Kurenai,

El Hijo del Dolor

 

Capítulo 10.-

Tolginet, parte 2

- El despegue –

 

- Joan, ¿Me contarás tu secreto? Tu ya sabes el mío – Preguntó Meimi al piloto. Este dejo no dejó de mirar al cielo.

- Si lo que quieres es asegurarte de que no te delataré, pues no te hace falta. No es asunto mío – Joan se metió las manos en los bolsillos – Además, mi secreto es más pesado que el tuyo – Concluyó. Pero a la vez que acababa la frase, de la esquina salían Dotaf, Dhalia y Akubit, que no dejaron de correr hasta que se estuvieron delante del ángel.

- ¿Qué a pasado? – Preguntó Joan. Akubit y Dotaf esperaban a que Dhalia hablase, pero parecía demasiado cansada como para hablar.

- Lo tuyo no es correr… - Insinuó Dotaf. Dhalia, que intento contestarle, noto que no podía, porque todavía le faltaba el aire.

- Dice Kurenai que hay un cambio de planes. Hay que salir del planeta al mediodía – Avisó Akubit, quien tomo por sorpresa a Meimi y Joan.

- ¿Al mediodía? Nos queda menos de una hora… - Meimi, que parecía preocupada, notó que Dhalia llevaba un monedero.

- ¿Y donde se a metido Kurenai? – preguntó Joan. Akubit dudo con los hombros.

- Dijo que tenia que arreglar unas cosas – respondió.

- Mierda, siempre hace lo mismo… - Joan también observo el monedero de Dhalia - ¿Qué es eso? –

- Me lo dio Kurenai, por si hay que comprar cosas… -respondió Dhalia, recuperada ya de la carrera.

- ¿Qué Kurenai te lo dio? No me lo creo – rió Joan – Kurenai no es el tipo de persona que confía demasiado en los demás, y menos si se trata de dinero. No obstante, no tenemos nada que comprar, y menos, tiempo para hacerlo. Será mejor marchar ya hacia el Phionix.

            Mientras tanto, en “El Ojo Avizor”, Kurenai y Keruin conversaban, sentados en una de las muchas mesas que la taberna poseía. Kurenai, que miraba como la camarera llenaba su vaso de una sustancia azul,  no se impacientaba ni tenia prisas, aun sabiendo que tenia poco tiempo. Keruin, al ver que la chica terminaba de servir, apoyo las manos sobre la mesa.

- ¿Y tu que tal estas? Me han dicho que estas dejando el mundo de los “trabajillos” – Dijo Keruin – No se te ha visto el pelo desde ese trabajo de guardaespaldas… -

- Ya lo se, ahora estoy por otras labores. No tan remuneradas, pero tengo que hacerlas. Es difícil ganarse la vida en este sistema de planetas, y menos con trabajos ilegales. Los sith ya tienen el control de todo – Kurenai, después de mirar detenidamente su vaso, tomo un poco.

- No creo, ¿que más da un gobierno que otro? Los que vivimos como nosotros no tenemos ley –

- ¿Como nosotros? Pero si te acabas de hacer con un trabajo honrado. Tu ya eres mejor que los del gremio – Kurenai tomo otro sorbo, y se puso las manos atrás de la nuca, y se desplomo en el asiento, mientras miraba al techo.

- La vida de un cocinero es muy poca cosa, cuando ya has vivido como yo. He cambiado las aventuras, las emociones, y todo lo que conlleva el trabajo de un hombre multiusos, por el de un cocinero, que lo mas peligroso que ase es cortar un pescado vivo – Keruin, desplomándose también en el asiento, mira a una de las ventanas – A veces sueño con otros viajes, como en los buenos tiempos. Busca tesoros, caza recompensas, traficante, mensajero… Esos trabajos en el que viajabas de planeta en planeta, salvando la vida con dificulta, pero que después veías gratamente y orgulloso, como después de todo, habías hecho tu trabajo –

- Esa vida de un hombre multiusos no es vida – Kurenai seguía mirando al techo.

- Pero es la única que conocemos. Al principio la odias, después te acostumbra, y finalmente, cuando la dejas, te das cuenta que es la única que te hace sentir vivo – Al decir esto, los dos se quedaron en silencio un buen rato. Kurenai mirando al techo, y Keruin a la ventana. Habían tenido esta conversaciones miles de veces, pero siempre con las opiniones opuestas.

- ¿Has ido últimamente por Dohinure? – Preguntaba Kurenai.

- ¡Así que era eso! Je, je. Por grande que sea el árbol, son las raíces lo que le mantiene de pie, aunque el lo niegue – Rió Keruin, mientras volvía la mirada de la ventana hacia Kurenai. Tomo un sorbo de su copa y prosiguió – Efectivamente, fui a arreglar unos papeles, antes de instalarme definitivamente aquí. Al fin y al cabo, al lugar de nacimiento siempre se ha de regresar –

- ¿Y que tal están las cosas por allá? –

- Como las dejaste. Se ve que viven bien, pero no felices. Los niños ya no juegan por las calles, y no esta la alegría en al que te criaste. Las cosas han cambiado. Se que parece mentira que un golpe de estado promulgado por el pueblo, acabe así, con todo el pueblo pidiendo que vuelva el antiguo régimen. Pero supongo, que todavía hay esperanza –

- ¿Esperanzas? –

- Mientras sigas vivo, las habrá. Todo el mundo espera que vuelvas, no se cuantas veces tendré que repetírtelo – Keruin se recoloco en su silla, para sentarse mas seriamente –

Aunque… -

- ¿Cómo está? – Kurenai, no dudo un momento en acallar a Keruin. Este sorprendió un poco, pero ya se había hecho la idea a la pregunta. Estuvo en silencio un tiempo.

- Se a casado – Al oír esto Kurenai se sorprendió, mientras seguía oyendo lo que Keruin le decía – Llegue justo un mes antes de su boda. Le dije que esperara, que volverías, que en cuanto supieras la noticia no tardarías en llegar. Pero no me hizo caso. – Keruin, ya cabizbajo, le costaba decir esas palabras – Lo siento…

- No es culpa tuya. Todo es culpa mía – Kurenai tomo el vaso y bebió el ultimo sorbo, sin dejar de mirar al techo – ¿Cuanto tiempo ha pasado? ¿15 años? Es normal que después de ese tiempo, se halla olvidado de mí, e intentara encontrar la felicidad en otra parte – Al oír esto Keruin se puso de pie y recogió los vasos.

- Pero esto te puede hacer pensar. Ella ya ha renunciado a ti; y puede que mucha gente ya lo halla hecho. Vuelve ahora, antes de que tu existencia caiga en el olvido. No dejes que Dohinure se convierta en un pueblo sin esperanza –

- Tú sabes muy bien que esa ya no es mi vida, y ni siquiera la hecho de menos –

- Lone, ya nadie nunca te verá como un señor de tierras, sino como el niño que se escapaba de palacio para jugar en las plantaciones, que iba de visita de casa en casa, y que corría sin parar por toda la ciudad, entre risas – Keruin ya se disponía a marcharse – Aunque al fin y al cabo, si estas como si no, el sol saldrá igualmente – Keruin se perdía entre los clientes, para volver a su puesto. Mientras que Kurenai seguía desplomado en su silla. Nadie pareciera querer acercarse a él, o simplemente nadie le importaba su presencia. Finalmente, Kurenai se puso de pié, mientras se dirigía a la salida.

- ¿Volver? El viento seguirá soplando, aunque no me importe a mí… -

            En el aerodeslizador, todo el grupo se preparaba para marcharse hacia el Phionix. Pero en el último momento, Dhalia decidió esperar a Kurenai, por si aparecía de improviso.

- Ya se las arreglará. Si nos ha dicho que volvamos al Phionix será por algo – Se quejaba Joan, mientras Dotaf y Akubit acintian con la cabeza.

- Esperemos un rato más. Segura que aparecerá – Dalí ase ponia algo nerviosa alñ ver que la mayoria queria irse de una vez – ¿No es así Meimi? – Preguntó, esperando la aprobación del ángel. Pero esta estaba demasiado pensativa, como para contestar. Ni siquiera escuchaba la conversación. Dalia se extarño, y por eso Joan le puso una mano en el hombro.

- Siempre habrá cosas que no comprendemos. Como el comportamiento de las personas. No obstante… -Dijo mientras ponía en marcha el aerodeslizador –…Hay que seguir caminando – Joan tomo marcha atrás, para salir disparado hacia la salidad de la ciudad.

- ¡Espera! ¡¿Como se supone que Kurenai llegará al Phionix sin el aerodeslizador?! – Preguntó Dhalia.

- Siempre acaba apareciendo una solución por si sola – Joan no dejaba de mirar al horizonte mientras salía de la ciudad – Eso es siempre lo que él dice – Dijo sonriendo a su copiloto.

            En cambio, Kurenai caminaba por Umbirgue cabizbajo y tapado por su capucha. Intentaba no llamar la atención. Y por lo menos lo conseguía, porque en medio de  tanta multitud de diversas razas, nadie se percataba de él.

- Mierda, debería haber pensado lo del aerodeslizador, ahora voy a tener que ir corriendo – se quejaba – Espero que Dhalia no haya dejado  que nadie comprara cosas personales con mi dinero – Pero, de repente, se tropezó con un chico. Era Kler, más furioso que nunca, y gracias a Kurenai, lo estaría aun más, ya que los panfletos que le quedaban, quedaron desperdigados en medio de los pisotones de la gente.

- Lo siento. ¿Estas bien muchacho? – Pregunto Kurenai  mientras le tendría la mano al chico. Kler, que miraba atónito como todo el mundo pisoteaba los carteles que debería de pegar, finalmente golpeo la mano que Kurenai le ofrecía.

- ¡Mira lo que has hecho! ¿Cómo te has atrevido a dirigirme la palabra? – Kler se puso de pié, mientras posaba una de sus manos sobre su sable-láser – ¡Pagarás tu osadía ciudadano! ¿Es que no sabes quien soy yo? – Kler, exaltado, se dirigía a Kurenai con osadia, a pesar de la diferencia de tamaño, y evidentemente de edad. Kurenai estaba algo confundido, pero no perdía la calma, he incluso le parecía gracioso.

- ¿Lo debería de saber? – Preguntó.

- ¡Claro! ¡Yo soy Kler, primer discípulo del maestro Recnac, señor del Sith! – Al decir estas palabras, Kler encendió su sable, apuntándolo a la cara de Kurenai. Todos los paseante, se apartaron de lado de los dos contrincante, con miedo de que en la pelea pudieran ser heridos. – ¡Preséntate! ¡Te lo ordeno, a no ser que quieras morir sin que tu ejecutor sepa de tu identidad! – Kurenai, que no conseguía tomar del todo en serio al chico, pudo observar una de las papeletas. Viendo que era una de las muchas que pedían su cabeza, intento tranquilizar a Kler.

- Solo soy un pobre hombre. Disculpad mi osadía ¿Cómo podría recompensaros? – pregunto, algo cabizbajo. Hubo un silencio, pero Kler apagó finalmente la espada.

- Je je je. Veo que te has dado cuenta de mi importancia. Podéis marchar, vagabundo. No os veáis en la necesidad de presentaros –

- Muchas gracias – Kurenai se inclinó e intentó seguir su camino. Yéndose por el lado opuesto de Kler, Kurenai y el pequeño se dieron las espaldas, antes de empezar a caminar. Pero unas risas se oyeron de atrás.

- No me digáis vuestro nombre, dado que ya lo sé – Kler encendió su sable, y girando sobre si mismo, cortó en horizontal el aire, hasta alcanzar el brazo de Kurenai. Pero el sable se detuvo ahí – ¡¿Me has tomado por tonto?! ¡Un simple choque contigo da más datos que tu carnet de identidad! ¡No me subestimes, Kurenai! – al oír esto, Kurenai se apartó. Vio como su capa estaba cortada, pero el brazo intacto, gracias al brazalete de Plotosau.

- Chaval, lo siento, pero tengo que irme. No me puedo quedar a jugar contigo –

- No te preocupes. No llegarás al Phionix, y menos vivo. Así que será mejor que intentes concentrarte en el combate – Kler se recolocó, para estabilizarse después del golpe.

- ¿Cómo demonios sabes todo eso? – preguntaba Kurenai, atónito, por el prodigo de niño que tenia delante suyo.

- ¿Para que te crees que era tanta farsa? Al chocarme contigo, pude notar perfectamente tus espadas, incluso podría habértelas robado. Y me di cuenta claramente de que eres tú cuando me diste tu mano, donde tu famoso brazalete se veía claramente, al igual que tu cara. Mientras tu te reías de mi, leí tu mente para saber donde estaban el resto del grupo. – Kurenai estaba sorprendido, pero sonrió, mientras sacaba una de sus espadas.

- Vaya, eres portentoso para tu edad. Supongo que tendré que terminar rápido ¿no? – Encendido el sable, Kurenai se hecho para atrás su capucha, dando a ver perfectamente su rostro.

- Idiota. ¿Te crees que te será fácil? También me he encargado de decirle a mi maestro la información. En el hipotético caso de que me derrotes, cuando llegues a Phionix, si es que todavía sigue en pié, todos tus amigos estarán muertos. Y el maestro Recnac te estará esperando para rematarte – Los dos contrincantes se quedaron en silencio un buen rato, mientras las calles empezaban a vaciarse. Todos los ciudadanos se ocultaban poco a poco, o huían del combate.

- Entonces supongo que tendré que darme más prisa aún – Kurenai hecho su otra mano a su cintura, y saco el otro sable.

             En el Phionix, ya quedaban menos de 25 minutos para que despegara. Joan parecía decidido a hacer lo que dijo Kurenai al pie de la letra, sin dejar de sonreír. Y por mientras que esperaba, Joan sentado estaba en la silla del piloto. Meimi se había encerrado en su camarote. Y Dotaf y Akubit, el en salón principal, observaban como Dhalia no dejaba de moverse por todos lados.

- Tranquilízate. Ya llegará. Es normal que llegue después que nosotros – Akubit habla mientras que Dotaf le daba la razón con la mirada. Pero Dhalia no se tranquilizaba.

- Se nota que hay sith poderosos en el planeta. Lo hemos notado desde que llegamos. ¿Cuánto tardarían en darse cuenta de que hemos llegado? Seguro que tiene que enfrentarse a ellos – Dhalia se detuvo en seco, en medio de la sala - ¡Voy a buscarle! ¡Tenemos que ayudarle! –

- ¿No te quedarás tranquila hasta que veas con tus propios ojos que está bien? – Dotaf se puso de pie. Dhalia la miro.

- ¡¿Y a ti que te importa?! Al fin y al cabo tu estas en el otro bando – Al oír esto Dotaf enfadó el rostro.

- Idiota. Yo actualmente soy acusada de traición, y esto en la misma o peor situación que tu. Y hasta que no cumpla con mi misión seguiré siendo una traidora, por unirme a vosotros –

- ¿Pero no decías que ibas a analizar para ver quien merecía la muerte? –

- ¿Crees que eso es una excusa convincente? – Dotaf se agachó y agarró su arma – Actualmente soy neutral, ya que los dos grupos me intentan matar – Dhalia se quedo mirando y escuchado lo que decía Dotaf. Esta en cambio, se dirigió a la cabina del piloto y en pocos momentos volvió.

-  Le he dicho al enano que vamos a buscar a Kurenai. Dice que no partirá hasta que volvamos. – Dijo, mientras se dirigía a al puerto de embarque. Dhalia estaba bastante confundida.

- Nosotros nos quedaremos aquí por si vuelve – Dijo Akubit, que seguí sentado en el sillón - Ve tú con ella – Finalizó. Dhalia, que todavía estaba un poco confundida por lo que le dijo Dotaf, corrió junto a la aprendiza sith. Esta estaba apunte de activar el elevador para empezar a bajar, cuando Dhalia salto a la plataforma. Aguanto el equilibrio para no caerse, mientras bajaban.

- No te distraigas, y terminemos de una vez con esto. Más encima que te acompaño… - Dijo la sith, que pulsaba el botón de bajar.

- Nadie te ha pedido que lo hicieras. Iba a bajar tanto si querían como si no – Dhalia, que se apoyaba en la columna central del elevador, intentaba no mirar a la cara a Dotaf, que no se extrañaba del comportamiento de la padawan. Una vez en el suelo, un viento fresco empezó a asolar la zona. Cosa que para sus adentros las dos chicas agradecieron, ya que en Tolginet el mediodía era insoportable.

- Bien, espérate aquí mientras yo voy a buscar el aerodeslizador – Dijo Dotaf, que se disponía a ir al garaje del vehículo.

- ¿No deberíamos haber bajado directamente desde el garaje del aerodeslizador? – Pregunto Dhalia. Las dos chicas se quedaron calladas un momento. Se oía el viento soplar, y algunas plantas muertas rodaban por la pradera de tierra. Un pensamiento y una frase se repitió en la atmósfera.

- Somos tontas… - Dijeron las dos chicas a la vez. Dotaf, dando media vuelta, se dirigió de nuevo al elevador. Dhalia la esperaba allí.

- Aparte de sith eres idiota – murmuró la padawan.

- Eras tu la que no para de discutir – Añadió Dotaf. Cuando iban a enzarzarse en una de sus habituales peleas, algo las calmó. Las dos quedaron calladas, y miraron a su alrededor.

- No es Kurenai – Dijo Dhalia  mientras se bajaba del elevador. Dhalia pulsó el botón para que el elevador subiera automáticamente, y salto de él.

- Si su intención era para inapercibido creo que no va muy bien encaminado – Añadió Dotaf, que sacando su arma caminaba al lado de Dhalia. Miraban a los alrededores, cuando Dotaf encendió su arma. Dalí, con un salto se hizo a un lado y encendió al suya, sin dejar de observar a la sith.

- ¿Qué te pasa? – Preguntó Dotaf.

- No me fió. Sigues siendo una sith – Dhalia dejo pasar primero a Dotaf, mientras esta, algo enfadada, intentaba localizar al enemigo.  Las chicas, una detrás de otra,  caminaban rodeando el Phionix. Y de repente, se oyeron aplausos. Las dos chicas se dieron media vuelta, para observar a donde provenía el sonido.

- Que buena compenetración. No pareciera que fuerais enemigas – Allí estaba. Con su capucha negra,  su capa hasta los pies, y su rostro, del que solo se podía distinguir su sonrisa.

- Esa voz… - Dotaf, que estaba en postura de defensa, bajo la guardia.

- La última vez que os vi estabais ocultándoos de mí en la entrada de Kameu. Aunque no erais tantos. Igualmente creía que Dotaf os mataría, y por eso no quise perder mi tiempo en tacaros. Debí haberlo pensado mejor – Quitándose la capucha, mostró su rostro. Sus cabeza en vez de pelos tenía pinchos cual erizo, como todos los de su especie. Su rostro, solo poseía boca y ojos, ya que los orificios nasales eran sustituidos por filtros de respiración que tenía en toda su cabellera protegida. La boca, sin dientes, mostraba una sonrisa placentera. Sus ojos, grandes y azules por completo, inundaba a sus enemigas de miedo. Y una de sus orejas caída, estaba rota, seguramente a causa de una sangrienta batalla.

- Un Gorbek… - Insinuó Dhalia – No creí que llegaría a ver un sith de esta especie. –

- Es Recnac. Tiene muy mala reputación – Dijo Dotaf

- Veo que te acuerdas de mí, pequeña Dotaf. Pero no parece que te acuerdes de lo que nos debes. Por lo visto te has cambiado de grupo – Saco la espada con una de sus pinzas, las cuales los Gorbeck poseen en vez de manos. Tenia tres en cada mano, como si de dedos se trataran – Nunca se te debió dejar bajo la tutoría de Nuster. El también era un blandengue, y no se puede esperar menos de su alumna – Dotaf estaba algo asustada, pero al oír esto, agarro fuerte su arma. Su rostro mostraba enfado, pero se contuvo.

- No esta mal el reencuentro, pero no es para eso por lo que has venido – Dhalia, al ver que Dotaf no reaccionaba, se puso delante de ella – Acabemos de una vez, tenemos cosas que hacer. –

- ¿Hacer? ¿Os referís a Kurenai? No os preocupéis, mi discípulo Kler se está ocupando muy bien de él – Al decir esto, Recnac encendió su sable – No creo que salga vivo –

- Bien, entonces estoy tranquila. Kurenai sabe cuidarse solo. No creo que pierda contra un simple discípulo – aunque todos esperaban una exclamación de Dhalia, esta contesto con mucha confianza la amenaza. Pero Recnac se rió, cosa que la padawan no entendió.

- Kler es considerado un niño prodigio en el lado oscuro de la fuerza. En solo tres años de entrenamiento, su capacidad es muy superior a la de los aprendices normales. Pero evidentemente no me supera a mí, su maestro – Recnac miro su sable-laser. Era de laser rojo, como la de todos los sith, y no tenia ninguna variación. Era un simple sable normal. O eso parecía – ¡Basta de cháchara! – Recnac se lanzó al ataque, sin más dilación, y con un golpe certero, intento decapitar a Dhalia. Esta, con buenos reflejos, paró el golpe, pero la fuerza de este, la empujó hacia el lado derecho, cayendo al suelo. Este, se giró y se puso delante de ella.

- Ha sido bastante fácil… - Dijo, mientras alzaba la espada para rematar. Pero dando el golpe, otra arma la detuvo.

- Dotaf, ¿te atreves a alzar la mano a tu superior? – Preguntó, Kler, que miraba como la sith detenía al golpe certero.

- Solo ha existido un superior para mí, y ahora esta muerto – Dotaf empujo a Recnac, para que se alejara de Dhalia – Ahora yo tomare mis decisiones. Y la primera es que tu debes morir – El Phionix encendió motores, cosa que sorprendió a todos. En el elevador, Akubit gritaba mientras este se bajaba.

- ¡Rápido subid! ¡Joan ha detectado cazas enemigos! ¡Vienen a por nosotros! – Mientras Dotaf y Dhalia escuchaban sorprendidas las palabras de Akubit, Recnac aprovechó, y atacó a Dotaf, que rápidamente se cubrió. Los dos sith combatían delante de Dhalia, que no se podía levantar, y de Akubit que no sabia que hacer. Aunque al principio parecía igualado, la destreza de Recnac se hacia cada vez mas evidente, haciendo retroceder a su adversaria. Dotaf en un intento desesperado por atacar, ve como Recnac alza su espada para una estocada. Tomado su alabarda con las dos manos, y aprovechado su longitud, la gira por encima de su cabeza, intentando decapitar o herir a Recnac. Este prevé el golpe, se agacha y echándose para adelante laza la estocada apuntando al pecho de la tríclope. Esta, viendo su fallo, intenta desesperadamente frenar el girar del palo y cortar en vertical el cuerpo de su oponente. Este hecho no esperado por Recnac, le hace esquivar el golpe, a cambio de no acertar en el pechote la muchacha, pero si en un costado de él. Dotaf, herida, cae, pero con maestria, consigue rodar y separarse de su adversario. Recnac caminaba hacia ella, con el sable en las pinzas derechas. Dotaf, que tenia una mano en su costado agarrándose la herida, intenta con la otra cortar los pies de su oponente, que este detiene con un simple movimiento de espada. Con un pie le pisa la mano con que agarraba el arma, haciendo que lo suelte, y pateándola después.

- La evidencia siempre es realista, y era evidente que soy superior a ti – Dijo Recnac mientras apuntaba a la cabeza de Dotaf. Esta a su vez, solo podía mirar a como su enemigo se alzaba victorioso. Hasta que notó como una sombra volaba por encima de ella. Era Akubit, que de un salto, intentaba atacar al sith. Esto cogió por sorpresa al gorbekiano, solo pudo protegerse con su otro brazo. Akubit, que con la mano derecha le agarraba el hombro y con los pies se apoyaba en el pecho de Recnac, hecho para atrás su mano izquierda, con la cual le pego un puñetazo en la cara, que junto con la fuerzas de su pies, mando volando a Recnac varios metros hacia atrás.

- Dotaf es mi protegida. Ni se te ocurra hacerle daño – Dijo Akubit, que después del golpe, dio una voltereta hacia atrás,  y cayó al suelo arrodillado.

- Maldita panda de necios… - Se quejaba Recnac, recogiendo su espada, y limpiándose su sangrante cara. Al ver que Dhalia, paralizada, estaba mas cerca de él, se puso de pié y se dirigió hacia ella.

- El orden de los factores no altera el producto. Tú serás mas fácil, porque te fracture la pierna en nuestro primer golpe – Por segunda vez, Recnac alzó al cielo su sable-laser, e intentó acabar con la inmóvil Dhalia. Esta que se sobaba la pierna, solo pudo cerrar los ojos, mientras esperaba el remate. Pero esto nuca sucedió. Aunque Recnac ya había bajado el brazo, sorprendentemente este no estaba, ni la espada tampoco. Sorprendido Recnac miró a todos lados, para encontrase con una imagen poco agradable. Su brazo, el cual todavía sujetaba la espada, rodaba por los suelos, junto a otro pequeño sable de color rojo.

- ¿Todavía no habéis salido? ¡son las 12 horas y 10 minutos! ¡No se para que narices digo las cosas si después nadie me hace caso! – La inconfundible voz hizo sonreír a todos los presentes menos al sith. Kurenai había vuelto, pero no en muy buen estado.

- ¡Kurenai! ¡Sigues vivo! – grito Akubit, llamando la atención del chico.

- Claro, ¿Qué os creias? – Respondió Kurenai.

- Pero Kler… el niño prodigio… - Dhalia, que seguía asustada miraba al chico.

- ¿Niño prodigio? ¿Os referís a esto? – Pregunto el chico, mientras alzaba la cabeza que tenia traía en su hombro. A continuación se la lanzo a Recnac. Este la revisó. Indiscutiblemente era la de Kler.

- Por algún extraño motivo no me sorprende… - Dijo Recnac, mirando la cabeza de su discípulo – ¿Pero era ese motivo para cortarme el brazo? –

- Bueno, tu alumno hizo lo mismo, así que supongo que estamos en paz – Añadió Kurenai, mientras mostraba su brazo derecho, el cual traía guardado debajo de su chaqueta. Lo guardó de nuevo en el mismo sitio, pero ahora se notaba mas que antes, ya que sobresalía la mano. El Phionix empezaba a elevarse ante los ojos de todos.

- ¡Marchaos! ¡Yo me encargaré de él! – Gritaba Kurenai mientras encendía su sable verde.

- ¡No me pienso ir sin ti! – Gritaba Dhalia, mientras intentaba ponerse de pié. Dotaf, con la ayuda de Akubit se dirigió donde la padawan, seguido del cybort. De pie delante de Dhalia, Dotaf le ofreció su mano, la cual Dhalia quedó mirando. Pero enfurecida la golpeó.

- Puedo levantarme sola… - Dijo mientras apoyada en Akubit, se ponía de pie. Cuando estaba de pie, miró a los ojos a Dotaf –…Te debo una, sith – Dijo finalmente, mientras intentaba llegar donde Kurenai. Este que todavía estaba esperando que se fueran, advirtió de nuevo como Dalí intentaba acercarse.

- ¡Que os larguéis! – Gritaba

- ¡No sin ti! – Contestó Dhalia, que no cesaba en su empeño de ir donde su amigo.

- Lleváosla, y decidle a Joan que salga de una vez – Todos se quedaron en silencio un momento. Akubit, agarrando a Dhalia en brazos, y ayudando a Dotaf a caminar mas rápido, se dirigieron al elevador.

- ¡Volveremos a por ti! ¡Aguanta! – Gritaba Akubit mientras desaparecían en el elevador. Dotaf no dejaba de mirar a Kurenai, y Dhalia intentaba salir de los brazos de Akubit.

- Al fin solos. Ya me estaba cansando de tanta tontería – Dijo Recnac, que se agacho a recoger su brazo. Quitándole el sable, se lo guardo y se dispuso a pelear.

- Si el alumno es igual que el maestro, supongo que no tendré ni para empezar… - Contestó Kurenai, también en posición.

            Mientras, en la cabina del piloto. Joan y Meimi intentaba salir rápidamente. Pero Dhalia, llegando como pudo, y se puso delante de Joan.

- ¡Ni se te ocurra despegar! ¡Kurenai todavía esta afuera¡ - gritaba mientras cogía de los hombros al muchacho.

- ¡¿Todavía sigue afuera?! – Gritó Meimi, al oír la noticia.

- Si no despegamos ahora, no saldremos vivos. Vienen 10 cazas detrás de nosotros, y tardaran menos de un minuto en llegar – Dijo mientras seguía mirando las coordenadas.

- ¡Pero todavía sigue afuera! ¡Se quedará solo en el planeta¡ - gritaban las dos chicas al lado de Joan.

- Sabe cuidarse solo… - Respondió el piloto. Dhalia furiosa, lo miró a la cara.

- ¡¿Lo vas a abandonar a su suerte?! ¡¿Eso es lo que pretendes?! ¡Lo quieres dejar tirado! ¡Quieres desacerté de él! – Gritaba la padawan.

- ¡Dejad de decir disparates y de comportaos como crías¡ ¡No pienso abandonarlo! ¡Pero de nada serviría que nos quedáramos aquí! Es una muerte segura para el y para nosotros. Pero si salimos del planeta, los cazas nos perseguirán, y el tendrá una oportunidad de salir vivo – Respondió algo alterado Joan.

- Pero… -Meimi, que ya había acabado sus funciones como copiloto, no sabia como tomarse la reacción de Joan.

- ¡Volveremos a buscarle! ¡No pienso dejarle morir aun! – Grito Joan, antes de agarrar los mandos de la nave y emprender la huida. El Phionix se elevó, y salió disparado hacia la atmósfera. En menos de 10 segundos, una decena de cazas llegaban a la zona, y sin detenerse, tomaron rumbo al espacio, persiguiendo al Phionix. El viento levantado por la cantidad de nave, dejo la superficie llena de polvo. Pero Kurenai y Recnac todavía se podían ver…continuará

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