Clases
extraescolares, ¿a favor o en contra?.
Las clases
extraescolares... ¿sí o no? En los tiempos en que vivimos,
parece que se ha puesto de moda que cuantas más actividades
haga el chaval después de sus clases, mejor. ¿Pero esto ya
es positivo? ¿No estaremos estresando a los jóvenes? Aquí
tienes dos opiniones, con argumentos a favor y en contra...
y que cada uno saque sus conclusiones.
A FAVOR DE LAS CLASES EXTRAESCOLARES:
POR ANA EIZAGIRRE GÁRATE (VICEPRESIDENTA DE LA FEDERACIÓN DE PADRES Y
MADRES DE CENTROS PÚBLICOS DE BIZKAIA).
Las actividades extraescolares deben entenderse como actividades complementarias
que ayudan a la formación integral de cada alumno y alumna,
al mismo tiempo que favorecen la igualdad entre todo el alumnado.
Y, por otro lado, responden también a una demanda social.
Pero, desde luego, nunca deben entenderse estos esfuerzos extraescolares
como una continuación del horario lectivo, o como la repetición
e incluso el incremento de las materias escolares.
No hay ninguna duda de que este tipo de actividades favorecen multitud
de elementos positivos. Por un lado, potencian el acercamiento
a la escuela; por otro, posibilitan un debate, y un acuerdo
sobre valores, habilidades, actitudes, etcétera, y en consecuencia,
una mejora en el rendimiento escolar y en la comunicación
entre los distintos sectores que componen la comunidad educativa.
También es verdad que ayudan al alumnado de entornos social y culturalmente
deprimidos, porque permite a los chavales estar más tiempo
en un entorno, el escolar, que produce estímulos educativos,
culturales, y sociales.
Pero no hay que olvidar que lo que se pide no es más responsabilidad al
profesorado. Es la sociedad, es decir, aquellos que la forman,
los padres y las madres, la Administración y las diversas
entidades culturales los que deben ocuparse de la extensión
y buen funcionamiento de estos servicios complementarios,
siempre bajo la supervisión del Consejo Escolar y el Proyecto
Educativo de Centro.
EN CONTRA DE LAS CLASES
EXTRAESCOLARES:
POR LUIS DE LA HERRÁN GASCÓN (PSICÓLOGO CONSULTOR
Y PSICOTERAPEUTA).
No son pocos los escolares que al terminar
con sus obligaciones lectivas se dirigen sin mucha gana hacia
variopintas “obligaciones”. Las actividades extraescolares
ciertamente pueden resultar gratificantes y complementarias
a la educación que reciben nuestros alumnos, pero en algunos
casos, y en ciertos momentos pueden resultar contraproducentes
al buen funcionamiento emocional de los chicos y chicas.
Cada vez son más los chavales que no poseen
más de dos horas a la semana de tiempo libre (en el genuino
sentido de la expresión) para dedicarse a ver pasar el tren,
hablar con un amigo o incluso echar una partida con su padre
en la video consola. Ser niño o adolescente y no poder dedicar
una hora al día a lo que uno le parezca puede resultar estresante.
¿Y cómo hemos llegado a esta situación? Seguramente
adoptando, como padres, el axioma siguiente: “Si mi hijo no
se dedica en sus ratos libres a una actividad planificada,
programada y supervisada por especialistas, está perdiendo
el tiempo”.
Antes de mandar a nuestros hijos a una actividad
extraescolar, formulémonos dos preguntas. La primera: ¿apuntarse
a esa actividad interesa e ilusiona a mi hijo? Y la segunda:
¿me siento tranquilo si no se apunta y “pierde el tiempo”?
Si la respuesta es afirmativa en las dos ocasiones, felicítese
usted como madre o padre, pues habrá contribuido a enseñar
a su hijo a tomar sus propias decisiones. Pero si la respuesta
es negativa en una o en las dos preguntas que acabo de realizar,
estaremos facilitando que nuestro hijo se sienta mal. Como
dice Carlos Sobera en el spot publicitario, “usted mismo”.
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