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Tengo
en mi clase un alumno con limitaciones auditivas
Aportado por
Lic.
Dora Kweller
Fax:
(54) 11 4702 7168
Autora
de El proceso de entender y ser entendido.
Guía
para padres de niños y adolescentes con limitaciones auditivas
En
Argentina, a raíz de la nueva ley contra la discriminación, el desarrollo de
planes de integración y los implantes cocleares, que logran que los niños
hipoacúsicos alcancen un buen nivel de audición, hay una creciente población
de niños con limitaciones auditivas que ingresan a las escuelas primarias públicas.
Sin embargo no resulta sencillo integrar a un niño con necesidades especiales y
ayudarlo en su desarrollo con el mismo ritmo educativo que les brinda a sus
compañeros oyentes.
La
información sobre este tipo de problemáticas nos lleva, a maestros, profesores
de sordos, psicólogos, psicopedagogos, a elaborar estrategias educativas que
beneficien a todo el grupo, tanto niños oyentes como hipoacúsicos, respetando
las posibilidades educativas que posee cada alumno.
Según
recientes estadísticas uno de cada mil niños tiene problemas auditivos y son
contados los casos de sordera total. La mayoría de los niños que sufren de
esta limitación (sin problemas sobreagregados) pueden acceder a la comprensión
del lenguaje por medio de un audífono o un implante coclear.
Es
necesario que todos los docentes se informen acerca de cómo trabajar con estos
niños, y para ello el primer paso es el reconocimiento de la limitación y su
grado de severidad.
¿Qué
es oír? Desde el primer día de vida, el estímulo sonoro nos invade, nos
penetra, nos asusta, nos permite gozar del placer de oír una melodía y jugar
con los sonidos. A partir de las primeras semanas de vida el bebé va
estructurando la realidad con la información que le llega por medio de sus
sentidos. El tacto le permite ir aprendiendo no sólo las características
de los objetos, sino también los límites de su propio cuerpo. El oído es el
sentido alerta que delata presencias y ausencias, que anticipa peligros y
prepara al ser humano para un paso fundamental en su desarrollo: la adquisición
del lenguaje.
Estudios
como la audiometría, el electroencefalograma, entre otros, permiten medir los
umbrales de audición al recién nacido.
Hipoacusia
severa
Los
niños que sufren de este tipo de hipoacusia reaccionan sólo ante sonidos
fuertes y voces graves, y tienen dificultades para percibir voces y ruidos
agudos. Muchas veces responden a su nombre, escuchan el ladrido del perro, la música
(especialmente si suenan tambores). Rehabilitados desde pequeños pueden llegar
a hablar y ser entendidos. El tipo de voz que desarrollen dependerá de la
reeducación, de sus capacidades y del entorno y la continencia que se les
brinde.
En
general, son niños hiperquinéticos y se irritan fácilmente. La imitación es
la base de muchas de sus conductas corporales, motivados por el deseo de agradar
y ser reconocidos. Suele pensarse que estos niños son tristes pero no es así.
Siempre están interesados en algo, como si necesitaran suplir su limitación
siendo chistosos, inquietos, investigadores.
La
mayoría de estos niños son reeducados en escuelas especiales, mientras que
algunos de ellos, con coeficientes intelectuales altos, son derivados a escuelas
primarias comunes pues su nivel de inteligencia les permite suplir sus
limitaciones. Se adaptan bien a este tipo de escolaridad y logran integrarse con
sus compañeros. Con la ayuda de una fonoaudióloga o una profesora de sordos
como maestra de apoyo logran reeducarse en cualquier escuela barrial que los
acepte.
Hipoacusia
Leve
Hay
niños a los que no se les detecta la hipoacusia hasta que ingresan en la
escuela primaria. Aprenden a hablar por audición y por lectura labial espontánea;
suplen su problema con una fuerte conexión con el medio que los rodea. A partir
del desarrollo de la escritura se presentan elementos que evidencian el
trastorno auditivo leve: omisiones, confusiones de letras, disociaciones de sílabas
o palabras, estructuración deficitaria de las oraciones.
En
ocasiones es tal el nivel de negación familiar que los padres de estos niños
justifican los errores de sus hijos en la comprensión y la emisión de la
palabra diciendo que “son distraídos”. Por ello, incluso los pediatras
pueden llegar a confundir esta sintomatología con problemas emocionales,
demorando años la derivación del niño al tratamiento adecuado a su problema.
Este tipo de limitación sensorial también provocan confusiones en los diagnósticos
que realizan los gabinetes psicofísicos y en general son los maestros quienes,
con la observación diaria, terminan por detectar los leves problemas auditivos
del niño.
Existen
otros índices a tener en cuenta, como por ejemplo que el niño parezca
disfrutar con los ruidos estridentes y que no responda correctamente a las
preguntas, sobre todo cuando son formuladas en clase. También se observa en
estos niños la deformación de algunas letras y la nasalización de su voz. El
niño con una pérdida leve de la audición se asemeja más a un niño oyente
que a uno con limitaciones auditivas.
Cómo
ayudarlo positivamente en su desarrollo educativo
¿Alcanza
solamente con la buena voluntad y el amor que el maestro intente darle?¿Cómo
debería conducirse el maestro con este tipo de niños?¿Cómo ayudar al pequeño
con limitaciones auditivas a socializarse con sus compañeros oyentes?
En
la escuela primaria son muchos los temas y las materias que el niño tiene que
aprender por lo que es muy importante instalar desde el primer día un cuaderno
de comunicaciones para el maestro especial de apoyo y para los padres, de manera
que ellos también puedan ir interiorizando con anticipación al pequeño acerca
de los temas que serán dictados en clase.
Es
aconsejable que los maestros de estos niños graben previamente en un cassette
para el alumno los puntos más importantes de los temas que se dictarán en
clase. De esta manera se logra un intercambio asiduo con el fonoaudiólogo de
apoyo, quien en general se adelanta a los temas grabados por el maestro, y
aumentando el volumen de la reproductora, el niño tiene la posibilidad, por
medio de la audición, de acceder por sí mismo al tema. Es muy positivo que, en
clase, el alumno hipoacúsico se siente en la primera fila y al lado de un compañerito
que tenga buena letra, pues de este modo podrá ir copiando todo lo que no pudo
aprehender por medio de la audición.
En
cuanto a la socialización, si el niño no presenta problemas emocionales se
podrá hablar abiertamente con el grupo sobre los significa tener una limitación
auditiva, y se intentará estimular al alumno a que inicie un intercambio para
que, paulatinamente, pueda responder a las preguntas de sus compañeros. Para
lograr este vínculo es necesario que el docente ordene la clase de manera que
las preguntas que se realicen sean formuladas de a una por vez y en un ambiente
silencioso.
Si
se logra este modelo de vínculo comunicacional en el aula, durante los recreos
el niño no tendrá mayores problemas pues sus compañeros ya sabrán cómo
hablarle. Lo mejor para cualquier niño es hablar sin tapujos sobre lo que le
sucede. Para un alumno que sufre de una limitación sensorial, decirle a sus
compañeros “no hablen todos a la vez porque no entiendo nada” es una forma
de asumir el problema y de evitar futuros trastornos emocionales. Poco a poco el
niño hipoacúsico se irá integrando a sus compañeros durante los recreos y
elegirá participar en juegos que requieran de dos o tres participantes. En
grupos pequeños entenderá las consignas del juego y sabrá cómo
implementarlas.
Es
importante recordar que este tipo de niño, por no poder acceder a la inmediatez
del lenguaje, utiliza su cuerpo como vía de expresión y en ocasiones hace una
descarga motriz más intensa y violenta que un niño oyente. Los conflictos
psicológicos pueden ser más frecuentes en los hipoacúsicos leves que en los
niños con sorderas graves ya que estos últimos, por no haber tenido nunca
acceso al sonido, no añoran ni envidian algo que han perdido. El hipoacúsico
leve, en cambio, se siente más cerca del oyente, y su deseo de emularlo lo hace
competir con él.
En
cuanto al grupo en general, es bueno hablar con toda la clase acerca de las
limitaciones que todos tenemos y del modo en que podemos superarlas. El tema de
la solidaridad es un aprendizaje mutuo y constituye un camino a recorrer desde
pequeños. Trabajando desde la primera infancia este tema quizás logremos
formar adultos menos enfermos psíquicamente, con capacidad de entender y
aceptar a los demás, y esto ayudaría a construir una sociedad psicológicamente
más madura. La inmadurez psíquica es una de las causas que promueve la
discriminación, el odio y la violencia en el mundo.
Se
debe recordar que los niños con limitaciones auditivas sobre todo son niños, y
como tales necesitan del cuidado, atención y cariño de quienes los rodean, sólo
por su condición de niños.
Es
muy importante también que los docentes que reciben en su clase a un niño con
capacidades diferentes se informen sobre el tema. El trabajo en red en estos
casos es esencial: la maestra deberá tener asiduas reuniones con los padres,
con el fonoaudiólogo que atiende al pequeño, y si es necesario también con el
psicólogo y con los abuelos que cuidan al niño mientras sus padres trabajan.
Todas estas personas colaborarán con el docente ayudándolo a entender a su
alumno y a su vez la escuela puede funcionar como soporte y acompañante de la
familia.
Citaré
las palabras de la Lic. Adriana Inés Nervi, hipoacúsica, miembro del Centro
Argentino de Graduados Hipoacúsicos:
“...Una
gran cantidad de adultos sordos e hipoacúsicos leves con una capacidad
intelectual notable, pero con una deficiente base educativa, realiza actividades
laborales realmente denigrantes debido a la mala preparación para la vida, y,
por consiguiente, se sienten frustrados y desvalorizados (...) No es necesario
ni conveniente crear un programa adaptado de estudios, ya que reafirmaría la
descalificación social del sordo. En cambio, deberían instrumentarse recursos
pedagógicos que le permitan acceder a la misma currícula que el niño
oyente...”
Lic.
Dora Kweller
Fax: (54) 11 4702 7168
Autora
de El proceso de entender y ser entendido.
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