Para ir a la página principal, haga clic en la URL: http://geocities.ws/lunfa2000


farolito

COMUNICACIÓN ACADÉMICA N° 1576

Del Académico de Número
don Miguel Unamuno, acerca de


MARTHA GULARTE


Señor Presidente:

Una de las expresiones más puras del folclore uruguayo y, por ende, rioplatense, es su tradicional carnaval, enriquecido por las llamadas de las comparsas primitivas de negros, y, actualmente, común y alegre pertenencia de la comunidad montevideana en general.

A lo largo de su pasado histórico y étnico, esos grupos festivos insertaron y prolongaron el espíritu de la raza africana y lo contagiaron a través del mestizaje. Bailes, cantos, celebraciones ruidosas y coloridas calentaron el alma popular y, a la vez, permitieron el surgimiento de personajes que resultaron inolvidables.

Una de esas figuras emblemáticas fue, sin duda, Martha Gularte, la primera vedette que tuvo la carnestolenda oriental. Nacida en Tacuarembó el 17 de junio de 1919, tuvo una infancia pobre; vivió en varios orfanatos y, a los 14 años, ingresó en el mundillo de la farándula. Ella misma solía recordarlo, en apretada síntesis: “Me puse un vestido de encaje negro y un par de zapatos de taco alto y me fui a un teatro (donde se realizaba un concurso de bailes). No podía entrar, porque era menor, pero me abrí el tapado y, al verme, el brasilero de la puerta me dijo: ‘Vocé va a ser la atracción de la noche’. Salí al final, tiré el tapado, me levanté la pollera, y el teatro fue un relajo”.

Desde entonces, creció en simpatía y ritmo, atrajo la atención hasta el delirio y se convirtió en una imagen singular e infaltable de la romería anual. Con justicia se la designó oficialmente “la auténtica Reina del Plata”. El periodismo la asedió con notas y entrevistas, y ella se explayó siempre con idéntico talante y gracejo. Por la seducción y el garbo de su idiosincrasia, se constituyó en la integrante principal de la comparsa Añoranzas Negras. Fue una auténtica revelación porque, hasta su aparición, solo existían algunas danzarinas reconocidas.

Su trayectoria artística había arrancado como bailarina de varieté, con gran éxito en los cabarés chilenos, primero, y, más tarde, en los montevideanos. De la mano del notable bailarín Carlos “Pirulo” Albín entró en las comparsas en 1949. Su fama tuvo tanta notoriedad, y admiración, su arte peculiar, que fue tentada varias veces para proyectarse internacionalmente. Entre esos ofrecimientos, recordamos los del cantante estadounidense Sammy Davis Jr. y el director musical hispano-cubano Xavier Cugat, cuya mujer, la despampanante Abbe Lane, había sido contratada por la intendencia local para ser la soberana del carnaval, aunque no pudo superar el frenesí y la adhesión del pueblo por Martha Gularte.

En muchos casos, esta extraordinaria figura de la otra banda estuvo en Buenos Aires. Aquí compartió escenarios con Juanita Martínez, Tito Lusiardo, José Marrone y Alberto Anchart, entre otros, demostrando sus habilidades, además, como bailarina de charlestón y zapateo americano y creando vigorosas y atrayentes coreografías. En los últimos años, integró el elenco de “La puta vida”, un laureado filme de la cineasta Beatriz Flores Silva.

Más allá del mundo frágil y mediático de la escena, Martha atesoraba otro universo, íntimo y rico, que pudo manifestar líricamente cuando publicó, en 1999, su libro El barquero del río Jordán. Canto a la Biblia, considerado por la crítica como “una obra que merece leerse y releerse por la profundidad de su sencillez”. Ni aquella infancia de penuria y casi servidumbre ni el fogueo de las marquesinas habían logrado quebrar su fe religiosa: “Yo no pedí ver –confesó–, pero a partir de eso empecé a escribir. Fue una forma de interpretar la Biblia de los niños”. En la actualidad, estaba redactando sus memorias.

Como a todo artista genial, autodidacta en la vida y en el arte, le resultaba complejo explicar los motivos de su vocación, el éxito y el fervor casi idolátrico de su pueblo, ante el cual reiteraba constantemente su vocación y orgullo uruguayos. Rehusó cualquier exilio, aun con ventaja económica o profesional. Pocos, como ella, sintieron y expresaron la profundidad de la raíz vernácula y la fidelidad a los ancestros.

Se la recordará, asimismo, como una cordial anfitriona, pues su casa del Barrio Sur siempre estaba colmada de visitantes, de amigos y colegas –como los famosos Lágrima Ríos y Juan Ángel Silva–, de gente anónima que congeniaba con sus modales afectivos y sensibles. Su fama, a pesar de los años, no había decaído. Ramón Merica, periodista y escritor, recuerda que “ella siempre, en el lugar donde estuviera, era el centro: la gente la buscaba en el Mercado del Puerto, en donde ya era parte del paisaje, vestida de lamé, mucho strass y tacos ‘alfiler’ de quince centímetros”. Martha justificaba su resistencia física con un visible aunque arrogante dejo de melancolía: “Salgo, pero voy caminando. Antes, salía bailando por la calle principal, que al final tenía una fuente luminosa. Ahí un día me tiré con ropa de plumas porque me dolían los pies. La gente se mataba de risa. Yo siempre me destaqué por las cosas locas que hacía. Pero las hacía de alma”.

El 19 de agosto pasado, Martha Gularte, a los 83 años, fue encontrada muerta en su tradicional casona de Montevideo. Sin su presencia viva, aunque con la del legado de su radiante carácter, el carnaval uruguayo deberá acostumbrarse a su alejamiento definitivo después de medio siglo de asistencia perfecta. Pero las llamadas y las comparsas quebrarán anualmente la monotonía insoportable del olvido y rendirán su homenaje sin tregua a la primera vedette, símbolo del linaje popular.


Buenos Aires, 31 de agosto de 2002

MIGUEL UNAMUNO

Académico de Número

Titular del sillón “Santiago Dallegri”


Si desea reproducirlo, por favor, cite las fuentes.

1