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COMUNICACIÓN ACADÉMICA Nº 1545


El escritor e investigador don José Luis Trenti Rocamora ha querido difundir por medio de la prensa el texto que se transcribe. La Peña de la Amistad lo ha refrendado y publicado a través de un folleto. Convoca esa peña el Académico de Número don Miguel Unamuno, y concurren semanalmente los señores Duilio Brunello, Guillermo del Cioppo, Dardo Cúneo, Norberto Doti, Luis Ricardo Furlan, Juan Carlos Lorenzo, Pedro Maratea, Enrique Mario Mayochi, Juan Carlos Nicolau, Ricardo Ostuni, Horacio Salas, Antonio Salonia, Atilio Stampone y Enrique Zuleta Álvarez.


EL NUEVO DICCIONARIO DE ARGENTINISMOS

 

Resulta reconfortante que una entidad del sólido prestigio de nuestra Academia Argentina de Letras reconozca la existencia de un idioma nacional, y que tal reconocimiento quede formalmente establecido en un diccionario de su elaboración, cuyo léxico en consecuencia se incorpora oficialmente al habla corriente.

Se trata de un acontecimiento de trascendencia mayor, que debe estar acompañado del recuerdo de quienes desde hace más de siglo y medio vienen luchando y trabajando para cimentar los valores básicos de nuestra nacionalidad idiomática.

Debe ser ésta la ocasión de rendir homenaje a Francisco Javier Muñiz, quien en 1845 publicó sus Voces usadas con generalidad en las repúblicas del Plata. También homenajear al fundador de los estudios literarios nacionales, Juan María Gutiérrez, que vaticinó: “Tendremos un Diccionario y una Academia que nos gobernará en cuanto a los impulsos libres de nuestra índole americana en materia de lenguaje”.

Cuando Ricardo Monner Sans llegó de España en 1889 para incorporarse a la redacción de La Nación, se apasionó por el vocabulario local, y en 1903 publicó sus Notas al castellano en la Argentina, grueso volumen que después amplió hasta registrar 556 voces.

Para el centenario, en 1910, Tobías Garzón presentó el Diccionario argentino. Por entonces, ya estaba establecido un firme movimiento en procura de clasificar y solidificar la lengua local. En 1911 apareció el Vocabulario argentino de Diego Díaz Salazar, y también de 1911 es la obra mayor durante décadas y hoy un clásico: el Diccionario de argentinismos de Lisandro Segovia, con más de 1000 páginas, cuyo original mereció la honra de ser premiado en 1904 nada menos que por la Real Academia Española, logrando así un reconocimiento cabal a la existencia y consideración de un lenguaje rioplatense.

Más actual es el Diccionario de argentinismos del combatiente republicano español Sinesio Baudilio García Fernández, firmado con el seudónimo de Diego Abad de Santillán (1976, 1000 páginas).

Y hay que mencionar los muchos diccionarios y vocabularios que se agregaron posteriormente, debidos a Antonio Dellepiane, Tito Saubidet, Juan Carlos Guarnieri, José Barcia, Félix Coluccio, Federico Cammarota, Mario E. Teruggi, etc.

Y también deben considerarse las valiosas recopilaciones regionales, como la de Salta, por José Vicente Solá; la de La Rioja, por Cáceres Freyre; la de Santiago del Estero, por Orestes Di Lullo; la de Tucumán, por Elena Rojas; la de Catamarca, por Carlos Villafuerte (2 tomos editados por la propia Academia Argentina de Letras) y muchas otras.

Todo esto acompañado por una muy nutrida bibliografía sobre la materia, coronada por los tres tomos de la compilación de Noé Jitrik El nacimiento de un lenguaje nacional, editados generosamente por el Estudio Entelman.

Es justo agregar el último gran esfuerzo, el monumental Nuevo diccionario de argentinismos de Claudio Chuchuy y Laura Hlavacka de Bouzo, publicado por el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, con 9000 voces en 800 páginas.

En medio de todo este arsenal bibliográfico y de inquietudes se alza la figura luchadora de José Gobello, con diccionarios y variadísima obra, que juntamente con su creación de la Academia Porteña del Lunfardo han sido los sostenedores de la pasión por el idioma argentino.

Sea fervorosamente bienvenido el nuevo diccionario de la Academia Argentina de Letras, pero no es el primero; su enorme mérito aun antes de conocerse es el reconocimiento a un largo camino recorrido por la identidad nacional y de incorporarse a él enriqueciéndolo con la fuerza de su meritoria tradición.


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