Perfil de Fernando Ampuero.

Nacimiento: Lima, 1949

Actividades: Periodista, cuentista, novelista, poeta y dramaturgo. Ha sido subdirector de Caretas, editor de Somos y director de los programas televisivos Documento y Uno más uno.

Obras: Novelas: Miraflores Melody (1979), Caramelo verde (1992) y El enano. Crónica de una enemistad (2001). Cuentos: Paren el mundo que acá me bajo (1972), Deliremos juntos (1975)Malos modales (1994), Bicho raro (1996), Cuentos escogidos (1998), Mujeres difíciles, hombres benditos (2005). Crónicas: Gato encerrado (1987). Poemarios: Voces de luna llena (1998), Muslo que subo (2004),

Libros de Fernando Ampuero comentados por Javier Agreda en esta página: Bicho raro, Cuentos escogidos, Mujeres difíciles, hombres benditos, Puta linda.

 

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Bicho raro

En paralelo a su reconocida labor periodística, Fernando Ampuero (Lima, 1949) ha venido desarrollando una interesante obra narrativa que se inició con el libro de cuentos Paren el mundo que aquí me bajo (1972); y que ha alcanzado un especial éxito, tanto de ventas como de crítica, con sus dos últimos títulos: Caramelo verde (1992) y Malos modales (1994). Esta narrativa se enriquece ahora con Bicho raro (Campodónico, 1996), un conjunto de siete cuentos con personajes que, como los cronopios cortazarianos, se empeñan escandalosamente en romper con todas las convenciones sociales.

Son propios de estos peculiares "bichos raros" la búsqueda constante de la belleza y el ser incomprendidos por las personas que los rodean. Así se plantea desde el primer cuento, Criaturas musicales, que trata de las constantes discusiones de una desigual pareja de esposos. Él es emotivo y con una fuerte sensibilidad estética; ella es práctica y temperamental. Por eso, cuando él descubre una madrugada que en la TV hay un especial sobre María Callas y decide despertar a su mujer para que participe de tan sublime experiencia, la respuesta de ella sólo puede ser: "¡Y me despiertas para decirme que María Callas está en la tele!... ¿Eres imbécil o qué?" (p. 26).

Los problemas encontrados al tratar de acceder directamente a la belleza hacen que estos personajes opten por acecharla en los lugares más insospechados. Cuarto del oeste, sin duda el mejor cuento del libro, narra las travesuras de dos hermanos, aprendices de bichos raros, en una vieja casona de campo familiar. Ahí, rodeados de los más extraños objetos, estos niños comienzan a inventar excéntricos rituales: dispararle seis balazos a la luna, pasear de noche por el campo alumbrados con candelabros de plata. O, mucho más inquietante, durante el velorio de la hermosa tía Elenita -aprovechando que los demás se quedaron dormidos- desnudarla para besar sus senos.

Ampuero recurre al humor como elemento que permite a estos personajes orientarse en su búsqueda de la belleza. Y con el humor aparecen algunos de sus mecanismos clásicos, entre otros la unión de opuestos (como la conjunción de eros y tánatos en Cuarto del oeste) o las inversiones de estirpe carnavalesca (reemplazar lo heroico por lo infame, lo sublime por lo bajo, etc.). Esto último sucede en los cuentos Más allá del amor a los perros (donde incluso se presenta a un veterinario que masturba a sus pacientes) y Una pasión del espíritu, que narra la extraña costumbre de Ernesto, un talentoso pero poco afortunado pintor, de apropiarse de los objetos que le gustan a través de la "meada espiritual"; es decir, orinando sobre ellos. Lo hace en la fachada de La Merced, en una pintura de Duchamp, en un pisapapel de cristal, etc. Finalmente, intenta hacerlo en una hermosa mulata que acaba de cantar Georgia on my mind con una voz que era "una devastadora combinación de Billie Hollyday y Aretha Franklin" (p. 133).

En todos estos cuentos encontramos las ya conocidas virtudes narrativas de Ampuero: una prosa simple pero efectiva, acertada dosificación en el manejo de las tramas y, especialmente, la creación de atmósferas apropiadas para cada cuento mediante pequeños sucesos secundarios (un Papa Noel acuchillado por "pirañitas" en Bicho raro, una gata de Angora comiendo fresas reventadas en Cuarto del oeste). Pero también encontramos una cierta pobreza en los diálogos y en las descripciones, las que suelen presentar lugares comunes y elementos de discutible gusto. Podemos notarlo especialmente en las descripciones de mujeres, casi todas hermosas, "de grácil figura" (p. 16), "rostro perfecto" (p. 50), "bonita cola, cintura estrecha y unas piernas larguísimas" (p. 132). Y la enumeración podría continuar.

Es esta tendencia a la banalidad y el estereotipo la que hace que no poco de la propuesta narrativa de Ampuero se pierda. Sus "bichos raros" sólo se diferencian del resto de personajes por su bondad o su obsesión por la belleza. Por eso los cuentos más débiles del libro son aquellos en los que se pretende interiorizar en la forma de pensar de estos personajes, como en el cuento que da título al libro, centrado en el diálogo entre un suicida y el doctor que pretende animarlo a seguir viviendo. Algo parecido ocurre en Azul caribe, el cuento más flojo del conjunto y el único que presenta a un "bicho raro" hablando en primera persona.

Aunque inferior a Malos modales, Bicho raro es, sin embargo, un libro que se lee con mucho interés, un conjunto de cuentos sumamente coherente y en el que podemos encontrar hasta una estética personal del autor (la de las inversiones y la marginalidad, presente ya en el título del libro). Pero es también una obra en la que se reafirman las ideas y los gustos más comunes, los estereotipos más difundidos. Narrativa light de alta calidad, pero light al fin y al cabo.

 

Cuentos escogidos

Muchos y muy diversos elementos se requieren para formar a un buen narrador: inteligencia y observación, una rica experiencia vital, habilidad para crear historias interesantes y a la vez significativas, una formación literaria que le permita manejar eficientemente el lenguaje y las técnicas narrativas. Son pocos los escritores que logran reunir todos estos elementos y llevarlos hasta sus creaciones, algunos sólo lo consiguen tras una paciente dedicación al género. El periodista y escritor Fernando Ampuero (Lima, 1949) ha ido afinando poco a poco todas estas habilidades en su ya larga trayectoria literaria -iniciada con el libro de relatos Paren el mundo que aquí me bajo (1972)- que ha alcanzado en el campo del cuento un especial éxito, tanto entre los lectores como entre los críticos. Ese éxito se ha visto confirmado con la reciente publicación de Cuentos escogidos (Alfaguara, 1998), libro que forma parte de una prestigiosa colección que reúne a los mejores cuentistas de nuestro continente.

Los cuentos más conocidos de Ampuero narran historias que los limeños creemos ya haber escuchado alguna vez, esa especie de mitos urbanos contemporáneos que de cierto modo expresan el ambiente social y cultural propio de nuestra época. En El departamento se trata de la historia del joven que es confundido con un terrorista y muere en un supuesto interrogatorio policial; en Taxi driver, sin Robert de Niro la de los taxistas que se dedican a buscar clientes borrachos para venderlos a pandillas de delincuentes. Y, en Malos modales, el sueño de todo adolescente: la joven hermosa y misteriosa que lo inicia sexualmente y que además lo trata como a una persona especial.

Dos son los recursos principales a los que apela el autor para otorgar realidad a este tipo de relatos. El primero, como señala Gustavo Faverón en el interesante prólogo del libro, es indirecto: "la presencia iterativa y acuciosa de la elaboración racional" (p. 32). De una manera casi borgiana, Ampuero se cuestiona constantemente acerca de la verosimilitud de los sucesos que está narrando: "Desconozco si la versión que doy ahora exagera o atenúa algunas escenas. Con otros que la oyeron, aparte de los hechos en sí, coincido en el patetismo." (El departamento). El otro recurso consiste en crear, a partir de la acumulación de elementos secundarios, la atmósfera apropiada para cada cuento. Estos elementos secundarios, como sucede en la realidad, suelen ser de naturaleza diversa, opuestos y hasta contradictorios: un Papá Noel asaltado por un grupo de "pirañitas" en Bicho raro, o la amabilidad y cortesía de un asesino en Mi buena estrella. En estos detalles radica gran parte del humor y la ironía tan característicos de esta narrativa.

Ampuero ha realizado para este libro una buena selección entre sus relatos, dejando de lado aquellos en los que los protagonistas buscan la belleza, artística o humana, como una evasión a los problemas de la vida diaria, como señaláramos con motivo de la publicación del libro Bicho raro en 1996. Por el contrario, los cuentos incluidos en esta antología se enfocan especialmente en aquellas situaciones y personajes que expresan los problemas y contradicciones del mundo moderno: la lujosa vida de unos perros en Europa (y los problemas del peruano que los cuida) en Más allá del amor a los perros; la soledad de una mujer joven, hermosa y asediada por los hombres en La visita del cometa; la siempre vigente disputa entre la libertad individual y el orden social en Pánico en la clínica de tartamudos.

Cuentos escogidos de Fernando Ampuero es una muy buena antología, una oportunidad para acercarnos a lo mejor de una obra narrativa algunas veces irregular pero que, tanto por su calidad como su originalidad, ha merecido elogios de críticos como José Miguel Oviedo y Julio Ortega. Un libro que representa para su autor una verdadera consagración internacional, pues en esta misma colección se han publicado libros similares de maestros del género como Cortázar, Onetti, Monterroso o Ribeyro.

 

Mujeres difíciles, hombres benditos

Aunque su obra literaria abarca casi todos los géneros (narrativa, poesía, teatro), Fernando Ampuero es conocido más que nada como cuentista. Su primer libro fue un conjunto de relatos, Paren el mundo que acá me bajo (1972), al que después seguirían otros, hasta llegar al consagratorio Cuentos escogidos (1998) editado por Alfaguara como parte de una colección dedicada a cuentistas latinoamericanos como Cortázar, Onetti y Monterroso. Tras publicar un par de poemarios y la polémica crónica novelada El enano (2001), Ampuero retorna a la narrativa breve con el libro de cuentos Mujeres difíciles, hombres benditos (Alfaguara, 2005).

Casi todos los relatos del libro están centrados, como se anuncia en el título, en las diferencias de caracteres y comportamientos de hombres y mujeres, más específicamente dentro de la relación de pareja. Gracias por la fantasía, el primero de los ocho cuentos, es la historia de un peruano maduro y sereno que conoce en México a Azucena, una hermosa artista "de avant garde". El amor entre ambos surge instantáneamente, a pesar de la fama de libertina de la artista, pero las locuras de Azucena (escándalos y protestas públicas) terminan separando a la pareja: "No la llamé al llegar a Lima, ni la volví a llamar nunca más... algunas personas contamos con una suerte de desidia que nos preserva de las chifladuras".

En la misma línea están La visita del cometa, previamente publicado en Cuentos escogidos, en el que un joven empresario enamora a una azafata sin saber que ella está a punto de estallar emocionalmente; y El deseo del abismo, sobre una mujer que busca un compañero que la ayude a superar el "bloqueo" sexual y la anorgasmia. En la mayoría de estos cuentos los narradores son los personajes masculinos, quienes desde el asombro y la perplejidad, como ha señalado el crítico Julio Ortega, se ven involucrados en sucesos que escapan de su control. Pero además de perplejidad, estos hombres dan muestras de una ingenua obsesión por lo bello y bastante superficialidad en su conocimiento de lo femenino.

Como ya señalamos a propósito de los cuentos de Bicho raro (1996), un libro demasiado disparejo, también en estos relatos Ampuero cae frecuentemente en ciertos lugares comunes y estereotipos, especialmente en lo que respecta a las descripciones de mujeres ("el ceñido polito... definía su angosta cintura y realzaba su busto generoso"), además de mostrar una marcada tendencia al esnobismo y al abuso de los referentes "culturosos". Sólo en el primer cuento se menciona a Dorian Gray, la pintura rococó, el Aleph, Isadora Duncan, Sergei Essenin y un largo etcétera.

Los mejores relatos de Mujeres difíciles, hombres benditos son aquellos que abandonan ese tipo de detalles y en los que el autor parece dejarse llevar por la trama, sin perder de vista el efecto final. En La aventura, que de alguna manera remite al cuento Malos modales, un grupo de jóvenes capitalinos enfrenta la aventura de hacer canotaje en el río Cañete, aunque en realidad el tema es las diferentes respuestas de hombres y mujeres ante esta experiencia. Y en Una vaga astrología, tres redactores de un periódico limeño tratan de descubrir la identidad de la secreta admiradora de uno de ellos. En ambos casos los aciertos parten de la elección del narrador, que no es el protagonista de la historia.

Hay además en este libro un abierta opción por la sencillez y claridad, que forma parte de la búsqueda del autor de un cierto carácter oral para sus relatos. No se apela a elipsis ni complicaciones estructurales; el lenguaje es gramaticalmente simple y sin adornos retóricos, salvo algún adjetivo poco común. Opciones que hacen que los textos resulten de fácil lectura, pero que también acarrean ciertos riesgos literarios. Mujeres difíciles, hombres benditos es, en conjunto, un buen libro de cuentos, más homogéneo y coherente que los publicados anteriormente por Fernando Ampuero.

 

 

Puta linda

 

El periodista y escritor Fernando Ampuero (Lima, 1949) nos relata en Puta linda (Planeta, 2006) la historia de Noemí,una mujer que vive su sexualidad deshinhibida y plenamente, lo que le permite ascender en el mundo dela prostitución. Nacida en un pueblo de la costa norte pasa, en pocos años, de ejercer su oficio con humildes camioneros a ser invitada especial en las fiestas de las más importantes autoridades militares del fujimorato. Noemí le cuenta todas estas aventuras a Luis Alberto, un joven aspirante a escritor que suele visitarla en sus lugares de trabajo, en los que él paga solo por oírla, pues quiere convertir su historia en novela.

 

El desenfadado erotismo, por momentos llevado al extremo, de las peripecias de Noemí se fusiona bien con la vitalidad y alegría que les otorga al narrarlas. Una combinación que, según ha declarado Ampuero, descubrió en las películas de Fellini y que aquí produce episodios tan singulares como el de Noemí y su hermana (de 12 y 14 años) juntas teniendo relaciones con el conviviente de Rosaura, la madre de ambas; o a Rosaura descubriendo a sus hijos, los mellizos Noemí y Jeremías, en plena felación. Pero el tono festivo se pierde pronto y en aventuras posteriores, como las orgías de los uniformados, imperan la sordidez y corrupción.

 

El optimismo vital, eje de la narración, también se menoscaba con las intervenciones de Luis Alberto y su amigo el “Chueco” Tapia (también aspirante a escritor), personajes planos y poco desarrollados. Como ha señalado la crítica, en las ficciones de Ampuero el narrador o algún personaje suele cuestionar la verdad y verosimilitud de lo relatado. En Puta linda esa función le corresponde a las conversaciones de los dos amigos, pero estos diálogos más parecen las justificaciones del autor por escribir “una historia de pedofilia e incesto... poco edificante en términos de valores humanos”. Desde las primeras páginas, Luis Alberto está siempre excusándose por no “contar nada sobre indios en la miseria...”.

 

En esta la segunda incursión de Ampuero en los dominios de la erótica –en la primera, el poemario Muslo que subo (2004), hay un texto que anuncia la historia de Noemí–, la temática y los personajes lo hacen caer en una serie de lugares comunes. Luis Alberto y Noemí son arquetipos complementarios: el artista incomprendido y su musa sensual, dicho en términos del autor, el “bicho raro” y la “puta linda”. Y como Matalaché de López Albújar, Noemí destaca entre sus compañeras por motivos raciales: su madre es “una mestiza caliente de Catacaos”, pero la belleza y alta estatura las hereda de su padre italiano. Por eso se promociona en los avisos económicos como “italianita, altita, espectacular...”.

 

Es en el plano del lenguaje donde el esquematismo se hace sentir más, pues el autor no parece muy diestro en el manejo ni del registro prostibulario propio del mundo de Noemí, ni del juvenil de las conversaciones de Luis Alberto y Tapia. Y para compensar las deficiencias recurre a una retórica algo ampulosa: “Acantonada en su sapiencia de lupanar... la Socotroco tomó aliento y respondió con modulación perentoria...”. Sólo cuando Ampuero supera esta dicotomía entre oralidad y escritura –en algunas de las historias que cuenta Noemí– logra entregarnos las páginas más rescatables de Puta linda, una novela fallida pero sumamente divertida.

 

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