ARCHIVO PÚBLICO DEL COMANDANTE CLOMRO
Informe Clomro-3 LA MANIPULACIÓN MUNDIAL SEGÚN DIVERSAS FUENTES
Sección II FUENTES
Subsección A  LIBROS Y AUTORES
Parte V  AUTORES, TEXTOS Y TEMAS
División D

Samuel Noah Kramer

La maldad de los dioses según los sumerios
Del libro La historia empieza en Sumer (From the tablets of Sumer, 1965).

Sufrimiento y Sumisión
El primer Job

    Dios mío: El día brilla luminoso sobre la tierra;
           para mí el día es negro
.........................................................................................................
    las lágrimas, la tristeza, la angustia y la desesperación
           se han alojado en el fondo de mí.
.........................................................................................................
    La mala suerte me tiene en sus manos, se lleva el aliento de mi vida.
    La fiebre maligna baña mi cuerpo...
    Dios mío, oh, tú, padre que me has engendrado,
           levanta mi rostro.
.......................................................................................................
    ¿Cuánto tiempo me abandonarás,
           me dejarás sin protección?
.......................................................................................................
    ¿Cuánto tiempo más me dejarás sin apoyo?

    Cité estas líneas entre otras, el 29 de diciembre de 1954, en una comunicación que presenté ante la "Society of Biblical Literature", titulada: "Un hombre y su dios. Preludio sumerio al tema de Job". Estas líneas pertenecen a un ensayo poético que yo acababa de reconstruir aquel mismo año, a partir de varias tabletas y fragmentos descubiertos en Nippur.
    Así, pues, mas de mil años antes de que fuese compuesto el libro de Job, un texto sumerio anunciaba los acentos que la Biblia luego amplificaría y popularizaría.
    Los sabios sumerios creían y enseñaban que las desdichas del hombre son el resultado de sus pecados y de sus malas acciones, y que no hay ningún hombre que, por un motivo u otro, esté excento de culpa. Para ellos, como ya hemos visto, no existía ningún ejemplo de sufrimiento humano injusto o inmerecido; es siempre al hombre, decían, a quien hay que recriminar, nunca a los dioses. A pesar de todo, más de un sumerio debió existir que en los momentos de adversidad estuviese tantado a poner en duda la lealtad y justicia de los dioses. Y tal vez fuera para prevenir semejante resentimiento y neutralizar toda clase de desilusión por parte de los hombres, en lo que hace referencia al orden divino, por lo que uno de esos sabios compuso el edificante ensayo cuya traducción doy un poco más adelante.
    Que el hombre, sumido en la adversidad, proclama nuestro poeta, se contente con glorificar a su dios. Es el único recurso eficaz.
 

    Ética
    El primer ideal moral
    De acuerdo con su concepto del mundo, los pensadores sumerios tenían una visión relativamente pesimista del hombre y de su destino y estaban persuadidos de que el ser humano, formado y amasado con arcilla, no había sido creado más que para servir a los dioses, suministrándoles comida, bebida y morada, para que se pudieran entregar en paz y sosiego a sus actividades divinas. Se decían los pensadores sumerios que la vida está llena de incertidumbre y que el hombre no puede gozar jamás de una seguridad completa, ya que es incapaz de prever el destino que le ha sido asignado por los dioses, cuyos designios son imprevisibles. Después de su muerte, el hombre no es más que una sombra impotente y errabunda en las lúgubres tinieblas de los infiernos, donde la "vida" no es más que un miserable reflejo de la vida terrestre.
    El difícil problema del libre albedrío, que tanto preocupa a los filósofos, no se plantea en absoluto entre los pensadores sumerios, quienes aceptaban como una gran verdad inmediata que el hombre había sido creado por los dioses únicamente para su provecho y placer, y que por lo tanto no podía considerarse como un ser libre. Para ellos la muerte era el premio reservado a la criatura humana, ya que sólo los dioses eran inmortales, en virtud de una ley trascendental e ineluctable. Asimismo estaban convencidos de que las altas virtudes de sus compatriotas, adquiridas progresivamente, en realidad después de muchos siglos de tanteos y experiencias sociales, habían sido inventadas por los dioses. Eran éstos los que disponían; los hombres no podían hacer otra cosa que obedecerles.
(...)
    Según los sabios sumerios, los dioses preferían la moralidad a la inmoralidad, y los himnos exaltan, sin excepción, la bondad, la justicia, la franqueza y la rectitud de todas las grandes divinidades. Hasta tal punto que había muchos dioses, como Utu, dios del sol, cuya principal función era velar por el mantenimiento del orden moral.
(...)
    Si los sumerios pensaban que los grandes dioses se comportaban de una manera virtuosa, no dejaban por eso de creer que al establecer la civilización humana esos mismos dioses habían introducido el mal en ella. El mal, la mentira, la violencia y la opresión. Y la lista de los me, esos principios inventados por los dioses para hacer funcionar sin trabas al cosmos, comprendía, como ya se ha visto, no solamente la verdad, la paz, la bondad, la justicia, sino también la falsedad, la disputa, la lamentación, el temor.
    ¿Por qué habrían sentido la necesidad, los dioses, de promover y crear el pecado y el mal, el sufrimiento y la desgracia? A juzgar por los documentos de que disponemos, si los sabios de Sumer llegaron a plantearse alguna vez este problema, estaban ciertamente dispuestos a responder que nada sabían de esta cuestión. ¿No creían que la voluntad de los dioses y sus motivos eran impenetrables?  Un "Job" sumerio, abrumado por una desdicha, al parecer injustificada, no habría siquiera soñado con discutir y quejarse, sino solamente, en implorar, gemir, lamentarse y confesar unos pecados y unas faltas que le habían sido inevitables.
    Pero, ¿habrían prestado atención los dioses a aquel mortal solitario e insignificante? Los pensadores de Sumer creían que no. Para ellos, los dioses se parecían mucho a los soberanos mortales de la tierra; es decir, tenían cosas más importantes en qué ocuparse. Del mismo modo que había que recurrir a un intermediario para conseguir cualquier cosa de los reyes, era lógico que uno no pudiese hacerse oír de los dioses más que a través de alguien que disfrutara de su especial favor. De ahí nació, sin duda, ese procedimiento de recurrir a un dios "personal", especie de ángel de la guarda, adscrito a cada ser humano y a cada cabeza de familia, del que se aprovecharon los sumerios. Era a esta especie de ángel de la guarda a quien el sumerio afligido descubría la intimidad de su corazón, era a él a quien rogaba y suplicaba, y era gracias a él que lograba alcanzar la salvación dentro de la desgracia.


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