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farolito

COMUNICACIÓN ACADÉMICA Nº 1555

Del Académico de Número don Miguel Unamuno, acerca de


CARLOS GARDEL Y RAFAEL ALBERTI


Señor Presidente:

En 1927 Carlos Gardel llegó a España por tercera vez. Las anteriores (1923 y 1925) le depararon prestigio y éxito. Había actuado ya en salas y teatros de la península, especialmente en Barcelona y Madrid. Incluso grabó un vasto repertorio de obras argentinas para la discográfica Odeón. En su última gira, una de las más extensas por la cantidad de actuaciones y grabaciones realizadas, conoció a Luis Pierotti, que lo llevaría, más tarde, a París.

Mientras duró su estadía española, Gardel conoció a varias personalidades de la cultura: periodistas, artistas, escritores, personajes de la farándula. Uno de ellos fue el poeta Rafael Alberti. El ilustre gaditano, perito en versos, conoció al Zorzal criollo de manera casual y en circunstancias no menos curiosas.

De Gardel se ha conocido su culto de la amistad y, en otro orden, su pasión por las carreras de caballos. Menos, seguramente, se sabe de su afición al fútbol. Alberti, en las nostálgicas y sabrosas páginas de La arboleda perdida (tomamos la memoria del Tomo I, 1° y 2° libro, Alianza, Madrid, 1998, pp. 294-295), recuerda cómo conoció a Gardel y revela aspectos de su personalidad.

Escribe Alberti: “Hice una oda a un futbolista (años antes, en Montevideo, el poeta Parra del Riego le había cantado a Isabelino Gradín, otro famoso jugador), Platko, heroico guardameta en un partido entre la Real de San Sebastián y el Barcelona. Fue en Santander: 20 de mayo de 1928. Allí fui con Cossio a presenciarlo. Un partido brutal, el Cantábrico al fondo, entre vascos y catalanes. Se jugaba al fútbol, pero también al nacionalismo. (…) Platko, un gigantesco guardameta húngaro, defendía como un toro el arco catalán”. Según Rafael, la actuación de Platko fue heroica; sufrió lesiones, debió abandonar el juego, pero regresó a la cancha “vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar”. Como una reivindicación novelesca, al final lo acompañó la victoria (*).

“Por la noche atestigua Alberti, en el hotel, nos reunimos con los catalanes. Se entonó Els segador y se ondearon banderines separatistas. Y una persona que nos había acompañado a Cossio y a mí durante el partido cantó, con verdadero encanto y maestría, tangos argentinos. Era Carlos Gardel. Con él salimos aquella misma madrugada para Palencia. Una breve excursión, amable, divertida. Gardel era un hombre sano, ingenuo, afectivo. Celebraba todo cuanto veía o escuchaba. Nuestro recorrido por las calles de la ciudad fue estrepitoso. Los nombres de los propietarios de las tiendas nos fascinaron, nombres rudos, primitivos, del martirologio romano y visigótico. Leíamos con delectación, sin poder reprimir la carcajada: Pasamanería de Hubilibrordo González, Café de Genciano Gómez, Almacén de Eutimio Bustamante, y éste sobre todos: Repuestos de Cojoncio Pérez. Un viaje feliz, inolvidable”.

Alberti cierra su testimonio así: “Meses después, ya en Madrid, recibí una tarjeta de Gardel fechada en Buenos Aires. Me enviaba, con un gran abrazo, sus mejores recuerdos para Cojoncio Pérez. Como a mí, era lo que más le había impresionado en Palencia”.


Buenos Aires, 22 de marzo de 2002

MIGUEL UNAMUNO

Académico de Número

Titular del sillón “Santiago Dallegri”


(*) El partido correspondía a la final de la Copa del Rey, el torneo más importante de España en ese momento. El equipo blaugrana ganó 3 a 1, y Platko sufrió una lesión en la cabeza que requirió sutura y otra en el hombro. Tras el partido, Platko fue internado, y Gardel lo visitó en el hospital.


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