Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas
Además de la inmensa maquinaria de administración religiosa
en países Cristianos y no Cristianos, hay otra gran maquinaria
que, aunque no tan bien conocida, es no obstante de la mayor
importancia en el avance de los poderes espirituales y políticos
de la Iglesia católica. Está formada por las diversas Órdenes
religiosas y semirreligiosas que dependen de la Santa Sede y cuya
tarea es principalmente la de consolidar y hacer penetrar en cada
estrato de la sociedad en todas partes del mundo, el
dominio de la Iglesia católica.
Hay algunas Órdenes religiosas consagradas exclusivamente a la
contemplación religiosa; hay otras cuyo propósito es educar a
la juventud, especializarse en la instrucción, tratar con obras
de caridad u hospitales, influir en cuestiones sociales, etcétera.
Ellas tienen monasterios, conventos, escuelas, misiones, periódicos,
y propiedades en prácticamente cada país Cristiano, además de
extenderse, como las misiones, por todo el globo. Muchas de
ellas, de hecho, trabajan para las misiones.
Hay numerosas Órdenes religiosas, para los hombres así como
para las mujeres. Ellos forman un ejército silencioso pero muy
ocupado y eficaz de la Iglesia católica. Éste no es el lugar
para un examen detallado de sus actividades particulares, y
nosotros sólo señalaremos algunas de las características
principales de los Jesuitas que, indudablemente, vienen primeros
entre muchas Órdenes famosas, como los franciscanos, los dominícos,
los agustinos, etc. Tomamos el ejemplo de los Jesuitas porque
ellos están relacionados estrechamente con el fortalecimiento de
la autoridad Papal en el mundo. De hecho, la causa primaria para
la creación de la Orden era la necesidad de especiales soldados
y defensores de la teocracia absoluta del Papado. Ignacio de
Loyola, ex soldado de fortuna, impartió su espíritu militar a
la nueva Orden. Él hizo de ella una compañía luchadora y la
llamó la Compañía de Jesús, así como una compañía de
soldados a veces toma el nombre de su General.
De los diversos votos, el de obediencia fue considerado el más
importante: completa, absoluta, incuestionable, ciega, no crítica
obediencia a las órdenes de la sociedad, una rendición completa
del pensamiento y el juicio individual, un abandono absoluto de
la libertad. En una carta a sus seguidores en Coimbra, Loyola
declaró que el General de la Orden está puesto en el lugar de
Dios, independientemente de su sabiduría personal, piedad, o
discreción; que cualquier obediencia que no alcanza a hacer
propia la voluntad del superior, en el afecto interior así
como en el efecto exterior, es floja e imperfecta; que ir más
allá de la letra de una orden, incluso en cosas abstractamente
buenas y loables, es desobediencia, y que el "sacrificio del
intelecto" es el tercer y más grande grado de obediencia, y
es agradable a Dios, cuando el inferior no sólo quiere lo que el
superior quiere, sino que piensa lo que él piensa y se somete a
su juicio, tanto como sea posible para la voluntad influenciar y
guiar. (H.G. Wells, Crux Ansata.)
La fórmula del voto Jesuítico final es:
"Yo prometo al Dios Omnipotente, ante Su Madre
la Virgen y la hueste celestial entera, y a todos los presentes;
y a ti, Reverendo Padre General de la Sociedad de Jesús, que
está en lugar de Dios, y a tus sucesores: Pobreza Perpetua,
Castidad y Obediencia; y de acuerdo a esto: un cuidado peculiar
en la educación de muchachos según la forma contenida en las
Cartas Apostólicas de la Sociedad de Jesús y en su Constitución."
Ésta es la significativa petición presentada al Papa por un
pequeño grupo de los primeros Jesuitas, para la elección del
General de la Orden. El General -decía ésta-
"... .debe distribuir oficios y grados a su propio placer,
debe formar las reglas de la constitución, con el consejo y la
ayuda de los miembros, pero teniendo el poder de comandar el solo
en cada caso , y debe ser honrado por todos como si el propio
Cristo estuviera presente en su persona. Así en la orden de los
Jesuitas, la obediencia toma el lugar de cada motivo o afecto;
obediencia, absoluta e incondicional, sin un pensamiento o
cuestionamientos acerca de su objeto o consecuencias".
(La Historia de los Papas, de Ranke.)
El Jesuita----
" ...con la renuncia más ilimitada de todo derecho de
juicio, en total y ciego sometimiento a la voluntad de sus
superiores, debe resignarse a ser llevado, como una cosa sin vida
-como la vara, por ejemplo, que el superior tienen en su mano,
para ser tornado hacia cualquier propósito que le parezca bueno
a él". (La Historia de los Papas, de Ranke.)
De esta manera el General llegó a ser un dictador absoluto,
comparable sólo con los dictadores más intransigentes del siglo
veinte, porque el poder concedido a él de por vida es la
facultad de manejar esta obediencia incondicional de miles; no
hubo ni habrá uno ante quien él sea responsable por el uso
hecho de esta.
"Todo el poder se deposita en él para actuar como pueda ser
mas conducente para el bien de la sociedad. Él tiene ayudantes
en las diferentes provincias, pero éstos se confinan
estrictamente a las cosas que él nombra a su placer; él
recibe o despide, distribuye o provee, y puede decirse que ejerce
una clase de autoridad papal en una escala pequeña". (La
Historia de los Papas, de Ranke.)
Así la Compañía de Jesús se volvió, y todavía es, una
teocracia dentro de una teocracia. Su rígida maquinaria fue
creada para ayudar en el logro de la meta de la Compañía -el
fortalecimiento de la autoridad de la Iglesia por medio de la
educación de la juventud, de la predicación, y del trabajo
misionero. Empezó fundando colegios en muchos países, y cuando
su fundador murió tenía diez colegios en Castilla, cinco
en Aragón y cinco en Andalucía, y muchas casas en Portugal.
Sobre las colonias portuguesas los Jesuitas ejercieron un dominio
casi completo, y ellos tenían miembros en Brasil, India
Oriental, y las tierras entre Goa y Japón, y un provincial fue
enviado a Etiopía. Los colegios y casas existieron en Italia,
Francia, Alemania, y otros países europeos.
Desde entonces, a lo largo de los siglos y en todos los países,
los Jesuitas han seguido con su trabajo de consolidar el poder
religioso y político de la Iglesia católica. Ellos han
alcanzado una extraordinaria perfección y destreza en entrenar a
los jóvenes para los oficios elevados en la propia Iglesia católica
o en los Gobiernos civiles. Como un historiador Jesuita escribió:
"Muchos están brillando ahora en la púrpura de la Jerarquía
a quienes nosotros teníamos hace poco en los bancos de nuestras
escuelas; otros están comprometidos en el gobierno de Estados y
ciudades". (Orlandini).
Este entrenamiento de las clases gobernantes espirituales y
temporales ha hecho de los Jesuitas inclinados a entrometerse en
los eventos religiosos y políticos. Sus actividades en las
esferas políticas de todos los países han sido innumerables, y
ésa es la causa principal de que hayan sido continuamente
perseguidos, expulsados, o desterrados por los reyes,
emperadores, y Gobiernos de todos los tipos, incluso por los más
devotos reyes y países católicos. De hecho, debido a sus
continuas interferencias e intrigas en la política de muchos países
de Europa, así como en el de la Iglesia católica, el Papa mismo
fue obligado a suprimir la Orden por completo.
Eso fue en 1773, y el Papa involucrado fue Clemente XIV, quién
durante muchos años había recibido las quejas de los soberanos
y Gobiernos de Europa con respecto a la interferencia en materias
públicas de los Jesuitas, que fueron acusados de ser "perturbadores
de la paz pública".
Sin embargo, en 1814, la Orden fue restaurada universalmente.
Desde esa fecha los Jesuitas han continuado extendiéndose, y en
muchos países ellos retienen todavía el cuasi monopolio de la
educación, con excelentes colegios y universidades. Ellos serán
encontrados detrás de las altas instituciones educativas, la
Prensa, la radio, los partidos políticos, y los Gobiernos, como
tendremos ocasión de verlo en los capítulos siguientes.
¿Se ha debilitado el espíritu primario y los motivos con los
cuales Ignacio de Loyola creó la orden? ¿Ha disminuido su
tremenda disciplina? Hoy ellos son exactamente iguales que los
primeros miembros de la Orden; ellos son tan poderosos, tan
diestros, tan tenaces e inflexibles en su meta única de
fortalecer la Iglesia católica en el mundo como lo han sido
siempre. Sus grandes cualidades y su gran organización por todo
el mundo obran más infatigablemente que nunca para ese fin. Como
la propia Iglesia católica, y como muchas otras Órdenes
religiosas, ellos han dividido el mundo en provincias, a fin de
extender más fácilmente su influencia. Estas provincias son
gobernadas por provinciales, bajo el Superior-General que reside
en Roma y quien está en contacto constante con el Papa mismo.
Que su Superior general deba estar en constante y directo
contacto con el Papa es entendible cuando uno recuerda que la
Compañía de Jesús vino a la existencia para defender y
extender el poder, religioso y político, del Papado. El Papado
es apoyado por un inmenso ejército, compuesto de la Jerarquía
entera, las Órdenes religiosas, y los fieles; pero los Jesuitas
son sus más fanáticos y diestros soldados -ellos son, de hecho,
las tropas de choque del Papa.
Cada Jesuita hace un voto sumamente importante -en adición al
voto de obediencia y los otros dos ya mencionados- y es como
sigue:
" ...realizar lo que sea que el Papa reinante ordene,
adentrarse en todas las tierras, entre los turcos, paganos o
herejes, dondequiera que le plazca enviarlo, sin vacilación o
tardanza, sin preguntas, condición, o premio."
Hoy la Compañía de Jesús es la Orden más poderosa de su tipo,
teniendo miembros, trabajando para extender la primacía del Papa
en los lugares más delicados e influyentes, en lo religioso, lo
educativo, lo social, y a menudo en los campos políticos. Es la
maquinaria más dinámica a disposición del Papa; una poderosa
teocracia que trabaja continuamente y con fanatismo para extender
la gran teocracia de la Iglesia católica en el mundo.
Además de los Jesuitas y las otras numerosas Órdenes puramente
religiosas, la Iglesia católica ha intentado adaptarse a la
sociedad moderna creando nuevas organizaciones que, debido a su
naturaleza religiosa, social, y política, son quizás más aptas
para influir en su ambiente que las antiguas Compañías
religiosas. Estas organizaciones se han creado durante el último
siglo y el siglo presente, y son muy numerosas. Sus actividades
se dedican sobre todo a la educación y la asistencia social.
Mencionaremos sólo dos.
La primera es la Salesiana -una compañía de lo que pueden
llamarse "sacerdotes laicos". Fue fundada el siglo
pasado, y su trabajo principal es dirigir colegios y cuidar del
bienestar espiritual y físico de estudiantes y obreros. Ellos
serán encontrados en muchos países de Europa, y sobre todo en
América del Sur.
Otra organización típica de este tipo es la Compañía de San
Pablo. Es aún más "laica" que la Salesiana, porque
sus miembros han desechado todas las señales exteriores de su
estado. Como su contraparte más antigua, los Jesuitas, esta
Compañía tiene un carácter político importante. Su objeto
principal es neutralizar y luchar contra las influencias
del Socialismo y del Comunismo, sobre todo a través de
instituciones sociales y educativas. Fue fundada recientemente,
en 1920, por el Arzobispo de Milán.
Sacerdotes y laicos y mujeres son igualmente elegibles para la
membresía; ellos residen en casas separadas, pero se reunen para
trabajar. Los sacerdotes deben tener un grado en ley canónica,
teología, u otra ciencia; otros deben tener un grado
universitario o deben pasar un examen de ingreso. Todos deben
tener menos de treinta años al entrar. Se hacen votos simples y
se renuevan anualmente. Ningún hábito religioso es llevado, y
los miembros son alentados a tener lazos de estudio, amistad, y
trabajo fuera de la Compañía, para que puedan vivir en estrecho
contacto con el mundo.
Entre los trabajos de la Compañía están hospicios, imprentas
con varias publicaciones, incluyendo un diario, misiones,
escuelas, y centros de entrenamiento técnico. Fuera de Italia la
Compañía está establecida en Jerusalén, Buenos Aires, y otros
centros. Como algunas otras de su tipo, esta Compañía se
especializa en distritos de trabajadores, entrenando a los
obreros jóvenes en sus centros para implantar tempranamente en
sus mentes la enseñanza social de la Iglesia católica, y así
neutralizar la enseñanza Socialista. Para este propósito está
abriendo continuamente centros de entrenamiento técnico, centros
de descanso, bibliotecas, clubes deportivos, etc.
Además de estas Órdenes religiosas o semirreligiosas, el
Vaticano controla otros tipos de organizaciones, a veces de una
naturaleza aparentemente religiosa, a veces completamente social.
No es raro para las tales organizaciones contar sus adherentes en
millones.
Por citar un ejemplo, el Apostolado de Oración, la Liga del
Sagrado Corazón. Papa tras Papa lo bendijeron, y el Papa
Benedicto XV dijo que todos los católicos deben ser miembros de
él. Su propósito principal es unir a tantos católicos como sea
posible en oración privada y comunal, con el propósito de rogar
la protección de Dios para la Iglesia católica, por el Papa,
por la extensión del Catolicismo en el mundo, y por una Paz
Universal (que, por supuesto, significa una Paz católica). Hoy
la Liga tiene un número de miembros de más de 30,000,000, y su
diario, Mensajeros, se publica en cuarenta idiomas.
En Gran Bretaña está la organización La Espada del Espíritu
que está bajo el mando directo del Arzobispo Cardenal. Su
objetivo es extender el Catolicismo a través de la Prensa,
folletos, libros, actividades culturales y sociales, etc.
Después están muchas asociaciones completamente laicas que
superficialmente no tienen nada que ver con el Vaticano. No
obstante, en materias sociales, culturales, y políticas ellas
dependen de instrucciones de la jerarquía local o de Roma. En
Inglaterra, por ejemplo, está: el Concilio Nacional de Mujeres
Católicas, la Liga de Mujeres Católicas, el Concilio Nacional
de Juventud Católica, la Asociación de la Federación Católica,
etc. Un movimiento cultural formado durante la Segunda Guerra
Mundial es la Nueva Asociación del Hombre. En todos los países
europeos y americanos existen innumerables organizaciones de este
tipo. En los Estados Unidos de América la más influyente y
adinerada es la Asociación de los Caballeros de Colón.
Pero la más importante de estas nuevas organizaciones, creadas
por Papa mismo y dependiente directamente del Vaticano y que la
Iglesia católica usa para avanzar con los tiempos modernos, es
la Acción católica, o la Liga Católica. Su tarea principal es
mantener y extender las ideas católicas y principios en la
sociedad moderna, a través de actividades sociales, culturales,
y políticas.
La Acción Católica fue creada para proporcionar a la Iglesia
católica una organización menos comprimida que los Partidos católicos
en los diversos países, pero no obstante capaz de influir
permanentemente con ideas católicas en las tendencias sociales y
políticas. Semejante organización pudo penetrar los estratos
sociales y políticos más discretamente, y así lograr los
mismos objetivos que los viejos Partidos católicos sin incurrir
en sus riesgos y responsabilidades.
Durante el período entre las dos guerras mundiales, el Papa Pío
XI sacrificó muchos Partidos católicos con esta idea en vista.
Él creó este nuevo movimiento, unitario en carácter, que unió
estrechamente a los hombres comunes con la Jerarquía y lo equipó
para la acción pública sobre todos los partidos, defendiendo
intereses religiosos, la familia, la educación católica, los
principios católicos, etc. La Acción Católica, declaró el
Papa, era la niña de sus ojos. Tan así que no sólo hizo
conocer su existencia a muchos Gobiernos, sino que insistió
en que una de las cláusulas principales de cualquier Concordato
que él hiciera con algún país fuera que este incluyera el
reconocimiento diplomático de la Acción Católica.
Las actividades de la Acción católica abarcan todos los campos,
del intelectual al manual, del social al político. Está
organizada de tal manera que el trabajo principal de puertas para
afuera es llevado a cabo por hombres católicos comunes que no
obstante están conectados estrechamente con la Jerarquía católica
y son dirigidos por ella -la cual, por supuesto, se mueve a la
voluntad del Papa. De hecho, la unión íntima con la Jerarquía
(lo cual significa con el Vaticano) es el principio principal de
la Acción Católica:
"La Jerarquía tiene el derecho de ordenar y dar
instrucciones y directivas. La Acción Católica pone todas
sus potencialidades y todas sus energías a disposición de la
Jerarquía. Además de la obediencia completa a las directivas de
la autoridad eclesiástica, como incluso la autoridad civil viene
de Dios, los miembros de Acción católica también deben prestar
el respeto debido a la autoridad civil, y leal y fielmente servir
sus prescripciones legítimas (Papa Pío XII, septiembre
de 1940).
¿Cuáles son los objetivos de la Acción católica?
" ...apunta a desarrollar, en acuerdo con la Iglesia, una
actividad social santa y caritativa, para inspirar y restaurar
donde sea necesario el verdadero vivir católico; en una palabra,
para Catolizar o re-Catolizar el mundo..."
En las palabras del Rev. R. A. MacGowan, otro clérigo católico,
Director Auxiliar de la Conferencia Nacional Católica de
Bienestar, la Acción católica trata con "las cuestiones en
el campo de la legislación y la economía, pero sólo en sus
aspectos distintamente religiosos y morales, y no como lo hacen
los partidos políticos."
El autoritativo periódico católico Commonweal, en una
declaración más clara, define la meta de la Acción Católica
como "procurar cambiar y ajustar todo pensamiento religioso,
moral y social y económico y el curso de la vida moderna a las
normas católicas de pensamiento y acción para extender el reino
de Cristo."
Es muy evidente (y, de hecho, admitido por las declaraciones de
la propia Iglesia) que la Acción Católica es el arma más
poderosa y moderna usada por la Iglesia católica para intentar
amoldar la sociedad según sus principios. Éste es un intento
racional e intrépido de burlar el juego abierto de la política,
y emplear la creencia religiosa y la organización religiosa para
ganar metas políticas que, a su vez, sirvan para extender las
ideas religiosas.
Así la Iglesia católica, con justicia o sin ella, interfiere en
política, en este caso indirectamente a través de viejas y
nuevas organizaciones semirreligiosas o semilaicas ; y no puede
honestamente negar que interfiere con los problemas temporales de
los pueblos. La demarcación entre lo espiritual y lo físico, lo
temporal y lo divino, siempre ha sido muy difícil. Hoy se ha
vuelto imposible. Si éste no fuera el caso, las cosas serían
mucho más fáciles para la Iglesia católica así como para la
sociedad. Desgraciadamente, la mayoría de los problemas son
"las materias mixtas", y todos los que niegan que la
Iglesia católica está obligada a interferir en problemas políticos
debe recordar el comentario hecho por la Reina Catalina que dijo
que la demarcación entre lo temporal y lo espiritual es a veces
imposible. El ciudadano católico está obligado a tratar con la
política, porque, como el Papa Pío XI, el fundador de la Acción
Católica, lo expresó: "El mismo hombre, según la
naturaleza de su tarea, actúa ya como católico, ya como
ciudadano". Sus actividades diarias no pueden ser nítidamente
divididas en compartimentos estancos. Como George Seldes
acertadamente lo dice:
"El espíritu religioso es una fuerza viviente que no puede
envasarse como categorías y especies con bien pegadas etiquetas."
"Finalmente", y citamos al mismo escritor, "es
claro que el armazón de la Acción Católica provee la máquina
más formidable para la centralización universal que uno puede
imaginar en nuestro tiempo". Y si el lector al mismo tiempo
recuerda todas las otras compañías completamente religiosas,
semirreligiosas, y laicas, o asociaciones que existen, él
comprenderá qué formidable maquinaria tiene a su disposición
la Iglesia católica para alcanzar todos los estratos de la
sociedad, para extender sus principios y así afirmar su
autoridad en el mundo moderno.
Es obvio que aunque, en los aspectos técnicos y administrativos,
esta maquinaria se asemeja mucho a la de un Gobierno moderno, tal
parecido es sólo superficial. Porque las diversas Congregaciones
o Ministerios han sido creadas por medio de una complicada e
inmensa red de intereses espirituales y materiales. Sus
campos no tienen límite de ningún tipo, sus actividades se
sienten en todos los continentes, y están a disposición de una
sola voluntad -la del Papa.
Aunque cada Congregación tiene una bien planeada rutina a seguir
y tiene sus propios problemas particulares con que tratar (las
Congregaciones tienen sus encuentros regulares diarios,
semanales, y mensuales), ellas pueden reducir o ampliar sus
actividades según los planes del Papa.
Como ya hemos mencionado, el Pontífice Supremo, al contrario de
cualquier primer ministro, presidente, rey, o dictador, puede
ejercer en cualquier sección del Vaticano una presión personal
ilimitada. Ningún dictador antiguo o moderno ha celebrado un
poder alguna vez comparable con el del Papa. Él no tiene ningún
control de ninguna especie encima suyo; él no necesita dar
cuenta de sus acciones a nadie, ni siquiera al Colegio de
Cardenales. Toda la complicada maquinaria del gobierno de la
Iglesia católica cuyos brazos se extienden a todos los rincones
de la tierra está a disposición completa e incontenible de un
hombre -o, quizás, dos hombres: el Papa y su Secretario de
Estado.
Ahora, habiendo visto cómo funcionan el gobierno de la Iglesia
católica y el Vaticano, y habiendo adquirido algún conocimiento
sobre la inmensa influencia que los dos pueden ejercer en muchos
estratos de la sociedad dondequiera haya católicos, miremos lo
que los Papas que gobiernan la Iglesia católica de nuestro
tiempo piensan sobre los grandes problemas que han agitado al
mundo durante los últimos cincuenta años. Al saber por qué
principios se guía el Papa, será más fácil de evaluar la
actitud futura y la consiguiente política del Vaticano con
respecto a los candentes problemas del Secularismo, el
Liberalismo, y el Autoritarismo, las ideologías sociales y políticas
inspiradoras de la Democracia, el Socialismo, o el Fascismo.
Porque fue el apoyo u hostilidad de los Papas hacia estas formas
de gobierno lo que causó que el Vaticano se oponga o favorezca a
ciertas ideologías modernas, sistemas políticos, y naciones en
lugar de otros, y determinó así la política del Vaticano en
nuestro siglo.
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