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COMUNICACIÓN ACADÉMICA Nº 1542

Del Académico de Número don
Orlando Mario Punzi, acerca del término


ATORRANTE


Señor Presidente:

Es de general conocimiento que la palabra atorrante es uno de los términos lunfardos que más atención han suscitado entre los estudiosos de la jerga dialectal porteña. Así, por ejemplo, en mis lejanos tiempos de estudiante, uno de mis profesores no recuerdo quién nos explicaba que tal vocablo derivaba del verbo torrar (referido al café), trabajo que demandaba solamente el simple y cómodo esfuerzo físico de accionar una manivela para que los granos se tostaran al paso de una caldera. Más tarde, escuché la versión que afirmaba que la palabra de marras provenía de los vagabundos que solían pernoctar en los grandes caños empleados para las obras sanitarias de Buenos Aires, en cuyo costado figuraba el nombre de la firma fabricante, A. Torrent (o Torrant).

Pero un importante aporte para la dilucidación del problema lo dan dos cartas aparecidas en el diario La Nación los días 6 y 7 de octubre de 1900, cuyas fotocopias entrego a la Academia Porteña del Lunfardo. El sábado 6 se publica una carta de Miguel Cané, titulada “La cuestión del idioma. A propósito del libro del Sr. Abeille”, referida al libro de Luciano Abeille El idioma nacional de los argentinos. En los párrafos referidos al término atorrante, expresa los siguientes conceptos:

Entre las excursiones etimológicas que hace el Sr. Abeille que son frecuentes, agradables y generalmente fructuosas hay algunas que me han dejado pensativo, precisamente porque se refieren á voces que han echado raíces en nuestro suelo, sin que se sepa de donde vino la semilla primitiva. Una de ellas es atorrante. Esta palabra, puedo asegurarle al Sr. Abeille, es de introducción relativamente reciente en el “idioma nacional de los argentinos”. Después de haber vivido más de un cuarto de siglo, la oí por primera vez en mi tierra, allá por 1884, de regreso de Europa, donde había pasado algunos años. Y no es que hubiera vivido en mi país entre académicos y prosistas, pues hasta cronista de policía substituto había sido en la vieja Tribuna.

Pregunté qué significaba atorrante y de donde venía. Se me hizo la descripción del gueux, del vagabundo, del chemineux y se me dijo entonces (no hay lomo como el de la etimología para soportar carga) que el vocablo tomaba origen en el hecho de que los individuos del noble gremio así denominado, dormían en los caños enormes que obstruían entonces nuestras calles, llamados de tormenta. De ahí atorrante. Aunque sin forma clásica, esa etimología me trajo á la memoria la que da el maestro Alejo de Venegas, citado por Cuervo, de la voz alquilar.

Alquilar se compone de alius qui illam habet, que es otro que la habita, conviene á saber, la casa ajena”. (!)

El Sr. Abeille es más científico, pero lo que hay que admirar más, es la agilidad maravillosa que despliega para extraer del verbo latino torrere, que significa secar, tostar, quemar, incendiar, inflamar, el vocablo atorrante, el que se hiela, según él, porque Varro emplea el verbo citado en el sentido de quemar, hablando del frío. Yo consentiría gustoso, porque estoy curado de espanto en esa materia; pero desearía saber cómo y poco más ó menos cuándo se ha colado ese torrere en nuestro país y por que causa ha hecho su evolución tan rápida, pues lo repito y apelo á la memoria de todos los hombres de mi edad, hace veinte años, no era generalmente conocida la palabra “atorrante”.

Hubiera deseado que el Sr. Abeille, con su segura información, nos hubiera dicho algo sobre el delicioso guarango, de nuestro “idioma nacional”, que si viene realmente de dos palabras quichuas que significan varios colores, es un hallazgo genial del pueblo, y del odioso macana, que no se acierta á comprender como ha venido á significar disparate, despropósito, de su acepción primitiva y aceptada, aun en España, de “arma contundente usada por los indios”. Y llegando a las profundidades del “idioma nacional de los argentinos”, anda por ahí un famoso titeo, muy campante, que amenazando de desalojo al castizo bochinche, ha invadido ya los dominios de la burla y de la broma, sin que sepamos aún que derechos tiene, semánticamente hablando, para conducirse así.

El día siguiente se publica esta carta:

ATORRANTE. Entregamos á la consideración de los filólogos la plausible interpretación que sobre la etimología de la palabra atorrante contiene la siguiente carta.

Señor director de La Nación: En el artículo del Dr. Miguel Cané aparecido ayer en La Nación, á propósito del libro del Sr. Abeille, hemos leído lo que se refiere á la etimología de la palabra “atorrante”. Estamos completamente de acuerdo con el Dr. Cané que el Sr. Abeille se ha equivocado en esa etimología, y lamentamos no haber conocido antes el error para dar a la luz algunos datos interesantes sobre esa palabra.

La palabra “atorrante” viene, como es claro, de “atorrar” y ésta de torare, verbo napolitano de uso generalizado entre la gente baja de las poblaciones costaneras para designar la holgazanería, pero que se aplica casi exclusivamente á la tranquila paciencia de los pescadores, cuando no hay pesca, cuando no pica, como diríamos nosotros. Esta palabra ha sido citada por Maffei (Benedetto) en su libro sobre el napolitano, página 45, línea 1. Es también empleada por Gorresio, el hijo del célebre traductor de Valmici, en sus canciones populares.

A mi llegada a Buenos Aires, la segunda vez, en el año 82, ya oí esta palabra y comprendí inmediatamente que se trataba del torare napolitano.

Que la enorme inmigración napolitana que tiene este país haya traído esta palabra y que la influencia criolla la haya transformado en “atorrar”-a-torare no tiene nada de extraño.

Saludo al señor director con mi consideración más distinguida. Luis Leonetti.

Surgen así al menos cinco temas a considerar: el libro de Abeille El idioma nacional de los argentinos; el libro de Benedetto Maffei sobre los napolitanos; las canciones populares de Gorresio; quién era Luis Leonetti; el libro de Rufino José Cuervo Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano.


Buenos Aires, 22 de abril de 2001

ORLANDO MARIO PUNZI

Académico de Número

Titular del sillón “Alberto Vacarezza”


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