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Para ser un buen entrenador se necesita una experiencia de unos 14 años (Luis Aragonés)

Meter más canastas
que el rival.

 

Hace ya muchos años, allá por el año 92, Paul Westhead, entrenador de Denver Nuggets convirtió cada partido de su equipo, en un correcalles, con resultados abultadísimos, y con la filosofía de un baloncesto veloz, llevado hasta sus mayores extremos.

En este artículo, podemos ver cuál era la filosofía de este revolucionario entrenador.

EL JUEGO VELOZ:
La filosofía del entrenador de los Denver, está basada, tanto ofensiva como defensivamente, en la velocidad. Para él, su juego veloz es una manera de jugar sencilla que, al principio, atrae mucho a los jugadores pero, tras unas semanas de trabajo, ya no les agrada tanto, porque es muy exigente y duro para ellos. No obstante, es muy atractivo para el público y permite obtener buenos resultados.

Es la única filosofía que él mantiene en su trayectoria como entrenador. No hay sistemas. Sólo correr. En defensa, presión a todo el campo y, una vez tienen el balón, lograr un lanzamiento en el menor tiempo posible.


TRAS CANASTA RECIBIDA:
El único hombre que puede sacar de fondo es el 5. No importa en qué parte del campo se encuentre, él es el único que saca. Si está cerca del aro, no permite que el balón toque el suelo. Según arranca el balón del aro, ya tiene que estar contemplando todo el campo, para poder sacar nada más salir del campo, sabiendo ya dónde está el compañero desmarcado.

Su primera opción debe ser un pase de béisbol al compañero desmarcado en el otro campo. La segunda, si no hay pase a un compañero con fácil opción de canasta, es el pase a un driblador que sube el balón al otro campo botando. El único que puede desempeñar este cometido es el 1. Aquí, Westhead ha modificado su sistema original. Inicialmente, su 1 recibía por debajo de la línea de tiro libre; ahora ya no. Cuando nos meten canasta, él empieza a correr, y recibe casi en la línea de medio campo.

Volviendo al cronómetro, vemos que el 5 debe sacar en un cuarto de segundo, y en ese tiempo, el 1 ya debe haber llegado casi a medio campo. Con lo cual, es muy difícil que la defensa pueda llegar a tiempo para defender.



EL PRIMER PASE:
Es la clave del contraataque. No puede haber un buen contraataque sin un buen primer pase. La primera opción que tiene nuestro 5, una vez ha salido del campo, es un pase de béisbol a un compañero desmarcado en el otro campo.

El 5 no puede tardar más de un cuarto de segundo en dar este primer pase. Esta es otra de las claves de la filosofía del juego veloz. Mientras el otro equipo está aún celebrando la consecución de la canasta, nosotros logramos lanzar contra la suya, y sin apenas oposición.

Hace unos años, los ataques del equipo de Paul Westhead duraban 7 segundos. Pero él pensaba que podía mejorarse, y efectivamente, ahora sólo duran cuatro, si bien durante algún tiempo duraron cinco. Tiene, además, preparado uno que sólo dura dos y medio.


SU FILOSOFÍA DE JUEGO:
El entrenador, cree que con esta dinámica tan veloz, los equipos que entrena siempre consiguen más canastas que los demás, porque su teoría es que, al lanzar en tan sólo cuatro segundos, tiran más veces que los rivales.

 



EL LOCO DE LOS 200 PUNTOS:
Ya hace unos años, en la página de www.acb.com redactaron un artículo sobre este entrenador, bajo este título... aquí te resumo lo más interesante de dicho artículo.

Muchos amantes del basket consideran a Paul Westhead su loco favorito. No es para menos, pero hay que ahondar en el personaje para darse cuenta de que, en su enfermiza obsesión ofensiva, Westhead llegó a desquiciar a su propia plantilla.

No es el baloncesto moderno un deporte muy propenso a extravagancias técnicas, y es que a lo largo de su historia ha habido un buen número de ellas que, por desgracia, han ido cayendo en el olvido porque simplemente la experiencia ha demostrado que nunca obsesión y gloria fueron demasiado juntas.

Explicar el caso de Paul Westhead es considerar el modelo de un entrenador para quien el juego contaba con una sola canasta, la del rival, la que literalmente había que incendiar. La propia simplemente no existía, o lo que es lo mismo, la defensa carece de importancia para ganar. "Hay que dejar tirar rápido al contrario para poder atacar cuanto antes".


La carrera de Westhead como técnico tiene un punto y aparte después de nueve dignos años al frente de La Salle College, donde la prudencia y un sistema de ataques rápidos le acreditaron como posible técnico en profesionales, cosa que ocurrió entrada la temporada 79-80 con los Lakers. 50-18 y 12-4 en playoffs le convierten en su primer año en campeón de la NBA. Crecido en arrogancia, comienza a obsesionarse con la carrera frenética en pista y su tiranía empieza igualmente a obrar fino.


Febrero de 1989: Loyola 181 - US International 150; al descanso, 94-76; 331 puntos en conjunto y nada menos que 8.3 puntos por minuto. Westhead hizo entonces acopio de ironía: "No podíamos protestar a los árbitros ninguna acción, porque te preguntaban: ¿cuál?" .


La gran orgía de Westhead llega con la oportunidad que le da Bickerstaff en los Nuggets de 1990. Paul pretende hacer historia como sea. De hecho, lo consigue. Su temporada es la más ridícula de la historia, por encima incluso de los Sixers del 72 (9-73).

El baloncesto de Denver es menos serio que el de los Globetrotters. Aquel año reciben 130 puntos de media por partido y Paul casi logra su anhelo: los 200 en un choque, pero no de su equipo, sino del rival. San Antonio les endosa 161 pero la gran ocasión la tienen los Suns de Fitzsimmons. Llegan al descanso con ¡107 puntos!

Los micros acuden raúdos en el descanso al vestuario de los Nuggets. Acosado por el pánico de caer en su propia trampa, alguien capta la orden más grotesca puesta en escena en el curso de la liga: "Chicos, esto va claramente contra mis principios pero… ¡habrá que retener el balón!".

Algunos pesos pesados, como Lever, abandonaron el equipo y Adams, con la mayor de las indolencias se llegó a jugar hasta ¡20 triples! en un solo partido. El caos es absoluto.
Ese fue el triste final de Westhead en la NBA y difícilmente alguien dará una nueva oportunidad a este díscolo técnico.

Quien sí que dio ocasión de largar al proscrito fue Bob Ford, avispado periodista del Enquirer de Philadelphia. El dominical dedicó el pasado mes de febrero un buen espacio a Westhead, quien expuso sin tapujos su filosofía del baloncesto, un absurdo nihilismo de cosecha propia: "Yo no tengo método. Además, el tiempo es estúpido. Hay que correr la cancha para crear ataques instantáneos, dejar tirar al rival para poder lanzar cuanto antes. Buscar buenas posiciones de tiro rápidamente y en el contraataque. Nunca renunciaré a ello. Nunca voy a preocuparme si siete segundos más tarde el balón llega a alguna opción de tiro y encestamos a doce de la posesión. No voy a preocuparme de cuánto tiempo queda en el reloj. Pero tampoco quiero irme al otro extremo y dejar pasar ese tiro a los doce segundos y tener luego que tirar cuando quedan cuatro. Yo no quiero aferrarme a un juego predeterminado. Trataré de aprovechar siempre al máximo toda mi munición ofensiva".


"Para ser un buen base en mi equipo es preciso ser un buen atleta, no un gran driblador. Si no se corre, mi baloncesto no tiene sentido y a los jugadores, aunque digan lo contrario, no les gusta correr porque yo les hago sufrir corriendo" . ¿Técnica, pues, o despilfarro de velocidad? Donde no parece corregirse, sin embargo, es precisamente en su más fiel obstinación. "Siempre les digo que tiren, que tiren, si a alguien se le pasa un balón es para que tire. Una vez un 'cuatro' me preguntó que si siempre tiraban los jugadores de fuera cuándo lo podría hacer él; yo le contesté que fuera a por el rebote y cuando fallara su compañero, cogiera el rebote para tener su oportunidad" . Da la impresión de que su mentalidad anárquica quizá hubiera calado hondo en aquel primer partido de la historia, en 1891, donde el viejo Naismith puso en el gimnasio simultáneamente a 50 jugadores en pista. A buen seguro sus chicos hubieran superado el 2-0 con que terminó la batalla.


Hoy en día, Westhead, amante de "su baloncesto", una caprichosa interpretación del viejo Fast Break Offense, todavía tiene ocasión de seguir enganchado a él entrenando a Los Angeles Stars de la renacida ABA. Allí todavía puede ver cumplido su sueño. "Algún día mi estilo se acabará imponiendo. Lograré 200 puntos en un partido. Entonces me podré retirar tranquilo" . Nunca hubo un entrenador que dejara tan claro que su obsesión, más que la victoria, es conseguir un registro de mero escaparate que de con su nombre en algún almanaque de curiosidades o cierre un informativo nocturno con algunos segundos anecdóticos. No quisiera, sin embargo, concluir sin hacer referencia a un apunte suyo al que, no si cierta discrepancia, presto algunas de mis más radicales consideraciones: "En la NBA todos juegan igual, con los mismos parámetros y yo creo que el público empieza a buscar algo distinto" . ¿Será Westhead, quizá, el remedio a la siguiente era post-Jordan?



 
 
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