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Entrevista a Piera Aulagnier
por Luis Hornstein
Luis
Hornstein. Usted
teoriza sobre el principio de permanencia y el de cambio en el proceso
identificatorio. Para facilitar la tarea de sus lectores y trasladando esto a su
obra, ¿qué es lo que permanece y qué es lo que cambia en su proceso de
investigación?
Piera Aulagnier. Creo que en mi investigación lo que persiste es una manera de concebir
la teoría analítica como la que intenta esclarecer las condiciones necesarias
para que el yo pueda existir y la actividad de pensamiento sea posible. En
resumen, yo he privilegiado en mi investigación -lo que también creo es un
hilo conductor en Freud- la problemática de la identificación. Eso es así
desde el comienzo y -así lo espero- será verdadero hasta el final. Creo que
por los interrogantes que nos plantea la identificación podemos entender mejor
la complejidad del aparato psíquico del cual el yo cree ser el único que lo
habita, siendo esa una ilusión que él defiende contra viento y marea.
Es a partir de una teoría del yo que podemos dar cuenta de los obstáculos que
debe enfrentar el sujeto para poder lograr ese mínimo de autonomía que es
necesario para su funcionamiento psíquico. El proceso identificatorio es la
cara oculta de ese trabajo de historización.
El yo no puede advenir más que siendo su propio biógrafo. Su historia es tanto
libidinal como identificatoria. Esta historia exigirá periódicamente la
inversión de una parte de sus parágrafos, hará necesaria la desaparición de
algunos y la invención de otros para arribar a una versión que el sujeto cree
definitiva pero que debe permanecer abierta para ese trabajo de reconstrucción,
de reorganización de sus contenidos, y especialmente de sus causalidades cada
vez que ello se revele necesario. Es sólo porque esta versión de su historia
es modificable que el sujeto puede asegurarse su propia permanencia y aceptar
los inevitables cambios psíquicos y físicos. Por eso -para responder a su
pregunta- lo que perdura es el privilegio que le otorgo a la problemática
identificatoria.
EL VINCULO REALIDAD PSÍQUICA-REALIDAD
Luis Hornstein. Luego de haber renunciado -con razón- a convertir el análisis en una
ortopedia del yo, se visualiza en los analistas franceses con más trayectoria
teórica una preocupación creciente por temas vinculados a la instancia yoica,
al pensamiento y al narcisismo. Laplanche, en 1970, decía que es preciso
construir una teoría analítica del yo; también Pontalís escribió en 1975
que los analistas franceses se estaban enfrentando al retorno de lo represor,
aludiendo a la necesidad de dar cuenta teóricamente tanto del yo como del
superyó. Actualmente, tanto usted como otros (Anzieu, Mc. Dougall, Green,
Rosolato, Enriquez, Dayan) se interrogan acerca del problema del yo y de la
realidad. Pareciera que los analistas franceses han decidido que el yo es
demasiado importante para entregarlo a la ego-psychology. ¿Cómo ve usted esta
relativa convergencia?
Piera Aulagnier. Creo que efectivamente hay una tendencia en el análisis francés -que
debe mucho a Lacan- a abordar de otra manera el concepto de yo [moi] freudiano.
Persiste la crítica que Lacan inauguró al registro de la ego-psychology que
tiene su área de influencia en Estados Unidos. Pero no diría que la mayor
parte de los analistas franceses le asignan gran importancia a la relación
entre el yo y la realidad. Más bien he sido criticada por algunos analistas
porque le otorgo importancia a la realidad. Crítica que -debo decirlo- creo
justificada. Si hay una cuestión a la que el analista está siempre enfrentado
es a la relación realidad psíquica-realidad. No veo cómo puede ser estuadiada
esa relación sin tomar en cuenta el vínculo que el sujeto tiene con la
realidad. Para mí, desconocer uno de los aspectos de esa relación es tan
absurdo como estudiar la relación lactante-madre dejando de lado a la madre
como representante de la realidad. Así como en el otro extremo, no considerando
la fantasmatización del niño y postular que ésta es una respuesta pasiva del
niño al deseo inconsciente materno.
Asignar -como la mayoría de los analistas- un lugar predominante a la madre no
implica un olvido del padre. Desde el comienzo de la vida el padre ejerce una
acción modificante sobre el medio ambiente que rodea al recién nacido. Pero en
la casi generalidad de los casos una persona -generalmente la madre- tiene un
papel fundamental en la respuesta a las necesidades del bebé -tanto de
autoconservación como libidinales-. Es, por lo tanto, la fuente de las primeras
experiencias de placer y de sufrimiento. Es por eso que a partir de ella surgirá
el primer signo de la presencia del padre o de su ausencia, y la elección de
esos "signos" dependerá de su relación con ese padre. Ulteriormente
el niño podrá recusar esos signos para forjar los suyos e instaurar una relación
con el padre en acuerdo o en desacuerdo con aquella que la precedía. Es
indudable que en el registro temporal la relación con la madre es previa así
como el embarazo induce en ella una forma de investimiento que es diferente del
investimiento con el que el padre espera a su hijo.
Creo que hay que abordar la problemática de lo psíquico teniendo siempre
presente que el sujeto adviene en un espacio relacional. Hay dos tendencias que
se pueden caracterizar así: la primera, que se considera heredera del
pensamiento freudiano y kleiniano, para la cual el campo de la psicopatología
sería totalmente reductible a un develamiento de la actividad fantasmática.
Llevada al límite, pueden decir que no importa cuál sea la realidad siempre
habrá una fantasmatización que será la misma, y los cambios y reelaboraciones
fantasmáticas no serán jamás en función de aquello que aparece en la
realidad sino en función de una economía interna (gran tolerancia o no a la
frustración, desintrincación pulsional, fijaciones, etc.). Todo reenvía a la
problemática interna del sujeto. Es verdad que esto exagera algo que estuvo
presente en Freud en algunos de sus escritos. La segunda tendencia -que va al
otro extremo- es la que se encuentra en la Escuela de Palo Alto y en ciertas
teorías francesas que conciben al niño psicótico como expresión de la
patología familiar o en ciertas postulaciones antipsiquiátricas que conciben
la psicosis desde la sociogénesis. Creo que ambas tendencias son erróneas.
Pienso que ciertas circunstancias vividas imponen a la psique lo que llamo
fantasmatización obligada. Así como ciertos encuentros en el campo objetal y
social pueden perturbar un trabajo de elaboración fantasmática, de
identificaciones que el yo había podido lograr antes de esos encuentros. Esa es
mi posición en relación con el vínculo realidad psíquica-realidad que se
diferencia de la tendencia más extendida en los analistas que tienden a otorgar
una exclusividad en el registro de la causalidad a la problemática interna del
sujeto.
PSICOSIS, REPRESENTACIÓN, HISTORIA
Luis Hornstein. Su teoría de la psicosis no se reduce a concebirla como mero producto
de un proceso deficitario. Al definir la problemática psicótica por sus
carencias se ilustran ciertas regresiones pero no se da cuenta del trabajo de
reinterpretación que efectúa el psicótico. Según la mejor tradición
freudiana usted utiliza la psicopatología para construir la metapsicología.
Sus elaboraciones sobre el pensamiento delirante, ¿qué conclusiones le
permiten extraer acerca del pensamiento en general?
Piera Aulagnier. No es una pregunta fácil. Creo que es verdad que la psicosis me ha
enseñado mucho y no sé si tendría la misma concepción de la metapsicología
si desde los comienzos de mi práctica no me hubiera interesado de manera
privilegiada en la psicosis. Puede sonar como una boutade pero enfrentada a un
psicótico siempre me he preguntado cuáles son las condiciones que permiten que
un sujeto no sea psicótico. Eso es lo que primordialmente he aprendido en mi
contacto con la psicosis.
Es cierto lo que usted dice, que rechazo concebir al pensamiento psicótico como
efecto de no se sabe qué déficit o de una represión que no se ha producido, y
que jerarquizo todo ese trabajo de construcción que debe hacer el sujeto que ha
basculado hacia la psicosis para poder lograr insertarse en una temporalidad que
no lo condene a vivir indefinidamente en el presente lo que ha vivido en el
pasado, para intentar tener un proyecto identificatorio.
A partir de la psicosis me he planteado, efectivamente, cuáles son las
condiciones que deben estar presentes en el discurso y en el comportamiento
materno para preservar al niño de un devenir psicótico. Quiero decir algo que
me parece importante: ningún analista que conozca todo lo posible a una pareja
que ha tenido un hijo, supongamos que los hubiera analizado y conociera sus
problemas, sus fantasías, sus conflictos, etc., etc., podría concluir: ya que
la pareja funciona así, el niño será así. Eso es el tipo de causalidad
estrictamente imposible. Felizmente existe lo impredecible en el devenir del
sujeto. Eso no quiere decir que no podamos decir algo. Si se puede decir que a
partir de una cierta relación en la pareja, de lo que va a representar el niño
para la pareja y para cada uno de los padres, a partir de la historia que
precede -y sostiene- al deseo de tener un niño en cada uno, el analista puede
decir que hay grandes probabilidades de que el niño tienda a construir una
defensa psicótica, neurótica o somática. Hay probabilidades pero no certezas.
Y no hay certezas porque no debemos nunca olvidar el poder de metabolización,
de renegociación, de transformación que la psique puede operar a partir de las
experiencias que vive. Felizmente hay un margen para lo impredecible en el
funcionamiento psíquico.
Volviendo al tema, ¿cuáles son las condiciones para evitar que el niño deba
recurrir a una defensa psicótica? Si bien hay una primera violencia tan abusiva
como necesaria que hace que la madre interprete al niño y sus expresiones
corporales y que hace que el sujeto entre al campo de discurso, esta violencia
primaria es positiva si es limitada en el tiempo. Pero, ¿qué pasa en ciertas
relaciones madre-hijo? Uno ve la imposibilidad para la madre de aceptar que
cambie aquel momento en que ella era para el niño condición de vida.
Luis Hornstein. Usted escribió que hay un deseo en la madre que si emerge es nefasto
para el niño: que nada cambie.
Piera Aulagnier. Así es, "que nada cambie". En ese caso opera la violencia
secundaria que puede -si el niño no encuentra una respuesta que lo proteja-
conducir a una mutilación de la actividad de pensamiento. Una segunda condición
es aquella que he intentado conceptuar como el derecho al secreto. Es la
posibilidad que el niño tiene de poder preservar algunos pensamientos como
propios y para los cuales la madre y el mundo exterior en general no tienen
derecho de mirada.
Por supuesto es preciso considerar lo que significa en el inconsciente de la
madre el ser madre. En la madre hay una realidad psíquica ya historizada que
anticipa aquello que se juega, en su encuentro con el niño y que decodifica los
primeros signos de éste a través del filtro de su propia historia, escribiendo
de esa manera los primeros parágrafos de eso que devendrá la historia del niño.
La relación de esa madre con el niño, por su propia historia infantil, por
aquello que retorna desde su Otra escena, por su relación con su propio cuerpo;
todos estos elementos organizan el tipo y calidad de investimiento libidinal del
niño.
DESEO DE HIJO, DESEO DE MATERNIDAD
Luis Hornstein. Usted plantea que el niño hereda un anhelo que prueba que él mismo no
es la realización plena del deseo materno y esa no estagnación fetichista de sí
mismo le permite ser sucesor de un deseo que circula. También diferencia usted
el deseo de hijo del deseo de maternidad.
Piera Aulagnier. Sí; la diferencia que yo establezco es que en ciertos casos si uno
escucha el discurso manifiesto de la madre, o si uno presta atención al vínculo
con el niño se puede constatar que tienen el deseo de tener un niño, pero es
necesario diferenciar el deseo de hijo con toda la evolución que ello implica:
tener un hijo de la madre, tener un hijo del padre hasta llegar a desear un hijo
del hombre que se lo puede dar. Este deseo de hijo debe ser diferenciado del
deseo de maternidad que es el deseo de repetir en forma especular su relación
con la madre. Este deseo es catastrófico para el niño. Lo catastrófico es que
para estas mujeres es imposible aceptar lo nuevo. En francés decimos
"nuevo nacido" (recién nacido). Estas mujeres pueden aceptar que
alguien haya nacido pero no que sea algo nuevo. En El aprendíz de historiador
elaboré una hipótesis acerca de otro tipo de drama que se encuentra en algunas
mujeres, al que llamé el crimen de lesa Tánatos. En esos casos, el nacimiento
es vivido como la consumación de un crimen -eso me parece evidente en la madre
de Philippe-. Traté de mostrar cómo en ella hay una desconexión del registro
temporal.
En un texto recién publicado analicé otra particularidad que llamé
traumatismo del encuentro; hay ciertas mujeres que al enfrentarse al niño no
pueden establecer una relación entre la representación psíquica del niño que
esperaban y del niño real que está ante ellas. Sabemos que todo investimiento
de un objeto real presupone el investimiento de la representación psíquica de
ese objeto.
Luis Hornstein. Eso me recuerda su viejo concepto de cuerpo imaginado, previo al de
sombra hablada.
Piera Aulagnier. Sí, ciertamente, pero si bien es algo que va en el mismo sentido, hay
diferencia -por suerte, porque pasaron 20 años-. Cuando hablaba de cuerpo
imaginado me refería a madres que ubicaba del lado de la psicosis. En estos
casos, a los que me refiero actualmente, se trata de madres que no pueden
enfrentar lo imprevisto del cuerpo del niño real. Es una situación
absolutamente dramática y lo vinculo a ciertas formas de autismo precoz. El
infans debe ser investido por la libido materna pero, ¿cómo investir a alguien
del cual no se tiene representación psíquica? No es posible investir una
representación que rompe la propia historia y que no puede insertarse en ella.
El recién nacido se sitúa fuera de su historia y pone en riesgo la totalidad
de su construcción identificatoria.
Luis Hornstein. Hay en su obra una ausencia que llama la atención: el superyó.
Piera Aulagnier. Usted tiene razón. Aunque no puedo decir que yo no tenga un superyó.
Cuando me refiero a esa instancia, utilizo el término ideal del yo. En mi
manera de concebir la psique, la acción del superyó la veo en los ideales que
el yo se propone con todas sus exigencias y sus excesos posibles. Tal vez haya
otra razón y es que utilizo el término yo que no es equivalente al yo [moi]
freudiano y que, a partir de esto, para mí el ideal del yo tome el lugar que en
la metapsicología freudiana tiene el superyó. Creo que ésa es la razón.
Luis Hornstein.
Cuando usted insiste en la diferencia entre el yo [moi] freudiano y su yo ¿en
qué piensa?
Piera Aulagnier. Pienso esencialmente que mi concepción del yo debe mucho a Lacan. Para
mí el yo es una instancia que está directamente vinculada al lenguaje. No hay
lugar en mi concepción metapsicológica para el concepto freudiano yo-ello
indiferenciado. En ese sentido, no se puede hacer una equivalencia entre la
manera como Freud se sirve del concepto de yo [moi] y lo que he definido como
yo. Definí un concepto para mí fundamental que es el yo anticipado y no se
puede hablar de un yo [moi] anticipado en el discurso maternal. En esto soy fiel
(fiel no quiere decir que no lo interprete a mi manera) al lugar que Lacan da al
discurso en el nacimiento de esa instancia que llamo yo y que se constituye por
la apropiación de esos primeros enunciados identificantes construidos por la
madre. El yo anticipado es un yo historizado que inscribe al niño desde el
comienzo en un orden temporal y simbólico. Mi diferencia con Lacan es que para
mí el yo no está condenado al desconocimiento ni es una instancia pasiva. Si
bien sus primeros identificados son provistos por el discurso materno, el yo es
también una instancia identificante y no es un producto pasivo del discurso del
Otro. Si todo discurso es engañoso es también engañoso el discurso que dice
que todo discurso es engañoso. Una cosa es decir que no hay verdad definitiva y
otra decir que toda verdad es un error que será reemplazada por otro error.
Este enunciado es paradójico y sólo se sostiene porque aquel que lo enuncia
está convencido de que estos enunciados acerca de lo que es verdadero y falso
son verdaderos. He ahí la paradoja. Si se lleva esto hasta sus últimas
consecuencias se descalifica toda relación con la realidad.
Luis Hornstein. ¿Por qué utiliza el término metabolización?
Piera Aulagnier. Para subrayar que para mí la psique es en todos sus procesos una
actividad de representación. Alguien a quien aprecio mucho, André Green, me ha
preguntado por qué no utilicé en lugar de metabolización el término de
transformación y decir que la psique transforma una información exterior en
representación.
Le respondí que para mí metabolización tiene un sentido más duro, más
esencial que transformación, ya que alude a la transformación de lo heterogéneo
en lo propio.
Luis Hornstein. ¿Usted dice que el yo está estructurado desde el lenguaje?
Piera Aulagnier. Porque para mí el yo se origina en los primeros enunciados producidos
por el discurso maternal. Por el contrario, no creo que el ello esté
estructurado como un lenguaje.
Luis Hornstein. A eso iba mi pregunta, ¿y el inconsciente reprimido?
Piera Aulagnier. En eso soy freudiana. Lo reprimido alude a un cierto número de
representaciones y de representacines identificatorias que se han vuelto
incompatibles con la posición que el yo ha advenido a ocupar. Creo que en mi
manera de concebir, lo reprimido permanezco muy fiel a la manera como Freud
concebía lo reprimido.
LA PULSION DE MUERTE: DESEO DE NO DESEO
Luis Hornstein. En "Condenado a investir" usted dice que la pulsión de
muerte se manifiesta clínicamente como un movimiento de desinvestidura del
objeto; desinvestidura que no se realiza en beneficio de otro objeto sino que
amenaza todo objeto. Define como meta de Tánatos el deseo de no deseo. Postula
que el sufrimiento que se prolongue en el tiempo corre el riesgo de facilitar el
trabajo de desinvestidura propio de Tánatos. Usted parece postular un
sufrimiento elaborativo todavía al servicio de Eros y otro no elaborativo.
Parafraseando a Freud, ¿habría un sufrimiento traumático y otro señal?
Piera Aulagnier. Postulo efectivamente que hay un tipo de sufrimiento que está ligado
al investimiento preservado del objeto y se sufre por la pérdida. Generalmente
ése es el registro del sufrimiento neurótico y es cierto que ese sufrimiento
nos permite trabajar analíticamente, ya que se repite en la relación
transferencial. Es el trabajo del duelo del que hablaba Freud pues está ligado
al desinvestimiento de un objeto para poder recuperar la libido y ponerla al
servicio de otro investimiento.
El otro tipo de sufrimiento se encuentra especialmente en la psicosis y en
depresiones graves. Deja en la vida psíquica un agujero, un borramiento de toda
huella de que un objeto había sido investido. Esta desinvestidura no se realiza
en beneficio de otro objeto sino que amenaza todo objeto, toda experiencia que
para poseer una existencia psíquica exige la actividad de ligar, propia de
Eros. Todo acto de desinvestidura logrado no deja ninguna huella y conduce a la
abolición, la disolución, el borramiento definitivo de la representación del
objeto. La victoria de la pulsión de muerte conlleva una nada en ese conjunto
de objetos que constituyen el capital representativo del sujeto y en el conjunto
de soportes del que podría disponer su capital libidinal. Por ello propuse hace
tiempo que la meta de Tánatos es un deseo de no deseo y su forma de lograrlo es
a través de una desinvestidura que, más allá del objeto preciso al que parece
apuntar, concierne a la totalidad de los objetos investidos por Eros. La meta última
de la pulsión de muerte es la desaparición de la totalidad de los soportes
cuya investidura es simultáneamente la manifestación, la exigencia y la meta
de las pulsiones eróticas. Es -entonces- la meta de Tánatos hacer desaparecer
a todo objeto cuya ausencia se hace responsable del surgimiento del deseo y que
obliga a reconocerse deseante de un objeto que falta. La meta de Eros es lograr
que la desinvestidura se desarrolle paralelamente a la búsqueda y la localización
de un nuevo soporte que pueda ser investido libidinalmente. No uso el concepto
de pusión de muerte en forma metafórica, sino que para mí -como para Freud-
el dualismo pulsional Eros-Tánatos está siempre en juego en el conflicto psíquico
al cual accedemos clínicamente. Para mí la pulsión de muerte no es una
categoría metafísica.
En el tipo de sufrimiento en que no hay investimiento del objeto para que el análisis
sea posible hay que crear ciertas condiciones. Estas no están dadas de entrada,
a diferencia del neurótico que ya está libidinalmente dispuesto para ingresar
al campo transferencial. En aquellos casos no es así y es preciso todo un
trabajo previo para hacer que la relación analítica sea posible.
Desgraciadamente no creo que haya reglas generalizables. Todo va a depender de
nuestra capacidad y de nuestra posibilidad de ubicarnos en la historia singular.
Lo poco que persiste de la capacidad de investimiento hace que la relación sea
muy frágil.
Hay que ser muy cuidadoso porque en estos casos los errores pueden ser muy
graves para el sujeto -no me refiero al analista sino al sujeto que consulta-.
Toda forma de aproximación muy brusca puede producir la interrupción del vínculo.
Nuestra principal tarea es darle el mínimo de sentido al sufrimiento que él
padece; si lo logramos el análisis se vuelve posible.
PASIÓN DE TRANSFERENCIA. ALIENACIÓN Y ETICA DEL
PSICOANALISIS
Luis Hornstein. Desde hace tiempo usted enfatiza la importancia del proyecto terapéutico.
¿Cómo vincular esta reivindicación de la dimensión terapéutica del análisis
con sus elaboraciones sobre la pasión de transferencia y la alineación? ¿Cómo
se relaciona ello con la ética del psicoanálisis?
Piera Aulagnier. Para retomar la última parte de su pregunta no veo cómo la ética del
psicoanalista puede olvidar su función terapéutica. El sujeto no viene a
vernos porque forma parte de una intellegentsia, tampoco porque está movido por
no sé qué deseo de saber, sino que viene porque sufre y para que lo ayudemos a
superar su conflicto psicótico, neurótico u otro que es causa de su
sufrimiento. Por ello es que pienso que la dimensión terapéutica es parte
integrante de lo que hago cotidianamente cuando trabajo como analista.
Usted me pregunta cómo ligar esta reivindicación de la dimensión terapéutica
con mi elaboración sobre la pasión transferencial y la alineación como
consecuencia. Creo justamente que es el olvido de esta dimensión terapéutica
el responsable mayor en convertir el amor de transferencia necesario en una pasión
transferencial que no puede conducir sino a la alineación. Creo que la pasión
transferencial tiene como principal responsable a un deseo inconsciente del
analista. Es el analista quien induce en la mayor parte de los casos la pasión.
Luis Hornstein. Usted escribió que tanto el silencio abusivo como la interpretación a
ultranza favorecen la pasión transferencial. El exceso de silencio, porque
demuestra al analizando la insignificancia de su discurso y de todo discurso y
porque el analista da cuerpo a una ilusión de que sabe todas las verdades
universales que el discurso no hace otra cosa que velar y disfrazar. En dicha
postura todo aquello que el analizando podría decir y pensar es entendido como
confirmación de la mentira característica de todo discurso, como montaje
artificioso, como señuelo. La interpretación prefabricada porque enfrenta al
sujeto con un modelo generalizable. En ambos casos la creencia en la
singularidad de la historia será implícitamente denunciada como una dimensión
engañosa que es preciso perder para alcanzar la suprema sabiduría que lleva a
proclamar que lo que el analizando puede elaborar de sus determinaciones históricas
corresponde al registro de lo imaginario. Se pierden entonces las referencias
freudianas mayores en cuanto al hacer consciente lo inconsciente, el lugar de
las interpretaciones y construcciones y la función esencial que Freud le
asignaba a la reelaboración.
Piera Aulagnier. No critiqué tanto la interpretación prefabricada por generar una pasión
transferencial, sino más bien por otras razones. Pero sí el silencio a
ultranza. Este genera en el analizando una idealización. Es fácil idealizar a
un mudo.
Además creo que la pasión transferencial es favorecida por una serie de
comportamientos y técnicas de moda en cierta práctica del análisis. Si uno
atiende a un paciente cinco minutos, sólo puede esperar dos consecuencias: o
bien la fuga del paciente -y por razones muy largas de explicar no es lo más
frecuente- o bien, y eso es muy grave, lleva al analizando a renunciar a juzgar
lo que efectivamente pasa en la relación analítica por una idealización
masiva del analista que conduce a una relación de alienación. Cada vez estoy más
convencida de que la modalidad técnica de conducir una cura es la responsable
de la alienación y, en general, el analista es también víctima de su alienación
en una teoría para la cual él es incapaz de asumir una posición crítica.
EL PSICOANALISIS FRANCES CONTEMPORÁNEO
Luis Hornstein. A pesar de tener una tradición clínica de varias décadas, en nuestro
país estamos pendientes de la Otra escena que es siempre Europa. Usted dice que
hay épocas de valorización excesiva de la teoría y épocas de decepción y
vuelta a la clínica. En nuestro país ya se dio la decepción con la escuela
kleiniana a la que siguió luego una ilusión con los desarrollos de Lacan. A
comienzos de la década del 70 la lectura de Lacan tuvo en nuestro medio gran
importancia ya que -por la hegemonía absoluta del kleinismo- no se leía casi a
Freud. Gracias a Lacan recuperamos a Freud y es indudable que los aportes de
Lacan posibilitaron comprensiones inéditas de dimensiones esenciales de la obra
de Freud. En resumen: Lacan nos hizo pensar. Pero para algunos las formulaciones
de Lacan padecen de una petrificación ontológica y se convierten en verdades
absolutas; para ellos se da un cogito modificado: "El piensa (Lacan), luego
yo existo".
Me parece útil profundizar la categoría de alienación cultural para dar
cuenta de algunos procesos que ocurren en países dependientes como el nuestro.
Me interesaría saber su opinión al respecto.
Piera Aulagnier. Usted sabe, no creo que la alienación sea un fenómeno de su país,
creo sí que es patrimonio de vuestro país la forma que asumió el terror
social en el gobierno militar. Creo que la alienación del pensamiento no es un
hecho particular de un país dado. La alienación tiene por meta la exclusión
de toda duda, de toda causa del conflicto e implica la muerte de la actividad de
pensamiento. Poder reconocerse un derecho a pensar implica renunciar a encontrar
en la escena de la realidad una voz que garantice lo verdadero y lo falso, y
presupone el duelo por la certeza perdida. Tener que pensar, tener que dudar de
lo pensado, tener que verificarlo: tales son las exigencias que el yo no puede
esquivar.
En algún texto planteé que la duda es el equivalente de la castración en el
registro del pensamiento. Aquel que aliena su pensamiento a un discurso le
otorga el mismo grado de certeza que en la psicosis tiene la reconstrucción
delirante con respecto a la realidad. Todo pensamiento -sobre todo si tiene
cierto valor- hace que mucha gente se precipite en él para no tener que seguir
pensando. Esa no es una particularidad argentina. En Francia también tenemos
modas y hay modas peligrosas.
Luis Hornstein. Hablando de modas. Sabemos que el estructuralismo había evacuado al
acontecimiento y, en el límite, a la historia misma. Al definir al yo como
historiador, al jerarquizar la realidad histórica y los efectos de los
encuentros como lo que hace pasar de una potencialidad a sus manifestaciones clínicas
pareciera que usted se ha distanciado del estructuralismo. ¿Es así?
Piera Aulagnier. Usted sabe, siempre estuve muy lejos del estructuralismo. Eso no es
nuevo. Lacan estuvo siempre interesado en lo que podía aportar el
estructuralismo al psicoanálisis, pero yo siempre me sentí alejada del
estructuralismo. No creo que el estructuralismo aportara gran cosa al
pensamiento analítico.
Luis Hornstein. A partir de las dos revistas -a mi juicio- más representativas del análisis
francés actual, Nouvelle Revue y Topique, se puede inferir que hay cambios.
Pareciera que ya han sobrepasado la época de las duras escisiones, y que los
debates son más conceptuales que creenciales. ¿Es así? ¿Cómo describiría
la coyuntura del análisis francés hoy?
Piera Aulagnier. Algo que es preciso decir es que en las nuevas generaciones no existen
esas barreras entre los diversos grupos analíticos. Dejo de lado algunos
grupitos lacanianos que son una cuestión aparte. Soy frecuentemente invitada
por diversas instituciones, y no soy en este caso una excepción. Estoy en
Argentina invitada por la A.P.A. a pesar de que yo y mi grupo no pertenecemos a
la I.P.A. Hay en este momento una apertura y se valora a cada analista por lo
que él aporta independientemente de la institución a la que pertenezca.
Luis Hornstein. Usted es una de las fundadoras del cuarto grupo. Uno de los objetivos
fue encarar de manera diferente la formación de analistas. Después de más de
17 años, ¿cómo evaluaría la experiencia?
Piera Aulagnier. Yo diría de las sociedades analíticas que no hay buena sociedad así
como no hay buen salvaje, como lo creía Rousseau. Diría que no es más mala
que las otras. En el cuarto grupo intentamos un sistema de formación que
respeta al máximo la libertad del sujeto que quiere devenir analista. La
propuesta que creo central en el cuarto grupo es que la institución no
obstaculice el proceso analítico de aquel que quiere ser analista. Tenemos
muchas exigencias: que el candidato haya hecho un análisis con quien él
quiera, que haga dos supervisiones, que tenga un trabajo de elaboración, de
discusión con algunos analistas de nuestro grupo durante un tiempo que permita
una suerte de reconocimiento recíproco. No es fácil devenir analista en el
cuarto grupo.
LA RELACION TEORIA-CLINICA
Luis Hornstein. En Freud hay armonía entre las elaboraciones metapsicológicas y sus
consecuencias técnicas. En los anglosajones hay una referencia clínica
constante que incluso descuida -relativamente- los aspectos teóricos. En
Francia por tradición se tiene tendencia al teoricismo, lo que implica un
cierto menosprecio de la investigación clínica. En su último libro escribe
que un trabajo clínico expone mucho más al analista que una elaboración teórica
y advierte contra los riesgos de convertir a la clínica en algo inefable. ¿Está
usted sola en esta empresa o hay otros analistas franceses que están dispuestos
a asumir ese riesgo? En otras palabras, ¿hay un retorno a la clínica?
Piera Aulagnier. Creo que después de años de fascinación teórica -y no puedo negar
que personalmente tengo una fascinación por la teoría y casi podría decir que
para mí la investigación teórica es mi forma de toxicomanía-, pienso, le decía,
que desde hace una docena de años se visualiza en el análisis francés,
efectivamente, un mayor interés por la clínica. Eso creo que es verdaderamente
cierto. Es verdad que, a pesar de esto que le digo, en Francia no se ha llegado
todavía a la importancia que le asignan a la clínica los trabajos
anglosajones. En El aprendíz de historiador le consagro más de cien páginas
al caso de Philippe, cosa poco frecuente en Francia y habitual en la literatura
anglosajona. Es verdad también que yo le reprocharía el pragmatismo -a pesar
de todo lo positivo que pueda tener- a los anglosajones, de dejar de lado la
teoría y de conformarse con ciertas aproximaciones. No creo que uno se pueda
interesar verdaderamente en la teoría sin acordar el mismo interés a la clínica,
que debe ser -como usted dice- el campo de la puesta a prueba de la teoría. ¿Qué
valor puede tener una teoría que no se confronta con la clínica?
Creo que es verdad, que los analistas más jóvenes, sobre todo en el campo analítico
francés, le acuerdan más importancia a la clínica. Tal vez porque se
enfrentan a cuadros psicopatológicos nuevos que no pertenecen simplemente al
registro de las neurosis y que corresponden a esas problemáticas que se suelen
llamar borderline, estructuras narcisistas o del orden de lo psicosomático. Tal
vez el hecho de verse enfrentados tan masivamente a un tipo de sintomatología
que plantea nuevos problemas explica, parcialmente, este mayor interés por la
clínica.
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