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¨Los
duendes de la mediación
La
enseñanza de las herramientas de la mediación en el nivel inicial.
Introducción.
A
medida que fuimos avanzando en el fascinante mundo de mediar, fueron apareciendo
otras ramas y otras incumbencias.
Desde
nuestros hijos y conociendo que cuanto más joven, mejor se aprenden y
aprehenden los conocimientos llegamos, como otros, a coincidir en que la escuela
era uno de los mejores ámbitos para comenzar en el arte de mediar y para
incorporar en los niños herramientas para convivir pacíficamente.
Algo de
nuestro saber, como en toda profesión nos lo dio la bibliografía, pero la
mayor parte lo adquirimos empíricamente.
Fue así que comenzamos con la capacitación de alumnos mediadores a nivel de
los últimos grados, con edades
desde 11 hasta 16 años.
Sin
embargo, a medida que avanzamos en esta rama y sobre todo a través de haber
incorporado aspectos psicológicos relativos a la enseñanza y a la educación,
todo nos persuadía de la importancia de empezar cuanto antes en la incorporación
de esta filosofía de vida.
Comenzamos
pues, nuestra investigación de campo, y advertimos la escasez de bibliografía
sobre mediación en el nivel inicial, cuanto más en español, situación que se
agravaba aún más al no leer inglés.
Sin
embargo, el tema de cómo incorporar en los más pequeños bases conceptuales
acerca de la mediación, se mantuvo como asignatura pendiente.
También en
congresos y jornadas, a través del
contacto con otros mediadores de la misma especialidad, pudimos comprobar que
algunos trabajos que se estaban dando en ese nivel (jardín de infantes)
fundamentalmente hacían hincapié en los conceptos de negociación.
Sin
embargo, pensamos que debíamos buscar el modo de comenzar a incorporar en los más
chiquitos, algo más cercano a la mediación.
-1-
El
uso de los cuentos
Topábamos
con la principal dificultad, confirmada por los textos y las experiencias
concretas, que en la pequeña edad, la noción de tercero neutral resulta de
dificultosa comprensión, tanto como otros conceptos como la confidencialidad,
el ceder, el interés, la posición, etc,
Debíamos
entonces buscar otras forma para que los más pequeños pudieran entender: ¨ lo
que escucho, repito. Lo que que veo, reconozco. Lo que comprendo, hago¨ es una
formulación didáctica que nos fue muy útil a estos fines.
Concluimos
entonces que probablemente iniciarlos en el conocimiento de las ¨herramientas¨
de la mediación, o sea con qué elementos contamos para desarrollarla, esto es
la formulación de preguntas, el buen humor, el orden , la observación, etc.,
pudieran resultar conceptos comprensibles y asimilables.
La
siguiente dificultad era cómo enseñar a los niños esto de un modo que ellos
pudieran incorporar el aprendizaje de un modo real y duradero.
El sentido
de este trabajo es justamente proporcionar elementos
para que quienes trabajen en mediación escolar, puedan transmitir más fácilmente
esas nociones.
Hay
suficiente doctrina psicopedagógica respecto de la importancia de los cuentos
(versiones infantiles de historias que fascinan incluso a los adultos) para
brindar conocimientos.
Los cuentos
se constituyen, entonces, es invalorables herramientas para la docencia.
Podríamos
citar distintas fuentes en apoyo a esta teoría, preferimos citar sólo algunas:
¨Una buena
historia desarrolla la imaginación, potencia los sentidos, enriquece el
lenguaje, fomenta el crecimiento espiritual¨.. al narrar una historia les está
dando oídos para oir, sentimientos para sentir, curiosidad para aprender¨.. ¨si
hay algo en la historia que Ud. está leyendo que no lo satisface del todo siéntase
libre para cambiarlo¨ (¨Contar cuentos¨ Liliana Woloschin de Glaser y Antonio
Ungar. Ed. Océano. Pag. 7 y 74) y ¨...los cuentos son siempre vigentes pese al
paso de los años porque acompaña
n al hombre
desde niño en sus problemas de crecimiento, en su adaptación al medio social y
en la adquisición de su visión del mundo¨ (Contar cuentos - desde la práctica
hacia la teoría. Ana Padovani. Ed. Paidós, pag. 46)
Con un
cuento, además, se logra también otro de los aspectos con los cuales ya se está
trabajando en el jardín de infantes que es todo el tema de los sentimientos. Es
decir como hacer que los niños pequeños, cuya visión siempre es en primera
persona, comprendan que los demás también sienten, quieren y sufren como
ellos. En este sentido, ¨los cuentos, por su variedad temática de ambientes,
situaciones, personajes, abren al niño un amplio abanico de posibilidades que
en su pequeña experiencia cotidiana posiblemente no hubieran imaginado nunca. A
partir del cuento conocerá la bondad de unos, las dificultades... y como se
pueden ver las cosas a través de otros ojos y otras circunstancias... ¨(Cuentacuentos,
Nuria Ventura, Teresa Duran. Ed. Siglo XXI de España Editores).
Partiendo
de esta premisa consensuada entre psicólogos y educadores, arribamos a la
conclusión que si pudiésemos incorporar en una especie de cuento las
herramientas de la mediación, podríamos comenzar a transmitirlas mejor y a muy
corta edad.
Como en
otras historias, elegimos relatarla para la lectura de los adultos, de modo que
como un guionista, cada uno elabore su propia versión al contárselo a los niños
que deseen formar en la cultura de la convivencia pacífica.
-2-
Y
estábamos de feria .
En mi país,
cuando no funcionan los tribunales no hay mediación (curioso, porque la mediación
empieza porque los tribunales no funcionan como debieran), así
que, en esos días me dediqué un tiempo a pasear.
En una de
esas recorridas adónde el quehacer se desocupa, pero los pensamientos trabajan
demasiado, me acerqué a una feria artesanal y, como todos hacemos, miré y
admiré la gran cantidad de cositas que hace esa gente extraña - sin mucho
compromiso con las formalidades legales - con las cosas mas extrañas.
Con un
tenedor y dos cucharas, astutamente retorcidos y pegados a una madera, ese
artesano con tonada de inmigrante, ha creado un perchero. O con un broche de
colgar la ropa, espigas y cinta, éste otro que usa un moñito rojo colgado de
su barba candado, hizo un posa-sahumerios. Aquélla, vestida con una blusa
tropical y una pollera corta y verde, pinta
cuadros con paisajes que en la parte inferior del marco
tienen ganchitos para colgar las llaves. Es que una combinación de arte
y utilidad – ésta última es la diferencia con las obras artísticas-
les permite hacer lo que les gusta para que las cosas que los demás usan en su vida cotidiana, tengan
una imagen diferente y mas grata.
Pues bien,
en uno de los puestos (al que me acerqué porque sentí como si desde ahí me
llamara alguien) los ví.
Eran un
calco (un clon, como se dice hoy) de los duendes que encuentro en las
mediaciones.
Moldeados
por una artesana, con un material
que no me quiso decir de qué era, había logrado unas hermosas esculturas que
los reproducía tal y como son. Claro que además de verse hermosos y radiantes,
los tronquitos de madera adónde estaban apoyados llevaban una vela o tenían un
soporte para colocar un sahumerio (arte y utilidad, recuerdan?).
No
terminaba de sorprenderme con lo que había visto hasta que, un largo rato después,
pude entenderlo. Ese tiempo de incertidumbre se debió a las ¨milochocientasmil¨
especulaciones que realicé acerca de cómo podía ella haberlos hecho tan
iguales a sí mismos, hasta que me decidí a
preguntarle.
Claro que
empecé con ¨qué lindo día¨, ¨o se vende mucho?...¨ y ¨desde cuando se
dedica a lo que hace¨, hasta que fuí entrando en lo que de verdad me importaba
y la indagué (cortésmente) sobre las figuras de porcelana fría -
creo que eran de ese material aunque celosamente no me lo decía -
a través de temas tan poco trascendentes para mí cómo ¨si le llevaba
mucho tiempo realizarlos¨,- ¨.. eran moldes o los hacía uno por uno¨, ... ¨cómo
los decoraba..¨, etc, etc.
Nada me
resultaba y tenía vergüenza de confesarle que conocía a esos duendes, así
que tuve que recurrir a uno de ellos (no a los que estaban en el puesto sino a
los de verdad) y con su ayuda, cambié el rumbo del diálogo.
En vez de
hablar de lo qué hacía , le pregunté sobre ella. Sólo así me acerqué, de
verdad, a la verdad. Cuando me dijo que, además de artesana, era mediadora lo
comprendí todo.
Seguimos
hablando y como no podía ser de otra manera, comentamos acerca de los duendes y
sus andanzas. Un rato después, sacó de un estante otros tres duendes que ella
había conocido, acerca de los cuales me contó.
Obviamente,
están incluidos en este relato, previa comprobación personal de su
existencia..
Rondaron en
mí los duendes y los pensamientos acerca de cuántas personas más sabrían de
aquellos. Entonces, porque los vi
hecho estatuas y pensé que las merecían, consideré
que también precisan que se cuente algo acerca de ellos. Es lo que aquí
hago.
Que
los hay, los hay!
Si me
pregunta si existen los duendes de la mediación: La respuesta es sí.
Y están
aquí, justo ahora.
Los quiere
escuchar? Lea estas páginas pronunciando en voz baja cada palabra (como cuando
era chico y empezaba a leer) y los
oirá.
Son pequeños,
dulces y traviesos y habitan (no solo en las casas) sino en las oficinas o salas
adónde se media. Están en todos lados, incluso alrededor del gruñón (o de la
histérica) que le tocó ayer.
Créame,
los encontrará también mañana, pasado y todos los días y todas las veces que
medie.
Sabe algo más?
Es bueno contar con estos duendes y conocer sus dones porque las personas que
vienen a mediar son diferentes, pero muchos de los duendes son siempre los
mismos.
Hasta hay
algunos que siempre lo acompañan, que están a su lado..detrás de sus orejas,
colgados de sus hombros, haciendo equilibrio en su cabeza (si es calvo) o
entremezclado entre sus cabellos. Saltando en la mesa de la mediación, corriéndose
de las sillas antes de que alguien se siente y los aplaste y conversando en ¨caucus¨
confidenciales con los duendes de los que vienen.
Porque
entre ellos también se conocen y si no, se
presentan con toda elegancia y cortesía como hace Ud. con los que vienen a su
centro (u oficina) de mediación.
Los
duendes, geniecillos amables, son su guía para encontrar el rumbo en esas
ocasiones adónde la soberbia, la venganza, la tozudez, la codicia y el resto de
los obstáculos que se ponen en el camino al acuerdo, lo llenan a uno de
fastidio o desilusión cuando la gente no sólo no ve la luz al final del túnel,
sino que ni siquiera se da cuenta que se metieron en él…
Y no es que
los duendes de la mediación lleven antorchitas que iluminan. Son la luz misma.
De eso no
me di cuenta cuando los vi por primera vez. Ni siquiera podía admitir que
existieran. Pero estaban allí y allá y aquí también. Me señalaron el rumbo
una y otra vez. Ahora, cuando llega el momento de iniciar una mediación, o un
rato antes, al tomar la agenda, buscar la carpeta, repasar el nombre de las
personas y juguetear en mi memoria con qué se encerrará detrás del “objeto
del reclamo” o reencontrar en mi recuerdo las caras y las posturas de las que
estoy viendo ya por segunda o tercera vez, miro a los duendecillos que me dan la
bienvenida y que aguardan, con más ansiedad que yo, que se abra el mágico
mundo de encontrar el diálogo perdido en la realidad de las personas que no
saben como pelear por lo suyo, sin golpear a otro.
Sabemos
que existe otra manera !
Después de
mediar y mediar algunos años (incluso desde antes de conocer a los duendes) no
podía comprender como era que personas de distintas trayectorias de vida,
abogados, psicólogos, contadores, arquitectos, pedagogos, maestros, asistentes
sociales, profesores, vendedores, empleados, ejecutivos, amas de casa,
estudiantes, políticos, miembros y directivos de clubes, sociedades de fomento,
jubilados, desocupados, se enrolaban en el servicio de mediación, para
diplomarse como mediadores.
Qué los unía,
pese a sus diferentes historias, en
esa tarea de ayudar a resolver el conflicto de los otros?
Por qué se
interesaban, a partir y a veces a pesar de su oficio anterior,
en esta actividad nueva, en mostrar a los que están enfrentados, una
manera diferente de resolver el diferendo la cual
consiste, básicamente, en encontrar ellos mismos la solución, en vez de
que se las dé un tercero?
Y como es
qué sonreían satisfechos cuando, los que ni hablarse podían, después de
reunirse para mediar, habían podido conocer mejor las razones del otro y aunque
no pudiesen todavía resolver sus diferencias, restablecieron su comunicación?
A su vez, cómo
era que de pronto, los tribunales aburrían por hartazgo a las personas que
empezaron a buscar alternativas, cansadas de ir a audiencias, firmar papeles,
buscar testigos, presentar pruebas, escuchar cosas absurdas y falaces vestidas
de argumentos razonables con fundamentos en el artículo tal de la ley cual y en
el artículo tal de la ley cual y en el artículo tal de la ley cual.
Y cómo, de
a poco, los que estaban descreídos de esta posibilidad nueva de tratar de
resolver lo de siempre con técnicas diferentes, o los que no quieren el cambio,
sea porque les conviene que no se haga o porque temen no tener nada qué hacer
si los conflictos se resuelven bien y pronto, o tan solo porque teman a lo
desconocido fueron comprobando que podían creer porque resultaba.
Fueron los
duendes quienes me orientaron hacia la respuesta.
Y por eso
creo que ya debo presentárselos.
I
-3-
¨..Aquí
están...éstos son¨
I.
El don de preguntar.
Es bueno
que sepas que no tienen nombres como vos y yo (también supongo que es hora de
tutearnos, como nos pasa un rato después de conocernos cuando comprobamos que
ambos somos mediadores).
Los duendes
se identifican por sus dones y éste que te presento en primer lugar, es el que
tiene el don de las preguntas.
Es de los
duendes más altos, aunque todos ellos son pequeños y aunque es delgado tiene
pancita.
Su categoría
es la de los Duendes Mayores y no da respuestas
pero sabe proponernos buenas preguntas.
Podés
llamarlo el Duende Preguntón, o el Duende Interrogativo, o el Duende Formulador
de Preguntas.
A él no le
importa demasiado, siempre que recuerdes su don (formular buenas preguntas) y
recurras a él cuantas veces lo necesites.
Como todos
los duendes, mientras dejes que juegue en todos los lugares, no se agota ni se
cansa de que utilices su don.
Ahora bien,
él no te da las preguntas así en la mano, ni las escribe en tu hoja de notas
durante la mediación, ni se las dicta a tu cerebro o susurra en tu oído. Se
establece un pacto: si tienes presente que debes encontrar las preguntas
conducentes, él, ni por un momento lo dudes, te hará llegar a ellas.
Ah!. No
suele hacerse responsable si no las encuentras...
Sin
embargo, en mi experiencia y aunque antes de conocer a este duende solía buscar
las buenas preguntas, desde que lo conocí esa tarea me ha resultado más grata.
Quizás pensás que es una casualidad o que es mi imaginación. Yo creo que si
te lo estás preguntando es que estás conociendo a este duende. Probá un
tiempito, usa su don (buscar buenas preguntas) y si te resulta, él se te
presentará personalmente. Normalmente no tienen apuro, pero vienen a verte
porque si encuentran tu sonrisa, es
porque su don te sirvió y se ponen contentos y coloraditos y radiantes, como
los chicos cuando encuentran el gesto amable o la caricia cálida.
II.El
don de la oportunidad
Otro Duende
Mayor, que usa colores estridentes en su ropa, posee la nariz más larga y es
muy, pero muy ágil, es el que tiene el don de la oportunidad.
¨Ni
demasiado antes. Ni mucho después¨ son sus paradigmas y no posee el don del
justo tiempo, sino el de justo a tiempo¨.
Su
travesura más habitual es creerse un corredor de autos o un aviador acrobático
y “brmmmm” va y viene por todos lados en la sala de mediación y estaciona o
aterriza en cualquier lugar. A veces, se pone dentro de la nariz de cualquiera
(si de cualquiera!!) y lo hace estornudar o aprovecha que habla mucho o que
empieza a bostezar y lo hace toser o mueve tanto el aire que provoca viento y
alguien interrumpe pidiendo si podés cerrar una ventana porque se le vuelan los
papeles (aquí ayuda otro duende, después te lo presento) o crea sofocación
para que otro pida un vaso de agua, o el zumbido de sus bólidos provoca que
alguien pregunte de nuevo porque no escuchó bien.
En fin, su
don es crear ocasiones para que el diálogo se refuerce.
Altera unos
instantes la conversación, especialmente cuando se aproxima más al monólogo y
para que no se interrumpa por demasiado tiempo, la obstruye un ratito.
Es el
duende que te ayuda a no tener que intervenir vos para hacer eso mismo que él
provoca, y a veces se trata de un juego que hace con el duende que vino con
alguna de las partes no demasiado dispuesta a escuchar ¨discursos¨ y bastante
entrenada en el sentido de que ¨esos oradores fastidian al diálogo¨, por
lo que al no podérsele poner un corcho en la boca, es mejor que un
duende lo interrumpa.
Te cuento
un secreto y por favor, que no se entere: este duende es mudo y por eso valora
mucho el uso inadecuado de la voz.
III.
El don de barajar y dar de nuevo
También
está el duende naipero, que es un jugador (timbero, le decimos nosotros) de
alma. Su aspecto simpático como todos los duendes (que a diferencia de los
gnomos que son realmente feos, como los que aparecen en las películas de Harry
Potter) se ve incrementado por su esbelta figura; es casi, casi, un dandi y su
vestimenta es elegante con algún estridente detalle, resultando así adecuada a
la imagen de un bribón que quiere parecer agradable.
Le encantan
los juegos de barajas, sean españolas o las de poker. Hace malabares con las
cartas y hasta juegos de magia.
En muchas
mediaciones, si vienen otros duendes como él, no ayudan nada y sólo se
dedican a hacer interminables partidas de la escoba de quince, la casita robada,
el culo sucio, canasta, rumi, al punto que, concluída la audiencia y cuando
todos se van, ellos se quedan horas y horas.
En cambio,
si no viene otro duende naipero, se
la pasa exhibiendo sus artes, hace aparecer o desaparecer cartas de entre sus
mangas o en las espaldas y bolsillos de los presentes, o juega al solitario.
A veces las
cartas se le caen, pero no se desanima y por el contrario, es cuando nos muestra
su don de barajar y dar de nuevo.
Es el
duende que nos orienta en cuanto al momento de rebobinar los argumentos, de
reencauzar el diálogo, de serenar los espíritus.
No es de
los Duendes Mayores este duende naipero, pero no por eso hay que menospreciarlo
ni dejar de observarlo.
Buscalo
(todos los duendes están, siempre están) y cuando lo tenés ubicado no lo
interrumpas en su juego, sonreíle para que él sepa que lo viste y estáte
atento: cuando se le caigan las cartas te está preguntando si no solo él, si
no vos también, deben barajar y dar de nuevo.
IV.
El don del buen humor
Otro duende
de esta categoría es el que tiene el don del buen humor.
Es gordito
y aunque no sé si el sentido del humor se relacione con el de estar satisfecho
con una buena comida varias veces al día, en los duendes y en los humanos suele
darse esa concordancia.
No tiene la
inquietud de movimiento que el resto de sus congéneres, así que es muy posible
que una vez que lo encuentres en tu sala seguirá instalado allí ese día y los
restantes, así que te será muy fácil hallarlo de nuevo.
Ese es uno
de los mensajes que nos da: el buen humor debe estar siempre presente y a mano.
Es además
del tipo de humor amable. No es el del sarcasmo, ni de la risa forzada y menos aún
de la burla o de la grosería o la inoportunidad.
Es de risa
estridente, clara y profundamente alegre. Recurre tanto a
la mueca gentil como a la sonrisa de
los ojos, ya que también uno se puede reír con la mirada.
Su andar
lento y sus movimientos sincronizados como si temiera que un gesto torpe arruine
el buen clima que se logró, son también parte del mensaje que nos dice, muy
seriamente, de la importancia de no producir con un chiste o un comentario
ligero un efecto terrible y no deseado.
Si lo mirás
antes de decir algo que te parezca gracioso, vas a descubrir que si se inclina a
la derecha (a la suya) es que cree que te debes callar.
Si se
inclina sobre su izquierda, te indica que puedes contar eso que se te ocurrió.
Si su
cabeza no se mueve, míralo directamente a los ojos y si nada te dicen, es que
te dicen que corras el riesgo por tu cuenta.
Yo,
particularmente no lo hago. No cuento chistes ni digo nada para producir risas,
si el duende no inclina su cabezota para el lado de su corazón.
De ese modo
evito la posibilidad de destruír el puente de la comunicación con una explosión
de humor desubicada…
Cuantas
veces, con la anuencia del duende ( que no es un duende
mayor, pero debería serlo.) con el buen humor levanté una discordia que era
como una piedra en el camino del diálogo, apartándola de la senda del posible
acuerdo.
V.
El don del orden
Volviendo
a las presentaciones, tengo el inmenso honor de presentarles Señoras y Señores
a un duende distinguido, duende mayor sin duda alguna, poseedor del don del
orden.
Es
alto y viste ceremoniosamente, siendo el único que lleva guantes y de gamuza,
pero es porque tiene mano de hierro. Es el que orienta para poner orden adónde
el diálogo se ha extraviado. El que reubica al que se tornó agresivo o lacónico.
Quien reanima o entusiasma a quien por descreído, se torna un distraído o
distrae al resto.
Suele
ser diplomático y casi siempre, sólo dirige su índice a quien está
estorbando. Pero lo hace con disimulo, así que es necesario que le prestes
atención todo el tiempo lo cual no te resultará difícil, porque sabe hacerse
ver.
A
veces, si no alcanza con el gesto indicativo, directamente se acerca al díscolo
y no sé qué le dice, ni cómo, ni con que lo amenaza, pero lo persuade. (Otro
duende me ha contado que su frase predilecta es la que le copió a Marlon Brando
en la obra de Mario Puzzo ¨- vengo a pedirte algo y para lograrlo, voy a
hacerte una oferta que no podrás rechazar¨)
Si
eso no da resultado, vendrá a ti y te sugerirá que restablezcas el orden.
Sabrás
si debes interrumpirlo, invitarlo amablemente a que cambie su actitud, proponer
un alto o posponer la reunión, o enojarte con su actitud o …(bueno, vos sabrás).
Es
que es un arte ese de poner el orden sin quebrar el delicado equilibrio de la
neutralidad , porque las más de las veces todos, incluso el desubicado, esperan
que vos, el mediador, sea quien logre que el vuelo
se mantenga sin turbulencias, agradable y es tu responsabilidad que así
suceda.
Este
Duende Mayor constituye un aliado insustituíble, especialmente en ¨las
audiencias de diván¨ (adónde ni con Freud ni con Lacan te alcanza),
Eso
es lo que incrementa su ego. Su virtud no es la modestia, pero cuando utilizas
su don es él quien te da las gracias…
Todavía
no sé por qué lo hace: te mira, hace una reverencia y se retira..por un rato
claro está porque sigue atento.
VI.
El don del acertijo
-¨..te
presentó o no?¨ -¨hazme el favor de ser más claro¨ ¨¿por qué me saludas
despidiéndote, pero te quedás en el marco de la puerta?¨
Disculpá
(ahora te hablo a vos, lector/a) es que estaba dialogando con el duende que
tiene por hábito confundirme y no sólo a mí, a todos. Es dicharachero. Su
aspecto físico no dice nada especial, pero siempre envuelve su obesa figura con
ropas verdes, de mil distintos tonos de verde.
Ah!
tiene una boca grande y una completa dentadura blanca, todo lo cual recuerda al
personaje de las películas de Batman, aquél que tenía también
el don del asertijo.
Su
labor en tus mediaciones es detectar a quienes especulan con lo que dicen, para
no decir lo que quieren decir.
Ni
te imaginás lo que sucede cuando vienen otros duendes como él, pues en vez de
ayudarte arman sus propios acertijos y se desentienden de todo.
Pese
a ser muy inteligentes, son muy inmaduros, así es que se aburren pronto y recién
entonces es cuando ayudan porque hastiados de sus juegos, miran a los que
están allí, mediando.
Cuando
se fastidian con las frases confusas y disfrazadas, se enfadan con sus autores.
Entonces, se colocan encima de sus lenguas complicándoles la pronunciación y
les sale de sus bocas, las palabras correctas y la frase sincera.
Otras
veces, se acerca a tí y te dice como funciona el asertijo, siendo tu tarea
encontrar la manera de transmitir el mensaje verdadero.
El
parafraseo puede ser una herramienta, si lo presentas como si en tu interpretación
de su discurso lo hubieses extraído. Si hacerlo directamente te resulta
imprudente, puedes proponer un intérvalo, reunirte con esa persona y tratar de
convencerlo para que “confiese” pues ha sido descubierto. Otra técnica que
sugiere el duende consiste en que lo mires fijo, con ojos de sorprendido y gesto
de “ esa no me la creo!” a ver si, divertido por haber querido engañar y no
lográndolo sin ser reprendido, en vez de esquivarte te pide su ayuda. Hay gente
que oculta porque teme mostrar, no porque quiera mentir.
Ser
confiable y discreto es muy eficaz, tan sólo tienes que persuadirlo de que eres
así. Recuerda que quien engaña suele creerse víctima de una conspiración
similar.
Es
tan complicado el hábito de ser sincero, que si no se tiene humor frente a la
mentira, todo termina peor.
Por
ello este duende sonríe siempre y es porque no se enoja con las falsedades.
Para él son sólo un juego.
VII.
El don de la anécdota
Hay
otro duende menor, amigo de los refranes y poseedor de una memoria
extraordinaria. Quizás por eso tiene una cabeza muy grande y unos ojos saltones
debajo de sus gruesos lentes. Siempre aparece sorprendido por lo que nos dice, cómo
si recién, en ese momento, lo
hubiese encontrado. Tiene el don de la anécdota y es el que nos proporciona el
recuerdo de un caso parecido o de un aspecto parecido al caso que nos ocupa.
La
gran ventaja de contar con él es que su comentario ahorra una gran cantidad de
tiempo, ya que muchas veces la sensación de que el problema es único de
alguien, le coloca un peso enorme, que
quita la noticia de que otros pasaron por algo similar.
O
ver cómo resolvieron ese intríngulis otras personas, ayuda a optimizar las
condiciones peculiares para que éstas lo consigan también.
Puede
suceder todo lo contrario, esto es, que la anécdota funcione como un boomerang
y complique las cosas. Esas veces, nuestro duende se amarga porque no comprende
que no es su culpa, sino que los que de verdad no quieren el acuerdo, se escudan
en el pasado, tergiversándolo, para
mantener su conflicto en el futuro. Son los que le echan la culpa al cartero y
este duende tiene ese oficio.
Pero
es optimista y entonces, guarda también en su inagotable archivo, las anécdotas
que no debe contar. Para cerciorarse si es correcto o no contarlo, verás cómo
se te acerca, sigiloso y te la susurra preguntándote si te parece apropiado
comentarla.
A
su vez, puedes consultarlo cuando te parezca dudoso citar un ejemplo. Para ello
no necesitas acercarte a su oído pues te será difícil explicarle a los
presentes, porque te agachas y le hablas a alguien que no se puede ver.
Sólo
piénsalo una y otra vez, él te escuchará si no la primera, la tercera o
cuarta vez y te hará saber su opinión. Si crees que no te contesta, no te
enfades, porque siempre lo hace. Y no se va con medias tintas: el silencio es un
no, tan rotundo como si lo escucharas.
VIII.
El don de perder las cosas
Un
duende, ese gordito de sonrisa picarona, graciosímo
y travieso como el que más, es el que tiene el don de perder las cosas.
Sí
es un don mágico, porque hace surgir la solidaridad, las alianzas aún en cosas
pequeñas, insignificantes, como una lapicera, un papel adónde se anotó algo,
etc, ya que ese hosco y antipático de pronto sonríe y ofrece su birome, o aquél
que se la pasó mirando a cualquier lado, se agacha y entrega el papel que
estaba allí tirado.
Quién
crees que se llevó la birome o tiró el papel? Fue este duende bribón.
Y
no tiene remordimientos por lo que hace, ni por los trastornos que produce, ni
siquiera cuando ¨extravía¨ cosas más importantes, como el acta de la
audiencia anterior, el poder de representación o se mete en la mente de alguno
(la tuya incluso) y te hace olvidar o equivocar el nombre o el reclamo de
alguien. Lo hace para obtener ese resultado solidario de alguno que, advertido
que el acontecer puede complicar el posible acuerdo, prontamente trata de
quitarle importancia al episodio, comentando que se podrá recuperar el papel
extraviado, o corrije amablemente el error de memoria.
Su
aporte no sólo consiste en el extravío, porque se ocupa también del recupero
( y no se preocupa si él no fue el autor de esa pérdida, pues que confía en
que ¨la casa esconde, pero no roba¨) ya que de alguna manera logra que alguien
lo encuentre o recuerde eso que se olvidó otro. Ayuda, persuade, implora, no sé
pero lo que si comprobé es que cada vez que se pierde algo y se encuentra, la
mediación se ha visto reforzada.
Algunas
veces el episodio crea un espacio distentido, adonde las anécdotas (será el
otro duende que ayuda) sobre la predisposición de algunos para perder cosas, la
fortuna habitual de otro para encontrarlas, el extremo cuidado de aquél con sus
cosas para que no se le extravíen, proporciona un marco de diálogo nuevo y
puede suceder que los opuestos en cuanto a la disputa, sean gemelos en relación
a perder cosas o en hallarlas.
Los
duendes, todos y cada uno, se ufanan en encontrar cordialidad, afabilidad,
confiabilidad en dónde todo eso se había perdido.
IX.
El don de ver
Está
también el duende que tiene el don de ver.
Observa todo, pero especialmente, lo
que los gestos dicen en igual o diferente sentido, que lo que las palabras
expresan.
Parece
un detective, no sólo porque lleva una lupa y pipa (es el único que fuma) sino
porque no sólo sigue las pistas, sino que las busca aún adónde no parezca
haberlas.
Observa
a cada uno que llega: cómo viste, cómo habla, cómo se sienta, a quién mira,
etc. Luego lo observa cómo se comporta y que hace con sus manos y pies. Si
anota lo que escucha o garabatea cualquier cosa. Si dice lo que piensa, si
piensa lo que dice. Si se frota las manos. Si juega con sus pies. Si golpea
silenciosamente sobre la mesa con cada dedo, como marcando el compás, cuando
otro habla. Si pone cara de esto me
interesa, mientras mira el reloj para ver cuánto tiempo pasó y calcular cuánto
faltará para que termine. Si pone cara de nada, pero anota todo. En fín,
buscando la concordancia descubre las incoherencias, hasta que encuentra el
ritmo de lo verdadero. Y con mucho empeño logra darse cuenta!
Cómo?
No lo sé. Sólo sé lo que me cuenta: fulano no está diciendo la verdad...
Sutano, en realidad quiere otra cosa…
Y
porqué le creo en vez de pensar que es un chismoso? Por qué me da evidencias
de sus opiniones, me muestra el gesto que contradice la voz o la actitud que
demuestra el desagrado, pese a la sonrisa plácida.
Antes,
me tomaba el trabajo de verificar la opinión del duende observador…ya no.
Su
mera indicación de la simulación que nota, me alcanza.
Siempre
recuerdo lo que me dijo la primera vez que lo conocí: -“..si en un momento de
la mediación alguien miente o engaña, no es porque sea necesariamente un
mentiroso ni que siempre va a engañar. Es sólo que en ese momento lo hizo, así
que tu trabajo - continuó diciéndome- ¨consiste en ser precavido y no
desconfiar de antemano”... muchas veces -concluyó su discurso -
la mentira es el pasaporte para la verdad¨
Es
un aliado de verdad en esas audiencias que se constituyen en ¨talleres¨ por lo
que se aprende en ellas.
Es
un maestro!! Un duende mayor sin duda alguna.
X.
El don del cierre
Está
el duende gruñón, del entrecejo fruncido, que tiene el don del cierre (-¨
bueno, ya se acabó¨, dice)
Se
viste hoscamente, prefiere el marrón o el gris pardo su chaqueta y de negro o
azul oscuro su pantalón. Tiene más canas que el resto. No se considera viejo
(-¨viejos son los trapos¨ masculla) sino a lo sumo algo mayorcito. Y flirtea,
cuando no está trabajando, con cuanta hada se le cruce. Su carácter es tan feo
como su aspecto. Qué digo, mucho más feo.
Es
de un carácter podrido ( irascible , para
expresarlo con más elegancia).
Es
de los duendes menores pero porque se jubiló en su oficio sin mejorarlo ; de
tan jodido que es, no quiso llegar a más. Su labor la realiza muy bien, es de
pocas pulgas y reacciona enseguida. Y además te dice que lo hace gratis!
Van
a ver que tiene un parecido con el duende del acertijo, porque su éxito viene
sea porque la acierte o porque le erre. Ahora lo explico.
Viste
cuando en una mediación, alguno y a veces los dos protagonistas principales, se
hacen los estrechos y dicen, como si se les cayera de la boca la frase: - ¨
venimos a cerrar¨ o ¨..declino la instancia¨.
O
cuando no lo dicen, lo tienen bien guardadito y de pronto irrumpen salvajamente
con ¨yo no vine a escuchar estas estupideces¨.. o ¨..no voy a seguir
perdiendo el tiempo aquí, así que cierre porque me voy¨...
También
están los diplomáticos que protestan en voz baja porque se espera media hora y
ellos están muy ocupados y odian la impuntualidad. Y los que te hablan ¨francamente¨
para chamuyarte que va a ser una pérdida de tu valioso tiempo, porque no tiene
instrucciones (ni las quiere tener) para resolver por las buenas lo que puede
perder por las malas…dentro de unos años.
Pues
bien, el duende del cierre se los tira por la cabeza. ¨..SI, SI, CERRÁ Y QUE
SE VAYA¨. Te va a decir una y otra y otras vez. ¨Si no quieren acordar, qué
no acuerden y se acabó.¨ Ellos no tienen tiempo que perder (mentira!!!) pero
yo tampoco y esta vez es cierto, clama con fastidio y coraje. Porque el duende
cierra y sanseacabó.
Así
es como funciona su don, cuando acierta. Esto es, cuando realmente el ánimo de
no acordar es más poderoso. Aceptar su mensaje y cerrar será un proceder
sensato. Lo cual es bueno para un mediador que debe buscar el acuerdo, pero no
inventarlo ni forzarlo.
Y
cuando se equivoca, lo que sucede en las ocasiones que la posición de cierre es
fingida, tan sólo es una técnica para que el otro ceda y esto tampoco pasa, la
decisión del mediador de cerrar, es la mejor forma de abrir el camino del
acuerdo.
O
nunca te pasó que al decidir el cierre, el que lo pretendía te pide unos
minutos de conversación aparte…y allí te dice que quizás podría hacerse un
trato..?
Estas
son las veces que el don del cierre, fracasa como tal y la mediación consigue
su objetivo.
Es
por eso que este duende no quiso más, pues estuvo a gusto con su labor y para
él, gran engreído, siempre era lo mismo: si querían cerrar, que cierren y
sanseacabó.
XI.
El don de la discreción
Me
toca presentarte al anteúltimo de los duendes, el que tiene el don de la
discreción.
Es
un duende menor, creo porque de ser tan discreto logró pasar, casi por
completo, desapercibido. Pese a
eso, podrás reconocerlo fácilmente por sus manos grandes; que son así porque
las necesita fuertes, muy fuertes, para contener la presión que en las
mediaciones se acumula, por las conductas y pasiones pasadas y presentes que el
diálogo y la comunicación genera.
Para
hablarte de él necesito hacer un poco de historia, pues lo conocí en una
circunstancia muy especial. Erase una mediación cargada de una gran hipocresía
por todos los costados, frente y fondo. El reclamante era un fastidioso que venía
a mediar sólo porque no podía ir a juicio directa y sanguinariamente, aunque
hablaba con una sonrisa colgada de sus afilados dientes. Su abogada no era su
abogada, sino una novel (en realidad una novata) letrada de un importante
despacho de seis apellidos, envíada a cubrir la audiencia, pero trataba de
parecer como uno de los seis apellidos., pero por más que ¨la mona se vista de
seda…mona queda¨.
La
requerida, que era la concubina despechada y la socia defraudada pues había
comprobado que fue tenida en cuenta sólo como una mera bonita fachada, tanto en
el escritorio cuanto en el dormitorio, estaba acompañada de su nuevo galán,
que además vino como su abogado. Eran francamente imbancables. Y yo, por
cierto, no estaba en mis mejores días, pues me adeudaban unos importantes
honorarios de una difícil mediación y estos otros ingratos ya no valoraban mis
neutrales esfuerzos en conseguir que ellos construyeran su propio acuerdo, el
cual tomaron como tan de ellos, que a mí nada me tocaba…
Lo
que sucedía en la mediación actual no aparecía en los manuales y ya no sabía
qué hacer, porque en mí fuero íntimo presumía que si presentaba (lo cual me
aconsejaba el don respectivo) el cierre, lo iban a agarrar volando y mi deber
era otro: procurar que la mediación fuese una experiencia agotada y no un trámite
burocrático.
Fue
allí que apareció el don de la discreción quién se presentó, se sentó
enfrente de mí, me miró a los ojos y le habló a mi conciencia.
-¨
te voy a contar una historia¨ (y me la contó nomás)..hace muchos años, un
eximio dibujante de caricaturas creó un personaje: El otro yo del Dr Merengue.
En cada cuadro de la historieta aparecía el elegante Dr Merengue, hombre
exquisito en sus modales y vestimenta, dirigiendo frases agradables y cordiales
a su interlocutor. Ambos estaban dibujados con trazos gruesos y firmes. Pero
como surgiendo desde dentro del Dr Merengue, con líneas de boceto se perfilaba
un personaje que tenía sus mismos razgos faciales, pero podía tener cuernos
como un diablo, una aureóla como un pobre angelito o una cara de furia, etc,
etc y expresaba lo que en verdad pensaba de su interlocutor el Dr Merengue o lo
que en realidad quería decirle. Algo así como ¨ Que tal, como le va,
distinguido amigo¨ en el diálogo manifiesto y ¨cuándo te morirás,
desgraciado¨ en el mensaje oculto. En el cuadro siguiente ´continuó el
duende- seguían hablando, del mismo modo y en el último concluía la historia,
ora como si sólo hubiese existido el discurso formal del Dr Merengue, ora como
si su otro yo fuese quien se daba el gusto.
¨
..Pues bien - concluyó el Duende - vos sos el caricaturista, así que te toca
dibujar los cuadros siguientes de esta mediación ¨para que no quede en
historieta¨.
Me
volvió a mirar, como esperando alguna pregunta que no hice, se levantó
despaciosamente y me volvió a mirar. Fruncí el ceño, pero no se me ocurrió
decirle nada porque estaba pensando en lo que me contó. Entonces, me saludó
con su enorme mano y se fue.
Qué
me quiso decir? Me pregunté una y otra vez. Parafraseé:
1.
las personas, todas podemos tener ese otro yo, que expresa lo contrario, o al
menos lo distinto, de lo que hacemos, pensamos o decimos.
2.
Alguien define cual mensaje debe ser el que llegue.
3.
El mediador debe orientar el diálogo. 4. Su herramienta, como el lápiz en el
dibujo- es la discreción para que sin desconocer el doble mensaje, éste no
perturbe el desarrollo del posible acuerdo.
Así
que, desde entonces, cuando enfrentó una situación de hipocresía, trato de
ser discreto sin dejar de procurar que los argumentos, que en la historieta se
escriben dentro de globitos, no estallen destrozando el diálogo.
Cuando
en una mediación, mientras estamos tratando de cocinar el acuerdo pero los
discursos orales o gestuales presionan demasiado, mi labor y la tuya también,
se facilita pidiéndole a este duende que, con sus grandes manos, contenga la
tapa para que no se desborde el contenido o disminuya el fuego de la hornalla,
para que no hierva.
XII.
El don de la paz.
Son
doce, como los números del cuadrante de un reloj, los duendes que nos acompañan
en el tiempo de la mediación. Y es
la hora de presentarte al último y es el que tiene el don de la paz.
Es
el Duende que la busca sin cansarse y al mejor estilo Ghandi, no usa la
violencia para ello.
Está
convencido de su utilidad para la convivencia de tal modo y manera que ni
siquiera discute sobre este punto, aunque pueda enfrascarse en cuanta conversación
trate el asunto.
Es
que discutir es diferente que opinar distinto.
Sin
fastidiarse con los violentos es capaz de esperar el tiempo para que se
persuadan. Ellos también buscan la paz, sólo que no tienen paciencia para
hallarla y se despreocupan de perderla porque creen que, de nuevo con violencia,
la conseguirán. Además, si la paz no es en sus términos, no es paz (cualquier
parecido con alguien real, no es coincidencia).
Este
duende no se dedica a convencerlos, pero no actúa como sí no existieran. Si se
le cruzan en su camino, no rehuye el diálogo. Pero sabe que debe ocupar su
tiempo en persuadir a otros, a los más, sobre cómo vivir y disfrutar de la
concordia. Si ésta es mayor, aquellos serán cada vez menos..
Es
nuy pragmático, así que ejemplifica su evangelio con actitudes concretas,
sugiriendo y aplicando métodos idóneos. No es que haga milagros, porque esa es
tarea de ángeles y no de duendes, pero los propone cada vez que, en casos adónde
la violencia era la única salida, muestra
que el diálogo, la escucha atenta, la renuncia a lo que no era importante, son
las paradas necesarias en los mil caminos que llevan al acuerdo y eso hace la
paz posible.
Su
mayor logro ha sido reunir a personas de distinta trayectoria pero de similar
actitud competitiva y agresiva que era tan natural para ellos, fue reemplazada
por ellos mismos por una conducta mas eficiente para resolver los conflictos que
les presentaban otros: la mediación fue el nuevo
método que los convirtió en hacedores de la paz ( peacemakers).
Aunque
no son aún lo suficiente en número, pues muchos más debieran caminar por esa
senda junto a estos misioneros de
la concordia que predican una nueva
alternativa a la violencia, en
todos los continentes se viene marchando por ese rumbo.
Son
esos, todos esos que practican lo que dicen cada vez que median, los que cada
tanto se reúnen en foros, congresos o seminarios para conocerse y transmitirse
lo que hacen, y como les resulta y están ávidos de aprender nuevas cosas, los
que producen este cambio de paradigma, adónde la violencia deja de ser la única
respuesta, para ser solamente una alternativa.
Pero
no lo hacemos solos. Los mediadores lo realizamos junto con quienes van creyendo
(..¨¨te conocerán por tus resultados¨.. ) en los métodos alternativos de
resolver los conflictos porque así se ocupan ahora de los suyos. Me refiero a
las partes y a quienes los asisten. No se si hay menos gente que opta por
la violencia, pero sé que hay muchos más cada vez, que optan por la mediación.
Claro
que esto vos ya lo sabías.
Lo
que te vine a decir es que además de los mediadores, las partes y quienes las
asisten, están los duendes.
Y
este Duende desparrama su don generosamente, porque sabe que fortunas tales como
el amor o el saber, cuánto más se reparten, mas crecen y quien la hubiese
repartido en nada mengua ni su porción de amor ni de saber (si te cuento todo
lo que sé, no se menos por habértelo contado; si te doy todo mi amor, ni un
trocito de mi amor pierdo).
Con
la PAZ sucede lo mismo: si encontramos la forma de vivir en paz, ninguno recibirá
menos paz que la que tenía. Por el contrario, tendrá más y más y más.
Con
esa convicción nuestro último duende trabaja, como todos los demás.
Moraleja
Esos
doce pequeños malandras, traviesos, juguetones, generosos están contigo,
mediador! Están en tu sala, mediadora!
Sólo
tienes que esperar a que lleguen, pero puedes buscarlos también. Sin duda, los
encontrarás.
Más
aún, creo que con alguno ya te has cruzado, aún sin percibir quién era ni cuàntos
má habrìa.
Si
has tenido el don de las buenas preguntas, el de la oportunidad, la anécdota,
el barajar y dar de nuevo, si has usado un acertijo, creado un
ámbito de buen humor, o puesto la casa en orden. Si has planteado con
coraje y decisión el cierre, sin someterte a él. Si has sido capaz de producir
alianzas aún a partir de pequeñas cosas. Si has sido discreto sin dejar de
procurar el diálogo franco, en fín, si has hecho todo para conseguir que haya
paz cada vez más, no es solamente que aprendiste bien este oficio de mediar.
Creéme
es que, además, los duendes están contigo.
-4-
Epílogo
Tal
como magníficamente lo ha descripto Gianni Rodari en ¨Cuentos para Jugar¨
(Madrid Alfaguara l980 juvenil 23) ¨...las palabras tienen un sentido, un peso,
una fuerza inigualable, porque han estado fijadas, una a una en un proceso de
creación colectiva única en el mundo por su duración y complejidad. Desde los
primeros años de vida del niño ha de tener un instrumento que le ayude a
construir sólidas estructuras...¨ tal vez, de este modo, con los ¨duendes de
la mediación¨, los niños puedan además, acercarse a construir una
convivencia pacífica.
Nuestro
desafío es ayudar a hacerlo.
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