El
etiquetador.
Ninguna
regla se puede aplicar universalmente... ¡ni siquiera
esta!
El trabajo que le resulta
más fácil al etiquetador es, como de su propio
nombre se puede intuir, el de sacar la lengua, humedecer
la etiqueta, y pegársela en la frente de todo aquel
que tenga la desgracia de relacionarse con él.
Porque el etiquetador
practica lo que podría denominarse psicoanálisis
de fotomatón. Busca defectos en los demás-
reales o imaginarios- para, en función de ellos, categorizar
globalmente toda la personalidad de su víctima.
Este personaje, se
cree dotado para definir a cualquiera que se cruce por
su camino. Cree en su infalible olfato. En su ojo clínico.
En la impresión a primera vista. Este insoportable
vidente, es como la mayoría de meteorólogos:
¡sólo aciertan cuando se callan!
El etiquetador, nunca
conecta con su cerebro antes de opinar sobre alguien, del
que puede, incluso, desconocer casi todo. Él se
permite clasificar, sin necesidad de ningún desgaste
neuronal, a cualquier persona con frases categóricas:
... es un vanidoso... no se quién, es un vago...
el otro es un pijo... el otro es un inepto...
![](../../../Imagenes/kevingarnett002_t.jpg)
LA PRIMERA IMPRESIÓN ES
LA QUE VALE... ¡COMO GENERALIZACIÓN!.
El etiquetador es superficial,
irracional, injusto, tendencioso, maldiciente, crítico,
despreciativo, insultón, y sobre todo, envidioso.
Su incapacidad de razonar lo lleva a utilizar constantemente
generalizaciones. Su simplista manera de percibir el mundo
le hace dividirlo en "buenos" y "malos".
Aunque él se ocupa de los segundos, ignorando la maravillosa
diversidad y complejidad que encierra el ser humano.
Así, el etiquetador
define de un plumazo a sus amigos, compañeros
y conocidos, mediante la reduccionista regla de la simplificación
y generalización. Busca defectos, y los exagera o los
inventa en la medida que su envidia lo necesita. Una
vez "descubierta" la característica negativa,
la eleva a la categoría de infalible diagnóstico.
El etiquetador vive como
realidad aquello que cree ver, ha oído decir, o simplemente,
imagina. La irracional e injusta pretensión de
definir con un solo adjetivo la complejidad psicológica
de cualquier persona es su principal y nefasta actividad social.
En ese sentido, su manía inquisitorial es ilimitada.
El compañero de trabajo, por ejemplo, es para él
un alcohólico para el resto de su vida, porque
en una ocasión lo vio eufórico y con una copa
de más. Su jefe es un marica porque no le gusta
su aterciopelada voz. Y la esposa de su vecino, una zorra
porque un día le sonrió por la escalera.
Pero en su afán
etiquetador no se limita a las personas de su entorno. También
le gusta ridiculizar a los desconocidos. Sentado en una terraza
de bar, por ejemplo, no dejará de hacer comentarios
desagradablemente insultantes sobre la gente que pasa ante
él o que comparte las mesas contiguas: "Fíjate
en esa, ¡parece una bolsa de basura con patas!"
A continuación, se reirá de su propia gracia,
esperando contagiar a su compañero de farra.
![](../../../Imagenes/vince_rewind_020820.jpg)
LA APLASTANTE FUERZA DE LO "NORMAL"
Y SU RAZONABLE ANTÍDOTO.
Otra característica
del etiquetador es que su afán calificador lo aplica
no sólo para decir lo que las personas "son",
sino que emite juicios sobre sus conductas, en cuyas frases
incluye palabras como "siempre", "nunca",
"jamás", "todo", "nada",
y "normal", que pueden servir también para
identificarlo. Algunos ejemplos son los siguientes: no se
quien jamás llega puntual... el otro nunca
ayuda a nadie... lo que ha hecho pepito no es normal...
todo el mundo lo hace así...
El etiquetador, no admite
medias tintas. Cuando no aprueba una determinada decisión
o algún punto de vista de alguien, lo reprueba en
su totalidad. A la intransigente, rígida y conservadora
mentalidad del etiquetador ni se le ocurre reconocer el
derecho que tienen los demás a tomar decisiones distintas
a las "normales" o "lógicas". Lo
"normal" o lo "lógico" es un razonamiento
al que el etiquetador recurre casi siempre para ayudarse a
formar juicios sobre las personas y las cosas. La comunicación
entre los amigos, compañeros de trabajo, o familia
han de regirse, según él, por determinados parámetros
o hábitos que él conoce -los únicos que
conoce- o en los que ha sido educado. Cualquier otra forma,
el etiquetador la calificará de "anormal"
o "ilógica".
Su experiencia o idea,
la eleva a la categoría de patrón universal,
convirtiéndose él en la medida de todas las
cosas. El etiquetador no sabe, ni le interesa saber, que
su regla vulnera el derecho que cada persona tiene a actuar
de acuerdo con sus deseos, aunque él "no lo entienda"
o "no le parezca lógico". Nadie tiene derecho
a interferir en las decisiones de otros. Ni nadie tiene que
dar razones ni excusas para justificar una conducta que sólo
afecta al interesado. Cualquier observador objetivo comprobará
que la conducta "normal" de una persona es errónea
para otra, y viceversa. Se trata, simplemente, de criterios.
Pero las opiniones son como las nalgas: ¡cada uno tiene
las suyas!
![](../../../Imagenes/2hangrim.jpg)
"CONDENAN LO QUE NO ENTIENDEN"
(Quintiliano).
La forma que el etiquetador
tiene de percibir a los demás, está orientada
hacia lo que el etiquetador no puede amar, comprender, o bien
para defender sus intereses. Calificándolo a usted
peyorativamente trata de impedir que sus propios amigos o
conocidos sientan simpatía hacia alguien que no sea
él mismo.
Etiquetándolo
a usted, cree poder eliminarlo socialmente. Tiene necesidad
de categorizarlo para justificar su odio. Entonces,
él se siente por encima de usted, y esto le proporciona
una sensación de poder. El etiquetador es un resentido
que siente celos y envidia de su éxito, su valía
o de la simpatía que usted tiene. Se recrea, pues,
en su tarea estigmatizadora porque es su mecanismo de defensa
para sobrevivir él. Lo peor del etiquetador es que
difícilmente brinda una oportunidad a quien ya ha etiquetado.
¿Cómo asumir el riesgo de rectificar y sentirse
nuevamente mal?
ESTRATEGIAS DEFENSIVAS. ¿ES
"SU CARÁCTER"? ¿SU "FORMA DE
SER"?.
A
menudo, las víctimas del etiquetador justifican su
conducta con las frases que figuran arriba. Tienen miedo a
enfrentarse, son perezosas o creen que no es posible hacer
cambiar al etiquetador. El cambio es perfectamente posible.
Pero para que esto suceda, debe usted cambiar primero.
Esto
es, no permitirle que el etiquetador siga siendo así.
No alentarlo con su conformismo ("es su caracter",
"es su forma de ser"). Si usted pone barreras, puede
cambiar la conducta del etiquetador.
¿se
ha parado a pensar que estas personas son insoportables con
usted, porque usted se lo permite? Usted tiene derecho
a ser tratado como usted desee.
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