Cuando
el público
molesta al árbitro...
En
muchas ocasiones, la realidad supera a la ficción.
Todos conocemos personas que en los partidos se suelen alterar
más de lo normal. En la mayoría de las ocasiones,
son los propios padres de los jugadores los que llevan a las
situaciones más desagradables.
Se
podría perdonar, dentro de lo imperdonable que es,
que un padre, un jugador, entrenador... en alguna ocasión
esporádica se altere más de lo normal,... pero
hay papaítos que hacen de estas salidas de tono una
acción habitual. Y me alegro de que haya gente que
de vez en cuando, les paren los pies.
Lo
que voy a contar a continuación, es una historia real,
acontecida en la temporada 2002/03. Uno de esos personajes
que se sientan en la grada, y muy conocido por sus habituales
salidas de tono, se sentaba en la grada para ver uno de los
últimos partidos de su hijo (ya en edad junior). Este
personaje se ha ido paseando por todas las canchas de la ciudad
intentando atemorizar a todo el mundo: desde los rivales de
su hijo, desde que él era tan solo un chaval mini...
a los propios entrenadores de su hijo, y a todo el que se
le pasa por delante. Pero por supuesto, con los que más
se ha cebado es con los árbitros.
Así
que nos situamos ya en el citado partido, en el que su hijo
en categoría junior (¡!) se dispone a jugar un
partido provincial, sin ninguna importancia. El citado espectador,
comenzaba el partido increpando al árbitro por cada
acción que había... nada fuera de lo normal,
la verdad, ya nos hemos acostumbrado a oírle decir
barbaridades sábado tras sábado.
Lo
que sí fue fuera de lo normal en esta ocasión,
fue lo que hizo el árbitro. Harto de tener que estar
escuchando insultos, y tonterías, paró el partido.
Fue andando hacia la mesa, se vistió su chaqueta, y
comunicó a los entrenadores que mientras ese espectador
no abandonase el recinto, no continuaba arbitrando ese partido.
Con
esta acción el árbitro se estaba jugando una
sanción por parte de la Federación. No podía
dejar el partido sin arbitrarlo. Los jugadores, pacientemente,
han esperado a que se vaya. Pero cuando uno anda por la vida,
buscando tanto afán de protagonismo, esta situación
es casi una bendición para él. Por supuesto,
el espectador no abandona su sitio.
Pasa
el tiempo, minutos y minutos, y la situación cada vez
es más tensa: los jugadores están sentados,
unos en el banquillo, otros en el suelo... otros jugadores
van a la grada a hablar con los espectadores. Al citado espectador,
se le acerca la gente, pidiéndole que por favor se
marche, porque si no, no puede continuar el partido... jugadores,
entrenador hacen intentos en vano.
Llega
al campo el coordinador de deportes del colegio. Le cuentan
la situación, e intenta él hablar con el espectador.
Pero su ego parece ser más importante que el hecho
de que los chavales puedan jugar tranquilamente un partido
de categoría provincial.
Después
de mucho tiempo, y de que mucha gente le intentara convencer,
abandonó el recinto, y el partido pudo continuar, y
tener un final feliz. A pesar de la arriesgada postura del
árbitro, creo que hay que pagárselo con aplausos,
porque como decía al principio, ya es hora de que alguno
también pare los pies a esta gente que no debería
tener hueco en nuestro deporte.
Por
tanto, desde estas líneas animo a que más gente
repita ese encaro directo con esos personajes que tanto daño
hacen a nuestro deporte, y mi apoyo total para cualquier cosa
para esa gente que se encara, e intenta hacer desaparecer
a estos indeseables.
|