Para ir a la página principal, haga clic en la URL: http://geocities.ws/lunfa2000


web analytics

farolito

COMUNICACIÓN ACADÉMICA Nº 1543

Palabras pronunciadas por el Académico Presidente, don
José Gobello, en la sesión del 2 de junio de 2001, acerca de


JUAN AVERNA


Señores Académicos:

El 25 de mayo, por la mañana, falleció el Amigo (Medalla de Plata) don Juan Averna, inteligente y personalísimo bailarín de tangos. Tenía 86 años y venía acompañándonos con su amistad generosa desde siempre, un siempre que llevaba ya casi cuarenta años. Cuando lo conocimos, era el compañero de la inmarcesible Carmencita Calderón, que, con 97 años erguidos sobre sus piernas gloriosas y todavía ágiles, estuvo en la capilla ardiente. Una y otro lucían, desde 1975, la Medalla de Plata al Amigo, que nuestra institución otorga en prenda de reconocimiento a quienes colaboran con ella en forma prolongada. El acto de entrega se realizó en el Centro Cultural General San Martín.

Averna por verdadero apellido, Condoleo explicaba su concepto de la autenticidad del tango con el fervor de un salvacionista. El baile del tango, el avatar danzante de esta compleja y adorable especie musical que es el tango, era su pasión y su tema. Como todo apasionado, era un poco fundamentalista y se dio el gusto de llevar sus ideas y sus pasiones al libro. Dejó, en efecto, un manojo de memorias en un volumen, Los olvidados bailarines de tango, que lleva carátula diseñada por el gran fileteador Luis Zorz y prólogo de quien esto lee, en el que se dice que “Juan vio bailar el tango durante largos años y lo vio bailado por quienes eran veteranos cuando él ensayaba sus primeros pasos; la sabe lunga y atesora las claves de la genuinidad”.

Había nacido en 1914, cuando ya el gran Bernabé Simarra dejaba deslumbrada a París y se encaminaba a España, empujado por la gran guerra del 14, y un poco después de la gran exhibición del Palace Theatre, donde El Cachafaz trataba de contrabandear algunos cortes en un espectáculo pensado a la medida del tango aristocrático, del que eran modelos Francisco Ducasse y Juan Carlos Herrera. En el jurado de aquel certamen memorable estaba, junto a Daniel Videla Dorna, el gran cajetilla del tango, Vicente Madero, hijo del vicepresidente de Roca entre 1880 y 1886, Francisco Madero.

El destino, o Cronos, que dicen es el dios del Tiempo, negó a Juancito Averna aquellos esplendores. Le reservó, en cambio, un destino más alto: el de mantener encendido el fuego sagrado de la pasión tanguera durante más de siete décadas. Y fue fiel a ese destino.

El sueño de Juancito era ver publicado su libro, y su sobrino Condoleo y sus amigos, cada uno en lo suyo, hicimos lo necesario para que se cumpliera. Estaba lucubrando un segundo tomo cuando lo sorprendió la muerte y se lo llevó en pocos días. Sus últimos zapatos de bailarín, fileteados por el querido artista Luis Zorz, tendrán una vitrina entre nosotros. Él tiene un lugar en el corazón de quienes fuimos sus amigos, y su recuerdo acrecienta el tesoro espiritual de esta Academia, un tesoro para el que pedimos a Dios buenos herederos.

Juancito se fue, y nos queda Carmencita. Lástima que no podamos detener el curso del Sol, como hizo Josué.


Buenos Aires, 2 de junio de 2001

JOSÉ GOBELLO

Académico de Número

Titular del sillón “Benigno B. Lugones”


Si desea reproducirlo, por favor, cite las fuentes.