¿POR QUÉ CAMBIARON LA MISA?
HACIA LA RELIGIÓN ÚNICA
Por MAURO CIOTOLA  

   Está claro que en el ofertorio de la "misa nueva" el énfasis se ha cambiado de sacrificio a "comida conmemorativa" y que la transubstanciación no es ni profesa ni intencionada.  

   Y ¿cuál es la respuesta a esto de los seguidores modernos del Vaticano II?  Nos dicen que la consagración es lo esencial de la misa y que las oraciones que la preceden o que la siguen no tienen verdadero significado.  Las palabras que se emplearon conmigo personalmente eran: "Tú buscas el decorado de la tarta sin reparar en la tarta."  

   Esta es una respuesta modernista típica.  ¡Qué hábiles son con los "juegos de palabras"! Pero no olvidéis jamás que el modernismo es una mezcla de terminología católica y racionalismo naturalista.  ¡Es una herejía en marcha!  

   Por cierto, los modernistas pueden decir muchas cosas católicas, y las dirán.  Esto es la manera de ser del modernista.  Pero, inevitablemente, mezclan verdades con falsedades de forma que aquellos que son incapaces de separar las dos, fácilmente caen presos en sus errores. El modernista es más eficaz cuando tiene un "cargo de autoridad."  El sacerdote modernista es más influyente que el laico modernista; el obispo modernista, más eficaz que el sacerdote, pues so capa de "la autoridad" su credibilidad queda sin desafiar.  Y cuanto más altos están, tanto menos probable es que alguien sospeche de ellos. Su cargo llega a ser para ellos un maravilloso tipo de "camuflaje." Pero que no os cojan desprevenidos. Recordad que al modernista se le reconocería más bien por lo que practica que por lo que dice. Nuestro Señor nos ha avisado sobre tales como éstos y los desenmascara bastante eficazmente: "Este pueblo Me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mí; y en vano Me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres." (Mateo 15:7-9)  

   Los católicos fácilmente reconocen como la verdad el hecho de que la consagración es la parte más sagrada de la misa, pero ¡es absolutamente falso sugerir que las oraciones de antes y las de después no tienen nada que ver!  

   Ahora examinemos esto.  

   Las oraciones que enmarcan la consagración se llaman el Canon de la misa, que empieza con "Te Igitur" y se extiende hasta la "Elevación menor." Por su mismo nombre sabemos que es una parte invariable e inalterable de la misa.  La palabra canon significa "regla" o "norma," y el Canon Romano de la Misa Tridentina data más allá del siglo IV y "se fijó" por fin y de una vez para siempre por el Papa San Gregorio el Grande a finales del siglo VI.  

   El Canon Romano de la Misa Tridentina es tan significante que siempre que esté, es imposible subvertir la mente de la Iglesia en la celebración de la misa. Es tan significante que la sesión XXII, capítulo 4, el Concilio de Trento definió: "Y puesto que las cosas santas santamente conviene que sean administradas, y este sacrificio es la más santa de todas; a fin de que digna y reverentemente fuera ofrecido y recibido, la Iglesia Católica instituyó muchos siglos antes el sagrado Canon, de tal suerte puro de todo error, que nada se contiene en él que no sepa sobremanera a cierta santidad y piedad y no levante a Dios la mente de los que ofrecen. Consta él, en efecto, ora de las palabras mismas del Se_or, ora de tradiciones de los Apóstoles, y también de piadosas instituciones de santos Pontífices."  

   Este Canon Romano de la Misa Tridentina se ha demostrado ser "una barrera insuperable contra cualquier herejía que ataque la integridad del misterio." Todos los dogmas que los llamados reformadores religiosos rechazaron se afirman explícitamente y la intención de la Iglesia está clarísima: que Cristo mismo, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, baja sobre el altar bajo las apariencias de pan y vino: que esta acción de cambiar las sustancias del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo se origina por el sacerdote celebrante y por él sólo por virtud del Sacerdocio sacerdotal que le da el poder de actuar como "Alter Christus," en cuanto no es un hombre delante del altar sino Jesucristo mismo, quien efectúa la consagración. Es el Sumo sacerdote Eterno quien está allí de pie, diciendo, "porque este es Mi Cuerpo" y "porque esta es Mi Sangre," exactamente como lo hizo la noche de la Ultima Cena. Y exactamente como lo hizo al día siguiente, Jesucristo sube místicamente a la Cruz de nuevo y Le ofrece a Dios Padre, el Sacrificio perfecto, la Víctima pura, la Hostia inmaculada. No es un sacrificio nuevo sino el mismo sacrificio que Él ofreció en el Calvario sin los detalles sangrientos. Y se queda verdaderamente presente en las Sagradas Especies para que nosotros, los fieles, podamos acercarnos al comulgatorio y comer de Su carne y beber de Su sangre como Él mandó que hiciéramos para que tuviésemos la vida eterna (Juan 6). Todo esto profesa y afirma el Canon Romano de la Misa Tridentina.  

   En el siglo XVI, los herejes comprendieron esto bastante bien, y esto es lo que le movió a Martín Lutero a decir del Canon Romano: "Aquel Canon abominable es una confluencia de charcos de agua viscosa, los cuales han hecho de la misa un sacrificio.  No es la acción de un sacerdote sacrificador.  Junto con el canon, desechamos todo lo que implica oblación."  

   Ahora los "reformadores" del siglo XX nos dicen que las oraciones del Canon son "insignificantes" y se pueden descartar, mientras sus homólogos del siglo XVI insistían en que eran "demasiado significantes" y tenían que descartarse.  

   Lo menos que se puede decir de esto ¡es que los reformadores del siglo XVI eran mucho más honestos acerca de ello!  

   El Canon Romano pide una fe "objetiva," la fe católica, algo que la mente subjetivista no aceptará. Para los subjetivistas y existencialistas modernos, todo ha de ser relativo y experimentado. Por lo tanto Lutero promulgó este concepto: que el servicio sea "evangélico" con muchas lecturas bíblicas y enseñanzas; siendo "la comida conmemorativa" el punto climático en la que se demuestra un lazo de hermandad y de unidad por todos los reunidos que vienen a "partir el pan," los unos con los otros, en señal de la caridad cristiana, y también para conmemorar lo que hizo Cristo en la Ultima Cena hace 2000 años; que no se ofrece ningún sacrificio verdadero, sólo uno de "alabanza y agradecimiento" a Dios, preservando la memoria de aquel sacrificio ofrecido por Su Hijo de una vez para siempre, para nuestra Redención. La nueva liturgia reformada del siglo XVI transmite enérgicamente la idea de que en la consagración, no tiene lugar transubstanciación alguna por lo que se cambien verdaderamente las sustancias del pan y del vino al Cuerpo y la Sangre de Cristo; el sacerdote no tiene tales poderes, enseñaron los reformadores. El único poder que efectúa algo es la fe de aquellos reunidos allí en el nombre de Cristo, ya que Él dijo: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18:20)  Así que, en la Sagrada Comunión, a Cristo se le recibe sólo en este sentido espiritual por una presencia simbólica que está allí presente sólo por ese momento--y sólo si el recipiente cree. Después, sin embargo, ya que no hay presencia verdadera alguna, sólo la espiritual momentánea, el pan de la comunión que sobre, se puede tirar de manera conveniente para cualquier "sobra de mesa" y la necesidad de un tabernáculo claramente no hace falta. Todo esto lo consiguieron los herejes, pero sólo después de que lograron quitar el canon romano. E igual que sus grandes antepasados, los "reformadores" de hoy en día han demostrado que también desean dejarlo de lado o por lo menos no apoyar más las doctrinas católicas del sacrificio de la misa y la presencia verdadera efectuada por la transubstanciación.  Pero tienen mucho cuidado de no despertar la resistencia católica y en el nombre del ecumenismo, han adoptado un servicio ambiguo capaz de permitirles a los protestantes discernir en él su "Cena," mientras los católicos mayores puedan todavía atribuir a la nueva liturgia la doctrina de la presencia real aunque de hecho se le suele hacer caso omiso, negarlo y eliminarlo.  

   Los "reformadores" modernos eran más astutos en su desdén del canon romano y, en vez de simplemente tirarlo, algo que habría sido demasiado obvio y seguro de levantar sospechas aun entre los católicos demasiado confiados, recurrieron a distorsionarlo, reemplazarlo y cubrirlo con otras "oraciones eucarísticas," con las cuales los protestantes admiten abiertamente que se sienten "a gusto" porque "tienen la ventaja de darles una interpretación distinta a la teología de sacrificio que acostumbraban atribuir al catolicismo." (declaración protestante ecuménica del 8 de diciembre, 1973)  

   Al examinar las oraciones eucarísticas nuevas del Novus Ordo topamos con algunas observaciones sorprendentes: la primera oración eucarística, increíblemente, ¡se llama el canon romano!  

   Pero cuando se compara con el Canon Romano de la Misa Tridentina encontramos que ha sido distorsionado y mutilado a tal punto que aun los protestantes pueden usarlo sin dejar de ser protestantes jamás. Esto se consiguió por un lado por el uso de las "nuevas traducciones" que son simplemente traducciones falsas en muchos casos, y por otro lado por alterar el significado del rito por cambios en la palabra y en la supresión de las rúbricas (acciones y gestos) que profesan la fe católica.  

   Estas rúbricas que se han suprimido expresaban o daban énfasis al carácter de sacrificio de la misa y por su supresión causan que las palabras que se han retenido cesan de significar que la misa sea un verdadero sacrificio. Al comparar las oraciones del Canon Romano de la Misa Tridentina con aquellas de la misa nueva podremos ver mejor que de hecho no profesan la misma fe.  

   Tened en cuenta que estamos comparando la "más católica" de las nuevas oraciones eucarísticas, la tal primera oración que se supone es igual que el Canon Romano tradicional de la misa del rito latino.  Ahora veremos como hasta esto se falsificó de modo letal.  

TE IGITUR
(El principio del Canon de la misa tradicional latina)  

   "Te suplicamos, pues, y te pedimos, ¡oh Padre clementísimo!, por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, que aceptes y bendigas estos + dones, estos + presentes, estos + santos sacrificios sin mancilla."  

   En esta oración el sacerdote se inclina profundamente, besa el altar, y reza en silencio pidiéndole a Dios que acepte el sacrificio que está a punto de tener lugar. La señal de la cruz (+) se hace encima de los elementos tres veces a las palabras: "estos + dones, estos + presentes, estos + santos sacrificios," clarísimamente señalando el sacrificio de la cruz y el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo en los cuales están a punto de convertirse.  

ALABANZA AL PADRE 
(Novus Ordo) 

   "A ti, pues, Padre misericordioso, te pedimos humildemente por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Se_or, que aceptes y bendigas estos + dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos."  

   En esta oración, el sacerdote Le pide a Dios que acepte y bendiga estos dones que Le ofrecemos en sacrificio. Pero la primera pregunta que viene en mente es "¿cuales dones?" En la presentación de los regalos que en el novus ordo precede al ofertorio, más a menudo sí que no, hay variedad de "regalos" traídos adelante y presentados en el santuario. Debemos tener presente siempre que ¡sólo "el pan y el vino" pueden transubstanciarse!  La segunda pregunta es "¿qué clase de sacrificio?"  ¿Es el sacrificio perfecto de Cristo que se ofrece en reparación por el pecado ("para remisión de los pecados"), o es más bien los sacrificios personales y ofrecimientos de alabanza y agradecimiento del pueblo? Es difícil saberse ya que las palabras Haec + sancta sacrificia illibata, "Estos + santos sacrificios sin mancha," se han quedado sin traducir.  

   Los únicos "sacrificios santos y sin mancilla" son el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, que la omisión de estas palabras ha evitado aquí muy convenientemente, así que el protestante estaría libre de pensar en términos de la doctrina protestante mientras que el católico puede considerar lo que es católico. Esto se manejó bastante "ecuménicamente."  

   Debemos afirmar aquí también que de entre las 30 señales de la cruz contenidas en la misa tradicional, el Novus Ordo ha retenido una sola, la que aparece aquí, y ésta no como una señal demostrativa sino como una simple bendición.  

   "Que te ofrecemos, en primer lugar, por tu santa Iglesia católica: para que te dignes pacificarla, custodiarla, unirla y regirla en todo el orbe de las tierras: junto con tu siervo, nuestro Papa N., nuestro obispo N., y todos los que, fieles a la verdadera doctrina, profesan la fe católica y apostólica.”  

  INTERCESIONES POR LA IGLESIA 
(Novus Ordo)

   "...que te ofrecemos, ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa N., con nuestro obispo N., y todos aquellos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica."  

   Al comparar estas dos oraciones y a primera vista no parece haber nada diferente, y así es exactamente como se quería que pareciese.  Sin embargo al examinarlo más de cerca nos fijamos en que aparece una mala traducción; nos referimos a "et omnibus orthodoxis, atque Catholicae et Apostolicae Fidei cultoribus" lo cual en la misa nueva se traduce como: "y todos aquellos que... promueven la fe católica y apostólica."  La verdadera traducción es "y todos los creyentes verdaderos que profesan la fe católica y apostólica."  

   Ahora, hemos de preguntarnos "¿Por qué fue necesario traducir mal esta oración?” ¡Pero cuanto más la miráis, tanto más obvio llega a ser!  El lenguaje de la fórmula tridentina es absolutamente demasiado fuertemente católico.  No hace nada para el "ecumenismo." El ecumenismo no distingue entre creyentes, ya que "cualquier religión es tan buena como otra," pero esta oración, tal y como permanece en la fórmula tridentina, hace hincapié claro de referirse a verdaderos creyentes, o sea, aquellos que tienen ¡la Verdadera Fe, la Fe Divina, la Fe Católica y Apostólica!  

   Decir "todos aquellos que... promueven la fe católica y apostólica" es mucho más ecuménico pues les permite a los protestantes pensar en términos de su teología mientras el católico es inconsciente de que sea así.  

   Es importante que nosotros comprendamos que los protestantes no se ofenden por el uso de la palabra "católico." Ellos mismos la utilizan, no como el nombre propio de una Iglesia, sino tan solo como un adjetivo para describirse a sí mismos. Ellos la toman por su significado literal de "universal" sin referirse a la Iglesia Católica Romana. De hecho, ellos mismos la usan (especialmente los luteranos y los anglicanos) cuando rezan el credo apostólico y el credo de Nicea.  Y todos pretenden tener la fe que nos viene de los apóstoles.  

   Pero decir "que nos viene de los apóstoles," es mucho más aceptable y ecuménico ya que no se refiere estrictamente a la fe católica romana sino les permite pensar de acuerdo con su pretensión de que la Iglesia Católica Romana se desvió de las enseñanzas de los apóstoles y que ellos las restauraron.  

   Esta oración, pues, tal y como aparece en la misa nueva y a pesar de lo que los católicos reflexivamente interpretan que significa, también puede utilizarse de buena conciencia por los protestantes quienes pueden interpretarlo como que significa: "la fe universal que nos viene de los apóstoles" -- que para ellos, claro, ¡es el protestantismo!      

aquí en este estudio de la misa nueva, hemos visto que una de las tácticas de los reformadores era traducir el latín de la misa tridentina de tal modo que hiciera borrosa la distinción entre el sacerdote y el pueblo, y por estas malas traducciones y omisiones, hacer aceptable el rito de la misa a los protestantes.   

   Un ejemplo en el que la omisión descarada ha purgado a una oración de ese sentido católico es en la tercera oración del canon tradicional de la misa, el Communicantes. En esta oración, vemos al "ecumenismo" bien servido, no por lo que se dice, ¡sino por lo que no se dice!  En esta oración, el sacerdote se une con los santos del cielo al conmemorar la Iglesia triunfante, sus apóstoles, Papas, y mártires, especialmente aquellos venerados en Roma. Empieza: "Unidos en una misma comunidad, veneramos la memoria, en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo." En la misa nueva empieza: “Reunidos en comunión, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo nuestro Dios y Señor."  

   Para detectar la manipulación ecuménica de esta oración hemos de recordar que la omisión es una herramienta favorita de los modernistas. Y en esta oración podemos descubrir esta decepción, que en su mayor parte pasa derechito por encima de las cabezas de tantos católicos despreocupados y complacientes hoy en día, quienes participan en el Novus Ordo sin distinción.  

   Si hay alguna área en particular en que los protestantes tendrían problemas serios, tendría que ser al principio de esta oración: "...en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María..." Pues con estas palabras la Virgen María se coloca la primera de entre todas las criaturas de Dios y con relación a la palabra "gloriosa," se eleva de grado, honor, dignidad, y carácter por encima de cualquier otro santo y ángel de Dios, manifestando la idea católica de "hiperdulía"--aquella veneración especial debida a María, por encima de la veneración debida a los demás santos. Pero el protestante, con motivo de idolatría, no la honraría en primer lugar ni extendería a la Bienaventurada Madre ninguna veneración por encima de cualquier otro seguidor de Cristo. Por lo tanto, al no traducir las palabras in primis gloriosae semper Virginis Mariae, "en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María," la veneración especial debida a María se pasa por alto ecumenísticamente. No es ni profesada ni implícita ¡y el protestante probablemente es más consciente de esto que la mayoría de los "católicos" reformados!  

   ¡Un caso claro de "degradar a la Madre de Dios" sutilmente para promover el ecumenismo! Y habría que preguntarse cuál es el parecer de Dios en esto cuando meditamos las palabras de San Agustín: "¿Qué te vale no ofender al Padre, Quien venga una ofensa contra la Madre?"  

   (Vol. XIV, No. 2, 1992, pp.12-18)  

   Las próximas oraciones que examinaremos son aquellas que preceden inmediatamente la consagración y por lo tanto se las pueden llamar las "oraciones preparatorias" ya que tratan directamente de la Oblación y la eficacia de la consagración.  

   Mientras nos acercamos al momento sacratísimo de la Consagración, veremos que en la misa nueva no se profesan explícitamente las doctrinas tradicionales de la transubstanciación por el poder único del sacerdocio, y la presencia verdadera de Cristo bajo las especies de pan y vino:  

HANC IGITUR 
(Tridentina)
 

   "Te suplicamos, pues, Señor, aceptes aplacado esta oblación de nuestra servidumbre, y la de toda tu familia: y dispongas nuestros días en tu paz; y nos libres de la condenación eterna; y mandes contarnos en la grey de tus elegidos. Por Cristo, nuestro Señor.  Amén."  

   Fijaos en la separación inconfundible entre la ofrenda del sacerdote del sacrificio incruento hecho por virtud de su poder sacerdotal, y la ofrenda de oraciones y sacrificios personales del pueblo en unión con el Sacrificio del Altar: "de nuestra servidumbre, y la de toda tu familia."  

   Aunque es verdad que los fieles ofrecen la Víctima Divina, debe quedar claro en qué sentido hacen la ofrenda. En su "De Sacro Altaris Mysterio" (III, 6) el Papa Inocente III escribió: "Lo que en particular se cumple por el ministerio de los sacerdotes, universalmente es cumplido por el voto asentimiento de los fieles." Y por esta razón y únicamente por esta razón, la Iglesia ha compuesto esta oración de este modo.  

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