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farolito

COMUNICACIÓN ACADÉMICA N° 1565

Del Académico de Número don
José Luis Trenti Rocamora, acerca de


RAÚL MARIO ROSARIVO


Señor Presidente:

En 1963 el gran artista Raúl Mario Rosarivo realizó el diploma que acredita como Académico de esta casa. Voy a referirme ahora al autor del codiciado documento que recibiré en breve.

La obra de Rosarivo está dispersa y sobre él es poco lo que se recuerda. Yo lo conocí hacia 1947, cuando frecuentaba la Asociación de Escritores Argentinos (ADEA), que fundó Arturo Cancela en la planta alta del Bar Helvetia de Corrientes y San Martín, donde también concurrían Leopoldo Marechal, José María Castiñeira de Dios, Juan Alfonso Carrizo, Rafael Jijena Sánchez, Antonio Monti, Brandán Caraffa, Pilar de Lusarreta, Nicolás Olivari, Joaquín Gómez Bas, Guillermo House, María Granata, Atilio García Mellid, Arturo Lagorio, César Tiempo, Horacio Rega Molina y otros que ahora no recuerdo.

Por entonces yo visitaba a Rosarivo en su casa colonial del pasaje Inca 3860, entre las calles Medrano y Salguero. Hacía poco que se había mudado desde muy cerca, de Potosí 3481. Me decía que amaba el barrio y que el aislamiento del pasaje se conformaba con su espíritu silencioso y recoleto. Lo recuerdo menudo, de tez aceitunada, con pausada conversación y baja voz; orgulloso de su biblioteca de rarísimos libros antiguos y de sus etéreos dibujos. Siempre tenía uno de gran proporción ubicado en su atril de pie.

Rosarivo nació en Buenos Aires el 17 de julio de 1903. Cuando tuvo sesenta años comenzó a morir de a poco, dado su empedernido tabaquismo, que lo extinguió el 29 de septiembre de 1966, también en Buenos Aires.

Casó con Elena Pastor. Su única hija Nilda Beatriz, “Bicho”, nació el 23 de julio de 1930. Excelente alumna, egresó en 1948 de la Escuela Normal N° 7 “José María Torres”. Sus inquietudes literarias están expresadas en publicaciones de la época, como el excelente periódico El Libro, que apareció mensualmente durante veinte años a partir de 1950, donde también colaboró su padre.

Rosarivo fue un bibliófilo exquisito. Adornó su inquietud con un conocimiento profundo de la gráfica. Su amplia cultura clásica lo llevó a estudiar los principios de la diagramación de los incunables. Fue el diagramador de las más importantes obras que se imprimían en Buenos Aires: los grandes talleres, como Kraft, Futura y Peuser, recurrían a su profesionalismo. La Argentina era otra en el amor al libro bien impreso; existían Colombo, López, Coni, Fogli, Amorrortu, Chiesino, Marcatali, Taladriz, El Tala y otros que se disputaban el certamen anual de los libros mejor impresos. La revista Biblos, de la Cámara del Libro, fue dirigida primeramente por Julio Cortázar y después por Atilio García Mellid. La Cámara de Industriales Gráficos publicaba inmensos tomos con estudios privilegiados.

Rosarivo hizo íntimos amigos en el mundo del libro: Teodoro Becú, Amaranto Abeledo, José Fontana, Carlos Foglia, Carlos Obligado. Su obra está dispersa en revistas, pero dejó libros y folletos que resultan más fáciles de hallar. El más importante es la Historia general del libro impreso, en gran tamaño, de casi 300 páginas. Poseo el ejemplar N° 5. Cabe aquí recordar el gran catálogo titulado Formas y etapas del libro, que preparó para la Exposición del Segundo Congreso de la Industria Gráfica. Su libro Romances de media noche fue editado en 1943 por la casa Kraft, pero don Alberto Kraft le puso su nombre personal. En corto prólogo Rosarivo deja pintada su tímida y exquisita personalidad.

La obra de Rosarivo hay que buscarla también en las carátulas y colofones de los libros, que dan cuenta de sus dibujos y otras colaboraciones, como en la Elegía purísima, de José Eduardo Siri; en el Retablo satírico, de Roberto Guidi (que representa un Rosarivo dibujante distinto); y en la Pacha Mama, de Amadeo Rodolfo Sirolli, con imágenes de Rosarivo, que en el año 1931 editó Samet, y que resulta la expresión gráfica más antigua que le conozco.

En 1958 Rosarivo fue escogido entre los mejores quince artesanos de la gráfica mundial para cuidar de la edición europea del primer capítulo de la Biblia, a beneficio del leprosario de Albert Schweitzer. (Noticias Gráficas del 5-XII-58)

Pero la obra que más fama dio a Rosarivo fue el Tratado de la divina proporción tipográfica ternaria, que pone en descubierto “el número de oro o número clave en que Gutenberg se basó para establecer las relaciones armónicas que guardan las diversas partes de una obra”.

Decía que la obra de Rosarivo hay que buscarla por dentro de los libros. De una nota surge que Rosarivo es el autor de los tres tomos que forman el Catálogo de la Biblioteca de Teodoro Becú (1950-1953), muy preciado por los actuales bibliógrafos. También fue Rosarivo el diagramador y dibujante de la rarísima Guía de las Bibliotecas Populares, editada en dos grandes tomos en 1955 y destruida en 1956.

Pero la obra de mayor envergadura gráfica que estuvo a su cuidado fue Los cuatro Evangelios, que en forma monumental publicó la Editorial Kraft en 1944, en homenaje al IV Congreso Eucarístico Nacional. En el extenso y artístico colofón se deja constancia de su participación. También es suyo el diseño exquisito del frontispicio. Por entonces Rosarivo ejercía la dirección artística de la casa Kraft. Continuaba haciéndolo en 1946, según se lee en su folleto Cómo formar el espíritu en la imprenta.

Del año 1944 es el Homenaje en el 25° aniversario de su consagración espiscopal a su Eminencia Reverendísima el Cardenal Santiago Luis Copello…, hermoso tomo de Kraft con diseño de Rosarivo.

Fue profesor en el Instituto de la Cámara de Industriales Gráficos, y en 1947 confeccionó para sus alumnos los folletos De la unidad artística del libro… y Divina proporción tipográfica… No pudo cumplir el anunciado programa de 5 títulos.

Era habitual que Rosarivo firmara sólo con sus iniciales R.M.R. Su letra era redonda, clara y parada, similar a la de los escritores Mujica Láinez, Anzoátegui y Larreta.

Católico ferviente y peronista del 46, no alcanzó a vivir el tiempo de la computadora. La habría rechazado y jamás concebido la factura de un libro por la digitalización. Su mundo era medioeval y vivía encerrado en él. Era feliz en el largo tiempo sin estridencias y sin reloj, con luz suficiente pero no detonante. Por eso el pasaje Inca del barrio de Almagro le proporcionó el silencio vital para su creación.


Buenos Aires, 20 de junio de 2002

JOSÉ LUIS TRENTI ROCAMORA

Académico de Número

Titular del sillón “Ángel Villoldo”


Si desea reproducirlo, por favor, cite las fuentes.

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