Arbitrar
sin riesgo.
Tomado de la revista Fútbol Profesional. Escrito por
Vicente Acebedo.
Juzgar es siempre una alta responsabilidad. Juzgar a los jueces
también lo es. Vicente Acebedo, coordinador general del arbitraje
de la Real Federación Española de Fútbol, hace el mas
difícil todavía- aunque ni en el fondo ni la forma de
su artículo tengan nada de circenses-: juzga a los que juzgan
a los jueces. No es un galimatías ni una prueba idiomática,
es la respuesta, en clave de defensa, a aquellos que después
de dejar el silbato se dedican ahora a comentar y valorar
el trabajo de los árbitros en activo desde los medios de comunicación.
La
frase en latín es sólo un interrogante parafraseado. Yo tengo
un no por respuesta. Respeto al máximo a los árbitros que
fueron, a los que son y a los que serán, pero eso no excluye
mi asombro ante algunos hechos.
Me
subyuga la tarea arbitral: lleva en sí la deportividad y pienso
que en interpretar y aplicar bien las reglas del juego está
la esencia del fútbol.
Los
árbitros no forman parte del espectáculo pero están en él.
No son los artistas pero también están con ellos.
Algo así como los buenos directores de escena. Si faltasen,
los terrenos de juego se convertirían en campos de Agramante
(lugares de mucha confusión donde nadie se entiende). Ellos
no conculcan la ley ni destruyen la belleza del fútbol. Ese
cargo para quien hace las faltas o para quien
trata -y lo consigue- de engañarlos.
No
es objetable que ex árbitros ejerzan la crítica en los medios
de comunicación, pero me viene a la memoria cuando, después
de iniciada la moviola por Pedro Ruiz, se incorporó
a TVE Ortiz de Mendívil. Críticas muy violentas cayeron sobre
él (no la mía) y los árbitros protestaron ante el Comité Nacional
porque no se hacía nada para corregir el desmán ni se les
defendía. Muchos de los que hoy están ahí formaron
en el elenco del gran reproche... Tiempos que pasan... y se
olvidan.
Un
poco menos, pero también ocurrió con el malogrado Pablo Sánchez
Ibáñez, que terminó recibiendo más alabanzas que malas críticas
por su labor. Hoy, con la avanzadísima técnica que nos pone
delante la realidad real, debo preguntar si los
ases de tiempos muy cercanos se han dado cuenta
de que ni sus profundos conocimientos técnicos, ni su praxis,
ni su brillante pasado, avalan sus comentarios: son las máquinas
y sus posibilidades (las rayas, los puntos y ángulos, las
imágenes congeladas, las repeticiones, etc) las que dictan
y precisan, no ellos. Lo que dicen está al alcance- con este
soporte- de cualquier buen aficionado. Tarea menor, no sé
si bien o mal pagada. ¿No es ruborosa la frase: Ahora,
cuando vea la repetición, lo aclararé? ¡Qué bien si
el árbitro pudiese rebobinar!
Yo estoy muy seguro de que aquellos árbitros que no concedieron
penalti por mano alzada y bien visible, anularon un gol legítimo,
dieron validez al gol que no entró, se jugaron la cabeza para
aseverar la certeza de una decisión, expulsaron a quien no
debieron, etc, actuaron en conciencia, con toda honestidad
y decidieron sin vacilaciones. ¿Erraron? Pues sí. Pero la
realidad del fútbol fue la suya, y el error- como en toda
actividad- va con el hombre, desde su alfa hasta su omega.
Con los árbitros de hoy también. Como dice Díaz Vega: los
errores viajan ocultos en sus bolsas y, de vez en cuando,
se escapa alguno.
También
una pregunta, y ahí no encuentro respuesta: ¿Cómo es posible
juzgar jugadas conflictivas? ¿Qué es eso para
un árbitro? Palabras, sólo palabras vacías de contenido. Ese
conflicto no es el suyo. Otros son sus posibles
problemas, y todos pasan por las reglas del juego en otros
aspectos distintos a si hubo o no fuera de juego, penalti,
o lo que haya sido o no haya sido. Fue lo que ellos indicaron.
Si no se acepta así, mucho daño se le hace al fútbol.
Y
todos reciben circulares e instrucciones. No sólo a los que
les salen bien los partidos. Los dirigentes,
como ayer, como será mañana, asesoran y orientan a los árbitros
y componen un cuerpo de hombres muy interesados en que el
trabajo salga lo mejor posible e impere el respeto. Al fin
y al cabo, nos vamos sucediendo unos a otros, todos aprendemos
de la historia y las innovaciones sólidas se apoyan en las
experiencias propias y ajenas.
Ex
árbitros: haced lo que tengáis que hacer. Vuestra es la palabra
y la pluma, pero como un día rogamos a José María y a Pablo,
no olvidéis vuestras venidas abajo en el ánimo
y los apoyos que recibíais; vuestro proceso de recuperación
y confianza. Pensad en árbitro; en lo que les ocurre en el
campo y por qué. Lo sabéis. ¡Decidlo! Romped la barrera de
que eso no vende bien. Vuestra labor didáctica es necesaria.
Lo acerbo, el ensañamiento, no debiera caer en vosotros.
Hace
unos días, después de dar una charla, el presidente de la
RFEF, Ángel María Villar, durante el coloquio, le preguntaron
cómo se podrían corregir esos fallos arbitrales tan importantes
que modificaban un resultado. La respuesta, por sencilla,
fue brillante: No sabía yo que eran únicamente los errores
de los árbitros los que podían modificar un resultado. Eso
sucede muchas menos veces que otros grandes errores que se
disculpan.
Añado:
no son perfectos ni lo pretenden. Ni espíritus angelicales.
Pero aguantar cosas que nadie aguantaría, sí que lo hacen,
sí.
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