Título: ARIADNA.

Por: Ariadna.

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Parte 3: CITACIÓN AL OLIMPO.

 

No había pasado mucho tiempo desde que comencé mi entrenamiento por la armadura de Columba, tan solo unas semanas…unas largas y dolorosas semanas, por cierto…

Estaba lejos aún de ganar esa armadura, de combatir contra Artemis y de "recuperar" mi memoria respecto a mi vida pasada como Ariadna, tema del cual Saori me recomendó no hablar con nadie, así que solo lo saben ella y June, al parecer…

pero nunca me imaginé que llegaría a ser testigo de tal espectáculo que se avecinaba en mi antiguo hogar…

 

-¡Nysa, concéntrate!

Uy, volví a la realidad. Había estado algo distraída durante todo el día, ¡y ni siquiera terminaba la mañana!

El Santuario amaneció nublado y el aire está pesado, sofocante…

Seguí con los abdominales, tan solo me faltaban 1557, casi nada…(Sí, estoy siendo irónica). A estas alturas estaba dejando de sentir mi cuerpo por el cansancio…¡pero no me rindo tan fácilmente! Si no, hace más de dos semanas que ya me hubiese retirado de esta empresa, fecha en la que aún estaba a prueba.

Mu no me tenía mucha confianza hasta ese entonces, pero ahora ya la he logrado, base a mucho esfuerzo, pero lo había hecho, y Mu era aún más duro por eso (¡Y aún estoy en lo básico!).

Parece que él también notó la rareza del aire, lo que lo tenía de peor humor que de costumbre.

Para cuando solo me faltaban 36 abdominales (con los cuales estaría agonizante si mi cuerpo no se hubiese acostumbrado ya a los ejercicios a los que Mu me somete) mi maestro decidió terminar el entrenamiento de hoy.

Él estaba inquieto, debido seguramente a ese mal presentimiento que ambos sentíamos, y quería retirarse a meditar, o por lo menos eso me dijo.

Por mi no hay problema, este sería mi primer día libre desde que llegue aquí.

Y necesitaba un baño, apestaba a sudor...

Me dirigí a mi habitación luego de unas elongaciones. Miré nuevamente al cielo, las nubes grises cubrían toda Atenas.

Me detuve a atar el cordón de mi zapatilla. El cordón se cortó. Un mal presagio…

Nah, de seguro es solo porque estas zapatillas ya estaban gastadas y viejas. Aprovecharé la tarde para ir a comprar unas nuevas. Saori me había proporcionado el dinero suficiente, pero no había tenido ocasión de usarlo hasta ahora.

Seguí caminando, no muy pendiente de donde pisaba, y "metí la pata" literalmente. Mi pie terminó en un charco. Genial.

Ahora con mayor razón compraría otras zapatillas.

Traté de seguir sin apoyar mucho el pie en el suelo y casi no me doy cuenta cuando un gato de color negro se me cruzó en el camino.

Que extraño, no hay gatos en el Santuario más que la mascota de Aioria, y ese no es precisamente un gatito…

Respiré profundo y me di cuenta de los indicios, tarde tal vez, pero yo soy así, algo distraída.

El cordón, el charco y el gato negro.

Se avecindaba un día negro.

 

************

Al ingreso del Santuario de Atenea se encuentra un hombre, tal vez demasiado majestuoso como para ser un simple mortal.

Sus vestimentas son elegantes túnicas blancas que cubren a medias su pecho y dejan al descubierto sus blancas piernas, que finalizan con unas hermosas sandalias portadas con alas hechas de oro. Su corta cabellera está cubierta de rulos dorados.

Aquel hombre se disponía a entrar justo cuando Hyoga, Shun, Seiya, Seika, Erii y Miho se disponían a salir, todos rumbo a Japón. Los tres primeros cargando, como es de esperarse, los cofres con sus respectivas armaduras.

-¡alto ahí! – le ordenó Seiya, olvidando la cortesía, como es su costumbre. – identifícate.

-En mi carácter divino puedo evitar contestarte pequeño mortal, ya que no es contigo con quien vengo hablar.

-¡Pues de aquí no pasas si no contestas!

-¿Y serás tú, hombre de malos modales y baja estatura, el que me lo impida? – preguntó sonriente el extraño hombre, haciendo referencia de los treinta centímetros de diferencia por los cuales superaba en estatura al caballero de Pegaso.

-Mira maldito im… - Seiya se enfureció.

Por suerte (para Seiya) Shun lo detuvo de atacar. La mano de Shun contuvo el puño del caballero de Pegaso cuando se disponía a golpear al extraño.

-¡Suéltame Shun!

-No cometas una tontería. ¿Es que no reconoces la naturaleza divina de este hombre?

-¿Qué dices?

-Es cierto Seiya. Fíjate, tiene un extraño aura a su alrededor… - comentó Hyoga, que hasta entonces no había dicho nada porque estaba demasiado impresionado con el sorprendente cosmos del hombre para percatarse de la conversación.

-Hermes. – murmuró Erii, frunciendo el ceño. - ¿qué viene a hacer aquí el mensajero de los Dioses?

-¿Hermes? ¿El Dios Hermes? – Seiya retrocedió, sin tener muy claro que debía hacer.

-Vengo a hablar con mi hermana, tengo un mensaje para ella de parte de nuestro padre. – respondió el extraño, sonriéndole a Erii y a Shun, que no estaban para nada sorprendidos, pero si muy serios.

-Sigueme. – le indicó Erii, y dio media vuelta hacia la escalera de las doce casas.

Shun, Seiya, Hyoga, Seika y Miho los siguieron con cierta distancia.

-¿Qué le pasa a Erii?

-Ella es una diosa, ¿recuerdas Hyoga?

-¿Qué? Pero se supone que…

-Eris está dormida en su interior, no hay de que preocuparse. Pero sigue estando ahí.

-¿Y tú cómo sabes eso, Shun? – preguntó Seiya.

Shun no respondió. Solo miró preocupado hacia el recién llegado.

 

-Vaya, ¿quién creería que hay dioses al servicio de Atenea? Han caído muy bajo…

-No estamos a su servicio. Solo cumplimos con un castigo.

-Ya veo… tú, él, ¿y quién más? – consultó Hermes.

-Lo sabes bien. – sonrió ella. – donde él vaya irá ella también, aunque sea la mitad del año…

-Curioso…

-¿Me explicarás a qué se debe tu visita o es solo para Atenea?

-Ya dije que vengo con un mensaje de nuestro padre, aunque es más bien una citación.

-¿Citación? – Erii volvió a fruncir el ceño.

-Hay una batalla prohibida por las nuevas leyes. Va a haber juicio.

-¿Contra quién?

-Afrodita y Artemis. Atenea debe estar presente, es un testigo, así como tú, él, y supongo que ella también. ¡Ah! Y la mujer de Dioniso también, ella es parte del problema.

-Jum. Pero su tiempo de volver al Olimpo no se ha cumplido todavía…

-¿Desde cuando te preocupa la existencia de una simple humana?

-Puedes desatar una guerra si menosprecias las pertenencias de Dioniso…

-¿Es una amenaza?

-Solo una advertencia.

-¡Ja! ¡Increíble! La Diosa de la Discordia "advirtiendo" ¿Qué te pasó, querida amiga, que te has vuelto tan precavida?

-¿Qué te a pasado a ti, mi camarada, que te has vuelto tal descuidado?

-El aburrimiento hace maravillas…

-Así veo.

 

Pasaron por una y cada una de las casas del Zodiaco. Los Santos Dorados no podían caer en su sorpresa al ver al Dios del Comercio pasar por ahí. La desconfianza inundaba sus corazones y siguieron de cerca los pasos del divino ser.

Al llegar arriba, Atenea se encontraba sentada en su trono, con la mirada tranquila. Le dedicó una sonrisa al recién llegado.

-Bienvenido hermano. ¿Qué noticias te traen por aquí?

-A estas alturas deberías de saberlo, Diosa de la Sabiduría. – Hermes le devolvió la sonrisa.

Ella suspiró. Miró a todos los caballeros que venían detrás, esperando cualquier seña para atacar.

-Déjennos solos. – ordenó. – Erii, Saga, Mu, Shun, quédense. Los demás, salgan.

-Pero Saori… - pidió Seiya.

-Obedezcan. – finalizó.

El último en salir, Kanon, cerró la puerta tras de sí.

-¿Desconfías de mí, Atenea? – preguntó Hermes al ver a los tres santos, los que se quedaron, a su alrededor.

-No es eso y lo sabes bien. Ellos son mis consejeros, pueden oír todo lo que tu tengas que decir.

-Te has metido en un lío, hermanita. Una lucha ajena y además prohibida.

-No me he inmiscuido en ella. Le debía un favor a Afrodita y ella exigió su cumplimiento. De ahí a que se dé el resultado de la batalla es otra cosa.

-Aún así, va a haber juicio. Estás citada para atestiguar.

-Está bien.

-Te aconsejo ir acompañada. Un reencuentro con Ares, Poseidón, Apolo, Artemis, Circe, Demeter y sobre todo Hera no será algo agradable. Ah!, Otra cosa – dijo mirando a Erii y Shun. – según las nuevas reglas, al juicio deben asistir todos y cada uno de los Dioses, a excepción de los Vientos, Helios, Selene y Eos, claro. Estén en sus reencarnaciones actuales o no, y eso incluye a los que aún duermen o han vuelto a dormir.

Erii le sonrió educadamente dando gracias por la información. No así Shun, que aún estaba preocupado.

Saori también sonrió. Hermes hizo un gesto de despedida y se retiró.

-Tienes un día terrestre para presentarte en el Olimpo.

Y desapareció por la puerta. Seiya y los demás, incluyendo a varios que recién llegaban, reingresaron al cuarto.

-Saga, tú y Kanon quedarán a cargo del Santuario en mi ausencia.

-¿Ausencia? – preguntó Aphrodita.

-Seiya. Hyoga. Shiryu. Shun. Shaina. Mu. Milo. Shura. Kamus.

-¿Sí? – preguntaron los nueve al unísono.

-Ustedes vienen conmigo. E Ikki, si es que aparece. Alguien avísele a June, ella viene también. Así como Nysa. Y tu también, Erii.

-Bien.

-Hey, ¿por qué Nysa? Ella es solo una aprendiz… - preguntó Aioria mirando a Mu. - ¿o no?

Mu esperó la respuesta de Saori, la verdad es que él tampoco sabía la razón. Ésta se limitó a sonreir.

-Debe ir.

-¿y a donde? – Preguntó Marin.

-Al Olimpo.

Silencio. Todos callaron al escuchar el destino de aquel viaje tan repentino.

-Y nosotros que nos íbamos de vacaciones…. – murmuró Miho desalentada.

Los preparativos fueron rápidos y en un par de horas todo estuvo listo para la partida. Excepto por una cosa…

-¿dónde demonios se metió Nysa?

************

 

Di un par de saltitos en el aire. Este vestido me quedaba de maravillas. Me miré a mi misma. Traía puesto una túnica blanca, de cuello abierto, sin mangas, ajustado al pecho y largo hasta un poco más arriba de mis tobillos. Parecía una autentica princesa.

Sonreí.

La tarde que pasé en Atenas fue una de las mejores, y todos aquellos malos presentimientos de la mañana habían desaparecido. Llevaba a cuestas unas cinco bolsas llenas de vestidos, zapatos y ropa de entrenamiento, así como muchos dulces. En el Santuario no hay mucho de eso que digamos. Claro que tendría que esconderlos para que ni Seiya, ni Milo, ni Aldebarán me los quitaran.

Al cabo de un rato me encontré frente a la gran montaña que lleva al Santuario.

Cerré los ojos y me concentré.

Desaparecí y volví a aparecer, está vez frente a la puerta de entrada. Ya manejaba mi poder a la perfección.

Moví la gran puerta con precaución. No fuera que los chicos estuvieran jugando de nuevo…

Vi a lo lejos a Saori y a un grupo de caballeros. Agité mi mano para saludarlos.

-¡Hola! ¿Qué pasa? ¿Van a alguna parte?

-¡Al fin apareces! ¿Dónde te habías metido, Nysa? – me preguntó mi maestro serio, muy serio.

-Fui de compras. – me excusé. – miren chicas, me veo bien ¿eh? – di una vuelta para mostrar mi vestimenta.

-Bastante bien. – Saori me sonrió. – pásale tus compras a Sunrei. Tu vienes con nosotros.

-¿huh? Está bien, pero deja ir a cambiarm…

-No. Así está bien, vas justo como debes presentarte.

-¿Y a donde? – pregunté.

-A tu viejo hogar.

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