El
egotista.
"No
quiero saber todo lo que la gente dice a mis espaldas. Me
convertiría en demasiado vanidoso". Oscar Wilde.
Ya se
sabe que nadie tira piedras contra su propio tejado. Pero
la exageración alcista con que el egotista considera
sus cualidades personales, lo convierte en un ser insoportable
para quienes han de estar a su lado. Impulsado obsesivamente
a representar el papel de estrella, los demás han de
resignarse a un papelito de reparto. Sin voz ni voto. Lo que
les produce una constante frustración. Especialmente
¡si ambos papeles están injustamente cambiados!
UN TIPO ENCANTADO DE HABERSE CONOCIDO.
La conducta del egotista se rige siempre por el principio
del placer que le proporciona inflar su ego. Y lo hace sobrevalorando
sus virtudes personales hasta extremos enfermizos. Profesa
el ritualismo a sí mismo. Cada vez que ve su imagen
reflejada en un espejo, el egotista hace una reverencia. No
sólo no ve nunca ningún desperfecto. Ve al ser
más querido y adorado por él: ¡el único
ídolo al que rinde tributo!
Con todo,
el egotista necesita, además que alguien le recuerde
constantemente lo especial que es. Admirándolo. Halagándolo.
O concediéndole privilegios. Alimentar su ego es la
condición que el egotista impone en sus relaciones
con los demás. En el diálogo concede excepcionalmente
la palabra (escuchar no se encuentra entre sus virtudes) a
algunos, porque le encanta que las personas puedan decir lo
que piensan. ¡Pero siempre que sea algo positivo sobre
él! De lo contrario, conversar con el egotista es una
experiencia irritante, próxima a la náusea.
Porque, de hecho, no existe interacción ni diálogo.
Monopoliza la conversación. Sólo habla él.
Por supuesto, de su trabajo. De su éxito. De su inteligencia.
De sus ideas. Nunca habla o hace nada a menos que tenga que
ver con él. ¡Sólo le falta repartir su
currículo impreso a la salida del metro!
OMBLIGUISMO:
MIRANDO DESESPERADAMENTE SU PROPIO OMBLIGO.
Hay una forma extrema de subjetivismo que los filósofos
llaman solipsismo, que encaja como anillo al dedo con la psicología
del egotista. Éste sólo puede atribuir existencia
a su "yo", ya que el mundo exterior al egotista
existe exclusivamente como una representación suya.
Es decir, en función de si mismo, y de lo que él
piensa. Con él se descubre una revolucionaria nueva
ley astronómica: ¡el mundo no gira alrededor
del Sol, sino que da vueltas en torno al ombligo del egotista!
Su conducta
está perfectamente reflejada en una bien conocida anécdota
hollywoodense. Un actor estaba en una fiesta hablando a una
mujer, con la que se había encontrado en ella. Después
de haberle contado durante más de dos horas sus trabajos
pasados, presentes y futuros, diciéndole lo fantástico
que él era, al fin se excusó diciéndole:
"oh, lo siento, he sido muy grosero hablando sólo
de mi durante tanto tiempo. Permítame ahora saber algo
de usted: ¿qué piensa de mi?".
PROTAGONISTA EN EL ESCENARIO LABORAL.
En el campo profesional, es bastante frecuente encontrarse
con el jefe egotista. Éste, al contrario de otros directivos
con tendencias paranoides (los que creen que todos hablan
mal de él a sus espaldas), es pronoide. Es decir, sufre
el engaño de que es admirado (cree que todos susurran
halagos de su persona).
Cuando
el egotista reúne a la gente para plantearles un problema
difícil, va despreciando una a una todas las soluciones
que sobre la marcha aportan sus subordinados, para, finalmente,
presentar la suya como la única ideal. Profesionalmente,
el egotista no puede resistir la tentación de dejar
bien claros sus propios méritos. ¡Tan engreído
es, que felicita a sus padres cada vez que cumple años!
OBSESO
DE LA IMAGEN.
El egotista tiene una mentalidad infantil. Preocupado siempre
por la opinión de los demás, cuida su imagen
con extremado esmero. El egotista necesita el reconocimiento
ajeno y llamar la atención de los que están
a su alrededor. Se empeña en triunfar en lo que emprende,
lo que, a menudo, se convierte para él en un auténtico
calvario.
Igualmente,
aparenta mucha confianza, y seguridad en sí mismo.
Cree el egotista que pertenece a una raza especial que le
permite distanciarse de los demás, y conservar una
posición diferencial. Pero su seguridad tiene la misma
consistencia que un flan. Y su aire de superioridad, es precisamente,
para enmascarar su complejo de inferioridad.
ESTRATEGIAS
DEFENSIVAS.
El egotista es una de las personas más complejas y
difíciles de ayudar. Tratar o convivir con él
es, además, un obstáculo para el verdadero desarrollo
personal no sólo de él mismo, sino de quienes
han de relacionarse con tan individualista personaje. De su
interacción con el egotista nadie puede, por tanto,
enriquecerse. Así pues, no caiga usted jamás
en la tentación de alimentar su ego con las zalamerías
que él quiere. Sus halagos aumentarían su ya
asumido papel de persona importante y superior. Un ser insaciable
de elogio lo hace más bien digno del vituperio.
Si su
relación le permite una posible ruptura con el egotista,
adopte la técnica del encaro directo.
Si no
consigue un cambio de actitud, procure desconectarse del egotista
con el fin de que usted pueda mantener su propio equilibrio.
El egotista, al fin y al cabo, es como la imagen de un santo.
De lejos parece algo, pero si la bajas de su peana ¡desilusiona
más que cuando te enteras de que no existen los Reyes
Magos!
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