Meter
más canastas
que el rival.
Hace
ya muchos años, allá por el año 92, Paul
Westhead, entrenador de Denver Nuggets convirtió cada
partido de su equipo, en un correcalles, con resultados abultadísimos,
y con la filosofía de un baloncesto veloz, llevado
hasta sus mayores extremos.
En
este artículo, podemos ver cuál era la filosofía
de este revolucionario entrenador.
EL
JUEGO VELOZ:
La filosofía del entrenador de los Denver, está
basada, tanto ofensiva como defensivamente, en la velocidad.
Para él, su juego veloz es una manera de jugar sencilla
que, al principio, atrae mucho a los jugadores pero, tras
unas semanas de trabajo, ya no les agrada tanto, porque es
muy exigente y duro para ellos. No obstante, es muy atractivo
para el público y permite obtener buenos resultados.
Es
la única filosofía que él mantiene en
su trayectoria como entrenador. No hay
sistemas. Sólo correr. En defensa, presión
a todo el campo y, una vez tienen el balón, lograr
un lanzamiento en el menor tiempo posible.
TRAS CANASTA RECIBIDA:
El único hombre que puede sacar de fondo es el 5. No
importa en qué parte del campo se encuentre, él
es el único que saca. Si está cerca del aro,
no permite que el balón toque
el suelo. Según arranca el balón del
aro, ya tiene que estar contemplando todo el campo, para poder
sacar nada más salir del campo, sabiendo ya dónde
está el compañero desmarcado.
Su
primera opción debe ser un pase de béisbol al
compañero desmarcado en el otro campo. La segunda,
si no hay pase a un compañero con fácil opción
de canasta, es el pase a un driblador que sube el balón
al otro campo botando. El único que puede desempeñar
este cometido es el 1. Aquí, Westhead ha modificado
su sistema original. Inicialmente, su 1 recibía por
debajo de la línea de tiro libre; ahora ya no. Cuando
nos meten canasta, él empieza a correr, y recibe casi
en la línea de medio campo.
Volviendo
al cronómetro, vemos que el 5 debe sacar en un cuarto
de segundo, y en ese tiempo, el 1 ya debe haber llegado casi
a medio campo. Con lo cual, es muy difícil que la defensa
pueda llegar a tiempo para defender.
EL PRIMER PASE:
Es la clave del contraataque. No puede haber un buen contraataque
sin un buen primer pase. La primera opción que tiene
nuestro 5, una vez ha salido del campo, es un pase de béisbol
a un compañero desmarcado en el otro campo.
El
5 no puede tardar más de un cuarto de segundo en dar
este primer pase. Esta es otra de las claves de la filosofía
del juego veloz. Mientras el otro equipo está aún
celebrando la consecución de la canasta, nosotros logramos
lanzar contra la suya, y sin apenas oposición.
Hace
unos años, los ataques del equipo de Paul Westhead
duraban 7 segundos. Pero él pensaba
que podía mejorarse, y efectivamente, ahora sólo
duran cuatro, si bien durante algún tiempo duraron
cinco. Tiene, además, preparado uno que sólo
dura dos y medio.
SU
FILOSOFÍA DE JUEGO:
El entrenador, cree que con esta dinámica tan veloz,
los equipos que entrena siempre consiguen más canastas
que los demás, porque su teoría es que, al lanzar
en tan sólo cuatro segundos, tiran
más veces que los rivales.
EL
LOCO DE LOS 200 PUNTOS:
Ya hace unos años, en la página de www.acb.com
redactaron un artículo sobre este entrenador, bajo
este título... aquí te resumo lo más
interesante de dicho artículo.
Muchos
amantes del basket consideran a Paul
Westhead su loco favorito. No es para menos, pero hay
que ahondar en el personaje para darse cuenta de que, en
su enfermiza obsesión ofensiva, Westhead llegó
a desquiciar a su propia plantilla.
No
es
el baloncesto moderno un deporte muy propenso a extravagancias
técnicas, y es que a lo largo de su historia
ha habido un buen número de ellas que, por desgracia,
han ido cayendo en el olvido porque simplemente la experiencia
ha demostrado que nunca obsesión
y gloria fueron demasiado juntas.
Explicar
el caso de Paul Westhead es considerar el modelo de un entrenador
para quien el juego contaba con una
sola canasta, la del rival, la que literalmente había
que incendiar. La propia simplemente no existía, o
lo que es lo mismo, la defensa carece
de importancia para ganar. "Hay
que dejar tirar rápido al contrario para poder atacar
cuanto antes".
![](../../Imagenes/vinceeh.jpg)
La
carrera de Westhead como técnico tiene un punto y aparte
después de nueve dignos años al frente de La
Salle College, donde la prudencia y un sistema de ataques
rápidos le acreditaron como posible técnico
en profesionales, cosa que ocurrió entrada la temporada
79-80 con los Lakers. 50-18 y 12-4 en playoffs le convierten
en su primer año en campeón de la NBA. Crecido
en arrogancia, comienza a obsesionarse con la carrera frenética
en pista y su tiranía empieza igualmente a obrar fino.
Febrero de 1989: Loyola 181 - US International 150; al descanso,
94-76; 331 puntos en conjunto y nada menos que 8.3 puntos
por minuto. Westhead hizo entonces acopio de ironía:
"No podíamos protestar a
los árbitros ninguna acción, porque te preguntaban:
¿cuál?" .
La gran orgía de Westhead llega con la oportunidad
que le da Bickerstaff en los Nuggets de 1990. Paul pretende
hacer historia como sea. De hecho, lo
consigue. Su temporada es la
más ridícula de la historia, por encima
incluso de los Sixers del 72 (9-73).
El
baloncesto de Denver es menos serio que el de los Globetrotters.
Aquel año reciben 130 puntos de media por partido y
Paul casi logra su anhelo: los 200 en
un choque, pero no de su equipo, sino del rival. San
Antonio les endosa 161 pero la gran ocasión la tienen
los Suns de Fitzsimmons. Llegan al descanso con ¡107
puntos!
Los
micros acuden raúdos en el descanso al vestuario de
los Nuggets. Acosado por el pánico de caer en su propia
trampa, alguien capta la orden más grotesca puesta
en escena en el curso de la liga: "Chicos, esto va claramente
contra mis principios pero
¡habrá que retener
el balón!".
Algunos pesos pesados, como Lever, abandonaron el equipo y
Adams, con la mayor de las indolencias se llegó a jugar
hasta ¡20 triples! en un solo
partido. El caos es absoluto.
Ese fue el triste final de Westhead en la NBA y difícilmente
alguien dará una nueva oportunidad a este díscolo
técnico.
Quien
sí que dio ocasión de largar al proscrito fue
Bob Ford, avispado periodista del Enquirer de Philadelphia.
El dominical dedicó el pasado mes de febrero un buen
espacio a Westhead, quien expuso sin tapujos su filosofía
del baloncesto, un absurdo nihilismo de cosecha propia: "Yo
no tengo método. Además, el tiempo es estúpido.
Hay que correr la cancha para crear ataques instantáneos,
dejar tirar al rival para poder lanzar cuanto antes. Buscar
buenas posiciones de tiro rápidamente y en el contraataque.
Nunca renunciaré a ello. Nunca voy a preocuparme si
siete segundos más tarde el balón llega a alguna
opción de tiro y encestamos a doce de la posesión.
No voy a preocuparme de cuánto tiempo queda en el reloj.
Pero tampoco quiero irme al otro extremo y dejar pasar ese
tiro a los doce segundos y tener luego que tirar cuando quedan
cuatro. Yo no quiero aferrarme a un juego predeterminado.
Trataré de aprovechar siempre al máximo toda
mi munición ofensiva".
"Para ser un buen base en mi equipo es preciso ser un
buen atleta, no un gran driblador. Si
no se corre, mi baloncesto no tiene sentido y a los jugadores,
aunque digan lo contrario, no les gusta correr porque yo les
hago sufrir corriendo" . ¿Técnica,
pues, o despilfarro de velocidad? Donde no parece corregirse,
sin embargo, es precisamente en su más fiel obstinación.
"Siempre les digo que tiren, que tiren, si a alguien
se le pasa un balón es para que tire. Una vez un 'cuatro'
me preguntó que si siempre tiraban los jugadores de
fuera cuándo lo podría hacer él; yo le
contesté que fuera a por el rebote y cuando fallara
su compañero, cogiera el rebote para tener su oportunidad"
. Da la impresión de que su mentalidad anárquica
quizá hubiera calado hondo en aquel primer partido
de la historia, en 1891, donde el viejo Naismith puso en el
gimnasio simultáneamente a 50 jugadores en pista. A
buen seguro sus chicos hubieran superado el 2-0 con que terminó
la batalla.
Hoy en día, Westhead, amante de "su baloncesto",
una caprichosa interpretación del viejo Fast Break
Offense, todavía tiene ocasión de seguir enganchado
a él entrenando a Los Angeles Stars de la renacida
ABA. Allí todavía puede ver cumplido su sueño.
"Algún día mi estilo se acabará
imponiendo. Lograré 200 puntos
en un partido. Entonces me podré retirar tranquilo"
. Nunca hubo un entrenador que dejara tan claro que su obsesión,
más que la victoria, es conseguir
un registro de mero escaparate que de con su nombre en algún
almanaque de curiosidades o cierre un informativo nocturno
con algunos segundos anecdóticos. No quisiera,
sin embargo, concluir sin hacer referencia a un apunte suyo
al que, no si cierta discrepancia, presto algunas de mis más
radicales consideraciones: "En la NBA todos juegan igual,
con los mismos parámetros y yo creo que el público
empieza a buscar algo distinto" . ¿Será
Westhead, quizá, el remedio a la siguiente era post-Jordan?
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