Capítulo 3:      COMENZAR CON BUEN PIE

por Sandra Hernández Martín


          El primer partido del grupo D de aquel campeonato inglés enfrentó en Old Trafford a las elecciones de Japón e Italia, y fue retransmitido en directo para el país del sol naciente. Una vez que los dos equipos estuvieron en el césped, formaron en paralelo a la banda para escuchar los himnos nacionales correspondientes. En primer lugar sonó el de Japón, puesto que jugaban como locales.
          Sonó el "Kimigayo" en Old Trafford, con la letra coreada por varios centenares de seguidores japoneses que se habían desplazado a la ciudad inglesa para la ocasión. El estadio no era demasiado grande, comparado con otros campos europeos, apenas si llegaba a las 60.000 plazas. El Parque de los Príncipes había impresionado a Matsuyama por su grandeza, pero el campo del Manchester United le impresionó por su elegancia, por su sobriedad, por cómo resonaban los gritos de los hinchas. Mientras recitaba la letra del himno de su país, Matsuyama podía sentir el calor del público, podía ver sus caras de ilusión. 
          Y entonces sonó el "Inno di Mameli", y aquello se convirtió en un hervidero, con el himno italiano cantado por miles de gargantas del país transalpino. Los aficionados italianos, como no podía ser de otra manera dada la relativa cercanía, eran muchos más que los japoneses. Y gritaban más fuerte. Pero allí abajo, sobre aquel verde y cuidado césped, apoyado por una afición (por pequeña que fuera) de la que apenas separaban unos pocos metros, uno podía pensar que toda gesta era posible. ¿Sería quizás por eso que los seguidores del Manchester habían bautizado a Old Trafford con el sobrenombre de "The Theatre of Dreams", el "Teatro de los Sueños"
          A Hikaru no se le ocurrió un apodo más acertado.
  - Vamos allá -dijo, dando un par de palmadas de determinación cuando la formación se deshizo tras los himnos. Soda, al oírle, le dio un par de golpes en la espalda que a punto estuvieron de hacerle picadillo los omóplatos.
  - A por ellos -dijo su compañero de equipo. Matsuyama asintió, respirando a duras penas. Desde luego, Soda no sabía controlarse, y siempre acababa pagándolo él. 
          Los capitanes de ambos equipos se dirigieron al centro del campo, acompañados por los colegiados, para sortear quién sería el primero en poner el balón en movimiento. El partido debía comenzar a las dos de la tarde, hora inglesa, once de la noche en Japón, y esto debía respetarse también en el resto de las ciudades sede del campeonato. Es decir, los partidos en Londres, Liverpool y Newcastle Upon Tyne debían empezar a la misma hora que en Manchester. De esta manera, la organización del torneo se aseguraba de que no hubiera partido inaugural como tal. Creían que aquello era una medida de cortesía.
          Japón sería quien pusiera el balón en juego. Los capitanes Ohzora Tsubasa y Gino Fernandez intercambiaron banderines en el centro del campo y se desearon suerte mutuamente antes de reunirse con sus respectivos compañeros para posar para la prensa en la foto oficial. Acuclillados en el suelo por Japón estaban Nitta, los hermanos Tachibana, Misaki y Tsubasa; de pie y con expresión seria se encontraban Ishizaki, Soda, Jito, Matsuyama, Hyuga y Wakabayashi Genzo, que había hecho todo lo posible para salir de titular en aquel partido en su afán por enfrentarse a Gino Fernandez. Prácticamente, eran los mismos jugadores que habían ganado a Italia en el mundial de Francia.
  - Espero que sea verdad lo que dijo Soda en el avión, Matsuyama -comentó Kojiro mientras brillaban los flashes de las fotos, aprovechando que se encontraba justo al lado de Hikaru-. Esto es un partido serio.
  - Preocúpate por tu propio juego, Hyuga -le dijo el número doce de la selección, sin volverse a mirarle y manteniendo la compostura en todo momento.
  - Venga, muchachos -dijo Tsubasa, incorporándose y dando con ello terminada la sesión de fotografía-. Vamos a demostrar que somos los mejores.
  - ¡Si! -gritaron todos al unísono.
          La "pareja de oro" del Japón, Misaki Taro y Ohzora Tsubasa, llegó rápidamente al centro del campo, dispuesta a poner el balón en movimiento.
          Y, a las dos en punto de la tarde, el balón echó a rodar. Pronto se vio que Italia había dispuesto una formación ultradefensiva, con cuatro defensas más un líbero, un tal Salvatore Gentile, que serían apoyados por tres hombres en el centro del campo, de corte más bien defensivo. Los italianos sólo tenían dos hombres en punta. Era el clásico juego de Italia, el llamado "catenaccio" por los entendidos; Italia esperaría a ver qué hacía su rival metida en su campo.
          Sin embargo, no parecía que le fuera a dar mucho resultado, porque el "golden combi" estaba avanzando con bastante soltura entre la nutrida defensa italiana, a base de pases y paredes como sólo ellos sabían hacerlo. Verles jugar juntos hacía que el espectador pensase que hacer todas esas cosas era lo más sencillo del mundo, tal era su soltura, tal su alegría. Misaki para Tsubasa, Tsubasa para Misaki... y se acercaban con peligro al área italiana. Y entonces hizo su aparición Salvatore Gentile, cortando con limpieza un pase entre la pareja, con un gran movimiento.
  - No lo vais a tener tan fácil esta vez, japoneses -dijo Gentile. Aquella última palabra, "japoneses", sonó en boca de Gentile como si hubiera dicho "basura".
          Gentile pasó al centro del campo, para que desde allí se dirigiese el ataque italiano.
  - ¡Atentos! -gritó Wakabayashi a sus defensas desde la portería. 
          El portero japonés había hecho todo lo posible por jugar ese partido, dejando en el banco a Wakashimazu Ken. No había ocurrido como en el Mundial de Francia, en el que no había jugado por decisión propia hasta la final (y eso porque le obligaron, prácticamente). En este partido había mucho
prestigio en juego. El portero que saliera menos goleado se vería reforzado para el título de mejor guardameta europeo, título que la prensa ya otorgaba prácticamente a Fernandez por tercer año consecutivo. Wakabayashi no se iba a rendir fácilmente, esta era su oportunidad de demostrar a todo el mundo que era el mejor, y ya había dejado bien claro a la defensa que tenían que esforzarse al máximo, que no iba a perder la imbatibilidad que llevaba en la temporada por cualquier error infantil. Y mucho menos delante de Gino Fernandez, "la mano de oro".
          Italia avanzaba por medio del centrocampista Vecchio, aprovechando que todos los atacantes japoneses estaban adelantados. Vecchio centró en largo hacia la delantera, pero Matsuyama salió al cruce y recuperó el balón para Japón sin problemas. Eran los primeros compases del partido y parecía que las defensas estaban a la altura de las circunstancias. Matsuyama pasó a Soda, que avanzó pegado a su banda sin encontrar resistencia. El lateral centró hacia Misaki, y la "pareja de oro" se puso de nuevo en movimiento.
          Pero la defensa italiana se había cerrado aún más, y los dos amigos se encontraron con muchas dificultades para pasar. Cuando regateaban a un contrario, dos más aparecían en su lugar hasta que el primero recuperaba su sitio.
  - ¡Vamos, Tsubasa! -gritó Hyuga, impaciente en la delantera. El capitán japonés estaba bloqueado por dos defensas italianos, ningún truco que intentaba servía para librarse de ellos, y a Misaki las cosas no le iban mejor-. ¡Pásame a mí! -le gritó.
          Sin embargo, Tsubasa pareció encontrar una opción mucho mejor. Por el rabillo del ojo vió que los gemelos Tachibana avanzaban en pareja hacia el área contraria, y decidió retener el balón un poco más. En el mismo instante en que Masao se tiró de espaldas a tierra y su hermano saltó sobre él, Tsubasa centró por alto hacia los gemelos. 
  - ¡Vamos! -gritó Tsubasa. Los defensas italianos habían estado tan ocupados encargándose de Misaki, Hyuga, Nitta y él mismo que no habían prestado atención a los gemelos.
  - ¡Skylab Hurricane!
* -gritaron los dos hermanos.
  - ¡Para mí! -gritó Fernandez al mismo tiempo, deteniendo a sus defensas antes de que intentasen nada-. ¡Adelantaos!
** -La defensa se apresuró a cumplir sus órdenes.
          Mientras tanto, la altura que alcanzó Kazuo, impulsado por su hermano, fue impresionante, tanto como la precisión del pase de Tsubasa. Kazuo se giró en el aire y enganchó el balón de volea con una chilena que fue directamente al marco de la portería de Fernandez con una gran potencia. Pero no llamaban a Gino "la mano de oro" por nada, y lo demostró allí mismo, porque se paró la chilena de Kazuo con la mano derecha, sin apenas moverse del sitio. No permitió que los japoneses se lamentaran, sino que centró en largo de nuevo para su centro del campo, donde la recogió Vecchio. Esta vez el centro del campo italiano se sumó al ataque, así como el lateral derecho, hacia el que Vecchio mandó el balón. Era un seis contra cuatro, ¡los japoneses estaban en inferioridad numérica!
          Lucca avanzaba con el balón controlado, ganando terreno a gran velocidad a medida que la defensa japonesa reculaba cerrando el paso de sus contrarios. 
  - ¡Espera, Ishizaki! -gritó Matsuyama, viendo que Ryo estaba dispuesto a entrar al lateral italiano a la mínima de cambio, pero Ishizaki ya estaba lanzado y no pudo detenerse por más que lo intentó. Lucca le esquivó con maestría, dejando a Ryo en el suelo y se sacó un centro bombeado al área, donde había cuatro atacantes italianos por tres defensas japoneses.
          Por un segundo, a Matsuyama le vino a la cabeza que ya había vivido aquella situación, ya había ocurrido antes
***, y que había dicho lo mismo. Pero no había hecho lo mismo. Era el momento de probar  qué le había enseñado Hideoki Akemi, de demostrar que aquel entrenamiento había servido de algo. 
  - Dos pasos -le había dicho Akemi. Oyó su voz como si la chica estuviera a su lado-. Cuéntalos, es el salto clásico. Para tomar impulso en voleibol damos dos pasos largos, y saltamos al tercero. 
          El balón ya descendía. Todo el mundo sabía que el juego aéreo de Italia era magnífico, y en el área había cuatro italianos que se diponían a saltar. Wakabayashi iba a salir, aún a riesgo de dejar la portería  desprotegida ante un rechace que pudieran rematar los otros dos atacantes que estaban fuera del área.
  - ¡No salgas! -le gritó Matsuyama. En otras circunstancias, Genzo no le hubiera hecho ni caso, porque sabía que el salto no era su fuerte (y porque nadie le daba órdenes). Pero el tono seguro y confiado de Matsuyama paralizaron al portero en su sitio. 
          Uno. Dos. Con el segundo paso se había metido en medio de los italianos. El único japonés en medio de aquellas camisetas azules. Se impulsó con la pierna izquierda y saltó.
          Y se llevó el balón con el pecho, sacando medio cuerpo a sus sorprendidos contrarios y dejando atónitos a sus propios compañeros. En cuanto cayó al suelo, le pegó una buena patada al balón hacia adelante, antes de que nadie reaccionara, para sacarlo del área. El esférico fue a parar a los pies de Misaki.
  - ¡Vamos! -le gritó a Taro-. ¡Están en desventaja! ¡Os toca a vosotros! -le recordó. Y era cierto. Con seis italianos al ataque, sólo quedaban cuatro en la defensa mas el portero. 
  - ¿Y tú desde cuándo saltas tanto? -le preguntó Wakabayashi mirándole con incredulidad cuando los italianos salieron corriendo como demonios hacia su campo.
  - Ya ves -dijo Matsuyama, sin poder evitar sonreír con satisfacción.
          Miró hacia el banquillo. Misugi también sonreía, y él se encontró deseando inconscientemente pero con todo el alma que Akemi hubiese visto lo que acababa de hacer.
          Mientras tanto, la selección japonesa atacaba.

          Y, en Japón, en la sala de recreo de la Residencia Musashino...
  - ¿Lo has visto, Kazumasa-kun? -le preguntó Akemi al chico. Los ojos de la muchacha brillaban-. ¡Eso es, Hikaru-san!¡Así se hace! -exclamó Akemi hacia la televisión.
          ¿Hikaru-san? Oda se quedó mirando a la muchacha. ¿Lo que había visto en los ojos de Akemi era solo orgullo por su pupilo o había algo más? 

NOTAS:
* También conocida como "catapulta infernal".
** Bueno... ejem... se supone que entre jugadores de un mismo país, hablan en su propio idioma y los contrarios no lo entienden. Sin embargo, cuando hablan entre dos jugadores de distintos países es de suponer que hablan en inglés (de algo servirá estudiarlo en el colegio, digo yo).
*** Pues si, de hecho en Shin Captain Tsubasa, esa misma jugada la acabó parando Wakashimazu Ken, con lo cual se entiende que en este capítulo ha acabado algo mejor para el prestigio de la defensa...

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