Unión Con Roma

Capítulo 2

Sobre si Babilonia, en el Apocalipsis, es la Iglesia de Roma.

 

Avanzamos ahora un paso más  en el argumento; y nuestra presente averiguación es: Si las profecías Apocalípticas que se han especificado se refieren a Roma en su carácter espiritual además del temporal; es decir, si ellas la involucran, no sólo como una Ciudad, sino como una Iglesia. 

 

1. La Gran Ciudad, la ciudad sobre las Siete Colinas, la Ciudad que en la edad de San Juan reinaba sobre los Reyes de la Tierra, la Babilonia mística entronizada sobre muchas aguas, ésta, hemos visto, es la Ciudad de Roma. Y Roma es reconocida serlo  por la voz  concurrente de la Iglesia Cristiana en la época de San Juan, y aún hasta el presente. 

 

2. Tan fuerte, de hecho, es la evidencia de esta identidad, que los Teólogos de la Roma Papal no han podido resistirla. Basta mencionar tres de los más eminentes entre ellos: El Cardenal Belarmino , el Cardenal Baronio, y el famoso Obispo francés: Bossuet. 

 

"San Juan en el Apocalipsis", dice el Cardenal Belarmino, "llama Babilonia a Roma; porque ninguna otra ciudad además de Roma reinaba en su época sobre los Reyes de la Tierra, y se sabe bien que Roma estaba asentada sobre Siete Colinas." 

 

"Es reconocido por todos", dice el Cardenal Baronio, "que Roma es lo que se da a entender en el Apocalipsis con el nombre de Babilonia." 

 

Y el lenguaje del famoso Prelado francés, Bossuet, en su Exposición del Libro de Apocalipsis, es: "Los rasgos (en el Apocalipsis) son tan marcados, que es fácil de descifrar a Roma bajo la figura de Babilonia." 

 

Tal es la confesión de los más sabios Teólogos de la Roma papal. 

 

3. Aquí entonces vemos que la cuestión  es llevada a un margen estrecho. La Babilonia del Apocalipsis, como es aceptado por los escritores Romanistas y  Protestantes, es la Ciudad de Roma. 

 

4. Pero, puede ser preguntado ahora; teniendo en cuenta que en el Apocalipsis se anuncian juicios tan fuertes sobre Babilonia, ¿como podría una persona reconocer en Roma a la Babilonia Apocalíptica, y sin embargo considerarla como la Madre y Señora de las Iglesias? 

 

La respuesta es, los Teólogos de Roma afirman que lo que San Juan predijo de Babilonia, se refiere a Roma como una Ciudad, pero no como una Iglesia. Y, algunos de ellos agregan, que se refería a la antigua Roma pagana, pero no se refiere a ésta como Cristiana. 

 

En apoyo de esta opinión es alegado por ellos, por ejemplo por Bossuet, quien más ha trabajado este punto en su Comentario sobre el Apocalipsis, que los Antiguos Padres Cristianos de hecho identificaron la Babilonia Apocalíptica con la Ciudad de Roma; pero él afirma, que ellos no la identificaron con la Iglesia de Roma; y agrega que cada persona de juicio preferirá la interpretación de los Padres antiguos que la de aquellos modernos Expositores que identifican Babilonia con la Iglesia de Roma. 

 

5. Pero sobre esta alegación puede observarse: Los Padres que vivieron en los primeros tres siglos, es decir, que florecieron antes de que Roma se volviera Cristiana, reconocían a la Ciudad de Roma en la Babilonia Apocalíptica; así lo hicieron los Padres que vivieron en el cuarto, quinto, y sextos siglos, cuando Roma estaba volviéndose, y al final se volvió, Cristiana. Y nosotros seguimos a los Padres, hasta donde ellos van. Nosotros, junto con ellos, vemos en Babilonia a la Ciudad de Roma. Pero la pregunta es: ¿no debemos ver algo más? 

 

Y aquí hacemos una distinción. San Juan fue inspirado por el Espíritu Santo; él era un profeta, y le fue permitido  prever y  predecir lo que la Iglesia de Roma se volvería. Pero los Padres no eran Profetas; ellos sólo conocieron Roma como ella era en su propia época; y nosotros no pretendemos que la Iglesia de Roma fuese entonces, lo que ella es ahora. 

 

Los Padres no podían prever que, en el decimosexto siglo después de Cristo, la Iglesia de Roma, en el Concilio de Trento, agregaría Doce Artículos al Credo Niceno, y que ella impondría esos artículos sobre todos los hombres, como términos de comunión, y como requisito para la salvación. Los Padres no podían prever, que en el decimonono siglo después de Cristo la Iglesia de Roma agregaría otro nuevo artículo a  "la fe que ha sido una vez dada a los Santos" (Judas 3) decretando que la Bendita Virgen María estaba exenta del pecado original. Ellos habrían retrocedido ante tales nociones como increíbles. De hecho una de nuestras objeciones más fuertes a la Iglesia de Roma es, que ella da fuerza a doctrinas que los Antiguos Padres nunca conocieron, y que (como los abogados Romanos de la Doctrina del Desarrollo aceptan) ella no profesó explícitamente durante muchos siglos. Y, si ella hubiese sostenido estas doctrinas en los días de los antiguos Padres, entonces nuestro argumento contra la novedad de estas doctrinas caería por tierra. 

 

Nuestra respuesta es por consiguiente: --Nosotros no pretendemos, que, en la edad de los Padres, la Iglesia de Roma haya sido Babilonia; pero la cuestión a ser considerada es, si ella no se volvió Babilonia, adoptando y dando fuerza a   doctrinas, y si por anatematizar a todos los que no las reciben, ella no se identifica con la Babilonia Apocalíptica que  exige a todos los hombres que beban de su copa (Apocalipsis 14.8; 17.3[,4]). Y creemos, que si los Padres estuvieran vivos, ellos se unirían con nosotros en la investigación de si ella no es Babilonia. 

 

6. la verdad también es, que Bossuet distorsiona la interpretación que identifica la Iglesia de Roma con Babilonia. Él la llama "una interpretación protestante"; por que él quiere decir que es una interpretación moderna, contemporánea o subsecuente a la Reforma en el siglo dieciséis. 

 

Pero esto es un yerro. Porque ni bien la Iglesia de Roma empieza a publicar sus actuales pretensiones, y a poner en vigor su credo moderno, fue proclamado por muchos testigos que haciendo así ella estaba identificándose con la Babilonia del Apocalipsis. 

 

Datando desde el Papa Gregorio Primero, quién hizo una protesta profética contra el título de Obispo Universal al final del siglo sexto, nosotros podemos trazar una sucesión de tales testigos hasta el momento. En esa serie podemos enumerar al renombrado Pedro de Blois, los Valdenses, y Joaquín de Calabria, Ubertinus de Casali, Pedro Olivi, Marsilius de Padua, y los nombres ilustres de Dante y Petrarca. [N.T. Sin duda que sería un gran error incluir como testigo inocente al Papa Gregorio Primero, aunque su testimonio tiene un especial valor. La Iglesia de Roma, aunque no en su forma presente, ya podía ser entonces considerada como Babilonia, aunque en un estado embrionario y subrepticio de Babilonia naciente, pero Babilonia al fin. Luego, con la creación de los Estados Pontificios, (de lo cual Gregorio Primero fue un artífice fundamental), Roma, LA CIUDAD, fue constituida propiedad de la Iglesia de Roma, así, Iglesia de Roma y Ciudad de Roma llegaron a ser una misma cosa, así la Iglesia de Roma llegó a ser LA GRAN BABILONIA DE APOCALIPSIS] 

 

La interpretación que identifica la Iglesia de Roma con la Babilonia Apocalíptica no data de la Reforma; la verdad es, que era anterior a la Reforma, e hizo mucho para producir la Reforma. 

 

En los siglos séptimo y siguientes, la Iglesia de Roma estuvo unida con la Ciudad de Roma, por la unión de los Poderes temporales y espirituales en la Persona del Pontífice romano; y cuando la Iglesia de Roma empezó a promulgar sus nuevos dogmas, y luego a darles fuerza como requisito para la salvación, fue afirmado públicamente por muchos, (aunque ella quemó a algunos que lo afirmaron), que ella estaba cumpliendo las profecías Apocalípticas acerca de Babilonia. Y aunque la destrucción de la Roma pagana por los godos en el siglo quinto fue un evento de lo más llamativo, sin embargo ni un solo testigo de cualquier antigüedad puede citarse a favor de la Exposición de Bossuet y sus correligionarios que ven un cumplimiento de las predicciones del Apocalipsis, acerca de la destrucción de Babilonia, en la caída de la Roma pagana por la espada de Alarico. 

 

De hecho, esa exposición [de Bossuet] es moderna; es un pensamiento posterior; y ha sido inventada por Bossuet y otros para enfrentar la otra exposición, que ellos llaman la interpretación Protestante. La identificación de la Babilonia Apocalíptica con la antigua Roma Pagana, como su antitipo adecuado, es una invención de la Roma Papal moderna. 

 

7. Supongamos ahora, a favor del argumento, junto con Bossuet y el gran cuerpo de Intérpretes Romanos que las profecías del Apocalipsis se refieren a Roma sólo como una Ciudad, una Ciudad pagana, y no tienen que ver con ella ahora como una Ciudad y como una Iglesia. Y también supongamos con ellos, que Roma es, como ellos afirman,  "la Madre y Señora de todas las Iglesias"; y que sólo hay una cosa necesaria para todos los hombres --como todos los Teólogos Romanos afirman-- a saber, estar en comunión con Roma. 

 

¿Cuál es entonces el estado del caso? 

 

Aquí está el Apocalipsis, un Libro profético, como ellos lo admiten, dictado por el Espíritu Santo, revelando la Historia de la Cristiandad desde la edad Apostólica hasta el Segundo Advenimiento de Cristo, y diseñado para la edificación y consuelo de los miembros fieles de la Iglesia en los peligros, pruebas, dificultades, y perplejidades que les esperaban. Bajo tales circunstancias como esas, nada habría sido más natural, nada, casi podemos agregar, más necesario, que San Juan dijera a los seguidores de Cristo: "Ustedes, yo lo preveo, serán asaltados por violencia desde adentro, y por herejías y cismas desde dentro; ustedes serán tentados a desviarse de la fe. Pero tengan buen ánimo, no es necesario que se apenen, no es necesario ser dejados perplejos. Hay una Iglesia que no puede errar y nunca caerá, --la Iglesia de Roma. Roma es ahora una Ciudad Irreligiosa, la Reina del Mundo Gentil; pero Roma, en no mucho tiempo, se volverá la Capital de la Cristiandad. Y la Iglesia de Roma es, por designación de Cristo, la Madre y Señora de las Iglesias. El que ahora gobierna en Roma, es un Príncipe Pagano; pero cuando algunos años hayan pasado, la soberanía de Roma pasará a otras manos y será sostenida  por más de mil años por el Obispo de Roma. Él es Infalible; él es el Árbitro de la Fe; su silla es el Centro de la Unidad; él es el Vicario de Cristo. La única cosa indispensable es: permanecer en comunión con él. Obedézcanle; entonces nada podrá dañarles, nada podrá perturbarles. Ustedes estarán seguros, ustedes serán bendecidos, para siempre." 

 

¡Qué regla tan simple! ¡Cuán fácil de aplicar! ¿Puede ser imaginado, que el Autor del Apocalipsis no la haya encomendado? ¿Puede ser imaginado que San Juan --o, más bien, el Espíritu de Dios que escribía por él,-- haya estado callado sobre esta sumamente importante cuestión? ¿Puede ser imaginado que Él, cuando estaba escribiendo una historia profética de la Iglesia, no haya inspirado una sílaba sobre eso? ¡Y sin embargo, si la Iglesia de Roma no es la Ciudad Ramera, si ella no es Babilonia, entonces ella no es mencionada ni siquiera una vez en el Apocalipsis! De hecho es afirmado por Bossuet que "no hay un solo rastro de la Iglesia de Roma en todo este libro". Su misma existencia es ignorada. ¡Y sin embargo a nosotros se nos asegura de parte de todos los Teólogos Romanos y los Pontífices romanos que Roma es "la Madre y Señora de las Iglesias", y que la comunión con la sede de Roma es indispensable, y que el sometimiento a sus leyes es requisito para la salvación! ¡Cuán increíble! 

 

Pongamos de nuevo el mismo caso. Imaginemos que estas profecías del Apocalipsis se refieren a  Roma sólo como una Ciudad, una Ciudad pagana, y no como la Iglesia Papal. ¿Qué tendremos entonces? Aquí hay profecías divinas --profecías extensas y completas-- encomendadas en términos solemnes para la meditación piadosa de la Iglesia, aún hasta que Cristo vuelva (Apocalipsis 1.3; 22.19, 20); y sin embargo ellas pueden ofrecer advertencia y consolación sólo a algunos, para un corto período después de que ellas fueran publicadas. La Roma pagana fue saqueada por Alarico y los godos en el año del Señor 410, poco más de trescientos años después de que el Apocalipsis fuera escrito; ¡y luego, nos es dicho por Bossuet y los otros Teólogos Romanos, Babilonia cayó! 

 

¡Qué pobre cumplimiento de estas predicciones! Dé cada ventaja a la suposición. Conceda que los primeros Cristianos creyeron que fueron consumadas en la Roma pagana; --que no es el caso; ¿qué se sigue entonces? Algunos Cristianos antiguos fueron instruidos por ellas; ¿instruídos para hacer qué? Para huir de la idolatría de la Roma Pagana. ¡Para no sacrificar a Júpiter! ¡Para no quemar incienso a la estatua del Emperador romano! ¿Necesitaron ellos una nueva, gran, y elaborada profecía para enseñar eso entonces? San Pedro y San Pablo y todos los mártires Apostólicos habían hecho esto. El Apocalipsis no fue necesario para salvarlos de la Apostasía. Sea dicho esto con reverencia: allí no había una crisis digna de la intervención del Espíritu Santo de Dios. 

 

Pero ahora cambie la hipótesis. Suponga que Babilonia sea, no una Ciudad pagana, sino una Iglesia corrupta, promulgando sus demandas, y encubriendo sus corrupciones, bajo los colores más especiosos y seductores: escondiéndolas bajo las bellas formas de Antigüedad, Santidad, Unidad, y Universalidad. Entonces el caso es diferente. Aquí está una nueva forma de mal que requiere un nuevo remedio. Aquí está un Anticristo que se sienta en la Iglesia, y  enseña el error enmascarado como  Verdad; y el Anticristo hablando en el nombre de Cristo. Aquí está un fuerte engaño, uno que puede entrampar al mundo. Aquí está una ocasión crítica, y una urgente exigencia, para la intervención del Espíritu Santo. Aquí está un provechoso ejercicio de su Divino Oficio de profetizar, guiar y advertir a la Iglesia. Aquí está una apropiada Misión para el Consolador. 

 

Y, si semejante Iglesia como la que nosotros hemos descrito ahora ha existido, y si ha continuado existiendo durante muchos siglos, y existe ahora en el mundo; si ha existido así, y todavía existe, en Roma; y si, por la unión del poder secular con el espiritual, la Iglesia romana está, y ha estado mucho tiempo, identificada con la Ciudad de Roma; y si la Babilonia Apocalíptica es la Ciudad de Roma, como todos admiten, luego nosotros aquí vemos una prueba, de que la Babilonia del Apocalipsis que es reconocida por los Teólogos Romanos ser la Ciudad de Roma, no sólo es la Ciudad de Roma, sino también la Iglesia Romana. 

 

A esta altura, pueden dirigirse unas palabras a algunas personas que afirman que el conflicto real de nuestros propios tiempos no está entre una forma de Cristianismo y otra, sino entre el Cristianismo y la Infidelidad; los cuales descuidan por completo estas profecías del Apocalipsis, y parecen olvidarse que ellas existen en la Palabra de Dios, y que el Espíritu Santo declara  "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía", y pronuncia una maldición sobre todos los que se apartan de ellas; o que ponen estas profecías fuera de su objetivo, y se impacientan con aquellos que las retienen en la dirección que ellos consideran, y creen que pueden demostrar ser la verdadera. 

 

No puede discutirse que nosotros tenemos mucho que temer de la Infidelidad; sus temores en este respecto son como los nuestros. 

 

También admitimos que el Anticristo brevemente señalado por San Juan en dos de sus Epístolas es un Poder Infiel. 

 

Pero no es el fin y la meta principal de la Profecía, advertir a los hombres ahora contra la Infidelidad más de lo que anteriormente lo hizo contra el Paganismo. El Poder descrito por San Pablo y San Juan en el Apocalipsis es expresamente llamado un Misterio. Pero la Infidelidad se proclama a sí misma: esto no es ningún "Misterio". Y Cristo ha pronunciado su sentencia, de una vez por todas, contra la Incredulidad: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado." (Marcos 16.16). Ninguna voz posterior  podría agregar fuerza o claridad a este Veredicto divino. 

 

Mas el objetivo legítimo y final de la Profecía Cristiana es advertir al mundo contra los insidiosos planes y las misteriosas obras de un error mortal, disfrazado con el vestido de la Religión; porque Satanás nunca ha de ser tan temido como cuando está "transfigurado en Ángel de Luz" (2 Corintios 11.14). 

 

Y aunque la Infidelidad ha de ser temida, esta advertencia contra la Religión corrupta era necesaria que fuese dada; porque el estado de aquellos que usan la Religión como una capa para el pecado y el error es aún peor que el de los Paganos. La superstición es la más prolífica fuente de Ateísmo. Cuando las personas de un Pueblo ven a la Religión que se alía con la impostura, ellas pronto consideran la Religión como un fraude. Así la Superstición les conduce a la Incredulidad. Como el Autor de este Ensayo conoce demasiado bien por la observación personal, ese es el peligro de Italia y Francia en este momento. 

 

Observando, entonces, las declaraciones de la Escritura acerca de la Infidelidad, y los verdaderos propósitos de la Profecía Cristiana, y mirando los peligros del Mundo de la Infidelidad, y al lenguaje y espíritu de estas profecías Apocalípticas, vemos razón para creer, aun sobre esta base, que la forma de Anticristianismo contemplada por ellas no es pagana, o infiel, sino religiosa. 

 

Continuación del Capítulo 2

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