En realidad, lo que se prohibió no es el género conocido como "cumbia villera", sino la difusión de las canciones cuyas letras toquen determinados temas o usen algunas palabras. Así, la analogía con la prohibición de los tangos con letras que contuviesen palabras lunfardas es evidente.

El tango pudo sobreponerse a esa prohibición, y exploró, como lo venía haciendo desde tiempo atrás, otros temas y otras formas de referirse a ellos. (Si bien su decadencia comenzó alrededor de una década después de la prohibición, se debió mucho más a motivos comerciales de las empresas discográficas y a motivos culturales que a esta forma de censura).

En cambio, parece imposible imaginar la "cumbia villera" (nombre dado por el marketing) sin referirse a ciertos temas de un modo crudo, con letras completamente carentes de metáforas (salvo, quizá, la de llamar vitamina a la cocaína).

Por lo demás, surgen interrogantes acerca de los motivos de la censura. ¿Se la prohíbe porque es representativa de las clases bajas? ¿Porque los excesos de los jóvenes de las clases medias (las bebidas energizantes, el éxtasis y la marcha) no son puestos en palabras por ningún género musical? ¿Porque molesta la diversión y el placer, sexual o no, reivindicado en las letras de las clases bajas? ¿O porque molesta que los villeros dejen de sentir vergüenza de su condición y, por el contrario, la resalten como motivo de orgullo?

En última instancia, parece tratarse de un pueril intento de esconder la basura debajo de la alfombra: es necio pensar que la prohibición de difundir canciones que hablan de robar bancos o de aspirar cocaína disminuirá el número de robos a bancos y de consumidores de estas drogas. Las condiciones sociales, económicas, culturales, educativas, etc., que sirvieron como marco de la aparición de este género musical siguen vigentes; y también permanecen incólumes las condiciones que llevaron a la "cumbia villera" al éxito en las clases medias, más allá del público que presuntamente debía ser su consumidor fundamental.