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EL SUSTANTIVO PETE Y SUS DERIVADOS

Fue al declinar la década del 90 cuando se difundió el sustantivo pete con el significado de ‘felación’. Sin duda mucho influyeron los medios de comunicación, que para esa época ya habían adoptado en masa un lenguaje decididamente pedestre; en especial, en lo que atañe a la sexualidad, la cual abarca un porcentaje de su producción que permite conjeturar algún tipo de obsesión. (Como hito de esta tendencia puede señalarse la popularización del término forro por parte de un actor cómico, hacia 1990).

Los diccionaristas lunfardos que dieron sus obras a las prensas cuando concluía el siglo XX lo pasaron por alto: hablamos de Gobello (en colaboración con Amuchástegui, 1998), Conde (1998) y Teruggi (1998).

Se lo encontraba en el “Glosario Okupa”, que explicaba en internet muchas de las palabras usadas en el programa de televisión Okupas, estrenado en 2000, cuyo eje narrativo eran unos jóvenes que, como el resto de la sociedad, se atollaban en los arenales de la anomia. No había una entrada “pete”, seguramente debido al poco rigor lexicográfico del glosario, sino que aparecía en el ejemplo de dar: “Dar. Ser oportuna una situación. (¿Da para que hagas un pete?)”.

Muy probablemente sea de ese mismo año (si no del anterior) la cumbia Haceme un pete, interpretada por el grupo Kalú en los programas de televisión y en los boliches de la llamada “movida tropical”, en la que se jugaba con el doble sentido habitual en este estilo musical. [1]

Ya en 2002, este sitio lo definió como ‘felación’, en la primera entrega de la serie “50 palabras que no están en los diccionarios lunfardos”. Luego consignamos petear ‘practicar sexo oral en el pene a un hombre’ y petero, ra ‘persona que habitualmente practica sexo oral a un hombre’ y ‘persona que disfruta haciéndolo o que lo hace muy bien’.

En cuanto a los diccionarios impresos, recién en 2004 lo hallamos registrado en volumen: Labraña y Sebastián (Lengua y poder) dan “pete, hacer un. fr. v. sex. Practicar felatio”, y es Conde (Diccionario etimológico del lunfardo, 2ª edición) quien brinda la definición más completa. Dice: “pete. m. Chupete. 2. Pene. 3. Felación; fellatio. || Hacer un pete: practicar la fellatio. (Las ss. derivan de la primera acepción, por aféresis del esp. chupete: objeto con una parte de goma o materia similar en forma de pezón que se da a los niños para que chupen)”. Además, detecta sus derivados: “petear. tr. Practicar la fellatio, sexo oral a un varón” y “petero, ra. adj. Que gusta de practicar la fellatio y lo hace habitualmente. 2. Que es especialista en practicar la fellatio”.

La acción de llevarse un elemento faliforme a la boca para chuparlo y obtener satisfacción –aunque también para brindarla, en este caso…– explicaría que al pene se lo llamara pete, como a un chupete; sin embargo, la traslación de sentido fue vertiginosa, y casi inmediatamente se comenzó a dar este nombre a la felación, que hasta entonces recibía el ambiguo de sexo oral, el culto de fellatio, el vulgar de chupada o el más antiguo y lunfardo de francesa. También se la mencionaba con sintagmas verbales mucho más contundentes, como tirar la goma, y otros en los que solía omitirse el sustantivo para aliviar la carga de explicitud, quedando solo el verbo chupar (jamás el ibérico mamar) y el pronombre la.

(En este sentido, es relevante señalar que el Diccionario de la Real Academia Española incorporó felación recién en su última edición, la de 2001. En ella no aparecen el verbo felar ni felador y felatriz, que pueden oírse a veces cuando se trata, sobre todo en los medios, de darle un forzado tinte culturoso al tema).

Sobre la primera acepción de las que da Conde, debemos señalar nuestro profundo disenso, ya que el suyo es un diccionario lunfardo, y pete ‘chupete’ no es en nuestro modo de considerar el lunfardo una palabra que integre este vocabulario. Más bien, la consideramos parte de esa media lengua en la que se les suele hablar a los bebés y donde, por ejemplo, babáu es perro.

La transición entre la segunda y la tercera de las acepciones que da Conde puede develarse con una frase que escuché una noche (frente a la parada del colectivo 103), cuando un señor le decía a la mujer que lo acompañaba: “Esa boca quiere un pete”. No consideré apropiado interrumpir el juego de seducción con mi inquietud lexicográfica: “Disculpe, señor, pero ¿qué quiere usted decir con pete?, ¿que ella quiere un pene o realizar una felación?”.

No obstante, no estoy segura de que ese uso huidizo de pete ‘pene’ amerite un lugar en los diccionarios. De hecho, nunca la escuché inequívocamente con ese significado. Apenas si en la artificial soplapetes, que se usa con el significado de petero, pete sí significaría ‘pene’: “También es de recontra puto soplapetes que no te guste aunque sea una sola canción de AC/DC”. La variante bipartita es mucho menos usada: “¡Qué pinta de trola sopla petes!”.

Pero hay otro pete, sin dudas previo al que estamos tratando, y que quizá haya influido en la popularización de esta palabra. Nos referimos a una golosina, con forma de chupete, que indudablemente debió de salir al mercado antes de la masificación de nuestro sustantivo con este sentido. Aún hoy sigue en venta en los kioscos, y esta es su página web [2].

Así las cosas, no creemos descabellado afirmar que el surgimiento y especialmente la posterior y rápida masificación de pete responden a una necesidad expresiva. La felación, ya sea la heterosexual o la homosexual, se ha popularizado (tanto en la práctica como en su presencia mediática, en la que influye, sin duda, la avasallante difusión de la pornografía, que brinda nuevas ideas y, sobre todo, rescata algunas olvidadas) y forma parte de la realidad de una gran mayoría de personas. En especial los jóvenes recurren a esta forma de sexo oral no solo como prolegómeno de una relación sexual más amplia, sino que incluso a veces limitan el encuentro sexual al pete por diversos motivos, entre los que practicidad y sencillez, y la intención de evitar un compromiso mayor son algunos de los que lo hacen más corriente.

Esa necesidad de la que hablamos no concluye con nombrar la cosa, sino que abarca lo que ese nombre connota. El pete no es una felación, palabra tan profesional como pene o vagina, usadas solo por médicos, periodistas y lexicógrafos. Ni es una fellatio, que podría describir esta acción en un libro seudo zarpado de la década del 60. Tampoco es una chupada, palabra ruda, que desprende vulgaridad y masculinidad, ni es una francesa, porque ya no se trata de una casi exclusiva especialidad de prostitutas francesas.

Se necesitaba una palabra propia, que reflejara sin lascivia ni rudeza excesivas la nueva realidad de la felación. El sustantivo pete transmite la afectividad, la cotidianidad y la naturalidad que ha adquirido esta forma de sexo oral. Lo hace remitiendo a algo tan común como un chupete, y lo hace en el límite entre lo vulgar –ya que aún hoy suele considerarse vulgar cualquier forma de expresar lo relacionado con la sexualidad si no se emplean términos profesionales– y lo informal. Se trata de una metáfora ingeniosa –casi simpática, diríamos–, más leve que las perífrasis mencionadas, y mucho más natural que los tecnicismos o cultismos.

Ciertamente, el sustantivo pete es mucho más popular que sus derivados petear y petero, ra. Con respecto al primero, es claramente más frecuente el uso de la forma hacer un pete, en especial a la hora de pedirlo o de referir el pedido o el deseo. A los últimos les debemos agregar otra acepción, la que podríamos definir ‘relacionado con el pete’, como puede verse en ejemplos como “esa bocota petera”, “tiene unos labios peteros dignos de competir con la Salomón en sus buenas épocas”, “gran actitud petera”. Muy minoritarias son las formas peteador y peteadora, sinónimas de estas.

Sobre el verbo, disentimos con Conde y sostenemos que el uso de petear es fundamentalmente intransitivo: “Le encanta petear” es muchísimo más habitual que “Le encanta petearme”. En esos pocos casos transitivos que encontramos en internet, por supuesto el peteado es el hombre y no el pene.

A menudo, y como parte de ese tono juguetón al que nos referimos, suele dársele a la felación algún nombre que deriva de pete, como petiso, petardo, peter o el más difundido peteco.

Por último, también es menester consignar un exiguo uso insultante de pete, algo así como un equivalente de ‘tonto’ o de ‘boludo’, como muestran los ejemplos “¡Sos un pete!" o “¿Quién es el más pete del año?”.

Nora López

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[1] Me fui a Colombia y entré a un baile / con mis amigos a festejar. / Después de horas de estar bailando / pintó un trago sensacional. / Le preguntamos a ese chavo / qué rico trago, qué bueno estaba... / Andá a la barra, pedí un pete, / ese es un trago sensacional. // Haceme un pete, haceme un pete, / porque esta noche quiero GOZAL!! / Me comentaron que esa chica / hace unos petes espectacular.

[2] He aquí unos petes: pete

y su envoltorio: pete