Bickersteth - El Culto a los Santos y a María


El Romanismo En Su Relación Con La Segunda Venida De Cristo
Rev. Robert Bickersteth

En los artículos séptimo y octavo del credo del Papa Pío IV se establece lo siguiente: "[Creo] De igual manera, que los santos que reinan juntamente con Cristo deben ser honrados e invocados, y que ofrecen a Dios oraciones a nuestro favor, y que sus reliquias deben ser tenidas en veneración. Declaro de la manera más firme, que las imágenes de Cristo, de la Madre de Dios siempre Virgen, y también las de otros santos, pueden tenerse y conservarse, y que debe dárseles el honor y la veneración merecidos."

Para un oído Protestante esto suena muy semejante a la idolatría. Pero se dice, desde la otra parte, que el honor dado a la criatura es distinto al que se rinde a Dios; que, en resumen, hay tres clases de veneración. "Latria", que se debe dar sólo a Dios; "dulia", que se asigna a los santos y los ángeles; e "hyperdulia", que se debe dar, según ellos afirman, a la Virgen María.

Hay dos objeciones de peso contra esta imaginativa distinción. Primeramente, es inescritural; y, en segundo lugar, es imposible en la práctica. ¿Cómo, pregunto, puede hilar tan fino un Romanista sin educación, o incluso como puede evitar superar los límites, ya sea de la "dulia" o la "hyperdulia" en su veneración de una reliquia o de la misma Virgen?

Además, si examinamos los libros de devoción de la Iglesia de Roma, no solamente es dejada de lado esta distinción, sino que es innegable la evidencia de la más grosera idolatría. Me dirijo, por ejemplo, al Breviario, y desde "El Oficio para la Festividad del sacratísimo Nombre de la Bienaventurada María" extraigo la siguiente instrucción, que, presumo, todos los devotos Católicos Romanos se consideran obligados a obedecer: "Oh tú, quienquiera seas, que en vez de caminar sobre la tierra te encuentras revolcándote en este mundo como en un agitado océano en medio de tormentas y tempestades, no apartes tus ojos de esta refulgente estrella para no ser abrumado por la tormenta. Si, entonces, los vientos tempestuosos se levantaran contra ti, o fueras llevado a las rocas de la tribulación, mira la estrella, acude a María. Si eres sacudido en las olas del orgullo, o la ambición, o la destrucción, o la envidia, mira la estrella, llama a María. Si, estás atribulado por la enormidad de tus pecados, o confundido por la contaminación de la conciencia, o aterrorizado con el horror por el juicio venidero, empezaste a ser sorbido en el abismo de pesar o en la sima de desesperación, piensa en María. […] En peligros, en estrecheces, en adversidades, piensa en María, invoca a María - siguiéndola, no pierdes el camino; pidiéndole, no necesitas desesperar; manteniendo tus pensamientos en ella, no puedes errar. Sosteniéndote ella, no caes. Protegiéndote ella, no necesitas temer. Guiando ella tu camino, no sientes cansancio. Siendo propicia, alcanzas el final de tu viaje."

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Traducido al español por A.R.Y. y J.J.Y.
Copyright 2005, A.R.Y. y J.J.Y.

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