Capítulo 1:      DE VIAJES Y REUNIONES 

por Sandra Hernández Martín


          La expedición japonesa salió del aeropuerto internacional de Narita, en Tokyo, el miércoles catorce de octubre cerca de las nueve de la mañana, rumbo a Londres. La selección que subió al avión era exactamente la misma que se había traído la Copa del Mundo desde Francia a principios de verano, con las excepciones de Ohzora Tsubasa y Wakabayashi Genzo, que se unirían al equipo en la ciudad de Londres, por ser los únicos jugadores que se encontraban fuera del país (Misaki Taro había vuelto a residir en Japón aquel año). Otra de las diferencias existentes era el hecho de que todos los muchachos iban vestidos con el uniforme "oficial" del Japón que ya habían estrenado Hyuga, Misugi y Matsuyama en el sorteo de la Copa de Asia del que se convirtieron en protagonistas.
  - Me ahogaré, y el único culpable será Mikami-san -murmuró Matsuyama al entrar al avión mientras trataba de aflojar un poco el nudo de la corbata. Sus peores temores se habían confirmado: tendría que viajar en avión con aquella estúpida prenda.
  - Pero ahógate pronto, así me comeré tu desayuno -replicó Soda sin volverse.
          Makoto avanzaba por el pasillo justo delante de Matsuyama, que le pegó un empujón nada más le oyó decir aquello con tan poca delicadeza. Soda pegó un traspiés y fue a estamparse contra la ancha espalda de Jito. El gigante del Hirado era el jugador que le precedía.
  - Cuidado ahí atrás -gruñó Jito, volviéndose hacia Soda, que señaló inmediatamente hacia atrás.
  - Ha sido él, grandullón -acusó a Matsuyama. Pero la cara que éste puso era la misma personificación de la inocencia, así que el pobre Jito se tragó el anzuelo.
  - Ya me conozco tus bromas, Soda -dijo Jito. Makoto volvió la cabeza hacia Matsuyama con el ceño fruncido, y este le sonrió con expresión taimada.
  - Así aprenderás a tener un poco más de respeto a los veteranos -le dijo Hikaru. Soda resopló burlón.
          Matsuyama, Soda y Nitta se sentaron juntos en la parte central del avión. Para completar el cuarteto del Musashi faltaba Misugi Jun, pero este se sentaba con los entrenadores porque tenían que discutir unos cuantos temas. O al menos eso había dicho, dándose importancia.
  - ¿Es verdad eso que me ha dicho Takeshi de que ahora jugáis los tres en el Musashi? -preguntó Misaki Taro, sentándose al lado de Matsuyama en el asiento que quedaba libre en la parte central, que era de cuatro. 
  - ¡Misaki-kun! -saludó Matsuyama. Hacía mucho tiempo que no lo veía-. Ya me enteré que has vuelto al Nankatsu. ¿Qué tal te va?
  - Como si nunca me hubiera ido, aunque faltan Tsubasa y Wakabayashi-kun, claro -dijo Misaki con aquella sonrisa suya, tan tranquila-. ¿Y tú? 
  - Adaptándome, ya puedes imaginártelo, pero no me quejo -dijo Matsuyama. Misaki asintió-. ¿Así que Takeshi te ha puesto al corriente? ¿Qué te ha contado?
  - Nada, me dijo que el Toho se había enfrentado a vosotros, pero nada más.
  - En un partido que preferiría no recordar -dijo Matsuyama, con una mueca.
  - ¿Y eso?
  - Porque les barrimos del campo con tres goles -intervino Hyuga, que estaba sentado justo detrás de Soda-. Y Matsuyama no jugó precisamente bien. Espero que te esfuerces más en Inglaterra... -comenzó Hyuga.
          Matsuyama iba a saltar pero, para su sorpresa, fue Soda quien salió en su defensa.
  - ¡Las cosas han cambiado mucho desde entonces, Hyuga-kun! -dijo Makoto, volviéndose hacia atrás-. Te llevarás unas cuantas sorpresas en este torneo sobre Matsuyama-kun. Además, aquel partido se terminó antes de tiempo...
          Las cosas no fueron a mayores porque en aquel momento la fina voz de una de las azafatas sonó por megafonía, anunciando que iban a dar comienzo las maniobras para el despegue, y solicitaba a todos los pasajeros que se abrochasen el cinturón de seguridad.
  - Oye, Soda, no necesito que me defiendan -le dijo Matsuyama a su compañero de equipo en voz baja.
  - ¿Pero no me has dicho que demuestre más respeto o qué? -respondió Soda, sin tomárselo mal. 
  - Seguro que lo ha hecho en agradecimiento por poder pasar más tiempo con Hideoki-san -comentó Nitta con picardía. 
  - Tu a callar, niño -le dijo Soda, poniéndose un poco colorado-. No me recuerdes que Oda se ha quedado sólo con ella, y que aprovechará la situación -dijo con enfado. Sus dos compañeros de equipo rompieron a reír. Aquella competición que mantenían por la atención de la muchacha resultaba divertida.

          Al final salieron del aeropuerto de Heathrow, en Londres, sobre las once de la noche, después de todas las escalas del avión y de recoger todas las maletas de todos los jugadores. Fuera les esperaba un autobús para llevarles al hotel que la Asociación de Fútbol Japonesa había elegido para ellos en el centro de la capital inglesa. La alegría fue máxima al llegar al hotel de concentración, puesto que allí les esperaban los dos jugadores que restaban para que el equipo estuviera completo: Wakabayashi Genzo y Ohzora Tsubasa. El hall se convirtió en un lugar de encuentro, saludos y preguntas para ponerse al día. 
          Genzo continuaba jugando como portero del Hamburgo, sin ninguna novedad importante por su parte. Tsubasa, como ya vaticinara cierta vez Misugi
*, era el capitán del Sao Paulo de la liga brasileña, equipo con el que jugaba por el título de campeón nacional y por todo título que se le pusiera por delante. Desde luego, no había cambiado nada... al menos en personalidad. 
          Era bonito ver que todos estaban reunidos de nuevo, reinaba un buen ambiente.

          Al día siguiente se celebró el sorteo de la ronda clasificatoria del Torneo de Otoño, en el que participaron los capitanes de las dieciséis selecciones que iban a tomar parte en él. Tsubasa echó un vistazo a su alrededor. Estaba con la élite del fútbol europeo. Steve Robson, Karl Heinz Schneider, Gino Fernandez, Eru Shido Pierre, Brian Cryuffort... tantos y tan buenos jugadores... 
  - Me alegra verte, número diez -saludó Schneider a Tsubasa en un excelente inglés. Su expresión era tan fría e indescifrable como siempre. El "kaiser" era tan tranquilo que ponía nervioso-. Wakabayashi ya me dijo que vendrías... 
  - No podría perdérmelo -dijo Tsubasa, también en inglés, aunque con un estilo bastante peor. Lo suyo era el portugués. 
  - Me ha dicho que juegas en el Sao Paulo -comentó Schneider.
  - Eso es -contestó Tsubasa. Schneider se limitó a asentir, simplemente, sin dar idea de lo que pasaba por su cabeza.
  - Será un buen torneo -concluyó antes de marcharse con su entrenador.
          Los dieciséis países se dividirían en cuatro grupos de cuatro equipos, que jugarían una liguilla para ver quiénes eran los dos mejores de ellos. Estos dos se clasificarían para la ronda final del campeonato, de entre la que saldría el campeón del mismo. Ya se habían decidido qué cuatro selecciones partirían como cabezas de grupo. Inglaterra como país anfitrión, Japón como campeón del mundo, Alemania por que era la campeona de Europa y Francia porque, del resto de las selecciones participantes, era la única que había llegado a las semifinales del Mundial. A continuación, los cuatro capitanes tuvieron que sacar las bolas que designarían, al azar, en qué grupo estarían.
          El inglés Steve Robson sacó la letra A, Schneider la B, Pierre la C y Tsubasa, por último, la D. Según esto, Japón sería el cabeza de grupo del grupo D, que tenía que jugar en la ciudad inglesa de Manchester. Los otros grupos jugaban en Londres, Liverpool y Newcastle upon Tyne, respectivamente. La fase final se jugaría completamente en Londres. A continuación llegó el turno de configurar los grupos, que quedaron así:

GRUPO A

GRUPO B

GRUPO C

GRUPO D

Inglaterra
Croacia
Dinamarca
Escocia

Alemania
Rumania
Rep. de Irlanda
Portugal

Francia
Holanda
Irlanda del Norte
Bulgaria
Japón
Italia
España
Gales

          El resultado del sorteo fue el tema de conversación durante todo el trayecto en autobús hacia Manchester. La selección japonesa salió nada más comer en el hotel de Londres, usando el mismo autobús que les había recogido la noche anterior en el aeropuerto. En condiciones normales los muchachos habrían hablado de ello durante la tertulia que siempre hacían después de las comidas, que ya se había instaurado como una tradición en las concentraciones de la selección. Mientras algunos chicos paseaban por la ciudad, hacían turismo o algunas compras, otros preferían quedarse en el hotel y se reunían en la cafetería o en el hall a comentar cómo iban las cosas, cómo veían el campeonato o lo poco que les gustaban las comidas de tal o cual sitio, al mismo tiempo que se tomaban un café o un refresco. Aquella vez, el autobús fue el lugar obligado de reunión, y la tertulia comenzó en la parte trasera.
  - Así que otra vez contra Italia -comentó uno de los gemelos Tachibana, Kazuo-. Como en el mundial de Francia...
  - Y además será el partido que inaugure nuestro grupo -continuó su hermano, sentado a su lado y con la espalda apoyada en la ventanilla. 
 - Bueno, ¿y qué? -dijo Hyuga-. Ya les ganamos entonces y volveremos a hacerlo ahora.
  - Te las prometes muy felices -intervino Wakabayashi, sin dejar de mirar por la ventanilla-. Fernandez no ha vuelto a encajar un gol desde que tú mismo le batiste en Francia. 
  - ¿No le han marcado ni un gol? -preguntó Jito, asombrado. Wakabayashi negó con la cabeza. Genzo sabía de lo que hablaba, porque ambos porteros mantenían una dura pugna por ver quién era el mejor guardameta que jugaba en Europa. 
  - Pues le cortaremos la racha de golpe -dijo Hyuga. 
  - Nada me gustaría más -murmuró Genzo. Eso le vendría muy bien a título personal, pero para ello tenía que jugar contra Italia, y competir con Fernandez directamente, en el campo.
  - Hyuga-san tiene razón -dijo Takeshi, siempre un apoyo incondicional para su capitán-. Somos los campeones del mundo.
  - Eso es un... -iba a intervenir Matsuyama.
  - Si, si, "es un arma de doble filo" -le interrumpió Soda, diciendo exactamente lo que pensaba decir Hikaru, que se quedó de una pieza-. Ya te oí por la tele.
  - ¡Eh!¡Es verdad! -recordó Misaki, mirando a Matsuyama-. ¡Yo te vi, Hikaru!
  - ¡Y nosotros! -dijeron los gemelos a un tiempo. 
          Resultó que casi todos le habían visto, salvo los que jugaban fuera del país. Matsuyama se encogió en su sillón y se deslizó, desapareciendo de la vista casi por completo, algo avergonzado. Misugi, que se sentaba a su lado, se echó a reír al ver la reacción de su amigo.
  - ¿Que le vísteis dónde? -preguntó Tsubasa.
  - En la tele. Entrevistaron a Matsuyama-kun después de que se hiciera el sorteo para la Copa de Asia -le explicó Ishizaki.
  - ¿Qué dijiste, Matsuyama? -quiso saber Tsubasa. Estaba muy interesado en saber todo lo que estaba pasando por "casa" en su ausencia. Hikaru suspiró y se incorporó en el asiento.
  - Dije que ser campeón del mundo era un arma de doble filo porque aunque hace que se te respete más, también sirve como incentivo para que quieran ganarte y demostrar que son mejores que tú -dijo Matsuyama. No eran las palabras exactas, pero era la idea que había querido transmitir-. Eso dije.
  - Pues muy bien dicho, porque es la pura verdad -coincidió Tsubasa, que iba sentado al lado de Misaki. 
  - Hablaste muy bien, así que no se por qué te avergüenzas -dijo Misaki, poniéndose de rodillas en su sillón, que era el que estaba delante del de Hikaru, para ver la cara de su compañero. 
  - Dejadlo ya... -dijo Hikaru. 
  - Y además dijo que Japón jamás jugaría con miedo ante nadie -recordó Misugi. 
  - Eso si que está bien dicho -saltó Wakabayashi. Aquella declaración la hubiera firmado él mismo-. Vamos a tener que nombrar a Matsuyama-kun como portavoz de la plantilla ante la prensa -bromeó el guardameta. Todos se rieron, todos menos el interesado.
  - Ni en sueños -dijo Matsuyama, completamente en serio.
  - Pero si hablas muy bien, Hikaru -dijo Misaki-. Serías el más indicado para el puesto.
  - Ten amigos para esto -murmuró Matsuyama-. ¿Por qué no hablamos de otra cosa? -les pidió a sus compañeros. 


NOTAS:
* Ver capítulo 4 del fanfic "Aguila salvaje del Norte".

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Gracias.


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