CAPÍTULO 2:

EL ESTADO VATICANO  


 

De todas las instituciones religiosas y políticas que existen hoy, el Vaticano es por lejos la más antigua. Es el asiento de un Estado soberano, independiente, y libre; del Gobierno de la Iglesia católica; y del poder diplomático-político más astuto en el mundo; y cada uno de estos tres aspectos es una parte esencial de la Iglesia católica. Aunque en su calidad de centro diplomático es uno de los más importantes en el mundo, como Estado independiente es uno de los más nuevos y, en lo que a la magnitud de su territorio concierne, el Estado soberano más pequeño en existencia, teniendo bajo su gobierno absoluto sólo cien escasos acres y aproximadamente 600 habitantes regulares. Sin embargo, dirige y gobierna una de las más grandes, si no la más grande, y unida masa de seres humanos en el mundo -400,000,000 de católicos, cubriendo los territorios de prácticamente todas naciones existentes. Tales atributos extraordinarios y contradictorios harían ciertamente por si solos del Vaticano un objeto de curiosidad , si no de estudio, para el lector menos interesado.  
 
¿Qué es significado por la palabra "Vaticano"? "el Vaticano," explica la Enciclopedia católica, es "la residencia oficial del Papa en Roma, así llamada por estar construída en las laderas más bajas de la Colina Vaticana; figuradamente, el nombre se usa para significar el poder e influencia Papal y, por extensión, la Iglesia entera."  
 
Para los Cristianos, el Vaticano empezó a asumir importancia cuando San Pedro fue crucificado allí en el 67 D.C. Después de la muerte de San Pedro, los Cristianos erigieron un sepulcro enfrenta del circo donde él había sido ejecutado. Después, el cuerpo del sucesor de San Pedro, San Linus, fue enterrado allí [cuando todavía no existían los Papas]. Después el siguiente sucesor, San Anacletus, Obispo de Roma, construyó la primera capilla en la tumba. Con el paso de los siglos ésta creció en importancia como un lugar sagrado, un lugar de culto, y un lugar donde se enterraron los restos mortales de muchos Papas.  
 
En su larga historia el Palacio del Vaticano, el edificio al que tantos Papas contribuyeron, y el Estado Papal han atravesado muchas vicisitudes, como también las prerrogativas de los Papas mismos. Los detalles no necesitan detenernos aquí. Para nuestro propósito es suficiente saber que el Estado Vaticano como existe hoy vino a la existencia en febrero de 1929 con la firma del Tratado de Letrán. Por este tratado Italia reconoció el territorio del Vaticano como un Estado independiente y soberano y fue obligada pagar 750,000,000 de liras y a entregar bonos italianos al 5 por ciento al valor nominal de 1,000,000,000 de liras.  
 
Como se reconoce hoy, el Estado Vaticano consiste en la Ciudad del Vaticano; ésta es el área de Roma reconocida por el tratado del Letrán como constituyente de la extensión territorial de la soberanía temporal de la Santa Sede. Incluye los palacios Vaticanos, sus jardines y anexos, la Basílica y la Plaza de San Pedro, y los edificios adyacentes. En total sólo cubre un área de menos de una milla cuadrada. Al estallido de la Segunda Guerra Mundial la población de la Ciudad Vaticana era aproximadamente de 600 personas. Todos ellos adultos masculinos  en el servicio inmediato de la Iglesia católica o en su ministerio, siendo tal empleo el requisito ordinario para la residencia y ciudadanía.  
 
El Papa tiene la plenitud del poder  legislativo, ejecutivo, y judicial que, durante una vacante, pertenece al Colegio de Cardenales. Para el gobierno del Estado, el Papa nombra un Gobernador, un laico, y hay un concejo consultivo. El Gobernador es responsable por el orden la seguridad, la protección de la propiedad públicos, etc. Ley es el Canónico además de que hay . El Código de Ley es el Canónico, además de haber regulaciones especiales para la Ciudad y ciertas leyes del Estado italiano como pueda ser conveniente adoptar.  
 
El Vaticano no tiene ningún ejército privado, sino un número pequeño de pintorescos guardias que son principalmente empleados en las ceremonias religiosos o diplomáticas. La famosa guardia suiza fue formada primero por el enrolamiento de 150 hombres del Cantón de Zurich en septiembre de 1505. En 1816 Pío VII creó la Gendarmería Pontifical o Carabinieri. Además de estos hombres allí existe la Guardia Noble, para la asistencia personal del Papa. El Cuerpo está compuesto enteramente por miembros de los patricios y la nobleza de Roma.  
 
El Vaticano tiene sus propias estampillas, monedas, radio, y ferrocarril, y en la maquinaria puramente técnica de Gobierno, la diminuta Ciudad Vaticana no es diferente a un Estado moderno en miniatura. Tiene su propio periódico, el Osservatore Romano que apareció por primera vez en 1860. En 1890 el Papa León XIII compró el diario y lo hizo el órgano oficial del Vaticano. Tiene un gran peso y expresa las posiciones oficiales del Vaticano sobre eventos mundiales políticos y sociales importantes.  
 
Como cualquier otro Estado, el Vaticano debe tener dinero para el mantenimiento y los sueldos de sus empleados, nuncios, iglesias, seminarios, y las numerosas otras instituciones que son necesarias para la existencia de la Iglesia católica. Debe pagarse a los oficiales de la maquinaria administrativa del Estado Vaticano. Están también las misiones de la Iglesia católica que requieren una buena cantidad de dinero.  
 
Antes de 1870 el ingreso principal del Vaticano provenía del Estado temporal. Pero desde entonces se han encontrado otros medios para llenar los cofres. Es casi imposible medir los gastos del Vaticano, ya que allí no hay ningún rastro de presupuestos, y los ingresos no se hacen públicos. Sin embargo, al comienzo de este siglo se estimó que el Vaticano necesitaba por lo menos £800,000  por año.  
 
Hoy el ingreso Vaticano se deriva de dos fuentes principales, la ordinaria y la extraordinaria. Dentro de la ordinaria la más importante es el el Penique de Pedro, un impuesto voluntario introducido en países católicos desde 1870 para reemplazar el ingreso proporcionado por los Estados Papales tomados por los italianos.  
 
Bastante curiosamente, el contribuyente más generoso a las finanzas de la Iglesia católica y el Vaticano son los protestantes Estados Unidos de América. La suma de dinero recolectada allí en tiempos modernos es la más grande extraída a través del Penique de Pedro en cualquier país. Es seguido por Canadá, las Repúblicas de América del Sur, y, en Europa, por España, Francia, y Bélgica. Desde la pérdida de los Estados Papales los Estados Unidos de América se han vuelto no sólo el contribuyente más generoso al Vaticano, sino también su banquero. En 1870 el Vaticano negoció un préstamo de 200,000 scudi con los Rothschild. En 1919 un delegado Papal fue enviado a los Estados Unidos de América con el propósito de asegurar un préstamo de 1,000,000 de dólares. En el mismo año la Peregrinación de los Caballeros de Colón dio al Vaticano un regalo de más de 250,000 dólares. En 1928, gracias al Cardenal Mundelein, al Vaticano se le prestó £300,000 en bonos amortizables al cinco por ciento en veinte años, respaldados por las propiedades de la Iglesia en Chicago.   
 
El ingreso más regular se deriva de impuestos y aranceles para toda clase de funciones, como la de cancillería, oficinas de datos, matrimonios, títulos de nobleza, órdenes de caballería, etc.  
 
En cuanto al ingreso extraordinario del Vaticano, es casi imposible evaluar su magnitud. Incluye los regalos y legados que a veces alcanzan millones. Siempre que hay una peregrinación, cada peregrino dona una cierta suma. De un peregrino americano, por ejemplo, se espera que dé un dólar por lo menos; un francés diez francos. Por supuesto, las peregrinaciones son muy frecuentes, y están a menudo compuestas de miles de personas.  
 
Desde 1929 hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial el Vaticano recibió más de £750,000,000 del Gobierno fascista como compensación por la pérdida de los Estados Papales.  
 
George Seldes, en su libro The Vatican: Yesterday-Today-Tomorrow [El Vaticano: Ayer Hoy y Mañana], estima que entre las dos guerras mundiales el ingreso del Vaticano era de más de 180,000,000 de liras por año. Desde entonces ha aumentado grandemente.  
 
Pero la función principal del Vaticano es ser el centro diplomático y político oficialmente reconocido de la Iglesia católica; como un Estado soberano independiente envía sus propios representantes a los diversos Gobiernos del mundo, mientras las naciones grandes y pequeñas envían sus embajadores al Vaticano. Normalmente a los representantes del Vaticano acreditados ante esos Gobiernos con los que el Papa tiene relaciones diplomáticas se les llama Nuncios, Nuncios Papales, etc. Ellos tienen el rango de plenos embajadores, con todos los privilegios acompañantes y están en pie de igualdad con los embajadores de cualquier Poder laico.  
 
Los principales propósitos de los representantes diplomáticos del Vaticano acreditados ante un Gobierno son aquéllos definidos por la Ley Canónica (267): -  
 
(a) Cultivar buenas relaciones entre la Sede Apostólica y el Gobierno ante quien ellos están acreditados.  
 
(b) Velar por los intereses de la Iglesia en los territorios asignados a ellos y dar la información al Pontífice romano acerca de las condiciones en estas áreas.  
 
(c) Además de estos poderes ordinarios, ejercer tantos poderes extraordinarios como puedan delegarse a ellos.  
 
El ideal a ser logrado es la conclusión de un tratado entre el Vaticano y el Gobierno involucrado; y aunque las negociaciones para tales tratados normalmente se llevan a cabo directamente, entre las partes involucradas, el rol de los representantes diplomáticos Papales es de suma importancia.  
 
Tales tratados se llaman Concordatos. Un Concordato es un acuerdo por el que el Estado concede privilegios especiales a la Iglesia católica y reconoce su lugar y sus derechos dentro del Estado, mientras la Iglesia compromete su apoyo al Gobierno y, normalmente, la no interferencia en materias políticas. Semejante tratado llega a ser especialmente deseable cuando "materias que desde un punto de vista son civiles y desde otro son religiosas podrían crear fricción". Como León XIII dijera en tal caso, "un concordato. . . fortalece grandemente la autoridad del Estado", y el Papado siempre está listo a "ofrecer la Iglesia como una muy necesaria protección para los gobernantes de Europa."  
 
Cuando no es posible concluir un Concordato, entonces los nuncios deben esforzarse por alcanzar un compromiso que, en lugar de un tratado formal, se vuelve un modus vivendi . Si aquello, también, es imposible, entonces el Vaticano puede enviar de vez en cuando a un Gobierno determinado representantes Papales especiales en ocasiones particulares. Normalmente el Vaticano encarga a un primado local el cuidado de los intereses de la Iglesia.  
 
Aunque  la maquinaria exterior de la diplomacia Vaticana no difiere mucho de la de cualquier poder secular, fundamentalmente se comporta diferente debido a dos características principales -a saber, los objetivos y los medios a disposición de los representantes Papales.  
 
El representante Papal debe esforzarse no sólo por favorecer los intereses diplomáticos y políticos del Vaticano, sino, sobre todo, los intereses espirituales de la Iglesia católica como una institución religiosa, y su misión por consiguiente asume un carácter dual. Debido a esto, el representante Papal tiene a su disposición, no sólo la maquinaria diplomática que cualquier representante diplomático ordinario de un Estado laico tendría, sino también la inmensa maquinaria religiosa de la Iglesia católica dentro del país en que él está acreditado, así como fuera de él. En otras palabras, el representante diplomático Papal tendrá a su disposición la jerarquía entera de un  país dado, desde los cardenales, arzobispos, y obispos hasta el sacerdote del pueblo más humilde. Es más, las organizaciones católicas de carácter social, cultural, o político, encabezadas por los partidos católicos, obedecerían sus instrucciones. El resultado es que un nuncio puede ejercer una presión formidable sobre el Gobierno, presión  de una naturaleza religiosa-política que está vedada a cualquier diplomático laico.  
 
Debido a que cada sacerdote es de facto agente del Vaticano y puede reunir información fiable acerca de las condiciones locales de su parroquia, o, si él es un obispo, de su diócesis, o, si él es un primado, de su nación, el Vaticano donde todos estos datos son enviados, es uno de los mejores centros de información de carácter económico, social, y político en el mundo.  
 
Cuando a esto se agrega la influencia que el Vaticano puede ejercer sobre los diversos partidos católicos y Gobiernos católicos, y sobre asambleas nacionales e internacionales, llega a ser evidente que el poder de este gran centro diplomático-político se siente a lo largo del mundo. Esto es reconocido por la mayoría las naciones incluyendo países no católicos, como el protestante Estados Unidos de América y Gran Bretaña, y países no Cristianos como Japón.  
 
La importancia del Vaticano como un centro diplomático se refuerza en tiempos de guerra. Porque durante las hostilidades, cuando el contacto diplomático entre los países beligerantes está cortado, las naciones belicosas pueden obtener contacto entre sí a través del Vaticano. Los servicios prestados y el conocimiento recogido por ambos lados da un prestigio enorme al Vaticano ante los ojos de los poderes laicos. Por estas y otras razones, durante la Primera Guerra Mundial los países se apresuraron a enviar sus representantes al Vaticano: Alemania, Suiza, Grecia, la Gran Bretaña protestante, Francia, e incluso Rusia. Para el final de la guerra, treinta y cuatro naciones tenían representantes diplomáticos permanentes acreditados ante el Papa.  
 
Durante la Segunda Guerra Mundial aquella cifra casi se duplicó, y grandes países como el no Cristiano Japón y el Protestante Estados Unidos de América buscaron medios por los que ellos podrían estar representados ante el Vaticano -los Estados Unidos de América recurriendo a la estratagema diplomática de enviar un "Embajador personal del Presidente"; el Imperio japonés acreditando a un enviado con el rango de pleno Embajador ante la Santa Sede. Desde el mismo principio de la Segunda Guerra Mundial hasta su fin, en 1945, el Vaticano, con cincuenta y dos embajadores, ministros, y enviados personales enviados a él por casi todas las naciones del mundo, era un centro diplomático-político igual en importancia al de las grandes capitales donde los destinos de guerra y paz se concebían y discutian: Washington, Moscú, Berlín, Londres, Tokio,. Nosotros veremos después por qué el Vaticano, aunque no poseía un solo avión de guerra, tanque, o buque de guerra, estaba en posición de tratar de igual a igual con los más grandes Poderes militares de la tierra antes, pero sobre todo a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. .

Capítulo 3

 

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