Serrat
Concierto Valencia 1983 (Inédito completo)
Vídeo montaje con imágenes de JMSerrat.
Gracias a Chemon por la grabación de este concierto.
CD1:
-Temps era temps
-A quien corresponda
-Cada loco con su tema
-Fins que cal dir-se Adén
-Mediterráneo
-El gall
-Cambalache
-Pare
-A usted
-Per qué la gent s´aborreix tant
-Cantares
-Hoy puede ser un gran día
-Quina grua al meu estel
CD 2:
-Algo personal
-Aquellas pequeñas cosas
-Canco de la mantinada
-Sinceramente tuyo
-Vencidos
-La noia que se s´ha posat ha ballar
-Las moscas
-Helena
-Penelope
-Visca l´amor
-La saeta
-Paraules d´ amor
-Fiesta
-Esos locos bajitos
Joan Manuel Serrat ha
sido, es y será, para varias generaciones de hispanohablantes de uno y otro lado
del Atlántico, una parte fundamental de la banda
sonora de
nuestras vidas.
Joan Manuel Serrat
ha estat, és i serà, per a diverses generacions de castellanoparlants d'un i
altre costat de l'Atlàntic, una part fonamental de la
banda sonora
de les nostres vides.
© Pere Mas Pascual (1997-2017)