El
pedante.
"Si
no puedo presumir de saber algo, presumo de no saberlo. El
caso es presumir". R.W. Emerson.
La abundancia
de elevados conocimientos que da la impresión de poseer
el pedante, impide que cualquier conversación
siga su curso normal. Él la desvía siempre
hacia lo divino y lo humano, hasta quedarse solo. A esta engreída
criatura no sólo le gusta dominar el diálogo,
sino impresionar a la audiencia con su erudición. Con
su pseudo académica actitud, trata de conseguir que
las personas que lo rodean se sientan estúpidas, incultas,
y por supuesto, inferiores a él.
Pero,
lamentablemente, el pedante logra mucho más que eso:
provoca, además, dolores de cabeza, hastío,
rechazo social, y un aburrimiento hasta
la náusea. Por tanto, resulta difícil
relacionarse con él.
El pedante,
es pretencioso, ególatra, sentencioso, arrogante y
vano. Su engreimiento está basado en hacer un permanente
alarde de erudición que casi nunca posee.
DISCURSO PROFUSO, DIFUSO Y CONFUSO.
¿Cómo actua el pedante? Conviene extenderse
en este aspecto, para que usted conozca los máximos
detalles y evitar así que le atrape en sus redes. Ante
todo, le gusta abusar de innecesarios neologismos, tecnicismos,
y palabras poco comunes. Lo que más destaca de este
busto parlante es su tendencia a incorporar conceptos psicoanalíticos,
semióticos y filosóficos a cualquier tema de
conversación.
Su orgiástica
retórica está orientada a deslumbrar
a sus contertulios y demostrarles que el único erudito
en muchos kilómetros a la redonda es él.
Se escucha a sí mismo. Su propio sonido le gusta más
que la música de Bach. Su incomprensible terminología
lleva, al menos, un mensaje comprensible a la sufrida audiencia:
¡entérate bien de quién
soy, y de lo que valgo!. Porque una de las primeras
premisas de la actuación del pedante es que los demás
se enteren cuanto antes con quién están hablando.
Otra forma
de impresionar a sus víctimas es hablar poco, con aplomo,
y esporádicamente. Sentenciando cada vez que lo hace.
Con frases cortas, o monosílabos estratégicos.
A veces, ni siquiera participa en el diálogo. Mirando
de forma reflexiva y profunda a los demás, le basta
ese gesto para situarse por encima de todos.
UN
ACTOR DE CLASE... ¡BAJA!.
El pedante es un ser inseguro y tan frágil como la
cáscara de un huevo. Tiene una baja autoestima que
trata de elevar representando un papel
que despierte la admiración entre los demás.
Se complace, pues, en hacer alarde de una erudicción
que, de hecho, no posee. Persigue con ello parecer más
importante de lo que realmente él se siente. El pedante
tiene un ego que necesita ser alimentado. Si no fuera así,
este acomplejado vocero de la cultura, enfermaría o
se convertiría en un maniático más insoportable
aún.
Pero su
actitud surte, entre la gente que lo trata, los efectos contrarios
que él persigue (salvo en algún iluso). En tanto
su egoísmo concentrado en esa representación
teatral, que los que le rodean se sienten ignorados, menospreciados
y hasta ignorantes, si no pueden eludir su presencia. Porque
el pedante apenas considera sus puntos de vista. Monopoliza
la atención. Mira a los demás
por encima del hombro. Y toda su gesticulación
da muestras inequívocas de sus aires de superioridad.
Lo que pone en evidencia su inferioridad.
FORMAS DE CARGARSE LA "CULTURA".
ESTRATEGIAS DEFENSIVAS.
Como se ha puesto ya de manifiesto, el pedante es un insoportable
farsante que se le atraganta a casi todas las personas que
lo tratan. Pero usted dispone de tácticas para desembarazarse
de tan pesada carga:
1. Relajación.
Si los alardes culturales del pedante están acabando
con su paciencia, usted puede optar por la relajación
como primera medida.
2. Escapada.
No hace falta salir corriendo, pero casi.
3. Humor.
Escuche lo que el pedante dice con mucha atención.
Pídale más explicaciones y aclaraciones sobre
su disertación. Dígale que su conversación
es excitante e irresistible.
4. Encaro
directo. Si tus intereses emocionales o profesionales con
el pedante no son especialmente significativos, usted puede
optar por desvincularse de él mediante la estrategia
del encaro directo. Dele a entender claramente que no lo toma
en serio.
|