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CONFERENCIA MAGISTRAL

 

PSICOANÁLISIS Y PEDAGOGÍA

 

Jean-Claude Filloux

 

Traducción del francés: Profa. Rita Goycochea Robles.

                                       

En un texto de 1913, Freud consagró varias páginas al interés "pedagógico" del psicoanálisis, a su importancia para la "ciencia de la educación". Evocó la idea de una educación "psicoanalíticamente ilustrada", de una utilización del psicoanálisis al servicio de la educación. El psicoanálisis podría entonces aportar hipótesis de trabajo que permitieran los pedagogos, tanto teóricos como prácticos, elaborar saberes nuevos, actitudes educativas que tomaran en cuenta el inconsciente en el campo pedagógico. Desde los años 1920, educadores como H. Zulliger, en su libro El psicoanálisis en la escuela, o S. Bernfeld, en Sísifo o los límites de la educación, querían mostrar cómo, tanto en la práctica como en la cura, que el saber elaborado por el psicoanálisis podía "inspirar", ver "ayudar" al pedagogo en su relación con las materias a enseñar, en relación con los alumnos, y con él mismo. En 1925, una Revista por una pedagogía psicoanalítica surgida bajo la dirección de un psicoanalista, H. Meng y de un psicopedagogo, E. Schneider publicaba trabajos de "inspiración" psicoanalítica concerniendo las dificultades y los problemas escolares, el comportamiento de los alumnos en clase, los castigos, pero también "el inconsciente del pedagogo" en la relación Maestro-Alumno, los fenómenos de transferencia de juego, las raíces del "deseo de enseñar". La Revista publica su último número en 1937, pero un primer impulso se había dado. Y Freud, en sus "Nuevas Conferencias de introducción al psicoanálisis, podía proponer, en 1932, que la educación psicoanalíticamente ilustrada debe buscar su camino entre el "Scylla del laissez-faire y el Charybde de la prohibición"...

Entre los años 1920 y los años de preguerra, una evolución se había producido en la forma de relacionar lo "psicoanalítico" y lo "pedagógico". Si, por ejemplo, el Zulliger del "psicoanálisis en la escuela" tomaba en cuenta el modelo de la cura y pretendía constituir una "pedagogía psicoanalítica", aplicando directamente los conceptos y los métodos psicoanalíticos a la práctica pedagógica; el Zulliger que escribía diez años más tarde en la Revista sobre lo terrible de la relación en el caso del pedagogo, se ubicaba en una perspectiva diferente, la de la lectura con ayuda del instrumento analítico, de "lo que pasa" en el campo pedagógico.

Es así que después de 1945 será abandonada la idea de una transposición del modelo de la cura en el modelo pedagógico, tanto son desde ciertos puntos de vista opuestas la actitud analítica en la sesión y la posición pedagógica en la clase. Pero se pondrá en duda también la hipótesis de que una pedagogía "psicoanalítica" pueda ser elaborada aplicando directamente los conceptos de pulsión, de rechazo, de transferencia, de sublimación, aportados por el psicoanálisis a la constitución de un modelo pedagógico.

Entre 1945 y 1970, el saber analítico contribuirá, menos por iniciar prácticas directamente, que como método de análisis para investigaciones que tendrán como objetivo aportar un saber "científico" específico sobre lo que se pone en juego en el espacio pedagógico, un saber nuevo, "fresco" si se quiere. Un análisis tal, se situaba en la problemática más general de las aportaciones de la psicología, o de la sociología, a la educación escolar; debería en principio permitir a la pedagogía y a los pedagogos utilizar en la práctica el saber que resulta de esas investigaciones para responder a peguntas que se presentan a veces cotidianamente en la clase o en el establecimiento escolar.... A partir de experiencias con niños y alumnos en dificultad escolar, C. Baudoin se dedicará, en 1954, en El alma infantil y el psicoanálisis a determinar métodos aptos a permitir evaluaciones individuales. G. Mauco, en 1967, en su Psicoanálisis y educación intenta sensibilizar a los maestros sobre lo que se puede saber acerca de lo que sucede en la clase a nivel del "diálogo de inconscientes". P. Furstenau por su parte, en 1964, en un artículo titulado "Psicoanálisis de la escuela como institución", pretende encontrar el sentido de los "rituales" escolares, protectores y defensas contra la ansiedad de "desbordamientos pasionales" tanto en el caso del maestro como en el caso del alumno.

Podemos pensar que, después de 1970, un avance notable se produjo, tanto en las investigaciones utilizando el psicoanálisis como referencia epistemológica, como en la orientación de prácticas que se pretendían "ilustradas" por los saberes adquiridos; lo cual tendrá consecuencias hasta la actualidad. El uso exploratorio del psicoanálisis y la aplicación de saberes psicoanalíticos tienden así a combinarse. A partir de entonces aparecen dos cuestionamientos: ¿Qué investigaciones? ¿Qué adquisiciones son susceptibles de producirse de ellas?

 

Antes de responder a estas preguntas, conviene subrayar la especificidad de un análisis psicoanalítico, cualquiera que sea el campo que lo utiliza. Varios conceptos relacionados a la teoría psicoanalítica han sido evocados con anterioridad. Se refieren, no lo olvidemos, a lo que Freud designaba como los "pilares" del psicoanálisis: a la vez procedimiento de una investigación de proceso psíquico "más o menos inaccesible de otra manera"; búsqueda de contenido inconsciente de conductas, representaciones; método de interpretación; serie de concepciones psicológicas formando un hábeas de conocimientos; -el psicoanálisis reposa sobre los siguientes "pilares": la aceptación de procesos psíquicos inconscientes, el reconocimiento de la tesis de la resistencia y del rechazo, el hecho de tomar en cuenta la sexualidad y el complejo de Edipo"...

"Quien no se encuentra en la capacidad de reconocer a todos no debería contar entre los psicoanalistas" (1923). Con diferencias propias, podemos decir que la filiación de Freud, de Mélanie Klein, Jacques Lacan, cuyos análisis son utilizados con frecuencia por la investigación en pedagogía, se sitúan en el marco de lo que podemos llamar la doctrina psicoanalítica.

¿Qué investigaciones? La pregunta concierne primero los tipos de investigación, de acuerdo a qué se trate, de acuerdo con la distinción clásica, de investigación llamada fundamental o de investigación aplicada. De hecho la voluntad de "leer" algo de lo que pasa en la relación educativa responde rara vez en el caso de los investigadores a una preocupación puramente científica, sin prever consecuencias prácticas posibles. Pero, ciertas investigaciones responden más por ejemplo a una demanda de "ayuda" por parte de los prácticos, y otros, a una preocupación de contribuir al surgimiento de un saber nuevo, como se ha dicho antes. Por otro lado, conviene diferenciar lo que ha sido designado en términos de investigación-intervención o de "investigación-acción" cuando el investigador es invitado a participar de una voluntad de cambio en el campo que lo llamó, o cuando los prácticos por ellos mismos se ponen a "investigar". Parece que, desde la obra de F. Oury y de A. Vásquez, Hacia una pedagogía institucional, 1967, consagrado a la descripción y a la teorización de las experiencias de innovación en la clase llamada "cooperativa", este tipo de investigación-acción se desarrolló notablemente. Agreguemos que los "métodos" de investigación y de interpretación podrán ser muy variados: observación de clases y de establecimientos escolares dando lugar a un material a "leer" desde la óptica del psicoanálisis, encuestas por entrevistas no directivas de actores del sistema escolar: maestros, alumnos, administradores, inspectores, dando lugar a "discursos", susceptibles de ser "descifrados" en su contenido inconsciente... Podemos pensar también que el psicoanalista puede hacer estado, ante los pedagogos, de una experiencia "clínica" adquirida en el marco de la cura, ver, pacientes maestros, susceptibles de contribuir a la elaboración de saberes y de conocimientos sobre lo que la Revista por una pedagogía psicoanalítica llamaba el "inconsciente del pedagogo".

La escuela, siendo un lugar –institucional- de transmisión de saber, nos interrogamos, desde un punto de vista psicoanalítico, sobre lo que fundamenta el deseo o el rechazo de saber en los alumnos, las inhibiciones en juego, la relación hacia el maestro como "maestro del saber". ¿Qué hay en particular del deseo o no deseo del maestro de enseñar, de instruir, alrededor de qué pulsiones se articula? Responder a preguntas de este tipo implica a la vez un análisis de lo que fundamenta la forma en la cual son ocupadas las posiciones de alumno y maestro, y la manera en la que se construye hic et nunc su articulación. Los trabajos e investigaciones en esta perspectiva tienen, en particular, alcance sobre lo que implica la posición de "dominio" requerido por el maestro, o deseado por él, la relación del maestro con su propia infancia, la forma en la que, desde su posición de alumno, el niño y el adolescente pueden efectuar un trabajo de sublimación de pulsiones primitivas... Han puesto en escena , lo que sucede a nivel de la "otra escena" –la del inconsciente- las transferencias y contra-transferencias en juego en la relación del alumno al maestro, del maestro al alumno, en situación de grupo maestro-alumnos. Algunas indicaciones solamente aquí sobre estos diversos trabajos.

El deseo de saber, nos dice Freud, aparece muy temprano en la vida psíquica del niño –deseo de saber sobre el deseo del otro-; participa, nos dice, de un "impulso" de investigación que se apoya sobre la energía libidinal. El destino de esta pulsión depende de las respuestas de los padres a las interrogantes de los niños, de la prohibición eventualmente aportada sobre la curiosidad sexual, del rechazo o no de creer en las explicaciones dadas. Entrando a la escuela, desde la "maternal" el niño se encuentra con un mundo nuevo que S. Lebovici y M. Soulé en El conocimiento del niño por el psicoanálisis, -PUF, 1970- dicen permitir, a término, una "actividad intelectual escolar" donde jugarán los factores de sublimación y de acceso a lo simbólico en el mejor de los casos... Todo avance intelectual en la escuela es muestra solidaria de una derivación, por ejemplo, de la "energía dinámica" de pulsiones agresivas hacia los objetivos como la adquisición de conocimientos, el acceso a lo simbólico, que hacen a la escuela "atractiva", una fuente de placer autónomo.

En comparación, la posición de maestro será analizada en términos de una "exposición" de la enseñanza a su propia infancia, de la movilización en él mismo de una pulsión de control, de dominación, de un deseo de ser amado o reconocido. Sobre este análisis concuerdan los aportes que podemos considerar fundamentales.

La posición del educador, nos dice D. Hameline en un texto sobre "El riesgo del oficio" (1972), instituye un retorno a la infancia. El maestro, en presencia del niño, es confrontado con su propia infancia, es decir con el niño refugiado en su interior. Está relativamente en una situación de tentación a sus propias pulsiones del período infantil, y su relación con los alumnos hace resurgir al nivel del inconsciente, los conflictos que lo oponen a los padres durante el período edipiano. Al mismo tiempo, se constituye una imagen o un fantasma de "uno mismo como alumno" resultando de una idealización que se convierte en referencia en la relación con el alumno al que se debe "instruir". De acuerdo con los casos, esto se traducirá en ciertos casos en un deseo de reparar lo que se ha sufrido en la propia infancia, de exorcizarlo, o de hacer una imagen de sí mismo maravillosa, proyectada sobre el alumno real con el cual se le ha pedido identificarse. ¿Un alumno "sueño"? ¿Un alumno "espejo"?.

Además, la inversión en la "transmisión" del saber implica en la posición del maestro el deseo de ejercer un poder. Bajo la máscara de la racionalidad eventual de los métodos pedagógicos, se quiere ejercer lo que Freud designaba "pulsión de control". Un componente de dominación está siempre presente, ya que no hay pedagogía sin control pedagógico... donde se combinan una voluntad de grabar su huella, una neutralización del deseo del otro.

Un "control pedagógico", enraizado en una pulsión de control latente desde que se manifiesta el deseo de enseñar. En las entrevistas de maestros y de alumnos, interpretadas desde una perspectiva psicoanalítica por Jeanine Filloux (Del contrato pedagógico, el discurso inconsciente de la escuela, 1974, 1996, Marie-Claude Baïeto, El deseo de enseñar, 1982, Claude Pujade-Renaud, El cuerpo del maestro en la clase, y El cuerpo del alumno en la clase, 1983), aparece que, aunque en general rechazado, o negado, travistiéndose en ocasiones en metodologías pedagógicas diversas, fuesen ellas no directivas, el deseo de ser "maestro" no implica sólo una función de tutela, sino otra cosa del orden de la violencia.

Necesidad de ser amado y deseo de control se combinan entonces en el marco de una imagen ideal del alumno, ante quien se le pide identificarse a sí mismo como maestro. M.C. Baïeto ve al maestro no directivo de su encuesta queriendo proyectar en los alumnos su propio "ideal de sí mismo". C. Pujade-Renaud, analiza a partir de una "escucha del lenguaje" la relación al cuerpo, a su propio cuerpo, que sea maestro o alumno, y al cuerpo del otro; ella formula una hipótesis sobre el maestro, como cuerpo puesto en escena, vive su propia corporeidad en función de una clase en general percibida como un cuerpo animal eventualmente peligroso. Está condenado a dar de su propia persona física para captar la atención, -verdadera "teatralización psicológgica"- donde el dominio toma forma de una "sexualización" de la relación pedagógica, de cierto tipo de "seducción".

J. Filloux había demostrado cómo la seducción, el deseo de seducir, podría ser uno de los mecanismos del control pedagógico. Seducir a la clase, es "lo que permite hacer funcionar el sistema de identificación", "sobre el entendido que el maestro se asume como este ideal al cual él pide identificarse ocupando el lugar de persona central".

En su libro El lazo educativo, contra-luz psicoanalítico, 1994, Mireille Cifali consagra un capitulo a esta "seducción obligada" susceptible de encaminar al alumno en el sentido del deseo del maestro. El espacio escolar se convierte entonces en un campo de estrategias donde la palabra del maestro, la mirada, los saberes toman parte en el juego... a tal grado que el control seductor se convierte en un elemento de la continuación del poder del maestro.

Nos preguntaremos, desde esta óptica, si detrás de la puesta en escena del deseo de gustar, no está el deseo de captar el deseo del alumno para que se convierta en identificación al deseo de ser amado y reconocido del maestro. ¿Máscara o necesidad de dominación? "Detrás de la seducción, nos dice M. Cifali, hay una destrucción... Un adulto esconde a un niño por el recurso a la seducción, de la violencia contenidas en su relación".

Aparece de este modo, que "el deseo de saber" y el "deseo de enseñar" se inscriben en el espacio de una escena en la que se establecen relaciones de poder, donde las pulsiones de vida y de muerte, amor y odio se confrontan y se combinan. El niño, el adolescente reaccionan al control, a partir del momento en que se percibe como autoridad violenta, de acuerdo con la forma en la cual ha evolucionado su propio deseo de saber o no saber, las inhibiciones que sobrevienen, sus rechazos, la manera en la que ordena sus propias pulsiones destructoras en su relación al maestro –la relación pedagógica pudiendo ser el lugar de una relación conflictiva abierta. El análisis psicoanalítico debería permitir precisamente un mejor análisis de los momentos donde la escuela se convierte en un lugar de confrontación, que no encuentra los medios de elaborar un orden de las cosas que sobrepasen, por lo menos en la apariencia, lo que es del conflicto latente en el corazón de la relación pedagógica, en beneficio de un orden contractual fundamentado sobre el reconocimiento recíproco de los participantes en el campo escolar.

Vale la pena entonces, pensar la relación pedagógica como una relación conflictiva, de señalar algunos elementos claves de lo que puede ser designado como "conflicto fundamental", que se traduce de acuerdo a la voluntad de las circunstancias sociales, en conflictos que toman la forma de una destrucción de la relación, o de un contrato –frágil o no- permitiendo el funcionamiento del sistema escolar. Después de haber constatado que la institución escolar esta hecha para garantizar al maestro el papel de "maestro del saber", Octavio Mannoni en un artículo titulado "Psicoanálisis y enseñanza" –1973-, observaba que "el deseo de saber del alumno es paradójicamente desplazado por el deseo ambiguo de que el alumno sepa", de tal manera que "su deseo de saber le es robado". Robo, porque se supone que el niño debe saber lo que el maestro quiere que sepa, y no debe querer saber lo que el maestro no quiere que él sepa. Por su lado, Gastón Bachelard, evocó en su Racionalismo aplicado los sutiles caminos que puede tomar el comportamiento dominador de un maestro que no practique la "vigilancia intelectual de sí mismo". Todo educador, nos dice, está tentado por un "complejo de Cassandra que obscurece el examen de las posibilidades del alumno, que desvaloriza, como dice el poeta, el oro de lo posible..." Por muchos lados, este complejo "arma de sadismo al educador"... Profetizar el futuro diciendo que el alumno no podrá jamás aprender es una "sanción que parece sin posibilidad de réplica".

Probablemente no sea necesario evocar las conductas diversas por las cuales se encadenan conflictos destructores en la relación pedagógica, y como es susceptible de construirse un orden que permita al sistema funcionar, a los maestros de transmitir, a los alumnos de saber... Este orden se construye cuando un "contrato pedagógico", de acuerdo con la expresión de Jeanine Filloux, parece fundar la alianza sobre el amor y la identificación al maestro en una parte de negación de la violencia.... Sin embargo, analizar al nivel del "inconsciente de la escuela" lo que sucede cuando no se hace parte de un contrato de este tipo, implica otra lectura ya no solamente en términos del juego de deseos, sino de relaciones transferenciales-contra-transferenciales entre los protagonistas del proceso.

En una conferencia que data de 1914 sobre "la psicología del bachiller", Freud evocó el "tipo absolutamente particular" que vinculaba sus relaciones de alumno a sus profesores. "De entrada, fuimos igualmente llevados al amor como al odio, a la crítica como a la veneración... Esos hombres se convertían para nosotros en un substituto paternal. Transferíamos sobre ellos el respeto y las esperanzas dirigidas hacia el padre omnisciente de nuestros años de infancia; les dedicábamos la ambivalencia que habíamos adquirido en la familia". Desde entonces, han sido numerosas las investigaciones y las diferentes posturas sobre lo que sucede con las manifestaciones transferenciales en el campo pedagógico y su influencia a nivel de la teoría y de la práctica pedagógicas.

Es en el marco de la cura analítica que la noción de transferencia debe estar originalmente ubicada. Ella designa en el sentido psicoanalítico del término, la recurrencia, la repetición de afectos, de sentimientos, de emociones, de amor o de odio, de reacciones vividas en la infancia del sujeto en análisis que se desplazan sobre la persona del analista; la noción de contra-transferencia designa por su parte tanto las transferencias del analista sobre la persona analizada, como sus reacciones a la transferencia de la cual es objeto. Agreguemos que, en el sentido estricto del término, los desplazamientos transferenciales son inconscientes y que son las manifestaciones, expresiones psicoafectivas de la transferencia que funcionan como indicadores referenciales, interpretables en términos de transferencias.

Estas manifestaciones pueden intervenir tanto en la cura como en las áreas que no son las mismas de origen. Los "efectos de transferencia", decía Freud, son universales y se "producen en todos lados".

Si en la clase amor, odio, agresiones, violencia, simpatía o fervor no pueden ser en todos los casos fenómenos transferenciales o contra-transferenciales, aún queda que la referencia a la transferencia debe permitir comprender las dificultades a primera vista inexplicables que surgen en la relación maestro-alumno, en la relación ínter-subjetiva entre tal maestro y tal alumno, de la misma manera que en la relación del maestro con el grupo de alumnos.

Conviene en efecto precisar que no se trata solamente de tomar en cuenta los efectos transferenciales–contra-transferenciales en las relaciones duales de un maestro y de un alumno, sino también de la expresión de transferencias a nivel de la relación del maestro al grupo, del grupo al maestro, de las relaciones entre los participantes de la clase considerada en tanto que grupo, -aunque los efectos se manifiesten "en acciones o reacciones de amor, o de violencia o de odio. No se trata aquí de hacer una revisión de la abundante literatura sobre la "cuestión de la transferencia" en la relación pedagógica, sino de indicar la orientación de algunos trabajos, relacionados por cierto, a la problemática práctica: ¿qué hacer con las transferencias? Además de las obras citadas antes, las cuales evocan todas esta "cuestión", debemos tomar en consideración las posturas adoptadas con respecto al asunto de la pedagogía institucional, particularmente en Fernand Oury y Aïda Vásquez, De la clase cooperativa a la pedagogía institucional, 1982; de Francis Imbert, El inconsciente en la clase, transferencias y contra-transferencias, 1996.

Si el maestro es el objeto privilegiado de las transferencias, el alumno como lo dice M. Cifali, "es objeto contra-transferencial por excelencia", agregando que "una transferencia negativa no es una excusa para rechazar a un niño" y que "ser profesional consiste en reconocerlo". Dándose como "objeto de identificación y de amor", nos dice J. Filloux el maestro refuerza el recurso a la transferencia positiva de los alumnos en la identificación de una potencia paterna. Hay de esa manera, un vínculo entre el objetivo de identificación del maestro en el grupo de clase y la implicación afectiva que se traduce en efectos transferenciales. Si estos "efectos" no se dirigen en el sentido de la seducción, traicionan una respuesta positiva a la necesidad de ser amado, es entonces que aparecen estas reacciones contra-transferenciales, que G. Bachelard evocaba tan bien...

¿Qué hacer de las transferencias? En textos que aparecieron en la Revista por una pedagogía psicoanalítica, Zulliger y Kuendig polemizaron al respecto de ello. Para uno, es conveniente que el maestro "acepte" las transferencias, intentando comprender el peligro o al contrario, la ventaja que representa "adoctrinar" el vínculo transferencial encontrando la justa medida, ya sea que se trate de amor o de agresión, o de elaborar a partir de transferencias positivas, relaciones de identificación. Para el otro, es necesario "descubrir" que hay transferencia en una situación determinada para poder "asumirla", entendiendo que descubrir no es lo mismo que asumir; es posible "dominar", ver, "detener en seco" las transferencias demasiado masivas, pero también de "hacer surgir", de suscitar transferencias positivas apropiadas para ayudar a los alumnos frente a dificultades escolares. Notaremos que Zulliger y Kuendig, coincidiendo en que la transferencia no puede ser "negada", sino que forma parte de la situación pedagógica, difieren en el sentido de que a la idea de una recepción que permita ir hacia una comprensión de "lo que sucede" en la relación, se opone la idea de una acción de creación o de dominio.

En todo estado de causa se trata, para el maestro de "tomar conciencia", por ejemplo, que una manifestación de agresión o de odio no está, en ciertos casos, dirigida hacia él, sino hacia lo que él representa psíquicamente, reacciones o sentimientos negados, que se desplazan sobre él; y también que lo que él siente de eventualmente agresivo con respecto al alumno es por lo tanto, una respuesta contra-transferencial. Es lo mismo en lo que concierne las manifestaciones pasionales, que provengan de los alumnos, que se trate de tomar a cargo sin "terror de la relación" de acuerdo con la expresión de Zulliger. Agreguemos que, en la óptica de un análisis psicoanalítico de lo que llaman el "aparato psíquico grupal", Didier Anzieu y René Kaes formularon la hipótesis, a partir de la experiencia de grupos de formación conducidos por un analista, que conviene distinguir las transferencias "centrales" sobre el monitor, las transferencias "laterales" de los participantes los unos sobre los otros, ver, las transferencias de los participantes sobre el grupo como objeto (El trabajo psicoanalítico en los grupos, 1972, Dunod).

Nos podemos preguntar si debemos comparar un grupo de adultos intentando una experiencia de análisis de grupo, al grupo-clase maestro y alumnos. Sin embargo, en la línea de métodos activos y de trabajos psicosociológicos sobre las relaciones "de grupo" en la clase, podemos decir que el "poder" institucional del maestro toma formas diferentes según si el maestro se instituye como líder, jefe, guía en sus relaciones con las reglas, los métodos, la organización pedagógica que él construye, o sufre.

En la clase "cooperativa" descrita por la pedagogía institucional, aprovechando lecciones tanto de Freinet como de Freud, F. Oury y A. Vásquez afirman que al instituir un Consejo de clase, concebido como un sujeto colectivo, interactivo, tomando a su cargo la elaboración de reglas de funcionamiento del grupo, el maestro no es el único receptor de las manifestaciones transferenciales; se encuentra en una situación de no jugar un "papel transferencial más o menos maternal". Por su lado, F. Imbert en su libro consagrado al "inconsciente en la clase" que relata diversas "historias de transferencias" analizables por el Grupo de investigación en pedagogía institucional, se pregunta sobre la aceptación de las transferencias por el maestro, en el marco de dispositivos pedagógicos que lo ponen "al abrigo" de las relaciones transferenciales, permitiendo que "transferencias laterales", se produzcan entre los alumnos. Esta posibilidad implica el establecimiento de un sistema de "mediaciones" en el cual el maestro es el mediador. Nos preguntaremos en este caso, no obstante, sobre el "uso" que se hace del psicoanálisis. ¿No volvemos acaso a la concepción de una pedagogía menos ilustrada por el psicoanálisis, que a la concebida como una suerte de transposición de la cura analítica de lo que acontece en los grupos de formación, al estilo de los que describió Anzieu?

Estos comentarios no agotan las respuestas posibles a la interrogación: ¿Qué hacer de las transferencias?, en tanto que maestro, o que teórico de la pedagogía. Simplemente, es necesario para uno como para otro, tomar en cuenta que la relación pedagógica implica, para lo mejor y para lo peor, no solamente un "juego de deseos" –de saber, o de no saber, de control- sino más profundamente tal vez todo, un juego de transferencias y de contra-transferencias en las que las manifestaciones no pueden ser ignoradas, desde el momento en que se presentan problemas de la práctica pedagógica. Agreguemos que la "toma de conciencia" tanto del juego de transferencias como el de los deseos, implica sobrepasar las resistencias normales desde el punto de vista psicoanalítico, si es verdad que la pulsión de control se esconde detrás de ciertas conductas –disciplinarias por ejemplo- "racionales", que la violencia contra-transferencial puede satisfacer necesidades de agresión.

Cualquiera que sea el tipo de pedagogía, el maestro es susceptible de ser sensibilizado, en el marco de una acción formativa, para notar el sentido de reacción de los alumnos, del grupo, o de él mismo, para controlar mejor sus reacciones, controlar los momentos en los cuales las relaciones de violencia distorsionen las relaciones contractuales sobre las cuales funciona la clase. Una acción formativa que permita también salir, como lo dice G. Mauco, de las "identificaciones fantasmáticas" principalmente aquellas de un jefe todo-poderoso con el cual tienden a identificarse los alumnos.

No se trata, para el "saber psicoanalítico" de instituirse en maestro de pensamiento, de tomar una posición de "dador de lecciones". No se trata entonces de una "intrusión" del psicoanálisis, sino de una familiarización con la ayuda que aporta a una aprehensión de los mecanismos de la relación: trabajo en grupos de intercambio, análisis en conjunto de casos-problemas, lecturas, ver incluso análisis personal pueden ser los caminos de esta "ilustración" por el psicoanálisis.

Una sensibilización a los resultados de los trabajos de investigación sobre el campo pedagógico utilizando un análisis psicoanalítico debería inducir en el maestro, el involucramiento con "sus" alumnos, "su" clase, un trabajo sobre sí mismo, -la hipótesis es que los maestros quieren saber algo sobre los elementos inconscientes que entran en juego en este "oficio", que Freud describió como "imposible", entrar en la búsqueda de sí mismos y por sí mismos. Un maestro que podrá, a través de la lectura del campo pedagógico y de la lectura de él mismo en ese campo, ser puesto en "posición de crear" o más aún, de acuerdo con la expresión de C. Baudoin "descubriendo bajo qué autoridad logra tal o tal acto, simplemente se le tendrá por dicho y se comportará en consecuencia". ¿Un maestro "sin coartada"?

 

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