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Bickersteth - Roma No Está Muerta
El Romanismo En
Su Relación Con La Segunda Venida De Cristo
Rev.
Robert Bickersteth
Por el otro lado,
tampoco imaginemos que el espíritu del Papismo está
muerto. Nunca sus afirmaciones fueron más arrogantes, ni
su aspecto fue más amenazante. Observo al Continente
europeo. Los Jesuitas inspiran los concilios Papales y
blanden su espada de doble filo. En Nápoles, Fernando,
el rey modelo, ha sido forzado, por medio de su supremacía,
a romper su juramento al pueblo; sus patriotas están
pereciendo en mazmorras, y a sus hijos se les instruye
con un catecismo que enseña que todo Protestante debería
ser ejecutados aquí y que perecerán eternamente.
En Austria, el
poder Imperial está a los pies de los Jesuitas. En
Toscana, el poder civil está subordinado al eclesiástico.
En Francia, hemos visto a Roma acomodándose a cada fase
de revolución popular; su sacerdocio bendiciendo en un
tiempo los árboles de la Libertad para saludar la
inauguración de una república, y luego a su turno reuniéndose
alrededor del trono del emperador.
En Prusia, Federico
Guillermo halagó a la jerarquía Papista para obtener su
apoyo político, permitió la plena restauración de los
Jesuitas, y en estos últimos meses el Papa ha estado
dando leyes a los Prusianos sobre el tema de los
matrimonios mixtos, exactamente opuestas a la ley de esa
tierra. En España, el Protestantismo acaba de ser
proscripto bajo las más severas penalidades. En Holanda,
el Papa ha dividido el reino en diócesis, ha introducido
los más amargos conflictos, y desafiado el poder real.
Si me vuelvo a este
país -el hogar de la Biblia y el paladión de la verdad
Protestante- todas las energías de la Cristiandad Papal
están dirigidas a la reconversión de Inglaterra. En
este país, hace cincuenta años, habían sólo cuatro
vicarios apostólicos, con entre cien y doscientos
sacerdotes. Ahora Roma posee aquí un cardenal arzobispo,
doce obispos, y doce mil clérigos. Desde la agresión de
1850, se han agregado cuarenta y cuatro conventos,
sesenta y un capillas, y ochenta y ocho sacerdotes.
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